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Lateralidad: el caso de Pere, diagnosticado como deficiente mental
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Lateralidad: el caso de Pere, diagnosticado como deficiente mental

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 14 enero, 2020 Comprensión lectora, Concentración, El trastorno de lateralidad, Lateralidad, Lateralidad cruzada o heterogénea, Lectoescritura, Miedos, Motivación, Orientación espacial, Terapia de lateralidad

Por Joëlle Guitart

 

El caso que expongo hoy es el de un niño que llegó al Centro de Lateralidad con un resultado del test de inteligencia de 73; es decir, había sido diagnosticado como deficiente mental.

Cuando este paciente, al que llamaremos Pere, vino por primera vez a consulta en enero de 2017 con sus padres, tenía 8 años y 8 meses, y cursaba tercero en una escuela especializada. En su clase había una gran heterogeneidad de alumnos: niños con autismo, con el síndrome de Asperger, con deficiencia mental, con problemas conductuales, etc.

Al hacerle el  test de lateralidad, los resultados mostraron que Pere presentaba tres cruces de lateralidad y una acusada hipotonía. Iniciamos la terapia y tras cinco meses de tratamiento,  como es habitual en todos los pacientes, le realicé el primer test de control. Observé, con cierta sorpresa, que ya no presentaba las grandes dificultades de organización perceptiva, ni de organización espacial que tenía cuando llegó al centro. Respecto al aparato locomotor, tampoco aprecié nada que entrara fuera de lo normal: saltaba a la comba y la pata coja sin ningún problema, y realizaba los otros juegos y ejercicios con los que evalúo este aspecto con bastante normalidad. Asimismo, en estos cinco meses, Pere había empezado a jugar en un equipo de fútbol en el que antes no lo habían aceptado, y su acusada hipotonía en miembros superiores e inferiores había disminuido notablemente, lo cual es poco frecuente en tan poco tiempo de terapia (en general, la hipotonía no disminuye antes del segundo test de control; es decir, antes de los 10 meses de tratamiento).

A partir de entonces, seguimos trabajando todos los ítems de lateralidad, incluyendo los relacionados con la lentitud, la dificultad de concentración y la lectoescritura. Del mismo modo, seguimos trabajando aspectos como sus miedos (tenía miedo a todo) y su falta de motivación, pues se desanimaba a menudo.

De una escuela especializada a una escuela normal

Es importante destacar que cuando el paciente empezó la terapia, también presentaba algunos problemas de comportamiento: fundamentalmente, cierta agresividad e impulsividad dentro del grupo, tanto con los otros pacientes como, incluso, con la terapeuta. Este comportamiento, en el segundo test de control, había dado un giro radical. Hablé con los padres y con la escuela especializada sobre toda esta evolución y se tomó la decisión de cambiarlo a un colegio normal repitiendo segundo de Primaria, ya que Pere todavía tenía dificultades en la lectoescritura.

Este segundo test de control lo realicé cuando Pere tenía nueve años y ocho meses. En este punto del tratamiento lo que observo es que la coordinación ideomotriz ha mejorado (le costaba mucho pensar, razonar), aunque todavía se bloquea con el pensamiento lógico en algunas ocasiones. A pesar de ello, tiene menos dificultades en las asignaturas de ciencia que en las relacionadas con la lengua. En la nueva escuela, seguía yendo bien, gracias a la implicación de los profesores, a la coordinación que establecimos entre el colegio y nuestro centro, a la actitud de los padres y a la colaboración del propio paciente en la terapia que, como he mencionado, era colectiva. Es entonces cuando les propongo a los padres del paciente que su hijo haga en el centro otro test de cociente intelectual. El resultado es de 100, un resultado que está en el rango de lo normal.

El tercer test de control lo realizo en octubre de 2019, cuando el paciente tiene 10 años y 5 meses. Todos los ítems de lateralidad han mejorado significativamente, la mecánica lectora ya es fluida, lee correctamente en voz alta y, aunque la comprensión lectora todavía es muy mejorable, ya retiene lo que lee (anteriormente era incapaz). También sigue disminuyendo la hipotonía, ya no se cae ni tropieza como antes, está mucho más ágil, juega más con los otros niños de la escuela y ya está aprobando, aunque justito, todas las asignaturas. Asimismo, ha empezado natación y, los fines de semana, esquí (dos deportes que siempre recomiendo, cuando hay problemas de lateralidad, porque a nivel neurofisiológico ayudan a acelerar todo el proceso de lateralización; a diferencia de los deportes oculomanuales, como el tenis, que lo dificultan porque provocan irritabilidad en el cerebelo).

Quiero detenerme aquí para hacer una reflexión: si este paciente hubiera permanecido en la escuela especializada, hubiera terminado siendo una persona con un cociente intelectual de deficiente mental y toda su vida hubiera quedado sellada por esta circunstancia: hubiera tenido que renunciar a ir a la universidad, a la expectativa de poder desarrollarse profesionalmente en un futuro y socialmente también habría quedado igualmente limitado. Toda su existencia se habría desarrollado por debajo de su verdadero potencial. Aunque su caso no representa a la inmensa mayoría de pacientes que vemos en el centro de lateralidad, debo decir que tampoco es una excepción. No es la primera vez que nos encontramos con un niño que ha sido etiquetado de esta forma, con todo lo que ello supone también para sus familias. Hay que ser conscientes de que otros padres se sienten tan solos y desamparados ante un diagnóstico de estas características que no saben adónde acudir ni qué hacer. Muchos se rinden tomando como válido el diagnóstico erróneo que reciben.

Actualmente, ya estamos finalizando la terapia con Pere. El próximo test será en marzo de 2020, que es cuando calcularé su porcentaje de recuperación. Aunque quedará un test más (máximo dos) por realizar, puedo aventurar que este paciente se habrá recuperado en un 80 % como mínimo (si no hay ningún obstáculo este porcentaje será más alto) al darle el alta. Posteriormente, como en todos los casos, se le darán una serie de ejercicios para que haga en casa durante un periodo de cinco meses; periodo tras el cual cada cinco meses volverá tres veces más al centro a terapia, ya solo para la supervisión.

El caso de Alex, un niño con 3 cruces de lateralidad_Centro de lateralidad y psicomotricidad Joëlle Guitart
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El caso de Alex, un niño con 3 cruces de lateralidad

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 3 enero, 2020 Ambidiestro, Ansiedad, Aprendizaje, Concentración, El trastorno de lateralidad, Hipotonía, Terapia de lateralidad

Exposición del caso


Por Joëlle Guitart

 

El caso de este paciente con 3 cruces de lateralidad, al que llamaremos Alex, es particularmente reseñable debido a una serie de factores que iré exponiendo.

Alex nació con 38 semanas, lo que le ocasionó un aplanamiento del lado izquierdo de la cabeza. Para corregir la forma del cráneo tuvo que llevar un casco ortopédico desde los 8 meses hasta los ocho años; un hecho que le marcó, al igual que otros factores que también iremos viendo.

Cuando hace tres años vino por primera vez a la consulta con sus padres, tenía siete años y estaba cursando primero de Primaria en una escuela normal. Sin embargo, y a pesar de tener unos padres excepcionales que le daban todo su apoyo y con los que siempre ha tenido muy buena relación, el niño presentaba importantes problemas cognitivos y emocionales.

Fue la tutora del niño la que les recomendó nuestro centro a los padres. En su informe constaba que Alex tenía muchos problemas de lentitud y concentración, que se distraía con mucha facilidad, que no había adquirido la mecánica lectora y, por tanto, tampoco la retención lectora, y que tenía muchas dificultades con las matemáticas
El caso de Alex, un niño con 3 cruces de lateralidad_Centro de lateralidad y psicomotricidad Joëlle Guitart

Durante la primera visita, los padres relataron que, anteriormente, lo habían llevado a un centro psicopedagógico en el que le habían diagnosticado lateralidad cruzada y en el que estuvo trabajando sin ningún resultado sus dificultades con la lectoescritura y las matemáticas. Al no haber avances, y dado que Alex tenía cada vez más problemas de infravaloración, lo derivaron a una psicóloga. Pero la terapia tampoco le ayudó.

Fue la tutora del niño la que les recomendó nuestro centro a los padres. En su informe constaba que Alex tenía muchos problemas de lentitud y concentración, que se distraía con mucha facilidad, que no había adquirido la mecánica lectora y, por tanto, tampoco la retención lectora, y que tenía muchas dificultades con las matemáticas.

La anamnesis y el test de lateralidad confirmaron el informe de la tutora y mostraron, asimismo, otras dificultades importantes:

El niño escribía con la mano derecha, aunque con una tendencia a coger el lápiz y a comer con la izquierda. Presentaba una ambidiestría 55 % derecha, 45 % izquierda.

El test también mostró que tenía el ojo izquierdo vago y que era diestro de ojo. De hecho, llevó un parche en el ojo derecho hasta la Navidad de 2017. Además, padecía hipermetropía en ambos ojos, astigmatismo y desviación del ojo izquierdo.

A estas dificultades hay que añadir una hipotonía, un problema de obesidad (acudía al endocrino desde los 11 meses), así como pies planos y anchos (tenía que llevar plantillas y calzado especial).

En cuanto a las dificultades cognitivas y de aprendizaje, los resultados del test de lateralidad que le realizamos en el centro determinaron que tenía un nivel de escritura de un niño dos años menor, que presentaba una dificultad notable para comprender el aspecto abstracto de las matemáticas, que era incapaz de sumar y restar, separa las sílabas y las palabras de manera incorrecta al escribir y hacía los números en espejo (en lugar de escribir 71, escribía 51).

Respecto a sus relaciones sociales, en el colegio, los otros niños se reían de él por el casco ortopédico que se veía obligado a llevar y por su obesidad. Lo insultaban, le llamaban loco y era apartado de cualquier juego y actividad que organizaran. A pesar de ello, Alex se mostraba sociable con los niños de menor edad y con los adultos. No obstante, había un cuadro de ansiedad e hipersensibilidad, así como cierta agresividad hacia su madre.

En casa, contaba con toda la ayuda posible de sus padres. Y, aunque su padre se sentaba a diario con él para hacer los deberes juntos, cada tarde era un drama para Alex. Como su caligrafía era ilegible, tenía que repetir todos los trabajos que hacía en clase y, además, hacer los deberes del día. El niño lloraba de impotencia cada vez que se enfrentaba a estas tareas.

La recomendación de la escuela fue que repitiera primero de Primaria.

El test de lateralidad dio como resultado que Alex presentaba 3 cruces de lateralidad, con una retención neurofisiológica de un 38 %; lo que significa que su rendimiento cognitivo (y emocional) era tan solo de un 62 %. En cuanto a la tensión neuromuscular, presentaba hipotonía en miembros superiores e inferiores

Diagnóstico

El caso de Alex, un niño con 3 cruces de lateralidad_Centro de lateralidad y psicomotricidad Joëlle Guitart

El test de lateralidad dio como resultado que Alex presentaba 3 cruces de lateralidad, con una retención neurofisiológica de un 38 %; lo que significa que su rendimiento cognitivo (y emocional) era tan solo de un 62 %. En cuanto a la tensión neuromuscular, presentaba hipotonía en miembros superiores e inferiores. Asimismo, su edad ósea estaba dos años por debajo de lo que correspondía a su edad.

A continuación detallo su lateralización (recorridos sinápticos):

Brazo, mano: 65 derecho, 35 izquierdo.

Ojo: 60 derecho, 40 izquierdo.

Pierna estática: izquierdo (sin movimiento).

Pierna dinámica: 60 derecho y 40 izquierdo.

Oído: 55 derecho y 45 izquierdo.

Motricidad facial y cervicales: 45 derecho y 55 izquierdo.

La evolución era notable y el padre me preguntó si había disminuido la retención neurofisiológica en su hijo. Quería saber si Alex podría estudiar una carrera universitaria el día de mañana

Una terapia satisfactoria gracias a la implicación de todos los agentes

Álex finalizó la terapia el pasado mes de abril con unos resultados sumamente satisfactorios: la lateralización a la derecha se ha realizado en un 90 % (recordemos que ninguna persona está lateralizada homolateralmente al 100 %). En los próximos meses únicamente deberá realizar, como todos los pacientes a los que damos el alta, una serie de ejercicios en casa que, probablemente, aumenten algo más la lateralización, y le realizaremos, en intervalos de 5 meses, 3 controles más.

Quiero mencionar que si esta terapia se ha podido llevar a cabo de manera tan satisfactoria es porque ha habido una implicación significativa tanto del propio paciente, como de los padres, la tutora de Álex y el propio colegio, además de la de nuestro centro.

Desde el inicio, el paciente demostró una gran voluntad de resolver sus dificultades. Su autoexigencia positiva fue determinante. Del mismo modo, y paralelamente a la terapia, recibió clases de refuerzo en su colegio y trabajaba la autoestima tanto con una psicóloga de la escuela como en las sesiones del centro.

Al cabo de un mes y medio de empezar la terapia tuve un cambio de impresiones con los padres, como es habitual en el centro. Normalmente, con tan poco tiempo de sesiones los pacientes no han experimentado cambios mencionables: se trata de una reunión para comentar la adaptación del paciente al grupo y otras cuestiones de este tipo. Sin embargo, Alex ya había hecho algunos progresos: la grafía era algo mejor y se mostraba mucho más extrovertido. No obstante, la escuela comunicó que tendría que repetir curso.

El primer test de control lo realizamos en noviembre de 2017. Tras cinco meses de terapia, su evolución había sido más buena de lo normal y los resultados coincidían con los del informe de la escuela por esas fechas. Empezaba a entender mejor el contenido de las asignaturas e iba leyendo cada vez algo mejor, aunque todavía marcaba mucho las sílabas porque no entendía bien lo que leía, se cansaba al leer, la letra no se le entendía del todo bien y la falta de concentración y la dispersión seguían igual. Recomendé que siguiera con las clases de refuerzo.

Transcurridos cinco meses más, realizamos el segundo test de control. Alex había empezado a aprobar todas las asignaturas, aunque con cincos pelados. Los progresos eran buenos en la comprensión lectora, aunque tiene que trabajar la fluidez al leer (su comprensión oral y fluidez al hablar siempre había sido normal). Colaboraba más con la terapeuta del colegio, también se llevaba mejor con los otros pacientes del grupo de terapia del centro, la relación con sus compañeros del colegio había empezado a cambiar, entendía por qué había tenido que repetir curso, la tutora lo veía más integrado en clase, estaba menos ansioso, había adelgazado mucho y había empezado clases de judo.

La evolución era notable y el padre me preguntó si había disminuido la retención neurofisiológica en su hijo. Quería saber si Alex podría estudiar una carrera universitaria el día de mañana. Aunque yo había observado que, efectivamente, había disminuido, le explico que esta prueba no la vuelvo a realizar hasta el cuarto test de control, debido a que, normalmente, no se observan cambios significativos hasta entonces.

Los padres, por su parte, están tan sorprendidos con todo el proceso que temen que su hijo haga una regresión si no sigue haciendo la terapia en el centro; un temor que es natural y que suelen expresar muchos padres debido a todo el sufrimiento que han vivido. Sin embargo, como hemos explicado en repetidas ocasiones en los artículos que publicamos, hay que saber que una vez que el paciente se ha curado, ya no hay posibilidad de regresión
El caso de Alex, un niño con 3 cruces de lateralidad_Centro de lateralidad y psicomotricidad Joëlle Guitart

En el tercer test de control la buena evolución es general, en todos los aspectos, salvo en que persiste la ansiedad, los bloqueos asociados a ella y en que está mostrando un carácter dominante. No obstante, poco a poco el niño empieza a ser consciente de ello y se va mostrando más flexible.

De este periodo cabe destacar la mejora en la coordinación locomotora, la concentración, la lentitud, la estructuración rítmica, la memoria y la hipotonía, la cual ha disminuido en un 20 % tanto en los miembros superiores como en los inferiores. Los resultados más flojos están relacionados con el razonamiento abstracto.

La escuela y los padres corroboran esta buena evolución. Además, los padres me hacen saber que lo ven cada vez más independiente y maduro, y que duerme mucho mejor de lo que lo hacía anteriormente.

En marzo de 2018 realizamos el cuarto test de control. La ansiedad ya ha disminuido, hay un progreso notable en la memoria, mantiene la atención durante periodos de tiempo más largos, el sistema piramidal y extrapiramidal está cada vez más lateralizado homolateralmente a la derecha, la hipotonía sigue disminuyendo y físicamente está más ágil, aunque sigue con cierto sobrepeso.

Sin duda, Alex tiene más habilidades en el campo verbal que en el razonamiento matemático, pero es un niño inteligente y noble, dos factores que son determinantes para una buena evolución.
En este periodo, además de no haber ningún ítem de lateralidad estancado, el paciente ha llegado a una recuperación del 68 %; un resultado excelente en este punto de la terapia.

Seguimos trabajando hasta una recuperación del 80 % mientras sigue con las clases de refuerzo en la escuela y practica con sus padres la lectura cada día antes de acostarse. Esta última cuestión es muy importante: si el niño escucha a un adulto leer en voz alta y él hace los mismo, va cogiendo la entonación por imitación; lo cual le ayuda en la comprensión lectora.

Hay que mencionar que en esta fase Alex empieza a obtener mejores calificaciones en el colegio: sus notas son de 6, 7 y 8 en las principales asignaturas, salvo en las matemáticas, que es su principal caballo de batalla (sus puntuaciones en esta signatura son de 4,5).

El quinto test de control siguió mostrando una excelente evolución en todos los ítems de lateralidad y una recuperación del 90 %. El progreso vino acompañado de otros avances: el niño ya pesa lo que debería pesar y, como ha crecido en estatura, su figura es mucho más esbelta. Le han quitado las plantillas, su visión también ha mejorado y está construyendo buenas relaciones de amistad.

Como mencionaba al principio, aunque ya ha finalizado la terapia, queda un último test de control que llevaremos a cabo en febrero de 2020. Durante este intervalo, tan solo deberá realizar una serie de ejercicios en casa para afianzar los recorridos sinápticos. Todos los datos de su seguimiento me hacen presumir que su recuperación será superior al 90 %.

Los padres, por su parte, están tan sorprendidos con todo el proceso que temen que su hijo haga una regresión si no sigue haciendo la terapia en el centro; un temor que es natural y que suelen expresar muchos padres debido a todo el sufrimiento que han vivido. Sin embargo, como hemos explicado en repetidas ocasiones en los artículos que publicamos, hay que saber que una vez que el paciente se ha curado, ya no hay posibilidad de regresión.

Alex quiere estudiar veterinaria. Ya no le dan miedo los retos.

El pasado 11 de mayo reabrimos el centro para las terapias presenciales individuales. Por favor, si vas a pedir cita, lee las medidas sanitarias y protocolos de higiene y seguridad que hemos implementado en el centro para evitar la transmisión cruzada de Covid-19 entre nuestro personal y los pacientes. Para los pacientes que viven fuera de Barcelona, seguimos realizando las terapias online. Si quieres hacernos una consulta, puedes ponerte en contacto con el centro.

La organización espacial y temporal en el aprendizaje de la lectoescritura_Centro de lateralidad y psicomotricidad Joëlle Guitart
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La organización espacial y temporal en el aprendizaje de la lectoescritura

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 9 diciembre, 2019 Comprensión lectora, Concentración, Desarrollo motor, El trastorno de lateralidad, Lectoescritura, Organización corporal, Organización temporal, Orientación espacial

 

«Sin tener adquirida la orientación espacial y la orientación temporal no es posible el aprendizaje de la lectoescritura: ambas nos permiten entender y manejar los códigos escritos, las letras y los números»


 

¿Qué relación tienen la organización espacial y temporal con el aprendizaje de la lectoescritura?

Sin tener adquirida la orientación espacial y la orientación temporal no es posible el aprendizaje de la lectoescritura: ambas nos permiten entender y manejar los códigos escritos, las letras y los números.

¿De qué manera?

Necesitamos tener integradas unas coordenadas bien organizadas para orientar los símbolos, ya que el significado de estos símbolos depende de la forma que tienen y del lugar que ocupan en el espacio y en el tiempo, secuencialmente. No es lo mismo es que sé, 35 que 53 o decir que hoy es lunes o que es sábado, por ejemplo.

¿Qué ocurre cuando estas coordenadas espaciales y temporales no están integradas?

Cuando aprendemos a leer y a escribir, automatizamos este aprendizaje; de manera que el área del cerebro que interviene en estas funciones queda liberada para adquirir nuevos conocimientos que requieren atención y concentración. Esto es así porque el sistema nervioso está jerarquizado. Cuando no hay una buena jerarquización de las funciones cerebrales implicadas en el aprendizaje y desarrollo de la lectoescritura, esta área cerebral se sobrecarga y se colapsa.

¿Cuáles son las repercusiones?

Los niños que no han adquirido una buena organización temporal y espacial se dispersan mucho y les cuesta un gran esfuerzo cualquier aprendizaje. Tienen que poner mucha voluntad y tesón en todo porque el proceso no está automatizado.

¿Por eso cuando uno ya ha aprendido a conducir puede estar pendiente también de una conversación?

Sí, cuando un adulto realiza una función automática, la corteza ya no interviene y actúa gracias a las estructuras subcorticales, dejando la corteza libre para otras funciones o actividades más complejas, como la comprensión. Por el contrario, cuando nos enfrentamos a un nuevo aprendizaje, la corteza vuelve a participar activamente.

« Sin una buena lateralización cuesta mucho dominar la organización espacial y temporal, que son las bases que permiten desarrollar aprendizajes como la lectoescritura»

 

Entiendo, la jerarquización es fundamental para liberar las funciones superiores y seguir adquiriendo conocimientos nuevos

Sí, porque las funciones superiores son las que se encargan de los aprendizajes más conscientes. Como las redes de conexión del sistema nervioso y los núcleos de integración de un niño son cada vez más complejos, esta complejidad obliga al sistema nervioso a organizarse de forma jerarquizada para evitar el caos.

Bien, y ¿qué papel juega la lateralización en todo este proceso?

La jerarquización de las funciones cerebrales y la buena comunicación entre los hemisferios cerebrales es posible gracias al proceso de lateralización, entre otros factores.

¿Por qué es tan importante?

Durante el proceso de lateralización el niño aprende primero a ubicar su cuerpo en el espacio y a orientar su yo y su sentir tanto en el espacio como en el tiempo, así como a orientarse respecto al mundo exterior. Es imprescindible que este proceso de lateralización se haga correctamente para que después sea capaz de desarrollar aprendizajes complejos como la lectura y la escritura que requieren organizar la información mediante códigos gráficos y arbitrarios.

La lateralización es la base

Bueno, sin una buena lateralización cuesta mucho dominar la organización espacial y temporal, que son las bases que permiten desarrollar aprendizajes como la lectoescritura.

Escribir consiste en organizar en el espacio y en el tiempo

Sí, y para que haya una buena organización espacial al escribir, esta organización espacial debe estar incorporada corporalmente. Sin una buena organización lateral, el niño no sabe si la escritura tiene que ajustarse a un patrón de ordenamiento diestro o zurdo.

¿Qué le ocurre a un niño que no tiene las referencias corporales bien adquiridas?

Los desórdenes de los puntos de referencia corporal pueden ocasionar una velocidad de lectura lenta (aunque no todos los casos son iguales), ausencia o pobreza de comprensión lectora y confusión entre derecha/izquierda; lo cual lleva a no comprender las nociones de decena y centena, a invertir el orden de las letras, a la disgrafía y a síntomas que pueden confundirse con dislexia o discalculia, por ejemplo.

« A estos niños les cuesta mucho organizar un dibujo, representar lo que tienen en la cabeza»

 

¿Por qué se da la disgrafía?

Si no sabes orientarte en el espacio cuesta mucho saber hacer bien la letra, copiarla bien.

¿En qué más afecta la desorganización espacial y temporal?

A estos niños les cuesta mucho organizar un dibujo, representar lo que tienen en la cabeza.

¿Por qué?

Les cuesta plantear la idea, no saben cómo empezar a representarla, cómo distribuir los elementos en el espacio. Y, a veces, estos elementos son desproporcionados.

¿También queda afectada la expresión oral?

Normalmente, hay una mayor comprensión de las explicaciones verbales que de las escritas, de la misma forma que también es mejor la expresión verbal que la escrita.

Volvamos a la cuestión de la dispersión y la atención

Es importante aclarar que antes de afirmar que un niño presenta un problema primario de atención debemos asegurarnos de que esta tendencia no se deba a un sobresfuerzo provocado por los motivos que he explicado anteriormente. Los niños con lateralidad cruzada, al igual que sus padres, expresan a menudo que todo les cuesta demasiado, que seguir el ritmo de la clase les supone un sobreesfuerzo constante y mucho mayor que el que hacen los otros niños.

«En el desarrollo psicomotor, primero vendría el esquema corporal, luego la lateralidad y,finalmente, la organización espacial y temporal . Si hay un fallo en la primera etapa ya hay consecuencias en las demás»

 

¿Puedes poner otro ejemplo de cómo repercute la desorganización espacial y temporal?

El otro día estaba en terapia con un grupo de niños. Les puse un ejercicio de lógica que consistía en ordenar de un modo determinado manzanas de diferentes colores. Todos los niños las ordenaban incorrectamente una y otra vez. Yo no entendía qué era lo que provocaba el mismo error en todos hasta que me di cuenta de que las estaban ordenando en orden inverso, de derecha a izquierda. Estos niños tenían 11 años, una edad en la que la organización temporal y espacial ya debería estar adquirida.

¿Cuál es el orden en la jerarquización que nos explicabas antes?

En el desarrollo psicomotor, primero vendría el esquema corporal, luego la lateralidad y, finalmente, la organización espacial y temporal . Si hay un fallo en la primera etapa ya hay consecuencias en las demás.

¿Cómo trabajáis estas dificultades en terapia?

Como para tener una buena organización espacial se necesita un esquema corporal adquirido, trabajamos el esquema corporal moviendo, por ejemplo, solo una parte del cuerpo para que sean conscientes de los movimientos, diferencien las diferentes partes del cuerpo y aprendan a saber orientarse en su propio cuerpo. Si ellos pueden orientarse en su propio cuerpo también sabrán orientarse en el espacio porque, entre otras razones, su cuerpo también está en el espacio.

¿Y la temporalidad?

Una vez tienen adquirida toda la parte más espacial, se trabaja la temporalidad, que es lo más complejo, aunque ambas van muy relacionadas y en algunos ejercicios las trabajamos paralelamente porque una depende de la otra.

¿Cómo les afecta la desorganización temporal?

En la lectura, la temporalidad afecta, por ejemplo, a qué letra va primero. En la escritura, suele reflejarse en que empiezan a escribir por donde no corresponde.

¿Y cómo la trabajáis?

Hay muchos ejercicios para ello, aunque deben realizarse con la supervisión de un terapeuta porque, como cada niño tiene una retención neurológica diferente, deben personalizarse. Trabajamos mucho la ordenación de viñetas y fotografías, ya que son ejercicios que requieren entender el concepto de sucesión. Además la organización temporal también es necesaria para entender las horas, los días de la semana, los meses, las estaciones, el concepto de resta…

¿Por qué el concepto de resta?

Si no tengo adquirida la temporalidad no puedo entender “Tenía 3 bolis, me quitaron 2, ¿cuántos me quedan?”. No puedo establecer la relación entre lo que tenía y lo que tengo porque no sé cuál es el punto de partida temporal.

¿Qué otros aspectos trabajan en terapia?

Trabajan el ordenar cosas en el espacio, los conceptos de antes y después, de arriba y abajo, que les cuesta mucho, y los de derecha e izquierda. A veces se lían mucho con todos estos conceptos y son niños de 6-7 años que ya deberían tenerlos adquiridos. Algo que les presenta normalmente bastante dificultad es describir lo que está abajo y arriba en una imagen.

Uno se pregunta cómo se las ingenian en su día a día con toda esta confusión

A veces, resuelven las situaciones por imitación, pero, claro, les genera mucha frustración ver que no son capaces de entender y hacer lo que otros niños entienden y hacen con facilidad. Además se cansan mucho por el esfuerzo que les supone, lo cual suele provocarles rechazo al estudio, a ir al colegio, etc.

¿Qué otros ejercicios hacen en terapia?

Representar palabras con el cuerpo, leer palabras que están en relieve con los ojos vendados para integrar la forma de las letras y orientarlas en el espacio, representar letras con plastilina para tener que crearlas de la nada en el espacio (este ejercicio también les va bien para trabajar la motricidad fina), coser las letras de una palabra para integrar el orden, ejercicios que les ayudan a reconocer la diferencia entre letras que confunden cuando están en minúscula, como la b y la d, etc.

Procrastinar: qué es y cuál es su relación con la depresión_centro de Lateralidad y Psicomotricidad Joëlle Guitart
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Procrastinar: qué es y cuál es su relación con la depresión

Susana Lladó - Lladó Comunicación 25 noviembre, 2019 Concentración, Emociones

Qué es procrastinar

 

Desde hace seis años, La Fundación del Español Urgente escoge la palabra del año entre aquellos términos que han estado más presentes en la actualidad informativa y que, además, tienen interés desde el punto de vista lingüístico. El año pasado, la palabra procrastinar estuvo en la lista de las candidatas; una palabra que muchos consideraron nueva pero que, de hecho, proviene del latín procrastināre y ya aparece en diccionarios de español del siglo XVIII.

Procrastinar significa aplazar y se utiliza a menudo en el ámbito de la gestión de empresas y de la psicología para referirse a un problema con el que se encuentran actualmente muchas personas: posponer tareas importantes que nos exigen un esfuerzo porque nos sentimos incapaces de gestionar el estado de ánimo negativo que nos generan.

 

Procastinar, un mecanismo de defensa de nuestro cerebro

 

Según los neurólogos, no procrastinamos por vagancia: se trata de un mecanismo de defensa del cerebro que intenta eliminar todo aquello que nos produce malestar; en este caso, porque dudamos de nuestras habilidades y/o tenemos miedo al fracaso. Es decir, procrastinar es, fundamentalmente, una decisión irracional. No obstante, es una decisión que nos produce mucha ansiedad y culpabilidad porque sabemos que estamos postergando algo que es ineludible y que ese aplazamiento no puede ser sine die.

Otro elemento clave ligado a la procrastinación es la sustitución. Cuando procrastinamos, sustituimos esa tarea que no queremos realizar por otra más placentera para nuestro cerebro. Por eso, para evitar la procrastinación, los neurólogos recomiendan encontrar recompensas que nuestro cerebro pueda aceptar a cambio de pedirle ese esfuerzo.

Procrastinar: qué es y cuál es su relación con la depresión_centro de Lateralidad y Psicomotricidad Joëlle Guitart

Procrastinación y depresión

 

Los psicólogos han investigado la relación entre el hábito de la procrastinación y la depresión, ya que la evitación y los pensamientos rumiativos son dos síntomas centrales de esta.

Tal como se explica en el artículo Cómo están relacionadas la procrastinación y la depresión, publicado en Psychology Today, las personas que sufren depresión pierden el interés en actividades que antes disfrutaban porque los sentimientos de inutilidad, tristeza e irritabilidad que experimentan les hacen temer que no puedan estar a la altura llegado el momento. Por eso evitan dichas situaciones.

Asimismo, el aislamiento social que también caracteriza a las personas con depresión puede llevar a la procrastinación cuando una tarea requiere realizar acciones como hacer una llamada a un extraño o conocer a alguien nuevo (desde llamar al fontanero para una reparación a planificar una reunión). Esta falta de autoestima y confianza en uno mismo puede provocar, a su vez, comportamientos que otros no entienden y dañar las relaciones sociales y profesionales, con lo cual la persona deprimida se siente cada vez más avergonzada y herida, afianzándose el círculo vicioso.

Otro punto de relación entre la procrastinación y la depresión es la dificultad que tienen estas personas para planificar tareas que requieren varios pasos o subtareas: iniciar estas secuencias se les hace tan inasumible que rechazan iniciarlas. Por este motivo, en su terapia, es fundamental trabajar para que se impliquen en actividades que les puedan generar una sensación de logro que contribuya a cambiar sus pensamientos deprimidos (activación conductual).

Por último, la tendencia a rumiar sobre lo que se está postergando en lugar de afrontarlo es una tendencia que agrava la depresión, del mismo modo que la depresión tiene efectos paralizantes (aquí, de nuevo, se da una retroalimentación entre ambas tendencias).

La autoestima en niños con lateralidad cruzada_Centro de Lateralidad y Psicomotricidad Joëlle Guitart
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La autoestima en niños con lateralidad cruzada

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 1 octubre, 2019 Ansiedad, Aprendizaje, Concentración, Desarrollo motor, Desorientación espacial, El trastorno de lateralidad, Lateralidad cruzada o heterogénea

Por Meritxell Pujol

La autoestima

La autoestima es la valoración que uno hace sobre sí mismo, sobre su persona e imagen. Por tanto, la autoestima es un juicio que o bien aporta valor positivo a lo que creemos que somos, o bien aporta un valor negativo.

Asimismo, la autoestima no queda definida por una única evaluación, sino por el conjunto de los juicios que emitimos sobre nuestra persona: todas estas valoraciones van definiendo la imagen que nos conformamos de nosotros mismos y cómo nos representamos simbólica y mentalmente.

En consecuencia, la autoestima es determinante en la construcción de nuestra personalidad y en la manera en la que nos relacionamos con los demás.

Autoestima y psicomotricidad

La autoestima en niños con lateralidad cruzada

La formación de la autoestima es gradual y se revisa y actualiza constantemente. Cuando un niño empieza a tomar conciencia de sí mismo y a adquirir consciencia de su esquema corporal, comienza a crear su imagen corporal. Y esta imagen corporal está relacionada con la autoestima que se está forjando.

Si un niño, por ejemplo, se cae a menudo cuando juega, puede asociar emocionalmente este hecho a un sentimiento negativo, como la frustración. Esta valoración negativa pasará a formar parte de su propia autoestima.

Dado que la imagen corporal es una representación consciente e inconsciente del cuerpo y que tiene un componente emocional, podemos decir que el desarrollo psicomotriz de un niño es una de las primeras bases que conforman su autoestima.

Para que haya un correcto desarrollo psicomotriz es necesario la adquisición de ciertas bases, como el esquema corporal, la lateralización dominante de izquierda o derecha, la organización espacial y la organización temporal.

Estas bases se deben adquirir correctamente y de manera gradual, ya que conforman la estructura de futuros aprendizajes, como el de la lectoescritura y el pensamiento lógico matemático. Un niño que, por ejemplo, no esté bien lateralizado, podría tener dificultades en la estructuración de la temporalidad.

Los niños con lateralidad cruzada suelen tener dificultades psicomotrices y cognitivas: problemas de concentración, atención, memoria, etc. Estas funciones cognitivas son fundamentales para la vida diaria, escolar e individual del niño. Por lo tanto, debemos tener en cuenta que, si un niño se encuentra con muchas dificultades de este tipo en su día a día, esto va a influir en la manera en cómo se ve a sí mismo.

Desde casa es importante ayudarle a que esta valoración sea justa: hacerle ver que, aunque hay cosas que le cuestan más, también hay otras que las hace muy bien. Del mismo modo, también podemos ayudarle a que sea consciente de su evolución: si es un niño al que le cuesta leer, podemos hacerle notar lo mucho que ha progresado desde que empezó a aprender.

En nuestro centro, nos encontramos a menudo con niños que se infravaloran o que tienen una baja autoestima debido a sus dificultades psicomotoras y cognitivas. Algunos no quieren probar cosas nuevas o hacer nuevas actividades porque intentarlo les produce un gran sufrimiento. Hacer algo nuevo, aunque sea algo divertido, significa salir de nuestra rutina y, por tanto, de nuestra zona de confort. Esto puede generar mucho miedo y ansiedad.

Esta inseguridad también afecta a su manera de relacionarse con los demás: pueden ser niños con dificultades para entablar nuevas amistades o para integrarse en un grupo. Cuando uno no se siente a gusto consigo mismo, le cuesta pensar que otros puedan disfrutar de su compañía.

Cómo tratamos los problemas de autoestima en el centro

La autoestima en niños con lateralidad cruzada

En el centro partimos de la base de que se debe trabajar conjuntamente la parte emocional, la motriz y la psicológica. Por este motivo, la terapia integra los tres aspectos.

Por ejemplo, si un niño tiene dificultad en saltar y eso le hace sentir mal y diferente a los demás niños, en terapia propondremos juegos de manera gradual que requieran coordinación y conocimiento de esquema corporal para que vaya mejorando en el salto. A medida que el paciente ve su evolución en este aspecto, su autoestima también aumenta, llegando incluso a pedir ese juego que, ahora, le hace sentir bien.

En ocasiones, también nos encontramos con niños que han interiorizado un discurso negativo sobre ellos mismos y que dan por supuesto, antes de intentarlo, que serán incapaces de hacer algo determinado. El malestar que les genera una actividad nueva les produce una ansiedad anticipatoria asociada. Cuando llevan a cabo la nueva actividad y se dan cuenta de que pueden hacerlo bien, se sorprenden. Estos logros y la valoración positiva de los mismos van aumentando su autoestima.

Sin duda, es un proceso largo, que requiere ayuda terapéutica para que logren expresar las emociones asociadas a la infravaloración que les hace sentir mal. Pero a medida que avanza la terapia y observan que son capaces de hacer cosas que antes no podían hacer, que cada vez las hacen mejor, y aprenden a valorar positivamente sus logros y evolución, también van ajustando la valoración sobre su persona y su juicio se vuelve más justo.

La lateralidad cruzada y el miedo a hablar en público_Centro de laetralidad y psicomotricidad Joëlle Guitart
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La lateralidad cruzada y el miedo a hablar en público

Susana Lladó - Lladó Comunicación 16 septiembre, 2019 Ansiedad, Concentración, El trastorno de lateralidad, Emociones, Gestión de emociones, Lateralidad cruzada o heterogénea, Memoria, Terapia de lateralidad

A la mayoría de las personas nos provoca ansiedad hablar en público. La perspectiva de tener que hacer una exposición delante de otros nos causa cierto temor y angustia, lo cual es normal si el malestar no es excesivo: la ansiedad es una respuesta de anticipación positiva que evolutivamente nos ha permitido sobrevivir como especie y que, si no sobrepasa ciertos umbrales, actúa a nuestro favor a la hora de superar las situaciones y retos que nos vamos encontrando en la vida. El problema surge cuando esta emoción nos supera y el miedo puede llegar a convertirse en una fobia. Asimismo, es relativamente frecuente que las personas con dificultades de lateralidad, además, vivan estas situaciones como una amenaza por el miedo a quedarse bloqueados.


La sintomatología fisiológica y la cognitiva se van retroalimentando mutuamente: cuantos más pensamientos negativos se tienen, más aumenta el malestar físico, y cuantos más síntomas físicos se presentan, más nerviosa se pone la persona.

Sintomatología previa asociada al miedo a hablar en público

«Cuando se tiene miedo a hablar en público, los síntomas más habituales son la sudoración, temblores, ansiedad, mareos o/y dolor de barriga, aunque también se presenta una sintomatología cognitiva: la persona empieza a tener pensamientos catastrofistas que, la mayoría de las veces, no son racionales, y también puede haber una disminución de la concentración y de la memoria. La sintomatología fisiológica y la cognitiva se van retroalimentando mutuamente: cuantos más pensamientos negativos se tienen, más aumenta el malestar físico, y cuantos más síntomas físicos se presentan, más nerviosa se pone la persona», nos explica el psicólogo de nuestro centro Luis Elías.

Por tanto, es necesario distinguir cuándo la ansiedad entra dentro de lo normal y cuándo no, cuándo hablamos de miedo, cuándo de preocupación y cuándo de fobia. «Hablamos de fobia cuando la reacción es excesiva, cuando la respuesta a la situación es desproporcionada. Por ejemplo, si un adolescente tiene que hacer una exposición de 15 minutos en clase y su sintomatología es tan aguda que intenta evitar hacer esa presentación, probablemente, estemos delante de una fobia. En cambio, si un adulto empieza a sentirse mal antes de dar una conferencia ante quinientas personas en un fórum mundial, esto entraría dentro de lo normal», señala Elías.

Otros marcadores de una posible fobia son la persistencia en el tiempo del malestar agudo, que este malestar fisiológico y emocional sea incontrolable y el hecho de que el miedo sea irracional: es decir, cuando la persona no puede explicar por qué siente miedo o cuando, a pesar de la sintomatología aguda y de la evitación, ni siquiera es consciente de que hablar en público le produce miedo.

El miedo a hablar en público se supera siempre a través de la aceptación, no del rechazo o de la evitación. Hay que aceptar que estas situaciones provocan una activación en nosotros y normalizar los nervios.

Los errores habituales a la hora de intentar controlar el miedo

La mayoría de las personas tratan de esquivar el miedo intentando controlar los síntomas y creen que dejarán de sentirlo si no piensan en él. Hacen ejercicios de respiración contraproducentes, se cogen la mano para que no tiemble, etc. «Esto solo aumenta la sintomatología, ya que la persona está poniendo su atención en los pensamientos que la provocan», prosigue el psicólogo.

Otro error muy común es la evitación: como no saben gestionar estas situaciones, hacen lo posible para no enfrentarse a ellas. Esta conducta evitativa es perjudicial a cualquier edad, no solo en la edad escolar. En el ámbito laboral, los adultos delegan en colegas responsabilidades que representan oportunidades profesionales para progresar en su empresa, por ejemplo, y se degradan dentro del organigrama al dejar que otros asuman sus funciones.

La lateralidad cruzada y el miedo a hablar en público_Centro de laetralidad y psicomotricidad Joëlle Guitart

Cuanto más se evita hablar en público, más se enquista el miedo a hacerlo, ya que cada vez cuesta más gestionarlo. «Si un directivo tiene una reunión con la junta cada 15 días, aunque vaya encontrando excusas para no asistir, llegará un momento en que tendrá que ir. En ese punto, ya será muy difícil que pueda gestionar la ansiedad. El miedo a hablar en público se supera siempre a través de la aceptación, no del rechazo o de la evitación. Hay que aceptar que estas situaciones provocan una activación en nosotros y normalizar los nervios», apunta Elías.

Cómo se trabaja en terapia el miedo a hablar en público

En terapia se trabajan los aspectos emocionales y cognitivos relacionados con el miedo a hablar en público. Y, una vez se ha avanzado en estos aspectos, se realizan técnicas de actuación para simular un entorno parecido al que se puedan encontrar los pacientes en situaciones reales.

Respecto al trabajo emocional, se trata de que el paciente identifique las emociones que siente en estas situaciones y que pueda darles significado.

Respecto al trabajo emocional, se trata de que el paciente identifique las emociones que siente en estas situaciones y que pueda darles significado. «Hay personas que dicen sentir miedo cuando, en realidad, lo que sienten es preocupación. O están muy preocupadas por sentir una emoción que es normal sentir cuando se tiene que hablar en público. Por ejemplo, hay pacientes que asocian el estrés exclusivamente a un estado negativo y no saben que es un mecanismo que tenemos las personas para poder afrontar situaciones con una mayor concentración, si sabemos cómo gestionarlo. Cuando se lo explicas y entienden por qué se activa este mecanismo, se tranquilizan», añade Elías.

También se trabaja la autoestima para disminuir el peso que suelen darle a la opinión que los demás puedan tener de ellos. Si uno se siente preparado y con sus fortalezas más sólidas, este temor a lo que puedan pensar los otros disminuye.

Las sesiones de role playing en grupo son muy eficaces para que los pacientes puedan experimentar en un entorno de seguridad, simular situaciones diversas que pueden encontrase en casos reales, comentar posteriormente las sensaciones y pensamientos que se presentan y trabajarlos con el especialista.

Otro punto muy importante que se trabaja en las sesiones es la relativización de las consecuencias: al paciente se le hace pensar en las consecuencias más graves que podría tener una presentación en público catastrófica. Este ejercicio les sirve para ser conscientes de que la intensidad del miedo que sienten es desproporcionada respecto a las consecuencias reales, incluso en el peor de los casos. Asimismo, también se trabaja en relativizar la importancia de la opinión que los otros se puedan formar sobre uno.

Aprender a cambiar los pensamientos desadaptativos por otros adaptativos también es fundamental: los pensamientos catastrofistas o desadaptativos suelen ser bastante irracionales, pero, a la vez, están relacionados con aspectos más profundos de la personalidad que hay que trabajar. Son pensamientos relacionados con cómo nos perciben los demás, el miedo a quedarse en blanco, a hacer el ridículo, etc.

Del mismo modo, se trabajan las habilidades cognitivas involucradas en hablar en público que constituyen ítems de la lateralidad ―como la concentración, la memoria, la atención, la retención y la expresión verbal― para fortalecer estas capacidades y disminuir el riesgo de los bloqueos. Cuanto más segura se siente una persona, más aumenta su autoestima y, por tanto, también su tranquilidad para gestionar el estrés que supone hablar en público.

Finalmente, las sesiones de role playing en grupo son muy eficaces para que los pacientes puedan experimentar en un entorno de seguridad, simular situaciones diversas que pueden encontrase en casos reales, comentar posteriormente las sensaciones y pensamientos que se presentan y trabajarlos con el especialista.

Si quieres hacernos una consulta sobre este tema, no dudes en ponerte en contacto con nuestro centro

Entrevista a la psicóloga Ganaëlle Anza: «La organización corporal determina el desarrollo de las funciones superiores»
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«La organización corporal determina el desarrollo de las funciones superiores»

Susana Lladó - Lladó Comunicación 15 abril, 2019 Aprendizaje, Concentración, Desarrollo cerebral, Desarrollo motor, Desorientación espacial, El trastorno de lateralidad, Emociones, Organización corporal, Terapia de lateralidad 0

En esta entrevista, la psicóloga de nuestro centro Ganaëlle Anza Guitart nos explica por qué la organización corporal determina el desarrollo de las funciones superiores, como el razonamiento, la memoria, la concentración o la comprensión, y por qué es fundamental que en la terapia de lateralidad se trabajen paralelamente tres aspectos: el corporal, el mental y el emocional.

 

¿Las implicaciones de una lateralidad mal establecida van más allá de confundir derecha e izquierda?

Sí, desde luego, aunque es necesario aclarar algo importante para no sacar conclusiones equivocadas: por una parte, algunas personas creen que tener la lateralidad mal establecida significa tan solo confundir la derecha con la izquierda, sin más implicaciones, lo cual es erróneo; por otra parte, el hecho de confundir a veces la derecha con la izquierda no significa necesariamente que la persona tenga su lateralidad mal establecida.

 

Entonces, ¿cuándo hablamos de trastorno de lateralidad o lateralidad cruzada?

La lateralidad no es únicamente una cuestión de mano: entraña todo el eje corporal; es decir, el eje ojo – mano – pie, además del oído. Por esto es tan importante hacer una valoración general de cada persona revisando estos puntos de lateralidad y su funcionamiento en la vida cotidiana.

 

¿Por qué es tan importante este eje?

Porque determina nuestra organización corporal: si hay grupos neurofisiológicos dominantes hacia un lado y otros grupos neurofisiológicos dominantes hacia el lado opuesto, esto puede provocar dificultades en la coordinación psicomotriz, con las repercusiones que ello conlleva.

 

¿Puedes poner un ejemplo?

Si en el proceso de aprendizaje de la escritura, el ojo dominante es el derecho y la mano dominante es la izquierda, puede haber problemas en la adquisición de este aprendizaje.

 

Es decir, que la organización corporal influye en la coordinación psicomotora, en el movimiento, y también en aprendizajes como el de la escritura

Sí. Y no solo en eso, también en el desarrollo de funciones superiores complejas como el razonamiento, la comprensión o la memoria. Jean Piaget ya estudió hace varias décadas las etapas del desarrollo cognitivo por las que pasa el niño, empezando por la etapa sensoriomotriz; es decir, aquella que empieza por la acción del cuerpo y la motricidad.

 

«Tiene que haber una disponibilidad del cuerpo para que el cerebro sea capaz de aprender e integrar los conocimientos»

 

O sea, nuestro esquema corporal tiene que estar bien organizado, bien lateralizado

Sí, es la base para un buen desarrollo. Pensemos en los bebés: a través del movimiento, del desplazamiento, del gateo y, después, al empezar a caminar, van adquiriendo su posición respecto al mundo, la noción del espacio, de distancia entre los objetos y ellos, etc. Esto es lo que les permite después adquirir la noción de organización espacial; una noción que necesitamos en nuestra vida cotidiana para un montón de cosas: para orientarnos en la calle, para conducir, para presentar un texto escrito bien ordenado, para no tropezar, etc.

 

Interesante, ponnos otro ejemplo de cómo el aprendizaje pasa por el cuerpo o por la acción de este

Cuando el bebé llena y quita cubos de una caja, y más adelante el niño que aprende a contar primero con los dedos. A través del cuerpo y de su acción vamos adquiriendo la noción de suma y resta. Esta base permitirá acceder a niveles más abstractos como cuando realizamos operaciones aritméticas mentalmente.

 

El cuerpo y el cerebro no van cada uno por su lado

No, en absoluto. Hay una interacción entre la persona y el mundo externo: a través de la acción de la persona y de su deseo de explorar, esta va adquiriendo un conocimiento y este conocimiento le ayuda a estructurarse, corporal y mentalmente.

 

Sigamos hablando de las repercusiones que tiene una lateralidad mal establecida

Otra de ellas es que, si un grupo neurofisiológico no funciona debidamente, la persona tiene que realizar un sobreesfuerzo para realizar las tareas en las que este grupo está implicado. Este es el motivo por el que las personas con el trastorno de lateralidad acaban agotadas al final del día.

 

Sigamos

Después están las repercusiones emocionales. Los niños ―y también los adultos― se comparan con sus iguales y sienten que son diferentes, que algo falla en ellos. Con el tiempo, van perdiendo su autoestima, se inhiben y muchos dejan de socializar. Recuerdo el caso de un chico joven que, al inicio de la terapia, me explicaba que no se atrevía a contestar al teléfono en su propia casa.

 
«La organización corporal determina el desarrollo de las funciones superiores»
 

¿Hasta este punto puede afectar emocionalmente?

Sí, incluso le costaba ir al supermercado a comprar. Tenía mucha desconfianza hacia los demás, mucho miedo a equivocarse y a ser juzgado. Había una gran inhibición, provocada por el miedo a lo que pudieran pensar de él.

 

El trastorno le estaba condicionando por completo la vida

Sí, y también profesionalmente: no se atrevía a enfrentarse a una entrevista de trabajo. Había una parálisis tan grande que ni lo intentaba: dejó de enviar currículos. Todos los rechazos de los que había sido objeto desde pequeño llegaron a paralizarlo.

 

En estos casos, ¿cómo trabajáis en terapia?

Hay que trabajar paralelamente en tres aspectos, con todos los pacientes. Y es fundamental que sea así; de otro modo, la persona no podrá aprovechar todas sus capacidades, su potencial.

 

¿Cuál es el primer aspecto

Los ejercicios orientados a estimular todos los ítems que engloba la lateralidad y la psicomotricidad: concentración, comprensión, memoria, orientación temporal y espacial, equilibrio, etc.

 

¿Y el segundo?

El cuerpo. Las personas con problemas de lateralidad suelen tener el cuerpo muy tensionado, por esto trabajamos con técnicas de relajación y respiración. Tiene que haber una disponibilidad del cuerpo para que el cerebro sea capaz de aprender e integrar los conocimientos.

 

«Si solo estimulamos los grupos neurofisiológicos pasando por alto que el cuerpo está tenso o contracturado y sin abordar lo emocional, esa estimulación no dará los resultados esperados»

 

¿El tercero?

Toda la parte emocional. Los pacientes llegan a terapia con muchas experiencias y vivencias pasadas que configuran la idea que tienen de sí mismos. También es muy importante observar cómo los pacientes realizan los ejercicios, porque aquí es cuando los terapeutas vemos lo duros que pueden llegar a ser consigo mismos.

 

¿Qué se consigue al trabajar en paralelo estos tres ejes?

Si solo estimulamos los grupos neurofisiológicos pasando por alto que el cuerpo está tenso o contracturado y sin abordar lo emocional, esa estimulación no dará los resultados esperados. Trabajar la respiración y la relajación permitirá que el trabajo de los ejercicios psicomotores sea más efectivo.

 

¿Puedes poner un ejemplo de cómo repercute la relajación en los ejercicios psicomotores?

A veces, los niños me preguntan por qué hacemos relajación. Cuando les enseño cómo es su letra antes y después de hacerla, y ven la diferencia entre una grafía y otra (en algunos casos, la escritura es muy diferente), se dan cuenta de hasta qué punto les influye.

 

En realidad, nos pasa a todos

Claro, si estamos nerviosos o enfadados, la escritura es más disgráfica.

 
«La organización corporal determina el desarrollo de las funciones superiores»
 

¿En qué otros aspectos les ayuda aprender a relajarse?

Las personas con problemas de lateralidad se bloquean a menudo a causa de la ansiedad: cuando van a hacer un examen, cuando se desorientan en la ciudad, en las reuniones de trabajo…Aprender a relajarse les ayuda mucho en estas situaciones. Las técnicas de relajación ―sumadas a la confianza que van adquiriendo en sí mismos al comprobar que mejora el rendimiento de sus funciones superiores, más la tranquilidad que les proporciona aprender a gestionar sus emociones― consiguen que cada vez se bloqueen menos. Además, los ejercicios de respiración y relajación les ayudan a ser más conscientes de su cuerpo cuando hacen los ejercicios de psicomotricidad y a estar presentes durante los mismos.

 

Los bloqueos son neurofisiológicos, corporales y emocionales

Sí, aunque en cada persona pueden presentarse más unos que otros. Por esta razón la terapia es muy personalizada. Además, como terapeutas, tenemos que ser capaces de detectar cuál es la puerta de entrada para acceder al paciente: a veces, ves que ni a través de la parte afectiva ni a través de la mental hay una entrada, pero la hay a través del cuerpo: empiezan a hablar gracias a las sensaciones corporales. Quizás notan un dolor en un punto y eso les recuerda algo que les ha ocurrido y entonces empiezan a verbalizarlo. A partir de ahí se abre la puerta para empezar a trabajar los otros bloqueos.

 

Va todo muy relacionado

Así es, por eso comentaba antes lo de los tres ejes. El cuerpo tiene memoria, no solo el cerebro. De la misma forma que al repetir un ejercicio de psicomotricidad una y otra vez vamos entrenando una función superior determinada, a base de enseñarle al cuerpo a relajarse adquirimos esta habilidad. Tiene que haber un aprendizaje significativo, es decir interiorizado, y una vez que se ha conseguido, la relajación y la respiración son herramientas que aprenden a utilizar cuando se les presenta una situación que les provoca ansiedad. Muchos pacientes piden terminar las sesiones con ejercicios de relajación.

 

Los problemas de concentración en personas con lateralidad cruzada
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Los problemas de concentración en personas con lateralidad cruzada

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 14 marzo, 2018 Concentración, El trastorno de lateralidad 0

Los problemas de concentración, junto con la lentitud, son el motivo de consulta más frecuente entre las personas con trastorno de lateralidad. Esto se debe a que los problemas de concentración son un síntoma de lateralidad cruzada; es decir, constituyen un rasgo común a todas las personas afectadas por el trastorno, independientemente de su edad.

¿Por qué las personas con lateralidad cruzada tienen problemas de concentración?

Las personas con lateralidad cruzada tienen problemas de concentración porque esta requiere abstracción. Y la dificultad para concentrase es, precisamente, la que provoca su lentitud en la vida cotidiana.

Las actividades que realizamos en nuestro día a día requieren diversos y complejos procesos mentales que llevan a cabo las funciones cerebrales superiores controladas por los lóbulos cerebrales. En las personas que tienen una lateralidad heterogénea, los impulsos nerviosos no llegan correctamente al lóbulo occipital, que es el que regula la concentración; lo que compromete su capacidad para recibir, seleccionar, elaborar y recuperar la información externa que reciben y, por tanto, realizar adecuadamente las actividades motoras o mentales. Esta dificultad, que en ningún caso está relacionada con un bajo cociente intelectual, afecta incluso a otras funciones cognitivas. En cambio, estas personas presentan una gran memoria, tanto auditiva como visual, porque la memoria es mecánica. En la práctica clínica vemos que estos pacientes se han habituado a intentar compensar los problemas de concentración con su gran capacidad de memoria, hasta que se dan cuenta de que esta no les basta para hacer frente a las dificultades que viven constantemente.

Cómo afectan los problemas de concentración en la vida cotidiana

El relato de los pacientes sobre esta cuestión es siempre muy similar. Durante su etapa escolar y universitaria, los problemas de concentración les obligan a dedicar muchas más horas al estudio. Como suelen ser personas muy constantes, consiguen prepararse bien los exámenes, pero cuando llega el momento de hacerlos, se bloquean debido a que les falla la concentración inmediata y, por ejemplo, no consiguen entender los enunciados de las preguntas. Asimismo, la lentitud hace que necesiten más tiempo para responder, tiempo del que no disponen. El resultado son calificaciones que están muy por debajo de su capacidad cognitiva real.

Los problemas de concentración también hacen que no “registren” bien las consignas que se les dan. Si en casa se les pide que vayan a comprar varias cosas, volverán solo con algunas. Cuando los pacientes realizan el primer test en el centro, se equivocan en su fecha de nacimiento y al poner la fecha del día porque han recibido más de una consigna. En el trabajo, cuando les dan directrices, no las recuerdan bien. Si la persona tiene un cargo de responsabilidad y debe organizar reuniones con su equipo, lo más probable es que se quede en blanco o que pierda el hilo de lo que estaba diciendo. Los pacientes que han conseguido sacarse el permiso de conducir, relatan que les costó un gran esfuerzo aprobar la teoría y que su inseguridad les dificultó mucho la parte práctica. Además, como tienen problemas de orientación derecha-izquierda y les cuesta evaluar el tiempo (si hay un cambio de semáforo, por ejemplo), conducir se convierte en un gran problema (algunos pacientes explican que han dejado de conducir). Los problemas de concentración también van ligados a los problemas espaciotemporales: no recuerdan las fechas ni las horas, por lo que suelen llegar a los sitios tarde o con antelación, y su dificultad para comprender la noción de tiempo hace que también les haya costado mucho de pequeños restar minutos a una hora cuando se les enseñó a restar, por poner un ejemplo más.

Como es natural, todas estas dificultades repercuten en su autonomía y calidad de vida. Estas personas llegan a desarrollar una gran inseguridad que les produce mucha ansiedad. En general, suelen estar muy estresados porque se dan cuenta de que, pese a sus esfuerzos, no llegan a más. Su ritmo de vida cotidiano suele ser caótico. Son conscientes de que algo les pasa que invalida su rendimiento. La situación suele generar un cuadro de depresión, insomnio y/o problemas alimenticios.

Los problemas de concentración se solucionan con la terapia de lateralidad

Si hay otro rasgo común a todas las personas con trastorno de lateralidad, este es el sufrimiento que experimentan en su día a día. Este sufrimiento no solo está causado por los problemas que tienen que afrontar continuamente, sino porque no entienden qué les pasa. Saberse diferente provoca mucha angustia y desconocer la causa de esa diferencia genera una gran incertidumbre y afecta a la autoestima. Los pacientes con trastorno de lateralidad experimentan un gran alivio cuando se les explica la etiología de su problema y cuando se les dice, y experimentan en primera persona, que la terapia de lateralidad va a ir mejorando paulatinamente su capacidad de concentración. Como parte del tratamiento de lateralidad, mediante el que se va lateralizando homogéneamente a la persona, se realizan una serie de ejercicios motores que estimulan el lóbulo occipital, de tal manera que los impulsos nerviosos “aprenden” a realizar el recorrido adecuado. Al tratarse de una terapia neurofisiológica, una vez que la persona se ha lateralizado homolateralmente, los impulsos nerviosos ya no vuelven a cruzarse por sí mismos; es decir, no hay regresión ni recaídas. Cuando el paciente recibe el alta, únicamente se realizan tres controles posteriores, con un intervalo de cinco meses, para confirmar que el proceso de lateralización se ha llevado a cabo con éxito.

Si quieres realizar una consulta sobre este tema, no dudes en ponerte en contacto con nuestro centro.

¿Tu hijo se distrae a menudo y es lento y patoso? puede ser hipotónico
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¿Tu hijo se distrae a menudo y es lento y patoso? puede ser hipotónico

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 16 enero, 2018 Concentración, Dislexia, El trastorno de lateralidad, Hipotonía 0

Podemos categorizar a los niños y adolescentes con trastorno de lateralidad en dos tipologías: los hipotónicos y los hipertónicos. Hoy hablaremos de los primeros y dedicaremos el próximo artículo a los segundos.

Un niño hipotónico no tiene una buena coordinación motriz (del movimiento), motivo por el que es tildado de torpe o patoso. Es el típico niño que tropieza con la alfombra de casa, al que se le cae el tenedor y se ensucia muchísimo durante las comidas. El mismo problema de coordinación es el que causa, asimismo, que sea lento: tiene grandes dificultades para cortar con las tijeras, plasmar un dibujo y escribir.

El niño hipotónico tiene dificultades de aprendizaje en la escritura porque no coordina bien el ritmo al cual tiene que escribir con la noción de espacio (percepción de las letras). Por eso hay muchos niños de 7-8-9 años que ya deberían haber adquirido el aprendizaje de la escritura y, en cambio, todavía invierten letras, las añaden u omiten (de una manera inadecuada). A menudo, y sin serlo, esto se diagnostica como dislexia. Debido a la torpeza motriz, estos niños, además, se concentran tanto en hacer la letra bien que suelen apretar demasiado el lápiz o el bolígrafo sobre la hoja: se trata de un tipo de letra a la que denominamos “disgrafía” (mala letra).

Tal como precisamos habitualmente, estos pacientes tienen un cociente intelectual normal e incluso, en algunos casos, superior a lo normal. Sin embargo, al ser lentos, tienen dificultades escolares; dificultades que en la mayoría de los casos pueden compensar muy bien mientras están cursando los primeros años de Primaria, hasta que, de repente, experimentan un gran bajón en su rendimiento escolar.

¿Tu hijo se distrae a menudo y es lento y patoso? puede ser hipotónico_Centro de lateralidad y psicomotricidad Joëlle Guitart

Otra característica del niño hipotónico es que desconecta de su entorno muy a menudo. En el colegio, por ejemplo, empieza a escuchar las explicaciones del profesor, pero al cabo de un rato deja de estar presente en el aula, se queda out. Aunque después se reengancha a las explicaciones, estas interrupciones que necesita hacer porque no sigue el ritmo del profesor, provocan que cuando se le hace una pregunta sobre lo que se ha dicho no tenga la información para responder o que no haya archivado todas las indicaciones dadas para hacer los deberes o un trabajo. Paulatinamente, estas situaciones van creando un problema en su rendimiento escolar y también en su rendimiento emocional: empieza a bloquearse con facilidad, se vuelve inseguro y comienza a percibirse a sí mismo como incapaz; una percepción que le lleva a la infravaloración y, en muchas ocasiones, a una desmotivación que deriva en predepresión e incluso depresión.

En el centro hemos visto con relativa frecuencia pacientes de edades muy tempranas a los que, en el momento de empezar la terapia, estaban tratando con psicofármacos; un hecho que nos parece alarmante. Debemos plantearnos bastantes cuestiones si a un niño le dan medicación por ser disperso y tener problemas de concentración.  Aunque es cierto que los padres de estos niños padecen en su día a día las dificultades de sus hijos y su sufrimiento, y que no entienden por qué sacan tan malas notas teniendo un buen cociente intelectual, es fundamental que den los pasos necesarios para averiguar la etiología de estos síntomas (al igual que hacemos con cualquier otro problema de salud). Conocer la causa permitirá derivar al niño al especialista adecuado y curarlo. La torpeza, la lentitud y la desconcentración no siempre tienen su etiología en el trastorno de lateralidad, pero cuando es así es imprescindible realizar un test completo de lateralidad e iniciar la terapia para lateralizar homolateralmente al paciente. A medida que el niño pasa de una lateralidad cruzada a una lateralidad homogénea, los síntomas mencionados van desapareciendo, lo que le permite desarrollar todo su potencial intelectual y crecer emocionalmente sano.

Si quieres hacernos alguna consulta sobre este tema, puedes ponerte en contacto con nuestro centro.

 

Nuestro cerebro necesita tanto focalizar como ‘desfocalizar’
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Para ser eficaz, nuestro cerebro necesita tanto focalizar como ‘desfocalizar’

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 10 julio, 2017 Aprendizaje, Concentración, El cerebro, El trastorno de lateralidad 0

Todos sabemos que, para rendir en el trabajo, y en cualquier actividad intelectual, es importante tener desarrollada la habilidad de focalizar.  Aprender a concentrarnos en aquello que estamos haciendo, evitando distracciones, nos hace más eficientes y nos ahorra mucho tiempo. Sin embargo, para ser eficaz, nuestro cerebro necesita tanto focalizar como desfocalizar, tal como se explica en el artículo Tu cerebro solo puede focalizar hasta cierto punto (Your Brain Can Only Take So Much Focus ), publicado hace unas semanas en Harvard Business Review. Pero vamos por partes.

 

La importancia de focalizar

Vivimos en tiempos de infoxicación; es decir, intoxicados por un exceso de información. En un artículo sobre el tema publicado en Lladó Comunicación, se explica que se trata de «un fenómeno propio de la vida digital en la que estamos inmersos: al vivir hiperconectados, el volumen de información que recibimos supera con creces la capacidad de nuestro cerebro para gestionarlo. Como consecuencia, se produce una “sobrecarga en nuestro sistema” que aumenta nuestro nivel de estrés (Information Fatigue Síndrome) y disminuye nuestras facultades cognitivas: nos cuesta más concentrarnos, ser analíticos (hacemos lecturas más rápidas, pero más superficiales) y tomar decisiones (parálisis o decisiones precipitadas), y se reduce nuestra productividad. Simultáneamente, vamos acumulando frustración al ver que nuestra “lista de tareas pendientes” se va engrosando sin remedio».

 

El peligro de focalizar en exceso

Los expertos en productividad recomiendan algunas prácticas que resultan útiles para ayudarnos a focalizar: hacer listas de tareas, aprender a priorizar, aprender a gestionar el tiempo, aprender a reducir el nivel de estrés (el mayor enemigo de la productividad), etc. No obstante, hay que tener en cuenta que focalizar en exceso agota los circuitos de focalización de nuestro cerebro, lo que puede ir mermando nuestra energía, hacernos perder el autocontrol, volvernos más impulsivos, menos eficaces y colaborativos.

 

Por qué hay que desfocalizar

Investigaciones recientes muestran que es vital tanto focalizar como desfocalizar, ya que el cerebro funciona de manera óptima cuando pasa de un modo a otro. El desenfoque hace posible la actualización de la información en el cerebro, que accedamos a partes profundas de nosotros mismos, que aumente nuestra agilidad, así como la creatividad y la toma de decisiones.

 

Cómo desfocalizar

Según el artículo de Harvard Business Review, cuando desfocalizamos (o dejamos de concentrarnos), ponemos en marcha un circuito cerebral llamado “Red de modo predeterminado o por defecto” (DMN, por sus siglas en inglés Default Mode Network). Hasta ahora, se pensaba que este circuito no tenía ninguna actividad (que no “hacía nada”) porque solo se pone en marcha cuando dejamos de focalizar con esfuerzo. Sin embargo, no es así. En realidad, no estamos descansando: nuestro cerebro activa los viejos recuerdos, va y viene entre el pasado, el presente y el futuro, y recombina ideas utilizando todos estos datos nuevos, a los que antes no tenía acceso, para dar con soluciones creativas, por ejemplo. De hecho, cuando realizamos cualquier esfuerzo, utilizamos el 5 % de energía del cuerpo; en cambio, y aunque resulte sorprendente, cuando estamos en “modo reposo” este circuito utiliza el 20 % (el cerebro está haciendo cualquier cosa menos descansar).

Hay varias maneras simples y eficaces de activar este circuito en el transcurso del día:

 
Usar el sueño positivo constructivo (PCD)

El PCD es un tipo de divagación mental que, incorporado a nuestro día a día, aumenta nuestra creatividad, nos ayuda a explorar y conectar ideas y sentimientos, a recuperar recuerdos e información que creíamos perdidos, fortalece nuestra memoria, mejora la empatía y revitaliza nuestro cerebro.

 

Hacer siestas

Sí, aunque defenestrada por algunos, la siesta “actualiza” nuestro cerebro: durante el sueño, el cerebro establece asociaciones y recupera ideas que estaban en los recovecos de la memoria.

 

Cambiar de actividad, de entorno e incluso de personalidad

Cambiar de actividad intelectual durante unos minutos u horas (el tiempo depende de cada persona y situación), cambiar de entorno, realizar una actividad lúdica e incluso cambiar de personalidad jugando a ser otro para poder adoptar un punto de vista diferente, también nos ayudará a activar el circuito DMN.

 

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