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«Todas las emociones son necesarias y tienen que ser escuchadas»
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«Todas las emociones son necesarias y tienen que ser escuchadas»

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 17 febrero, 2022 Emociones, Empatía, Entrevistas

Por Susana Lladó

La psicóloga de nuestro centro Núria León nos explica en esta entrevista por qué es tan importante para nuestra salud mental y bienestar social aprender a identificar las emociones que sentimos y expresarlas con normalidad; un aprendizaje que debería adquirirse en la infancia y que determina nuestra inteligencia emocional. 

¿Los niños entienden las emociones igual que los adultos?

Los niños, al igual que los adultos, no solo sienten emociones, sino que también pueden experimentar emociones intensas, se pueden sentir abrumados por ellas y les puede costar gestionarlas, como a nosotros. En su caso, no obstante, les es más difícil entender conceptos abstractos, comprender las diferencias y matices entre los diferentes tipos de emociones. Por esto es importante ayudarles a comprender, explicándoselo, el mundo emocional; así como fomentar que expresen lo que sienten.

 

¿Su manera de expresar las emociones es diferente a la de los adultos?

Sí. Los niños más pequeños, sobre todo, no utilizan tanto las palabras: expresan más sus emociones con la conducta, con el lenguaje no verbal, la mirada, la expresión facial, las posturas corporales, los gestos, etc. Por lo tanto, los adultos tenemos que estar atentos a estas manifestaciones e intentar descifrar lo que están expresando con ellas. Posteriormente, a medida que los niños van creciendo, van desarrollando la capacidad de verbalizar mejor lo que sienten utilizando más las palabras. En cualquier caso, es fundamental enseñarles a que esta expresión emocional la hagan de manera saludable y positiva para que se desarrollen con un buen equilibrio mental.

 

¿Qué consecuencias tiene para un niño no aprender a expresar sus emociones?

Actualmente, sabemos que los niños que tienen que reprimir o bloquear lo que sienten por vivir situaciones complejas de abuso, maltrato, etc., en un futuro pueden desarrollar problemas que les afecten el resto de sus vidas. En cambio, cuando un niño es capaz de hablar con sus padres sobre cómo se siente, esto le aporta seguridad porque se siente atendido y escuchado. El niño aprenderá a abrirse y a expresarse emocionalmente de una manera libre y saludable, lo cual contribuirá a la construcción de una buena autoestima, adquirirá habilidades sociales y se sentirá más motivado y capacitado a la hora de integrarse en las diversas situaciones que se le vayan presentando en la vida.

No hay emociones buenas y malas: hay emociones agradables y desagradables. Todas ellas tienen una función adaptativa, guían y organizan la conducta. Por esto es fundamental naturalizarlas.

Sin embargo, nuestra sociedad suele penalizar la expresión de las emociones; sobre todo, de las negativas

Sí, aunque cada vez menos. Pero es cierto que, como sociedad, todavía emitimos mensajes que transmiten la idea de que sentir emociones desagradables está mal. Seguimos diciendo frases como “No llores”, “No te pongas así” o “No te enfades”. Este tipo de mensajes no promueven la salud de las personas ni, por lo tanto, una sociedad saludable. Hay que normalizar las emociones: el hecho de que uno sienta y de que los demás también sientan.

 

¿Cómo se ayuda a un niño a reconocer sus propias emociones?

Como he comentado antes, los niños más pequeños no saben expresarlas bien con palabras, pero lo hacen a través del llanto, los golpes, rabietas, enfados, etc. Y también pueden estar expresándolas con problemas de sueño, haciéndose pipí o con un aumento de sus miedos, por ejemplo. Entonces, lo primero que debemos hacer es ayudarles a que puedan reconocer lo que les pasa y a que vayan poniéndole nombre a esas emociones, que las describan. Después, hay que ayudarles a que las acepten de una manera positiva. Y el entorno más adecuado para hacerlo es el de la familia.

 

¿Qué debería ocurrir en un entorno familiar emocionalmente saludable?

Los padres deberían dar ejemplo hablando con naturalidad de sus emociones con los hijos porque los niños observan a sus padres, son su modelo. Si ven que ellos expresan con calma lo que sienten, este comportamiento será su referente. Cuando un padre o una madre expresa con normalidad que ha tenido un día estupendo o un mal día en el trabajo, el niño aprende que todos las emociones son normales y que se pueden gestionar bien. En cambio, si los padres reprimen lo que sienten, se les sigue quedando dentro de alguna manera, y los niños lo detectan. Los padres, tutores y todos los adultos en general tenemos que ser un referente para que vayan desarrollando su inteligencia emocional, sin practicar juegos de poder, tener conductas manipuladoras o maltratadoras. Esta es la manera de fomentar un entorno sano de comunicación asertiva. Debemos normalizar las emociones porque son humanas y tienen una función.

Cuando un niño aprende que hay grados en las emociones, aprende a diferenciarlas. Esto le permite ser más consciente de sí mismo, expresar mejor lo que siente y aprender también a aceptar las emociones de los demás.

No hay emociones buenas y malas

No hay emociones buenas y malas: hay emociones agradables y desagradables. Todas ellas tienen una función adaptativa, guían y organizan la conducta. Por esto es fundamental naturalizarlas. Todas las emociones   ̶ tanto las que sienten los niños como las que sentimos los adultos ̶   son necesarias y tienen que ser escuchadas. Por otro lado, también es imprescindible enseñarles a los niños que hay grados en las emociones.

 

¿Por qué es tan importante?

Cuando un niño aprende que hay grados en las emociones, aprende a diferenciarlas. Esto le permite ser más consciente de sí mismo, expresar mejor lo que siente y aprender también a aceptar las emociones de los demás. Un niño muy pequeño quizá solo sepa decir “estoy bien” o “estoy mal”, que son categorías muy generales. Pero es bueno que, poco a poco, aprenda a distinguir los matices dentro de las categorías generales, la riqueza de las emociones. No es lo mismo decir que uno está triste que decir que uno siente nostalgia, por ejemplo. Todo este aprendizaje repercute en la inteligencia emocional.

 

Ahondemos un poco más en este punto

Dado que la expresión saludable de las emociones contribuye a organizar nuestra conducta, repercute también en cómo nos comunicamos. Como comentamos en una entrevista anterior sobre la agresividad, durante sus primeros años, los niños pueden expresar la frustración con rabietas o utilizar las pataletas para intentar conseguir lo que quieren. Este comportamiento no es grave, no debe preocupar a los padres porque con el tiempo el niño aprenderá a gestionar su frustración de una manera distinta. Lo importante es que cuando se dan estos episodios, los padres reaccionen con calma a su intensidad y no cedan a sus peticiones. Aunque el niño no entienda que no se le dé lo que quiere, sí percibirá la aceptación del progenitor a través de su calma y la escucha. Percibirá que le está proporcionando un espacio seguro. Esto es lo que le va a ayudar.

La inteligencia emocional incluye la empatía, la autorregulación, la expresión de los sentimientos, el control de nuestro carácter, la capacidad de adaptación, la persistencia, la automotivación, las habilidades sociales, la tolerancia a la frustración, la capacidad de ser flexible, etc. Todas estas habilidades no se miden con un test de CI, es mucho más complejo.

Hablemos de las emociones en las aulas de los colegios

En el aula, los profesores también deberían fomentar ese espacio de expresión de las emociones. Sobre todo, hay que tener en cuenta, por ejemplo, que los niños que tienen dificultades de aprendizaje o de atención, también suelen tener más dificultades de adaptación y para abrirse emocionalmente o desarrollar la inteligencia emocional. Además, suelen compararse mucho con los demás porque notan que no encajan, por lo que, normalmente, su autoestima es baja.

 

Has mencionado la inteligencia emocional en varias ocasiones. ¿Se nos ha olvidado su importancia?

En general, se habla mucho del coeficiente intelectual y poco de la inteligencia emocional, como si el único indicador de la inteligencia fuera el CI o el nivel de conocimientos adquiridos. Sin embargo, la inteligencia emocional es imprescindible para disfrutar de una buena vida y desarrollarnos plenamente como personas.  ¡Necesitamos aprender a ser inteligentes con nuestras emociones! Y esto se aprende en la infancia. La inteligencia emocional nos permite desarrollar las habilidades necesarias para descifrar lo que nos ocurre, lo que sentimos; gestionar en el día a día los obstáculos y superar retos, y vivir de una manera más satisfactoria con nosotros mismos y con los demás estableciendo mejores relaciones.  La inteligencia emocional incluye la empatía, la autorregulación, la expresión de los sentimientos, el control de nuestro carácter, la capacidad de adaptación, la persistencia, la automotivación, las habilidades sociales, la tolerancia a la frustración, la capacidad de ser flexible, etc. Todas estas habilidades no se miden con un test de CI, es mucho más complejo.

El pasado 11 de mayo reabrimos el centro para las terapias presenciales individuales. Por favor, si vas a pedir cita, lee las medidas sanitarias y protocolos de higiene y seguridad que hemos implementado en el centro para evitar la transmisión cruzada de Covid-19 entre nuestro personal y los pacientes. Para los pacientes que viven fuera de Barcelona, seguimos realizando las terapias online. Si quieres hacernos una consulta, puedes ponerte en contacto con el centro.

El estrés de la vuelta a la oficina es contagioso. Cómo evitarlo
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El estrés de la vuelta a la oficina es contagioso. Cómo evitarlo

Susana Lladó - Lladó Comunicación 18 octubre, 2021 Actualidad, Ansiedad, Emociones, Empatía, Gestión de emociones

La vuelta a la oficina tras año y medio de trabajo en remoto es una situación complicada a la que se están enfrentando muchas personas, incluso aquellas cuyas empresas están optando por un modelo híbrido. Las patologías psicológicas están aumentando a causa de la covid y se hacen más visibles en el mundo laboral. Después de adaptarse a trabajar desde casa, ahora hay que afrontar una nueva adaptación que incluye la preocupación por la salud y la seguridad, la conciliación, volver a tener contacto directo con compañeros y jefes con los que no hay una buena relación, etc.

Qué es el contagio emocional

En un artículo publicado recientemente en El País, Jordi Badal  – profesor de Finanzas de la Business School y responsable de Recursos Humanos de la Agència Catalana de Notícies– decía que los cambios que tendrán que hacer las empresas necesitarán líderes diferentes que se comporten más como un coach emocional que como un capataz. Y es que el estrés es contagioso. Se sabe que los sistemas nerviosos humanos se sincronizan y que se da un efecto psicológico llamado contagio emocional: captamos las emociones de los demás e imitamos de forma natural e inconsciente los comportamientos y expresiones de las personas con las que pasamos mucho tiempo.

Cómo gestionar mejor el estrés de la vuelta a la oficina

Absorber las emociones y preocupaciones de los demás solo aumenta la angustia general y afecta al propio bienestar. ¿Cómo protegerse en estas circunstancias? La autora del libro Confíe en usted mismo: deje de pensar demasiado y canalice sus emociones para el éxito en el trabajo, Melody Wilding, ofrece 6 claves en un artículo publicado en Harvard Business Review. Aunque las claves van dirigidas a los gerentes de empresa, son aplicables a cualquier persona de una organización. Las hemos resumido en cinco puntos.

Monitorea tu estado emocional a lo largo de la jornada

A lo largo de la jornada, revisemos periódica y conscientemente nuestras emociones: ¿cuáles son? ¿cómo las estamos manifestando en las interacciones con los otros? ¿las trasladamos al tono en el que nos dirigimos a los demás? ¿qué sentimientos expresan? Recordemos que las emociones se contagian, por lo que cada trabajador de una empresa es un inductor de estado de ánimo. Podemos contribuir con el nuestro de manera positiva o negativa a la atmósfera general.

Si en una conversación o reunión estamos demasiado nerviosos o ansiosos, podemos utilizar la técnica de la corregulación. Esta técnica consiste, básicamente, en calmarse conscientemente. Si nosotros nos tranquilizamos, probablemente, nuestro estado calmado tendrá un efecto beneficioso en los demás. La corregulación se puede utilizar también cuando es el otro el que está alterado: hay que respirar profundamente, ralentizar la respiración, hablar más lentamente, adoptar una postura corporal más relajada, etc.

Empatizar, sí; internalizar, no

¿Cuál es la diferencia? Tal como se explica en la revista de psicología Iztacala: «La empatía es fundamental tanto para el desarrollo moral como para la supervivencia del individuo en el contexto social. Empatizar implica ponerse en el lugar de los demás, reconocer e interpretar sus sentimientos y pensamientos, pero sin llegar a sentir lo mismo. Así, cuando el estado emocional del otro induce en nosotros la misma emoción se produce el contagio emocional». Hay que evitar adentrarse en los pensamientos negativos de los demás. En cambio, sí debemos utilizar la empatía para atender las inquietudes de los otros sin que nos pasen su ansiedad, fomentar la resolución de problemas mediante la formulación de preguntas abiertas y validar todo lo positivo de nuestros compañeros o subordinados.

Visualiza un límite entre los otros y tú

A muchas personas les afectan durante horas o días los sentimientos residuales que dejan las interacciones con los otros. La autora del artículo recomienda el método de la visualización para crear una separación y protegerse de sus emociones: por ejemplo, imaginar que hay un vidrio que nos separa del compañero, jefe o subordinado. Este vidrio impide que sus reacciones lleguen hasta nosotros y puedan afectarnos.

Aprovecha la parte positiva del contagio emocional

Según las investigaciones en psicología, se necesitan cinco interacciones positivas para superar una negativa. A lo largo de una jornada laboral tenemos decenas de oportunidades para construirlas: en nuestra manera de redactar los correos electrónicos (deseándole a la otra persona que tenga un buen día, por ejemplo), elogiando el trabajo de otro, reconociendo sus contribuciones, empezando las reuniones valorando lo que se ha hecho bien, dirigiéndonos a los demás con una sonrisa, etc. ¡Aprovechemos la vuelta a la oficina para modificar hábitos y beneficiarnos de la parte positiva del contagio emocional!

Pon en práctica un ritual de transición para desconectar del trabajo

Es inevitable que en el trabajo ocurran cosas que, a veces, alteren nuestro estado de ánimo, pero esto no significa que debamos permitir que nos acompañen a casa. Una manera de no arrastrarlas con nosotros es crear un ritual de limpieza del día que simbolice la transición del trabajo al tiempo personal. A cada persona le funcionará uno en particular: cambiarse de ropa, ir a clases de baile, escuchar un programa de radio determinado mientras se vuelve a casa en coche, etc. Lo importante es hacer la transición para cuidarse, protegerse uno mismo y estar en las mejores condiciones para volver a la oficina al día siguiente. Recordemos que no siempre depende de nosotros lo que ocurre en nuestro entorno, pero sí está en nuestras manos decidir cómo reaccionamos a lo que ocurre. Si nuestra reacción es positiva,  contribuiremos a que se produzcan cambios de mejora en toda la organización.

El neuropsiquiatra que enseña cómo fomentar la empatía en los niños
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El neuropsiquiatra que enseña cómo fomentar la empatía en los niños

Susana Lladó - Lladó Comunicación 29 abril, 2019 Empatía 0

Boris Cyrulnik es neuropsiquiatra y uno de los mejores expertos en empatía y en resiliencia, la capacidad humana para reponerse del sufrimiento y del estrés. Con toda seguridad, su profundo conocimiento en estas áreas está estrechamente relacionado con su propia biografía: sus padres fallecieron en un campo de concentración nazi del que él consiguió huir cuando tan solo tenía 6 años. Tras pasar por varios centros de acogida, unos vecinos de un centro de beneficencia al que finalmente fue a parar le dieron la posibilidad de educarse. Estudió psiquiatría porque quería entender la mente humana y poder dar sentido a lo incomprensible.

 

El gobierno francés le acaba de pedir que desarrolle un proyecto para fomentar la empatía en los niños, empezando por las guarderías. ¿La razón? Cada vez hay más niños y adolescentes en los que la empatía no se ha desarrollado, por lo que pueden tener comportamientos agresivos sin darse cuenta del daño que infligen a los demás. ¿La causa? Se pasan tantas horas delante de las pantallas de los dispositivos electrónicos que se están alterando sus capacidades emocionales y de relación con los demás. Aunque la tecnología ha mejorado en muchos aspectos sus condiciones de aprendizaje y sus posibilidades de comunicación, en general, ha disminuido su interacción con los otros. Y es en la interacción donde aprendemos a vivir y a convivir con los demás.

 

 

El neuropsiquiatra lo explica en el libro Nuevas miradas sobre la resiliencia: «El cerebro de las futuras generaciones es ya diferente. Los niños tienen diferentes formas de aprender. Las condiciones materiales nunca han sido tan buenas en general, mientras que las condiciones afectivas han empeorado. Cada vez se ven más niños y adolescentes en los que la empatía no se ha desarrollado. Niños que pueden desarrollar comportamientos más agresivos porque no se dan cuenta del mal que causan a los demás. Así nuestra cultura técnica, que mejora increíblemente los rendimientos de la comunicación, altera las capacidades de relación y emocionales. Los niños que se desarrollan ante la pantalla no comprenden las mímicas faciales y no serán capaces de saber cuándo el otro está contento y cuándo está enfadado, ni hasta dónde se puede llegar. Se pueden decir cosas malvadas que hieran la sensibilidad del otro, pero si tengo una empatía bien desarrollada me detendré, no me lo permitiré todo, porque podría dañar a la otra persona. Si no soy capaz de interpretar las mímicas faciales, entonces sigo sin darme cuenta de hasta qué punto puedo hacer daño. En el futuro corremos el riesgo de que se desarrollen personas cada vez más egoístas y narcisistas. Cuando se trata de egoísmo, sé lo que el otro quiere, aunque pasaré por encima de él. En el caso del narcisismo, no sé lo que el otro quiere, no pienso en ello, porque solo cuento yo».

 

En esta charla de “Aprendemos juntos”, Cyrulnik nos da las claves para fomentar la empatía en los niños.

Fuentes:

 

https://www.escuelainfantiltoys.com/204-2/

http://www.redsistemica.com.ar/melillo.htm

https://annafores.files.wordpress.com/2012/11/entrevista-a-cyrulnik-cuadernos-de-pedagogc3ada_pdf.pdf

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