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La integración y retención de la información en adultos
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La integración y retención de información en adultos

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 27 enero, 2020 El trastorno de lateralidad, Integración y retención de información, Lateralidad, Lateralidad cruzada o heterogénea, Memoria, Terapia de lateralidad

Por Susana Lladó

Vivimos en un escenario laboral en permanente cambio que requiere perfiles flexibles con capacidad para adaptarse rápidamente a los nuevos desafíos, a nuevos grupos de trabajo y a los avances continuos en tecnología. En este escenario, es imprescindible ser capaz de integrar y retener información nueva continuamente. Sin embargo, esta capacidad cognitiva es, precisamente, una de las que tienen afectada las personas con problemas de lateralidad. El psicólogo Luis Elías nos explica cómo se trabaja este aspecto en terapia, sobre todo, con los pacientes adultos.

Si tienes un mal concepto de ti mismo, estás tan cohibido en el ámbito laboral que pierdes la capacidad de integrar bien la información

 

Me comentabas que tienes pacientes que trabajan, por ejemplo, en el ámbito de la consultoría y que tienen serios problemas para integrar y retener la información, algo esencial para el buen desempeño de sus responsabilidades

Sí, así es. Uno de ellos, al inicio de la terapia, me explicó que cuando le hablaban en la oficina, no sabía lo que le decían, no lo entendía.

 

Complicado y duro. ¿Retrocedemos? ¿Cómo funciona el proceso de integración y retención de la información?

En el proceso de integración (recopilación) y retención (memoria) cognitiva de la información, primero se integra la información y después se retiene.

 

Este proceso, ¿se produce igual en todas las personas?

En los niños y jóvenes es mucho más sensorial que en los adultos porque todavía no son tan porosos a una serie de condicionantes que tenemos los más mayores.

 

¿Qué tipo de condicionantes?

A medida que nos hacemos mayores, estamos más condicionados por factores como los prejuicios, los valores, cuestiones culturales, aspectos emocionales, la cultura de empresa de la organización en la que trabajamos, etc. La integración de la información no deja de ser una interpretación de la realidad y todos estos factores nos influyen a la hora de integrar la información que recibimos del exterior.

 

Explícanos un poco más lo de la interpretación de la realidad y su relación con el proceso cognitivo

Las personas hacemos una interpretación continua de la realidad, de todo aquello que percibimos. Para reforzar el proceso cognitivo que supone esta interpretación, utilizamos la concentración, la atención, etc. La integración de los inputs que recibimos del exterior es un acto en el que ponemos en relación y sintetizamos las diversas informaciones dándoles un sentido. Es decir, es un proceso en el que guardamos e interpretamos cognitivamente la información y le damos un sentido integral. Pero para ello hay que entender dicha información. Por eso, además de los aspectos perceptivos, en terapia también se trabaja la capacidad de comprensión.

 

Para poder integrar cualquier información es necesario darle un sentido

Sí, incluso para integrar la sensorial, que es a la que más atienden los niños.

 

Y ¿cómo lo hacemos?

Como decía, la integración sensorial es un proceso neurológico que consiste en organizar la información que proviene de los sentidos para lograr un concepto unificado. Para ello necesitamos la percepción, pero también capacidad de abstracción, saber organizar la información para convertirla en conocimiento y motivación.

Lateralidad e integración y retención de la información en adultos

¿Estos aspectos son los que se trabajan en terapia?

Se trabajan los sistemas sensoriales (percepción del cuerpo, tacto, sistema auditivo, visual, etc.) y, cuando es necesario, los otros, ya que si una persona es incapaz de ordenar la información, difícilmente podrá integrarla.

 

A cuanta más velocidad sucede lo que queremos integrar, mayor es la dificultad para integrar la información: para procesarla, codificarla y darle sentido, lo cual nos permitirá, posteriormente, recordarla

 

¿Hasta qué punto es esencial la motivación en este proceso cognitivo?

Es fundamental. Hay pacientes, como el que mencionaba al principio, que trabajan en entornos bastante deshumanizados y muy estresantes. Vienen a terapia por dos aspectos cruciales: porque les costaba mucho integrar y retener la información, y porque su autoestima estaba tan mermada que se sentían desvalorizados y desmotivados. Si tienes un mal concepto de ti mismo, estás tan cohibido en el ámbito laboral que pierdes la capacidad de integrar bien la información: estás pensando que todo irá mal, que tu rendimiento será insuficiente. Los prejuicios, los aspectos motivacionales, emocionales, anímicos, físicos, así como las expectativas, condicionan, o pueden condicionar, la capacidad de integración de la información.

 

¿Qué más puede impedir o dificultar el proceso?

La memoria. Es un ítem de lateralidad que también trabajamos en terapia, tanto en niños como en adultos. Y después hay dos factores que se deben tomar en consideración cuando hablamos de la integración y retención de información: la velocidad y la duración.

 

Vamos con la velocidad

A cuanta más velocidad sucede lo que queremos integrar, mayor es la dificultad para integrar la información: para procesarla, codificarla y darle sentido, lo cual nos permitirá, posteriormente, recordarla. Por ejemplo, en las actividades que hacemos en sesión, normalmente ponemos timings. Primero es un timing abierto (no se establece un tiempo), pero progresivamente, al repetir la actividad, cada vez fijamos tiempos más cortos. Esto lo hacemos así no solo para añadir un ápice de presión con el objetivo de que aprendan a gestionar el estrés, la tolerancia a la frustración, etc., sino también para tener una medida de referencia; es decir, si hay un progreso o no en ese proceso de retención e integración de la información.

 

¿Y la duración?

La duración está relacionada con las experiencias de la vida. A mayor exposición a una información, mejor asimilación. Por esto la repetición (la práctica) es importante, por ejemplo, cuando se aprende a tocar un instrumento.

 

Y estos iítems van interralacionados con los emocionales

Sí. En terapia trabajamos todos estos aspectos conjuntamente con los emocionales, de manera que los pacientes adultos cada vez tienen menos temor a afrontar nuevos retos laborales. Al comprobar que van mejorando en la integración y retención de la información, esto les refuerza emocionalmente, y como emocionalmente cada vez están más fuertes, aumenta su motivación para seguir trabajando los aspectos cognitivos. Lo ven en su ámbito laboral: hay un cambio significativo en la forma de abordar nuevos retos.

 

Para terminar, ¿nos puedes poner otro ejemplo de un paciente con estas dificultades?

Las dificultades en todos ellos son similares. Tengo otro paciente al que, cuando le explicaban un proceso metodológico en el trabajo, al cabo de un minuto o minuto y medio se perdía. Y entonces, entraba en una dinámica de pensamientos rumiativos obsesionándose con que se perdía, con lo cual se bloqueaba y todavía era más complicado que pudiera retener la información. A base de trabajar durante un año en terapia todo lo que hemos mencionado, ya no ha vuelto a tener ningún problema de este tipo: es más, ha sido capaz de adaptarse a los nuevos departamentos a los que lo han trasladado dentro de la empresa.  Ahora puede seguir el hilo de lo que le dicen y puede visualizarlo; es decir, puede anticiparse a las fases que le explican verbalmente visualizando cómo lo hará: cómo abordará el caso, cómo organizará el trabajo con el equipo, qué enfoque jurídico le dará, etc.

 

A estos pacientes, la terapia les debe cambiar radicalmente la vida

Así es. Tengo una paciente que no estaba satisfecha trabajando en su ámbito profesional y se ha atrevido a iniciar una nueva etapa en su vida formándose de nuevo para poder acceder a otro sector laboral. Me dijo que ahora se sentía capaz y con ganas de emprender retos que antes no podía ni plantearse porque tenía una gran inseguridad en la adquisición de nuevos aprendizajes por el problema en la retención de la información. Ahora hace más cosas que cuando era joven y se va a ir al extranjero a estudiar un máster. Hay otro paciente que me explica que ahora asimila mucho mejor la información cuando hay cambios en la empresa. Esto le motiva para asumir nuevos retos. Se ha vuelto más flexible y esto es fundamental en un escenario laboral en continuo cambio.

 

¿Hay algún punto importante que no hayamos comentado?

La línea temporal de los datos o de las acciones: qué va antes y qué va después, para darle sentido y contextualizarlo organizando esa información y poder, por ejemplo, hacer el seguimiento de un proyecto; algo crucial en muchas profesiones.

Si quieres hacernos una consulta sobre este tema, puedes ponerte en contacto con nuestro centro.

Lateralidad: el caso de Pere, diagnosticado como deficiente mental
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Lateralidad: el caso de Pere, diagnosticado como deficiente mental

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 14 enero, 2020 Comprensión lectora, Concentración, El trastorno de lateralidad, Lateralidad, Lateralidad cruzada o heterogénea, Lectoescritura, Miedos, Motivación, Orientación espacial, Terapia de lateralidad

Por Joëlle Guitart

 

El caso que expongo hoy es el de un niño que llegó al Centro de Lateralidad con un resultado del test de inteligencia de 73; es decir, había sido diagnosticado como deficiente mental.

Cuando este paciente, al que llamaremos Pere, vino por primera vez a consulta en enero de 2017 con sus padres, tenía 8 años y 8 meses, y cursaba tercero en una escuela especializada. En su clase había una gran heterogeneidad de alumnos: niños con autismo, con el síndrome de Asperger, con deficiencia mental, con problemas conductuales, etc.

Al hacerle el  test de lateralidad, los resultados mostraron que Pere presentaba tres cruces de lateralidad y una acusada hipotonía. Iniciamos la terapia y tras cinco meses de tratamiento,  como es habitual en todos los pacientes, le realicé el primer test de control. Observé, con cierta sorpresa, que ya no presentaba las grandes dificultades de organización perceptiva, ni de organización espacial que tenía cuando llegó al centro. Respecto al aparato locomotor, tampoco aprecié nada que entrara fuera de lo normal: saltaba a la comba y la pata coja sin ningún problema, y realizaba los otros juegos y ejercicios con los que evalúo este aspecto con bastante normalidad. Asimismo, en estos cinco meses, Pere había empezado a jugar en un equipo de fútbol en el que antes no lo habían aceptado, y su acusada hipotonía en miembros superiores e inferiores había disminuido notablemente, lo cual es poco frecuente en tan poco tiempo de terapia (en general, la hipotonía no disminuye antes del segundo test de control; es decir, antes de los 10 meses de tratamiento).

A partir de entonces, seguimos trabajando todos los ítems de lateralidad, incluyendo los relacionados con la lentitud, la dificultad de concentración y la lectoescritura. Del mismo modo, seguimos trabajando aspectos como sus miedos (tenía miedo a todo) y su falta de motivación, pues se desanimaba a menudo.

De una escuela especializada a una escuela normal

Es importante destacar que cuando el paciente empezó la terapia, también presentaba algunos problemas de comportamiento: fundamentalmente, cierta agresividad e impulsividad dentro del grupo, tanto con los otros pacientes como, incluso, con la terapeuta. Este comportamiento, en el segundo test de control, había dado un giro radical. Hablé con los padres y con la escuela especializada sobre toda esta evolución y se tomó la decisión de cambiarlo a un colegio normal repitiendo segundo de Primaria, ya que Pere todavía tenía dificultades en la lectoescritura.

Este segundo test de control lo realicé cuando Pere tenía nueve años y ocho meses. En este punto del tratamiento lo que observo es que la coordinación ideomotriz ha mejorado (le costaba mucho pensar, razonar), aunque todavía se bloquea con el pensamiento lógico en algunas ocasiones. A pesar de ello, tiene menos dificultades en las asignaturas de ciencia que en las relacionadas con la lengua. En la nueva escuela, seguía yendo bien, gracias a la implicación de los profesores, a la coordinación que establecimos entre el colegio y nuestro centro, a la actitud de los padres y a la colaboración del propio paciente en la terapia que, como he mencionado, era colectiva. Es entonces cuando les propongo a los padres del paciente que su hijo haga en el centro otro test de cociente intelectual. El resultado es de 100, un resultado que está en el rango de lo normal.

El tercer test de control lo realizo en octubre de 2019, cuando el paciente tiene 10 años y 5 meses. Todos los ítems de lateralidad han mejorado significativamente, la mecánica lectora ya es fluida, lee correctamente en voz alta y, aunque la comprensión lectora todavía es muy mejorable, ya retiene lo que lee (anteriormente era incapaz). También sigue disminuyendo la hipotonía, ya no se cae ni tropieza como antes, está mucho más ágil, juega más con los otros niños de la escuela y ya está aprobando, aunque justito, todas las asignaturas. Asimismo, ha empezado natación y, los fines de semana, esquí (dos deportes que siempre recomiendo, cuando hay problemas de lateralidad, porque a nivel neurofisiológico ayudan a acelerar todo el proceso de lateralización; a diferencia de los deportes oculomanuales, como el tenis, que lo dificultan porque provocan irritabilidad en el cerebelo).

Quiero detenerme aquí para hacer una reflexión: si este paciente hubiera permanecido en la escuela especializada, hubiera terminado siendo una persona con un cociente intelectual de deficiente mental y toda su vida hubiera quedado sellada por esta circunstancia: hubiera tenido que renunciar a ir a la universidad, a la expectativa de poder desarrollarse profesionalmente en un futuro y socialmente también habría quedado igualmente limitado. Toda su existencia se habría desarrollado por debajo de su verdadero potencial. Aunque su caso no representa a la inmensa mayoría de pacientes que vemos en el centro de lateralidad, debo decir que tampoco es una excepción. No es la primera vez que nos encontramos con un niño que ha sido etiquetado de esta forma, con todo lo que ello supone también para sus familias. Hay que ser conscientes de que otros padres se sienten tan solos y desamparados ante un diagnóstico de estas características que no saben adónde acudir ni qué hacer. Muchos se rinden tomando como válido el diagnóstico erróneo que reciben.

Actualmente, ya estamos finalizando la terapia con Pere. El próximo test será en marzo de 2020, que es cuando calcularé su porcentaje de recuperación. Aunque quedará un test más (máximo dos) por realizar, puedo aventurar que este paciente se habrá recuperado en un 80 % como mínimo (si no hay ningún obstáculo este porcentaje será más alto) al darle el alta. Posteriormente, como en todos los casos, se le darán una serie de ejercicios para que haga en casa durante un periodo de cinco meses; periodo tras el cual cada cinco meses volverá tres veces más al centro a terapia, ya solo para la supervisión.

El caso de Alex, un niño con 3 cruces de lateralidad_Centro de lateralidad y psicomotricidad Joëlle Guitart
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El caso de Alex, un niño con 3 cruces de lateralidad

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 3 enero, 2020 Ambidiestro, Ansiedad, Aprendizaje, Concentración, El trastorno de lateralidad, Hipotonía, Terapia de lateralidad

Exposición del caso


Por Joëlle Guitart

 

El caso de este paciente con 3 cruces de lateralidad, al que llamaremos Alex, es particularmente reseñable debido a una serie de factores que iré exponiendo.

Alex nació con 38 semanas, lo que le ocasionó un aplanamiento del lado izquierdo de la cabeza. Para corregir la forma del cráneo tuvo que llevar un casco ortopédico desde los 8 meses hasta los ocho años; un hecho que le marcó, al igual que otros factores que también iremos viendo.

Cuando hace tres años vino por primera vez a la consulta con sus padres, tenía siete años y estaba cursando primero de Primaria en una escuela normal. Sin embargo, y a pesar de tener unos padres excepcionales que le daban todo su apoyo y con los que siempre ha tenido muy buena relación, el niño presentaba importantes problemas cognitivos y emocionales.

Fue la tutora del niño la que les recomendó nuestro centro a los padres. En su informe constaba que Alex tenía muchos problemas de lentitud y concentración, que se distraía con mucha facilidad, que no había adquirido la mecánica lectora y, por tanto, tampoco la retención lectora, y que tenía muchas dificultades con las matemáticas
El caso de Alex, un niño con 3 cruces de lateralidad_Centro de lateralidad y psicomotricidad Joëlle Guitart

Durante la primera visita, los padres relataron que, anteriormente, lo habían llevado a un centro psicopedagógico en el que le habían diagnosticado lateralidad cruzada y en el que estuvo trabajando sin ningún resultado sus dificultades con la lectoescritura y las matemáticas. Al no haber avances, y dado que Alex tenía cada vez más problemas de infravaloración, lo derivaron a una psicóloga. Pero la terapia tampoco le ayudó.

Fue la tutora del niño la que les recomendó nuestro centro a los padres. En su informe constaba que Alex tenía muchos problemas de lentitud y concentración, que se distraía con mucha facilidad, que no había adquirido la mecánica lectora y, por tanto, tampoco la retención lectora, y que tenía muchas dificultades con las matemáticas.

La anamnesis y el test de lateralidad confirmaron el informe de la tutora y mostraron, asimismo, otras dificultades importantes:

El niño escribía con la mano derecha, aunque con una tendencia a coger el lápiz y a comer con la izquierda. Presentaba una ambidiestría 55 % derecha, 45 % izquierda.

El test también mostró que tenía el ojo izquierdo vago y que era diestro de ojo. De hecho, llevó un parche en el ojo derecho hasta la Navidad de 2017. Además, padecía hipermetropía en ambos ojos, astigmatismo y desviación del ojo izquierdo.

A estas dificultades hay que añadir una hipotonía, un problema de obesidad (acudía al endocrino desde los 11 meses), así como pies planos y anchos (tenía que llevar plantillas y calzado especial).

En cuanto a las dificultades cognitivas y de aprendizaje, los resultados del test de lateralidad que le realizamos en el centro determinaron que tenía un nivel de escritura de un niño dos años menor, que presentaba una dificultad notable para comprender el aspecto abstracto de las matemáticas, que era incapaz de sumar y restar, separa las sílabas y las palabras de manera incorrecta al escribir y hacía los números en espejo (en lugar de escribir 71, escribía 51).

Respecto a sus relaciones sociales, en el colegio, los otros niños se reían de él por el casco ortopédico que se veía obligado a llevar y por su obesidad. Lo insultaban, le llamaban loco y era apartado de cualquier juego y actividad que organizaran. A pesar de ello, Alex se mostraba sociable con los niños de menor edad y con los adultos. No obstante, había un cuadro de ansiedad e hipersensibilidad, así como cierta agresividad hacia su madre.

En casa, contaba con toda la ayuda posible de sus padres. Y, aunque su padre se sentaba a diario con él para hacer los deberes juntos, cada tarde era un drama para Alex. Como su caligrafía era ilegible, tenía que repetir todos los trabajos que hacía en clase y, además, hacer los deberes del día. El niño lloraba de impotencia cada vez que se enfrentaba a estas tareas.

La recomendación de la escuela fue que repitiera primero de Primaria.

El test de lateralidad dio como resultado que Alex presentaba 3 cruces de lateralidad, con una retención neurofisiológica de un 38 %; lo que significa que su rendimiento cognitivo (y emocional) era tan solo de un 62 %. En cuanto a la tensión neuromuscular, presentaba hipotonía en miembros superiores e inferiores

Diagnóstico

El caso de Alex, un niño con 3 cruces de lateralidad_Centro de lateralidad y psicomotricidad Joëlle Guitart

El test de lateralidad dio como resultado que Alex presentaba 3 cruces de lateralidad, con una retención neurofisiológica de un 38 %; lo que significa que su rendimiento cognitivo (y emocional) era tan solo de un 62 %. En cuanto a la tensión neuromuscular, presentaba hipotonía en miembros superiores e inferiores. Asimismo, su edad ósea estaba dos años por debajo de lo que correspondía a su edad.

A continuación detallo su lateralización (recorridos sinápticos):

Brazo, mano: 65 derecho, 35 izquierdo.

Ojo: 60 derecho, 40 izquierdo.

Pierna estática: izquierdo (sin movimiento).

Pierna dinámica: 60 derecho y 40 izquierdo.

Oído: 55 derecho y 45 izquierdo.

Motricidad facial y cervicales: 45 derecho y 55 izquierdo.

La evolución era notable y el padre me preguntó si había disminuido la retención neurofisiológica en su hijo. Quería saber si Alex podría estudiar una carrera universitaria el día de mañana

Una terapia satisfactoria gracias a la implicación de todos los agentes

Álex finalizó la terapia el pasado mes de abril con unos resultados sumamente satisfactorios: la lateralización a la derecha se ha realizado en un 90 % (recordemos que ninguna persona está lateralizada homolateralmente al 100 %). En los próximos meses únicamente deberá realizar, como todos los pacientes a los que damos el alta, una serie de ejercicios en casa que, probablemente, aumenten algo más la lateralización, y le realizaremos, en intervalos de 5 meses, 3 controles más.

Quiero mencionar que si esta terapia se ha podido llevar a cabo de manera tan satisfactoria es porque ha habido una implicación significativa tanto del propio paciente, como de los padres, la tutora de Álex y el propio colegio, además de la de nuestro centro.

Desde el inicio, el paciente demostró una gran voluntad de resolver sus dificultades. Su autoexigencia positiva fue determinante. Del mismo modo, y paralelamente a la terapia, recibió clases de refuerzo en su colegio y trabajaba la autoestima tanto con una psicóloga de la escuela como en las sesiones del centro.

Al cabo de un mes y medio de empezar la terapia tuve un cambio de impresiones con los padres, como es habitual en el centro. Normalmente, con tan poco tiempo de sesiones los pacientes no han experimentado cambios mencionables: se trata de una reunión para comentar la adaptación del paciente al grupo y otras cuestiones de este tipo. Sin embargo, Alex ya había hecho algunos progresos: la grafía era algo mejor y se mostraba mucho más extrovertido. No obstante, la escuela comunicó que tendría que repetir curso.

El primer test de control lo realizamos en noviembre de 2017. Tras cinco meses de terapia, su evolución había sido más buena de lo normal y los resultados coincidían con los del informe de la escuela por esas fechas. Empezaba a entender mejor el contenido de las asignaturas e iba leyendo cada vez algo mejor, aunque todavía marcaba mucho las sílabas porque no entendía bien lo que leía, se cansaba al leer, la letra no se le entendía del todo bien y la falta de concentración y la dispersión seguían igual. Recomendé que siguiera con las clases de refuerzo.

Transcurridos cinco meses más, realizamos el segundo test de control. Alex había empezado a aprobar todas las asignaturas, aunque con cincos pelados. Los progresos eran buenos en la comprensión lectora, aunque tiene que trabajar la fluidez al leer (su comprensión oral y fluidez al hablar siempre había sido normal). Colaboraba más con la terapeuta del colegio, también se llevaba mejor con los otros pacientes del grupo de terapia del centro, la relación con sus compañeros del colegio había empezado a cambiar, entendía por qué había tenido que repetir curso, la tutora lo veía más integrado en clase, estaba menos ansioso, había adelgazado mucho y había empezado clases de judo.

La evolución era notable y el padre me preguntó si había disminuido la retención neurofisiológica en su hijo. Quería saber si Alex podría estudiar una carrera universitaria el día de mañana. Aunque yo había observado que, efectivamente, había disminuido, le explico que esta prueba no la vuelvo a realizar hasta el cuarto test de control, debido a que, normalmente, no se observan cambios significativos hasta entonces.

Los padres, por su parte, están tan sorprendidos con todo el proceso que temen que su hijo haga una regresión si no sigue haciendo la terapia en el centro; un temor que es natural y que suelen expresar muchos padres debido a todo el sufrimiento que han vivido. Sin embargo, como hemos explicado en repetidas ocasiones en los artículos que publicamos, hay que saber que una vez que el paciente se ha curado, ya no hay posibilidad de regresión
El caso de Alex, un niño con 3 cruces de lateralidad_Centro de lateralidad y psicomotricidad Joëlle Guitart

En el tercer test de control la buena evolución es general, en todos los aspectos, salvo en que persiste la ansiedad, los bloqueos asociados a ella y en que está mostrando un carácter dominante. No obstante, poco a poco el niño empieza a ser consciente de ello y se va mostrando más flexible.

De este periodo cabe destacar la mejora en la coordinación locomotora, la concentración, la lentitud, la estructuración rítmica, la memoria y la hipotonía, la cual ha disminuido en un 20 % tanto en los miembros superiores como en los inferiores. Los resultados más flojos están relacionados con el razonamiento abstracto.

La escuela y los padres corroboran esta buena evolución. Además, los padres me hacen saber que lo ven cada vez más independiente y maduro, y que duerme mucho mejor de lo que lo hacía anteriormente.

En marzo de 2018 realizamos el cuarto test de control. La ansiedad ya ha disminuido, hay un progreso notable en la memoria, mantiene la atención durante periodos de tiempo más largos, el sistema piramidal y extrapiramidal está cada vez más lateralizado homolateralmente a la derecha, la hipotonía sigue disminuyendo y físicamente está más ágil, aunque sigue con cierto sobrepeso.

Sin duda, Alex tiene más habilidades en el campo verbal que en el razonamiento matemático, pero es un niño inteligente y noble, dos factores que son determinantes para una buena evolución.
En este periodo, además de no haber ningún ítem de lateralidad estancado, el paciente ha llegado a una recuperación del 68 %; un resultado excelente en este punto de la terapia.

Seguimos trabajando hasta una recuperación del 80 % mientras sigue con las clases de refuerzo en la escuela y practica con sus padres la lectura cada día antes de acostarse. Esta última cuestión es muy importante: si el niño escucha a un adulto leer en voz alta y él hace los mismo, va cogiendo la entonación por imitación; lo cual le ayuda en la comprensión lectora.

Hay que mencionar que en esta fase Alex empieza a obtener mejores calificaciones en el colegio: sus notas son de 6, 7 y 8 en las principales asignaturas, salvo en las matemáticas, que es su principal caballo de batalla (sus puntuaciones en esta signatura son de 4,5).

El quinto test de control siguió mostrando una excelente evolución en todos los ítems de lateralidad y una recuperación del 90 %. El progreso vino acompañado de otros avances: el niño ya pesa lo que debería pesar y, como ha crecido en estatura, su figura es mucho más esbelta. Le han quitado las plantillas, su visión también ha mejorado y está construyendo buenas relaciones de amistad.

Como mencionaba al principio, aunque ya ha finalizado la terapia, queda un último test de control que llevaremos a cabo en febrero de 2020. Durante este intervalo, tan solo deberá realizar una serie de ejercicios en casa para afianzar los recorridos sinápticos. Todos los datos de su seguimiento me hacen presumir que su recuperación será superior al 90 %.

Los padres, por su parte, están tan sorprendidos con todo el proceso que temen que su hijo haga una regresión si no sigue haciendo la terapia en el centro; un temor que es natural y que suelen expresar muchos padres debido a todo el sufrimiento que han vivido. Sin embargo, como hemos explicado en repetidas ocasiones en los artículos que publicamos, hay que saber que una vez que el paciente se ha curado, ya no hay posibilidad de regresión.

Alex quiere estudiar veterinaria. Ya no le dan miedo los retos.

El pasado 11 de mayo reabrimos el centro para las terapias presenciales individuales. Por favor, si vas a pedir cita, lee las medidas sanitarias y protocolos de higiene y seguridad que hemos implementado en el centro para evitar la transmisión cruzada de Covid-19 entre nuestro personal y los pacientes. Para los pacientes que viven fuera de Barcelona, seguimos realizando las terapias online. Si quieres hacernos una consulta, puedes ponerte en contacto con el centro.

La organización espacial y temporal en el aprendizaje de la lectoescritura_Centro de lateralidad y psicomotricidad Joëlle Guitart
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La organización espacial y temporal en el aprendizaje de la lectoescritura

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 9 diciembre, 2019 Comprensión lectora, Concentración, Desarrollo motor, El trastorno de lateralidad, Lectoescritura, Organización corporal, Organización temporal, Orientación espacial

 

«Sin tener adquirida la orientación espacial y la orientación temporal no es posible el aprendizaje de la lectoescritura: ambas nos permiten entender y manejar los códigos escritos, las letras y los números»


 

¿Qué relación tienen la organización espacial y temporal con el aprendizaje de la lectoescritura?

Sin tener adquirida la orientación espacial y la orientación temporal no es posible el aprendizaje de la lectoescritura: ambas nos permiten entender y manejar los códigos escritos, las letras y los números.

¿De qué manera?

Necesitamos tener integradas unas coordenadas bien organizadas para orientar los símbolos, ya que el significado de estos símbolos depende de la forma que tienen y del lugar que ocupan en el espacio y en el tiempo, secuencialmente. No es lo mismo es que sé, 35 que 53 o decir que hoy es lunes o que es sábado, por ejemplo.

¿Qué ocurre cuando estas coordenadas espaciales y temporales no están integradas?

Cuando aprendemos a leer y a escribir, automatizamos este aprendizaje; de manera que el área del cerebro que interviene en estas funciones queda liberada para adquirir nuevos conocimientos que requieren atención y concentración. Esto es así porque el sistema nervioso está jerarquizado. Cuando no hay una buena jerarquización de las funciones cerebrales implicadas en el aprendizaje y desarrollo de la lectoescritura, esta área cerebral se sobrecarga y se colapsa.

¿Cuáles son las repercusiones?

Los niños que no han adquirido una buena organización temporal y espacial se dispersan mucho y les cuesta un gran esfuerzo cualquier aprendizaje. Tienen que poner mucha voluntad y tesón en todo porque el proceso no está automatizado.

¿Por eso cuando uno ya ha aprendido a conducir puede estar pendiente también de una conversación?

Sí, cuando un adulto realiza una función automática, la corteza ya no interviene y actúa gracias a las estructuras subcorticales, dejando la corteza libre para otras funciones o actividades más complejas, como la comprensión. Por el contrario, cuando nos enfrentamos a un nuevo aprendizaje, la corteza vuelve a participar activamente.

« Sin una buena lateralización cuesta mucho dominar la organización espacial y temporal, que son las bases que permiten desarrollar aprendizajes como la lectoescritura»

 

Entiendo, la jerarquización es fundamental para liberar las funciones superiores y seguir adquiriendo conocimientos nuevos

Sí, porque las funciones superiores son las que se encargan de los aprendizajes más conscientes. Como las redes de conexión del sistema nervioso y los núcleos de integración de un niño son cada vez más complejos, esta complejidad obliga al sistema nervioso a organizarse de forma jerarquizada para evitar el caos.

Bien, y ¿qué papel juega la lateralización en todo este proceso?

La jerarquización de las funciones cerebrales y la buena comunicación entre los hemisferios cerebrales es posible gracias al proceso de lateralización, entre otros factores.

¿Por qué es tan importante?

Durante el proceso de lateralización el niño aprende primero a ubicar su cuerpo en el espacio y a orientar su yo y su sentir tanto en el espacio como en el tiempo, así como a orientarse respecto al mundo exterior. Es imprescindible que este proceso de lateralización se haga correctamente para que después sea capaz de desarrollar aprendizajes complejos como la lectura y la escritura que requieren organizar la información mediante códigos gráficos y arbitrarios.

La lateralización es la base

Bueno, sin una buena lateralización cuesta mucho dominar la organización espacial y temporal, que son las bases que permiten desarrollar aprendizajes como la lectoescritura.

Escribir consiste en organizar en el espacio y en el tiempo

Sí, y para que haya una buena organización espacial al escribir, esta organización espacial debe estar incorporada corporalmente. Sin una buena organización lateral, el niño no sabe si la escritura tiene que ajustarse a un patrón de ordenamiento diestro o zurdo.

¿Qué le ocurre a un niño que no tiene las referencias corporales bien adquiridas?

Los desórdenes de los puntos de referencia corporal pueden ocasionar una velocidad de lectura lenta (aunque no todos los casos son iguales), ausencia o pobreza de comprensión lectora y confusión entre derecha/izquierda; lo cual lleva a no comprender las nociones de decena y centena, a invertir el orden de las letras, a la disgrafía y a síntomas que pueden confundirse con dislexia o discalculia, por ejemplo.

« A estos niños les cuesta mucho organizar un dibujo, representar lo que tienen en la cabeza»

 

¿Por qué se da la disgrafía?

Si no sabes orientarte en el espacio cuesta mucho saber hacer bien la letra, copiarla bien.

¿En qué más afecta la desorganización espacial y temporal?

A estos niños les cuesta mucho organizar un dibujo, representar lo que tienen en la cabeza.

¿Por qué?

Les cuesta plantear la idea, no saben cómo empezar a representarla, cómo distribuir los elementos en el espacio. Y, a veces, estos elementos son desproporcionados.

¿También queda afectada la expresión oral?

Normalmente, hay una mayor comprensión de las explicaciones verbales que de las escritas, de la misma forma que también es mejor la expresión verbal que la escrita.

Volvamos a la cuestión de la dispersión y la atención

Es importante aclarar que antes de afirmar que un niño presenta un problema primario de atención debemos asegurarnos de que esta tendencia no se deba a un sobresfuerzo provocado por los motivos que he explicado anteriormente. Los niños con lateralidad cruzada, al igual que sus padres, expresan a menudo que todo les cuesta demasiado, que seguir el ritmo de la clase les supone un sobreesfuerzo constante y mucho mayor que el que hacen los otros niños.

«En el desarrollo psicomotor, primero vendría el esquema corporal, luego la lateralidad y,finalmente, la organización espacial y temporal . Si hay un fallo en la primera etapa ya hay consecuencias en las demás»

 

¿Puedes poner otro ejemplo de cómo repercute la desorganización espacial y temporal?

El otro día estaba en terapia con un grupo de niños. Les puse un ejercicio de lógica que consistía en ordenar de un modo determinado manzanas de diferentes colores. Todos los niños las ordenaban incorrectamente una y otra vez. Yo no entendía qué era lo que provocaba el mismo error en todos hasta que me di cuenta de que las estaban ordenando en orden inverso, de derecha a izquierda. Estos niños tenían 11 años, una edad en la que la organización temporal y espacial ya debería estar adquirida.

¿Cuál es el orden en la jerarquización que nos explicabas antes?

En el desarrollo psicomotor, primero vendría el esquema corporal, luego la lateralidad y, finalmente, la organización espacial y temporal . Si hay un fallo en la primera etapa ya hay consecuencias en las demás.

¿Cómo trabajáis estas dificultades en terapia?

Como para tener una buena organización espacial se necesita un esquema corporal adquirido, trabajamos el esquema corporal moviendo, por ejemplo, solo una parte del cuerpo para que sean conscientes de los movimientos, diferencien las diferentes partes del cuerpo y aprendan a saber orientarse en su propio cuerpo. Si ellos pueden orientarse en su propio cuerpo también sabrán orientarse en el espacio porque, entre otras razones, su cuerpo también está en el espacio.

¿Y la temporalidad?

Una vez tienen adquirida toda la parte más espacial, se trabaja la temporalidad, que es lo más complejo, aunque ambas van muy relacionadas y en algunos ejercicios las trabajamos paralelamente porque una depende de la otra.

¿Cómo les afecta la desorganización temporal?

En la lectura, la temporalidad afecta, por ejemplo, a qué letra va primero. En la escritura, suele reflejarse en que empiezan a escribir por donde no corresponde.

¿Y cómo la trabajáis?

Hay muchos ejercicios para ello, aunque deben realizarse con la supervisión de un terapeuta porque, como cada niño tiene una retención neurológica diferente, deben personalizarse. Trabajamos mucho la ordenación de viñetas y fotografías, ya que son ejercicios que requieren entender el concepto de sucesión. Además la organización temporal también es necesaria para entender las horas, los días de la semana, los meses, las estaciones, el concepto de resta…

¿Por qué el concepto de resta?

Si no tengo adquirida la temporalidad no puedo entender “Tenía 3 bolis, me quitaron 2, ¿cuántos me quedan?”. No puedo establecer la relación entre lo que tenía y lo que tengo porque no sé cuál es el punto de partida temporal.

¿Qué otros aspectos trabajan en terapia?

Trabajan el ordenar cosas en el espacio, los conceptos de antes y después, de arriba y abajo, que les cuesta mucho, y los de derecha e izquierda. A veces se lían mucho con todos estos conceptos y son niños de 6-7 años que ya deberían tenerlos adquiridos. Algo que les presenta normalmente bastante dificultad es describir lo que está abajo y arriba en una imagen.

Uno se pregunta cómo se las ingenian en su día a día con toda esta confusión

A veces, resuelven las situaciones por imitación, pero, claro, les genera mucha frustración ver que no son capaces de entender y hacer lo que otros niños entienden y hacen con facilidad. Además se cansan mucho por el esfuerzo que les supone, lo cual suele provocarles rechazo al estudio, a ir al colegio, etc.

¿Qué otros ejercicios hacen en terapia?

Representar palabras con el cuerpo, leer palabras que están en relieve con los ojos vendados para integrar la forma de las letras y orientarlas en el espacio, representar letras con plastilina para tener que crearlas de la nada en el espacio (este ejercicio también les va bien para trabajar la motricidad fina), coser las letras de una palabra para integrar el orden, ejercicios que les ayudan a reconocer la diferencia entre letras que confunden cuando están en minúscula, como la b y la d, etc.

El caso de Andrea: terapia para una segunda lateralización
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El caso de Andrea: terapia para una segunda lateralización

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 19 noviembre, 2019 El trastorno de lateralidad

Una terapia previa de lateralización errónea

El caso de Andrea es un caso que refleja muy bien los problemas añadidos que presentan los pacientes con lateralidad cruzada que llegan a nuestro centro tras haber recibido anteriormente un tratamiento de lateralización erróneo en otro centro debido a un mal diagnóstico.

Esta paciente tenía ocho años cuando vino por primera vez a nuestro centro en septiembre de 2016. En la primera visita, sus padres explicaron que, previamente, su hija había estado haciendo terapia para cambiar su lateralidad de brazo y mano a la derecha (además de ir a un logopeda, a un optometrista y a un psicólogo). Sin embargo, cuando le realizamos el test completo de lateralidad, los resultados indicaron que era zurda, no diestra.

El tratamiento que había recibido debido al error de diagnóstico no solo había imposibilitado su mejoría durante todo ese periodo anterior, sino que, tal como veremos, tuvo graves repercusiones en su desarrollo cognitivo y emocional.

 

Sintomatología emocional

Andrea presentaba onicofagia; es decir, se comía las uñas de las manos y de los pies para intentar calmar la gran ansiedad y la angustia que sufría. Tenía tics, como pasarse la lengua continuamente por el labio superior o cerrar las manos apretándolas con fuerza antes de expresar alguna emoción. No soportaba los sonidos graves, por lo que evitaba a toda costa los lugares donde pudiera haber bullicio y se negaba a apuntarse a cualquier actividad extraescolar. Se peleaba a menudo con las niñas de su clase y, en casa, mostraba una gran inquietud cuando, por ejemplo, se sentaba a mirar la televisión. Además, necesitaba dormir con sus padres, acostándose en medio de su cama, entre su madre y su padre, y tenía pesadillas con frecuencia.

 
El caso de Andrea: terapia para una segunda lateralización
 

Rendimiento escolar

En la anamnesis, los padres relataron que su hija les quitaba el sueño: necesitaban saber la causa de su sufrimiento emocional y de sus problemas de rendimiento escolar.

Andrea no quería ir al colegio ni jugar con ningún compañero: por las mañanas, se provoca vómitos para intentar quedarse en casa. Además de presentar TDA (no TDAH), tenía un vocabulario extremadamente pobre para su edad, no entendía nada de lo que leía y se perdía y trababa al leer; era necesario que su madre le leyera los deberes para que pudiera comprender algo mejor lo que tenía que hacer. También se dispersaba muchísimo, su dificultad para concentrase era notoria, como su lentitud al realizar cualquier tarea; tenía una disortografía importante (el cuadro parecía de dislexia, pero no lo era), le costaba un gran esfuerzo hacer un dictado, iba muy mal en cálculo (debido, sobre todo, a su dificultad para leer los enunciados) y no sabía cómo hacer un resumen.

No obstante, Andrea era muy consciente de sus dificultades. A menudo le decía a su madre «Mamá, no llego, no puedo». De hecho, había pasado de segundo a tercero de Primaria por los pelos, a pesar de que el resultado del test de cociente intelectual que trajeron sus padres era de 99.

Por último, destacar que, aunque comía utilizando la mano derecha porque la habían lateralizado hacia ese lado, escribía con la izquierda.

 

Los resultados del test de lateralidad

Los resultados del test completo de lateralidad que le realizamos a Andrea antes de iniciar la terapia y que, por tanto, definieron el tipo de tratamiento, fueron los siguientes:

Lateralidad de brazo y mano: 65 % izquierda y 35 % derecha.
Lateralidad del ojo: izquierdo (presentaba una hipermetropía y estrabismo del ojo derecho).
Lateralidad de pierna estática: izquierda
Lateralidad de pierna dinámica: 60 % izquierda, 40 % derecha.
Motricidad facial: 55% izquierda, 45 % derecha.
Oído: 50 % izquierda, 50 % derecha.
Cervicales: 55 % izquierda, 45 % derecha.

Con estos resultados, Andrea debía ser lateralizada homolateralmente a la izquierda de brazo, mano, ojo, pierna estática y pierna dinámica, motricidad facial, oído y cervicales.

 
El caso de Andrea: terapia para una segunda lateralización
 

Andrea recibirá el alta el mes que viene

Como es natural, al principio los padres se mostraron escépticos ante la idea de que realizáramos un tratamiento de lateralización que cambiara de nuevo la lateralidad de su hija, pero entendieron que los resultados del test completo eran claros al respecto.

La terapia de lateralidad es un tratamiento largo porque requiere llevar a cabo un trabajo neurofisiológico complejo que necesita tiempo. Sin embargo, cuando se establecen y afianzan correctamente los recorridos sinápticos, la recuperación de los pacientes es muy alta: como mínimo, de un 85 %, y los pacientes no presentan recaídas o regresiones. Andrea, tras 3 años y dos meses, se ha recuperado neurofisiológicamente en un 90 % (ninguna persona está lateralizada homolateralmente al 100 %) y recibirá el alta el mes que viene. Su recuperación no se limita a sus funciones cognitivas: estas, ahora, están armonizadas con su rendimiento mental y emocional. Finalmente, queremos señalar que el test de CI que le hemos realizado recientemente ha dado un 115 como resultado, un aumento que ahora sí refleja su potencial real que anteriormente estaba limitado por su lateralidad mal definida.

La autoestima en niños con lateralidad cruzada_Centro de Lateralidad y Psicomotricidad Joëlle Guitart
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La autoestima en niños con lateralidad cruzada

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 1 octubre, 2019 Ansiedad, Aprendizaje, Concentración, Desarrollo motor, Desorientación espacial, El trastorno de lateralidad, Lateralidad cruzada o heterogénea

Por Meritxell Pujol

La autoestima

La autoestima es la valoración que uno hace sobre sí mismo, sobre su persona e imagen. Por tanto, la autoestima es un juicio que o bien aporta valor positivo a lo que creemos que somos, o bien aporta un valor negativo.

Asimismo, la autoestima no queda definida por una única evaluación, sino por el conjunto de los juicios que emitimos sobre nuestra persona: todas estas valoraciones van definiendo la imagen que nos conformamos de nosotros mismos y cómo nos representamos simbólica y mentalmente.

En consecuencia, la autoestima es determinante en la construcción de nuestra personalidad y en la manera en la que nos relacionamos con los demás.

Autoestima y psicomotricidad

La autoestima en niños con lateralidad cruzada

La formación de la autoestima es gradual y se revisa y actualiza constantemente. Cuando un niño empieza a tomar conciencia de sí mismo y a adquirir consciencia de su esquema corporal, comienza a crear su imagen corporal. Y esta imagen corporal está relacionada con la autoestima que se está forjando.

Si un niño, por ejemplo, se cae a menudo cuando juega, puede asociar emocionalmente este hecho a un sentimiento negativo, como la frustración. Esta valoración negativa pasará a formar parte de su propia autoestima.

Dado que la imagen corporal es una representación consciente e inconsciente del cuerpo y que tiene un componente emocional, podemos decir que el desarrollo psicomotriz de un niño es una de las primeras bases que conforman su autoestima.

Para que haya un correcto desarrollo psicomotriz es necesario la adquisición de ciertas bases, como el esquema corporal, la lateralización dominante de izquierda o derecha, la organización espacial y la organización temporal.

Estas bases se deben adquirir correctamente y de manera gradual, ya que conforman la estructura de futuros aprendizajes, como el de la lectoescritura y el pensamiento lógico matemático. Un niño que, por ejemplo, no esté bien lateralizado, podría tener dificultades en la estructuración de la temporalidad.

Los niños con lateralidad cruzada suelen tener dificultades psicomotrices y cognitivas: problemas de concentración, atención, memoria, etc. Estas funciones cognitivas son fundamentales para la vida diaria, escolar e individual del niño. Por lo tanto, debemos tener en cuenta que, si un niño se encuentra con muchas dificultades de este tipo en su día a día, esto va a influir en la manera en cómo se ve a sí mismo.

Desde casa es importante ayudarle a que esta valoración sea justa: hacerle ver que, aunque hay cosas que le cuestan más, también hay otras que las hace muy bien. Del mismo modo, también podemos ayudarle a que sea consciente de su evolución: si es un niño al que le cuesta leer, podemos hacerle notar lo mucho que ha progresado desde que empezó a aprender.

En nuestro centro, nos encontramos a menudo con niños que se infravaloran o que tienen una baja autoestima debido a sus dificultades psicomotoras y cognitivas. Algunos no quieren probar cosas nuevas o hacer nuevas actividades porque intentarlo les produce un gran sufrimiento. Hacer algo nuevo, aunque sea algo divertido, significa salir de nuestra rutina y, por tanto, de nuestra zona de confort. Esto puede generar mucho miedo y ansiedad.

Esta inseguridad también afecta a su manera de relacionarse con los demás: pueden ser niños con dificultades para entablar nuevas amistades o para integrarse en un grupo. Cuando uno no se siente a gusto consigo mismo, le cuesta pensar que otros puedan disfrutar de su compañía.

Cómo tratamos los problemas de autoestima en el centro

La autoestima en niños con lateralidad cruzada

En el centro partimos de la base de que se debe trabajar conjuntamente la parte emocional, la motriz y la psicológica. Por este motivo, la terapia integra los tres aspectos.

Por ejemplo, si un niño tiene dificultad en saltar y eso le hace sentir mal y diferente a los demás niños, en terapia propondremos juegos de manera gradual que requieran coordinación y conocimiento de esquema corporal para que vaya mejorando en el salto. A medida que el paciente ve su evolución en este aspecto, su autoestima también aumenta, llegando incluso a pedir ese juego que, ahora, le hace sentir bien.

En ocasiones, también nos encontramos con niños que han interiorizado un discurso negativo sobre ellos mismos y que dan por supuesto, antes de intentarlo, que serán incapaces de hacer algo determinado. El malestar que les genera una actividad nueva les produce una ansiedad anticipatoria asociada. Cuando llevan a cabo la nueva actividad y se dan cuenta de que pueden hacerlo bien, se sorprenden. Estos logros y la valoración positiva de los mismos van aumentando su autoestima.

Sin duda, es un proceso largo, que requiere ayuda terapéutica para que logren expresar las emociones asociadas a la infravaloración que les hace sentir mal. Pero a medida que avanza la terapia y observan que son capaces de hacer cosas que antes no podían hacer, que cada vez las hacen mejor, y aprenden a valorar positivamente sus logros y evolución, también van ajustando la valoración sobre su persona y su juicio se vuelve más justo.

Depresión infantil: tipos, factores familiares de riesgo y síntomas_Centro de lateralidad y psicomotricidad Joëlle Guitart
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Depresión infantil: tipos, factores familiares de riesgo y síntomas

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 21 agosto, 2019 Depresión infantil, El trastorno de lateralidad, Emociones, Hiperactividad y TDAH

En este artículo, la psicóloga de nuestro centro Ganaëlle Anza Guitart nos explica los tipos de depresión infantil, los factores familiares de riesgo, los síntomas a los que hay que estar alerta, así como un caso clínico que ilustra la respuesta inadecuada y contraproducente que se da, algunas veces, en el entorno de estos niños.

Diagnóstico: algunas depresiones infantiles están enmascaradas

Reconocer y diagnosticar la depresión en un niño puede ser complejo debido a que la depresión infantil puede estar presente junto a otros trastornos, como la ansiedad y el trastorno por déficit de atención con hiperactividad. Detrás de un comportamiento hiperactivo o de conductas de rebeldía o agresivas puede haber una depresión enmascarada.

A pesar de la dificultad que supone el diagnóstico, la depresión es la principal causa de enfermedad y discapacidad en niños y adolescentes de ambos sexos entre 10 y 19 años, según la OMS (Organización Mundial de la Salud).

El hecho de que los padres exijan una serie de cualidades a su hijo y manifiesten su decepción cuando este no responde a sus expectativas, constituye un factor de riesgo

Depresión infantil: tipos, factores familiares de riesgo y síntomas_Centro de lateralidad y psicomotricidad Joëlle Guitart

Tipos de depresión infantil

Existen varios tipos de depresión infantil:

-Distimia: un tipo de tristeza leve que se prolonga durante un largo periodo de tiempo.

-Trastorno adaptativo con estado de ánimo depresivo: es una forma menos severa que la anterior y, para ser diagnosticada como tal, debe estar presente durante un periodo inferior a los seis meses.

-Depresión grave/mayor: interfiere significativamente en las actividades de la vida diaria: en la escuela, en la vida social, en las relaciones familiares, etc. El niño presenta un estado de ánimo depresivo o irritable y/o falta de interés o placer en casi todas las actividades por un período mínimo de dos semanas. En algunas ocasiones, puede llevar a intentos autolíticos (las tentativas autolíticas son actos suicidas cuyo resultado no implica la muerte), aunque estos son muy poco comunes en los niños pequeños.

Factores familiares de riesgo

Existen factores familiares de riesgo que pueden contribuir al desarrollo de un estado depresivo en la infancia. A menudo se observa, a través de la anamnesis, que uno de los padres o cuidadores ha vivido una situación de duelo coincidiendo con los primeros años de vida del niño, que la madre ha sufrido una depresión postparto o que alguno de los principales cuidadores ha sufrido algún otro tipo de depresión.

Asimismo, constituye otro factor de riesgo el hecho de que los padres exijan una serie de cualidades a su hijo y manifiesten su decepción cuando este no responde a sus expectativas.

Sintomatología de la depresión infantil

Depresión infantil: tipos, factores familiares de riesgo y síntomas

Los síntomas que deben alertarnos sobre la posibilidad de que un niño esté sufriendo un estado depresivo son los siguientes:

-Tendencia al aislamiento: rechazo o mínimo interés en el juego, aislamiento y pérdida de la relación con los compañeros.

-Cambios en la dinámica habitual: dificultades escolares, fatiga matinal, pérdida de la vivacidad y de la espontaneidad en el intercambio con el otro, falta de concentración, etc.

-Expresiones somáticas: problemas para conciliar el sueño, dolores de cabeza / barriga, enuresis y pérdida del apetito.

-Agitación psicomotriz y comportamientos agresivos y de enfado: este comportamiento puede convertirse en una forma habitual de defenderse de los sentimientos depresivos.

-Búsqueda inconsciente para exponerse a situaciones de riesgo: a menudo son niños que padecen caídas u otros accidentes por falta de cuidado y atención, y que pueden responder a tendencias autopunitivas.

-Apreciaciones subjetivas (rara vez expresadas directamente por el niño): sentimiento de aburrimiento y vacío, tristeza, preocupaciones, poca esperanza, sentimientos de impotencia, imagen negativa de sí mismo y/o culpabilidad.

Los dos criterios esenciales para el diagnóstico de la depresión en el niño son el estado de ánimo disfórico (tristeza, ansiedad, inquietud, etc.) y las ideas de desaprobación de sí mismo

Criterios clínicos esenciales para el diagnóstico de la depresión infantil

Existen 4 criterios clínicos esenciales para el diagnóstico de la depresión en el niño, mencionados por F. Palacio y R. Dufour (1995):

-Problema manifiesto y duradero del estado de humor, ya sea en forma de tristeza o de exaltación del humor (formas hipomaniacas).

-Inhibiciones (en el aspecto psicomotor, mental, afectivo, lúdico, intelectual, escolar, etc.) o, por el contrario, presencia de un cuadro de hiperactividad.

-Manifestaciones persistentes negativas sobre sí mismo o, a la inversa, exaltadas (hipomanía).

-Vivencias de pérdida con sentimientos de soledad, de abandono, de rechazo y de exclusión; ideas con miedos a la enfermedad o a la muerte de los seres queridos o, a la inversa, en la presentación hipomaníaca: vivencia de las relaciones marcada por la idealización.
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Para Weinberg y colaboradores, los dos criterios esenciales para el diagnóstico de la depresión en el niño son el estado de ánimo disfórico (tristeza, ansiedad, inquietud, etc.) y las ideas de desaprobación de sí mismo. Además, debe haber, al menos, otros dos síntomas de los enunciados anteriormente.

Caso clínico

El ambiente niega y el niño hace de chivo expiatorio

Depresión infantil: tipos, factores familiares de riesgo y síntomas

Una madre acude a una primera vista con su hijo de 10 años relatando, como motivo de consulta, una disminución del rendimiento escolar, dificultades en la concentración y cierta tristeza en el niño.

Ante este decaimiento general de su hijo, la respuesta de la madre y de la escuela (tras coordinación entre ambas) es una respuesta de exigirle, presionarle y verlo como un niño vago. Esto hace pensar en cómo la tristeza del niño crea cierta rabia y frustración en su entorno; aspectos que también pueden estar inscritos en el niño, pero que, de momento, están colocados en los demás. Tal como lo expresa Fillat, N. (1998), «A menudo, estas manifestaciones del niño irritan al adulto y aumenta la exigencia de los padres y de los educadores, lo cual no hace más que aumentar el sentimiento de fracaso en el niño y, finalmente, provocar que tire la toalla. A veces, no es fácil hacer entender a los padres que el niño está desanimado, deprimido; que no se siente lo suficientemente válido y capaz, que se siente fracasado y en un camino sin salida».

A través de las entrevistas, aparecen datos relevantes: la separación de los padres cuando el niño tenía 4 años, un cambio de ciudad con la madre poco tiempo después (lo que provoca que vea menos a su progenitor) y, un año más tarde, el cambio de residencia del padre a otro país y la poca presencia desde entonces de la figura paterna, entre otros.

Asimismo, al entrar en Primaria, el niño empieza a ser objeto de burlas por parte de sus compañeros: se burlan de su sobrepeso. Aunque es cierto que el niño tiene una estructura corporal algo más grande que los otros niños de su edad, creo que la causa del acoso es que sus compañeros detectan su fragilidad debido al perfil de cierta formalidad y sometimiento que presenta.

En líneas generales, podemos decir que en la historia biográfica del niño acontecen una serie de rupturas, duelos y vivencias amenazantes que, seguramente, también están presentes en la madre ―en su ansiedad y en su estilo educativo― a través del exigir. Tal como escriben Alberto Campo y Cristina Ribera (1989), «El ambiente niega y el niño hace de chivo expiatorio». La madre tiene cierta tendencia a quitarle importancia a los hechos vividos, como una manera de protegerse a sí misma de contactar con su propio sufrimiento. Y al verlo en el hijo, rápidamente se minimizan las consecuencias o el malestar que ambos puedan compartir.

A través de las entrevistas y de las pruebas diagnósticas, se observa en el paciente un fondo de personalidad con ansiedades depresivas y fóbicas, y unas defensas evitativas y de retraimiento. La imagen de ser un buen niño ejerce un gran peso sobre él (no mostrar su sufrimiento, cumplir con las normas y objetivos que no logra alcanzar, etc.) y, a la vez, alimenta sus sentimientos de culpabilidad (como el reproche y autorreproche por no cuidar suficiente a sus figuras parentales) y de desvalorización, así como su temor a que le dejen de querer.

El niño no puede mentalizar la rabia que reprime. Sin duda, teme exponerse, aunque también desea ser ayudado. Sin embargo, todo ello está entremezclado con una necesidad de complacer y de evitar cualquier confrontación, lo que hace que necesite decir que las cosas van mejor, evitando así remover ciertos temas o miedos.

Siguiendo el enfoque de Alberto Campo y Cristina Ribera (1989), el primer objetivo del terapeuta será calmar la ansiedad que presentan tanto la madre como el hijo y lograr que se sientan apoyados y comprendidos. Una vez que el niño pueda ir entendiendo por qué se ve como un niño malo, por qué se siente triste y por qué está acudiendo a terapia, también irá comprendiendo que no es tan malo, lo que, a su vez, disminuirá su ansiedad.

Bibliografía:

– La OMS pide que se preste mayor atención a la salud de los adolescentes. (2014). Recuperado de: http://www.who.int/mediacentre/news/releases/2014/focus-adolescent-health/es/

– Depresión en los niños. (1998). Recuperado de: http://www.infocop.es/pdf/Depresionni%C3%B1os2017.pdf

– Campo, A.J. y Ribera, C. (1989). Hiperactividad, depresión, ambiente depresivo”. En El juego, los niños y el diagnóstico. pp. 87-97. Barcelona: Ediciones Paidós.

– Fillat, N. (1998). Sobre la depressió en el nen. XIII Jornades de la Revista Catalana de Psicoanàlisi.

Lateralidad: las dificultades de coordinación en el deporte
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Lateralidad: las dificultades de coordinación en el deporte

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 25 junio, 2019 El trastorno de lateralidad, Lateralidad 0

Las personas que no tienen bien definida la lateralidad presentan problemas de coordinación corporal que se manifiestan desde edades muy tempranas: recordemos que a los cinco años la lateralidad de un niño ya debería estar configurada homolateralmente a la derecha o a la izquierda.

 

Las dificultades de coordinación en el deporte y sus consecuencias

 

Lateralidad: las dificultades de coordinación en el deporte

Estas dificultades relacionadas con la motricidad afectan a la adquisición de importantes y diversos aprendizajes que se realizan durante las primeras etapas de la vida, como la lectoescritura. Pero los problemas de coordinación corporal propios del trastorno de lateralidad también causan dificultades en la práctica de actividades como el deporte, aprender a ir en bicicleta o bailar; dificultades que provocan consecuencias secundarias en los pacientes, ya que son actividades mediante las que las personas socializamos.

“La mayoría de los pacientes que tratamos tienen dañada su autoestima porque, en mayor o menor medida, han sentido el rechazo de su entorno social debido a estas dificultades. Este rechazo provoca inseguridad, frustración, aislamiento, ansiedad y, en algunos casos, cuando es grave, incluso acoso escolar.  Es fundamental detectar estas dificultades de coordinación cuanto antes porque trabajándolas en terapia le evitaremos al niño un sufrimiento innecesario en el futuro. Pensemos que todas estas experiencias negativas marcan las líneas de la futura personalidad del niño y de cómo se va a desenvolver socialmente”, explica Luis Elías, psicólogo de nuestro centro.

 

Motricidad gruesa y motricidad fina

 

Los problemas de coordinación son una consecuencia de las dificultades en el desarrollo de las destrezas motoras. Estas destrezas pueden implicar movimientos simples o diversos movimientos que se realizan simultáneamente, como la destreza oculomanual: una habilidad compleja que requiere que los ojos focalicen en un objeto mientras la mano ejecuta una tarea.

Lateralidad: las dificultades de coordinación en el deporte

Asimismo, los problemas de coordinación (sobre todo, cuando nos referimos a la motricidad) pueden estar relacionados con la motricidad gruesa o con la motricidad fina. De la primera dependen los movimientos motrices complejos, como saltar a la comba, lanzar objetos o chutar una pelota. De la segunda dependen las actividades que requieren coordinación oculomanual y coordinación de los músculos cortos, como recortar, dibujar, etc.

En terapia se trabajan simultáneamente los dos tipos de motricidad, así como la coordinación en general, mediante ejercicios específicos que se adaptan a cada niño en función de los resultados del test de lateralidad. Estos ejercicios, además, se llevan a cabo bajo la supervisión de un terapeuta especializado. “Es muy raro que a un niño no le guste la actividad física. Cuando un niño se niega a hacer deporte no es porque no le gusta, sino porque teme que se burlen de él. A medida que el paciente es consciente de su progreso, los miedos y la inseguridad también disminuyen. Cada vez se atreven a hacer más cosas y van mejorando sus relaciones sociales”, añade Elías.

 

Las dificultades de coordinación en adultos

 

Al no haber tratado su lateralidad cruzada prematuramente, las personas con dificultades de coordinación que inician la terapia de lateralidad en la edad adulta han desarrollado capas de protección y sistemas de evitación para gestionar su miedo al rechazo. Este blindaje emocional requiere llevar a cabo un trabajo terapéutico más intenso con estos pacientes, por lo que su evolución puede ser más lenta que la de un niño o un adolescente.

“Con ellos también hay que trabajar los aspectos emocionales que les van a permitir implicarse en la terapia: los ejercicios requieren constancia y, por lo tanto, voluntad y una determinada actitud. Muchos de ellos llegan con una motivación muy baja a causa de sus malas experiencias vitales. La intervención terapéutica les ayuda a ir superando los bloqueos. En cuanto superan esta fase, la recuperación empieza a ser paulatina, como en los niños, o incluso más rápida.  Recuerdo el caso de un paciente al que le gustaba mucho bailar, pero era incapaz de dar dos pasos coordinados cuando llegó al centro: estaba completamente bloqueado, mental y físicamente. Sin embargo, su motivación para apuntarse a clases de salsa era tan grande que abordó la terapia con una actitud excelente. Al ir constatando la evolución que iba experimentando, fue adquiriendo confianza en sí mismo. Actualmente, va a clases de baile tres veces por semana.  Menciono este caso porque la motricidad es clave para que una persona pueda integrarse socialmente y no se sienta excluida”, concluye el especialista.

 

La lateralidad no se cura haciendo ejercicios de YouTube
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La lateralidad no se cura haciendo ejercicios de YouTube

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 28 mayo, 2019 Actualidad, El trastorno de lateralidad, Lateralidad 0

Vivimos en tiempos de desinformación y fake news, y sabemos hasta qué punto se puede manipular el conocimiento a través de estas malas prácticas. Sin embargo, este fenómeno relacionado con el uso irresponsable y tendencioso de las tecnologías tiene consecuencias más perniciosas, si cabe, cuando se trata de la salud de las personas. Es el caso de una serie de vídeos publicados en YouTube en los que se muestran diversos tipos de ejercicios para, supuestamente, trabajar la lateralidad en niños y adultos. Hoy queremos alertar sobre este hecho porque los problemas relacionados con este trastorno no se curan haciendo ejercicios de YouTube: al contrario, se agravan. Vamos a explicar por qué.

Un mismo ejercicio no es válido para todas las personas afectadas

En primer lugar ― y mencionamos este punto primero porque es determinante― no hay dos personas con trastorno de lateralidad que presenten exactamente la misma retención neurofisiológica en los mismos lóbulos cerebrales; motivo por el que, bajo ningún concepto, se puede llevar a cabo la misma terapia con dos pacientes. En cambio, en todos los vídeos que hemos visionado en el centro, aparecen grupos de niños o de adultos realizando los mismos ejercicios, como si los resultados de sus test (otro punto que después abordaremos) hubieran sido idénticos. Si se estimula un recorrido sináptico erróneo en una persona con trastorno de lateralidad, estamos afianzando su lateralidad cruzada, en lugar de tratarla.

La lateralidad no se cura haciendo ejercicios de YouTube

Explicaciones erróneas sobre la lateralidad

Aclarado el punto anterior, y antes de proseguir: los responsables de estos vídeos apenas dan razón de su formación académica, área de especialización o experiencia en la atención clínica de pacientes con trastorno de lateralidad. A veces, son profesores de gimnasia; en otras ocasiones, son psicopedagogos que no mencionan formación específica alguna y, en la mayoría de los vídeos, no se sabe quiénes son. En el mejor de los casos, cuando se trata de psicopedagogos o logopedas, la información que dan sobre la lateralidad es confusa o errónea. Por ejemplo: en un vídeo se menciona el cruce oído-mano, cuando este cruce de lateralidad no existe. El oído puede estar cruzado con la motricidad facial o con la lateralidad de las cervicales, pero no con la mano: la lateralidad de esta, de la mano, puede estar cruzada con la del ojo, pero nunca con la del oído.

En otro vídeo, se afirma que la causa del TDAH es la lateralidad cruzada; lo cual es falso: el TDAH se puede confundir ― y, de hecho, en muchos diagnósticos se confunde― con lateralidad cruzada debido a que los pacientes con trastorno de lateralidad que, además, son hipercinéticos, presentan una sintomatología muy similar a los pacientes con TDAH. Se trata de un error de diagnóstico, lo cual es muy distinto a afirmar que la etiología del TDAH es el trastorno de lateralidad.

Estos dos ejemplos constituyen tan solo una pequeña muestra de la gran cantidad de información errónea que hemos escuchado al visionar los vídeos con más visualizaciones en YouTube sobre los ejercicios para curar la lateralidad. En muchos otros, ni siquiera se da una explicación, a modo de introducción, sobre lo que verán los usuarios: qué es la lateralidad cruzada, en qué consiste el test de diagnóstico, cómo lo realizan (si es que lo hacen), a quién van orientados los vídeos (si a zurdos contrariados, zurdos por oposición, diestros hipotónicos o hipertónicos con 1, 2 o 3 cruces de lateralidad, etc.).

La lateralidad no se cura haciendo ejercicios de YouTube

Confusión entre gimnasia, psicomotricidad y lateralidad

No es casual que estos vídeos de ejercicios estén dirigidos indistintamente por profesores de educación física o supuestos especialistas en áreas muy diversas. «Al visionarlos, como especialista en lateralidad, no me cabe ninguna duda de que están confundiendo ejercicios de gimnasia con ejercicios de psicomotricidad y lateralidad. Incluso aconsejan ejercicios de estiramientos para tratar los problemas de lateralidad en personas mayores; ejercicios que, en realidad, forman parte de métodos de relajación que, en todo caso, utilizamos para distender al paciente cuando está contracturado y antes de empezar a trabajar los ítems de la lateralidad, pero no son ejercicios para curarla», explica la directora de nuestro centro, Joëlle Guitart.

Asimismo, en los vídeos todos los niños realizan los ejercicios al mismo ritmo y siguiendo las mismas secuencias. «Es otra barbaridad. Las etapas de una terapia de lateralidad son diferentes en cada paciente. Además, se ajustan en función de los resultados que nos muestran los test de control que realizamos cada 5 meses. No existen packs de ejercicios ni soluciones rápidas para curar la lateralidad: presentarlo así es irresponsable y poco ético», asegura la especialista.

Los test grupales no son test de lateralidad

En otro vídeo se aprecia cómo se realiza, simultáneamente, un supuesto test de lateralidad a un grupo de niños haciendo que cada uno le tire una pelota al que está a su lado, algo que tampoco tiene ningún sentido: un test de lateralidad consta de una batería de pruebas de diferente índole en las que hay que observar la lateralidad de la mano, pierna dinámica, pierna estática, oído, ojo, motricidad facial y cervicales. Con la evaluación de estos resultados, más los de la anámnesis (un procedimiento indispensable), es cuando se puede hacer un diagnóstico con rigor. Cualquier otro método es un despropósito.

El trastorno de lateralidad es un trastorno neurofisiológico que afecta a las funciones superiores localizadas en los lóbulos cerebrales. No es una alteración banal que pueda tomarse a la ligera. Requiere ser diagnosticado y tratado por especialistas, no con “técnicas caseras”, como se dice en uno de los vídeos a los que estamos haciendo referencia.

 

La lateralidad cruzada y la dinámica familiar: el caso de Carla
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La lateralidad cruzada y la dinámica familiar: el caso de Carla

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 8 mayo, 2019 El trastorno de lateralidad, Lateralidad cruzada o heterogénea 0

Carla es una niña de ocho años que empezó la terapia de lateralidad en nuestro centro hace un año y nueve meses. Su caso es un claro ejemplo de hasta qué punto una dinámica familiar compleja afecta, agravándolo, el trastorno de lateralidad; motivo por el que el tratamiento, en estos casos, requiere incluir no solo el trabajo neurofisiológico con el paciente, sino hacer una intervención psicoterapéutica que ayude a resolver sus conflictos emocionales y los de sus progenitores. “Tratar a un paciente con lateralidad cruzada siempre implica tomar en consideración muchos más aspectos que los relacionados estrictamente con el trastorno neurofisiológico: las condiciones del entorno en el que la persona se está desarrollando también son determinantes. Si hay problemas no resueltos en la relación de pareja de los padres, este malestar contribuirá a aumentar los síntomas y obstaculizará la curación”, explica la directora de nuestro centro, Joëlle Guitart.

Cuando Carla llegó a la consulta por primera vez, tenía seis años y cuatro meses. El test mostró que era hipertónica de miembros superiores e inferiores, que tenía tres cruces de lateralidad y una retención neurofisiológica del 36 %. Es decir, el trastorno provocaba que solo dispusiera del 64 % de sus capacidades potenciales, a pesar de tener un buen cociente intelectual. No obstante, esta retención neurofisiológica no bastaba para explicar todas sus dificultades de aprendizaje, ni su sintomatología emocional.

Sintomatología

 

·         Con seis años, Carla todavía no había aprendido a leer ni a escribir y mostraba un rechazo absoluto hacia las letras: de hecho, no las reconocía.

·         Había tenido encopresis hasta los cinco años (evacuación fecal repetida e involuntaria en lugares inapropiados).

·         Tuvo enuresis hasta los seis (incontinencia urinaria).

·         Era una niña a la que le aburría absolutamente todo lo relacionado con la escuela porque estaba desconectada del ritmo de su clase: había un retraso de aprendizaje de unos dos años, aproximadamente, respecto a sus compañeros.

·         No tenía adquirida la noción de temporalidad (pasado, presente y futuro) ni del tiempo (las horas).

·         Le costaba muchísimo razonar (razonamiento lógico), aunque no tenía muchas dificultades con la parte mecánica de las matemáticas.

·       No podía soportar los sonidos agudos, estaba irascible, con una gran ansiedad y necesitaba cambiar continuamente de actividad.

·        Cada noche se iba a la cama de sus padres porque quería dormir con su papá (la madre se veía obligada a acostarse en la cama de la niña).

·         Cuando, durante el test, hizo el dibujo del esquema corporal, omitió la mano derecha y la mano y el brazo izquierdos.

·         Rechazaba rotundamente seguir cualquier regla o norma.

·         Aunque no sufría el rechazo de los otros niños, ella misma se aislaba: no quería relacionarse con ellos.

·         Mostraba una atracción poco común hacia las calaveras, los fantasmas y la oscuridad.

 

Sin embargo, la paciente mostraba una gran sensibilidad emocional y sensitiva, además de ser muy intuitiva. De hecho, era consciente de que algo no iba bien: en una ocasión, le dijo a su madre: “Me siento diferente a los demás niños”.

Lo único que despertaba el interés de Carla era la música: sus aptitudes para el canto y el baile eran evidentes.

Dinámica familiar

La lateralidad cruzada y la dinámica familiar: el caso de Carla

En la anámnesis con los padres, su motivo de consulta fue muy concreto: querían saber si la niña lograría aprender a leer y a escribir. Además, estaban preocupados porque Carla había hecho una terapia de lateralidad durante ocho meses con un psicólogo de otro centro sin que se apreciara ningún progreso.

No obstante, esta primera entrevista con los padres también puso de manifiesto que la pareja tenía conflictos importantes no resueltos: su concepto de relación sentimental y de familia divergía, lo cual provocaba que, aunque aparentemente todo fuera bien entre ellos, en realidad no hubiera una auténtica relación de pareja. En lugar de hablar y afrontar sus desavenencias, habían trasladado y centrado la angustia en los problemas de su hija, como si el bienestar familiar dependiera exclusivamente de resolver los problemas relacionados con la lateralidad de la niña.

Aunque por motivos de confidencialidad no podemos entrar en detalles, Carla era muy consciente de la situación y estaba acusando la inestabilidad y la inseguridad del entorno familiar: un niño necesita sentirse protegido y seguro para desarrollar un yo saludable. Por otro lado, Carla también era consciente del poder que le habían otorgado sus padres en el equilibrio familiar, lo cual había exacerbado su ego.

“Con todos los pacientes de lateralidad es fundamental trabajar en paralelo el aspecto corporal, el mental y el emocional, pero en los casos como el de Carla hay que prestar especial atención a la dinámica familiar en la que está inmerso el paciente: ahí es donde están las claves que explican que los síntomas del trastorno se hayan agudizado. Si no solucionamos esos conflictos, el trabajo neurofisiológico no dará los resultados esperados”, puntualiza Joëlle Guitart.

Evolución

 

Durante este año y nueve meses de tratamiento, hemos trabajado con Carla los diferentes ítems de la lateralidad (se la está lateralizando a la derecha) haciendo hincapié en la organización perceptiva, la percepción espaciotemporal, la coordinación locomotora, la respiración y la relajación. Desde hace 5 meses muestra un gran progreso en la lectura y ya ha empezado a escribir, evolucionando muy rápido en este aprendizaje. Su tutora, que es su maestra desde hace dos años en el colegio, nos ha informado de que además de estos avances, ha mejorado notablemente su relación con ella (antes de iniciar la terapia, no lograba establecer comunicación con Carla), que está menos irascible y que la niña empieza a tener amigos en la escuela. Esta evolución no hubiera sido posible si durante este tiempo no hubiéramos hecho también una intervención psicoterapéutica con los padres que les está ayudando a resolver individualmente y como pareja los aspectos emocionales que no habían afrontado.

Hace poco, Carla pidió aumentar el número de sesiones de terapia: en lugar de venir un día a la semana, quería hacerlo dos. Mencionamos este aspecto porque es una petición que hacen algunos pacientes al constatar su progreso en los diferentes ámbitos de su vida. Hay que señalar que, aunque esta petición es en sí misma un buen síntoma, la evolución no es más rápida si se aumentan las sesiones: la terapia de lateralidad es una terapia larga porque el cerebro necesita un tiempo para ir asimilando los nuevos aprendizajes neurofisiológicos que se van adquiriendo cuando hay una lateralidad cruzada. A Carla le queda un año de tratamiento para llegar a curarse, al menos, en un 95 %, pero lo importante es que todos los test de control que realizamos cada cinco meses están dando los resultados esperados en cada fase.

 

 

 

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