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Cómo adquirir nuevos hábitos y mantenerlos en el tiempo_Centro de lateralidad y psicomotricidad Joëlle Guitart
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Cómo adquirir nuevos hábitos y mantenerlos en el tiempo

Susana Lladó - Lladó Comunicación 6 enero, 2020 Actualidad, Gestión de emociones, Hábitos

‘Hábitos atómicos’, el libro que nos enseña cómo adquirir nuevos hábitos

A la mayoría de las personas nos cuesta muchísimo adquirir nuevos hábitos que mejorarían significativamente tanto nuestra vida personal como la laboral. Coincidiendo con el inicio de cada nuevo año nos hacemos una lista de buenos propósitos y al cabo de unos días o unas cuantas semanas los abandonamos. ¿Por qué? James Clear ha escrito un libro ―Hábitos atómicos, publicado en España por la editorial Paidós― en el que explica los motivos y, sobre todo, enseña un método sencillo y eficaz, basado en investigaciones científicas, para conseguir cambiar este comportamiento. Resumimos algunas de las ideas más interesantes que el autor también explica en un podcast de Harvard Business Review.

Cómo adquirir nuevos hábitos y mantenerlos en el tiempo

Céntrate en los pequeños pasos, no en los grandes objetivos

James Clear afirma que una de las cosas que hacemos mal es centrarnos en los grandes objetivos en lugar de focalizar en los pequeños pasos que hay que dar para lograr esos grandes propósitos. Por ejemplo, si nos proponemos leer 30 libros durante 2020 y no tenemos adquirido el hábito de la lectura ―o lo hemos perdido― probablemente, este objetivo no es realista. En cambio, si nos ayudamos a construir el hábito de la lectura leyendo cada día unos pocos minutos, llegará un momento en que leeremos 30 libros al año. Hay que reducir la ambición de los hábitos a algo sencillo y fácil de hacer, ya que es clave establecer el hábito antes de que este pueda mejorarse o ampliarse.

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Trabajar la identidad

Cuando se habla de cambio de comportamientos, muchos autores proponen que uno se crea cosas positivas sobre sí mismo, aunque todavía no tenga pruebas de ello (convencernos de que tenemos la disciplina de un deportista, aunque hayamos dejado el gimnasio cada vez que nos hemos apuntado, por ejemplo).

A diferencia de estos autores, Clear nos propone una estrategia completamente diferente: preguntarnos primero qué tipo de persona podría lograr ese resultado; es decir, definir bien nuestra identidad y, después, enfocarnos en desarrollar pequeños hábitos que refuercen esa nueva narrativa sobre nosotros mismos porque, si nos vamos viendo cada día como ese tipo de persona que queremos ser, los resultados surgirán de manera natural.

Por ejemplo, si nos proponemos hacer 1 hora de ejercicio cada mañana antes de empezar a trabajar, pero nos cuesta madrugar, debemos ir introduciendo pequeños cambios en nuestro comportamiento hasta que consigamos cruzar el umbral invisible a partir del cual podamos comenzar a decirnos, “Pues, sí, puedo madrugar sin dificultad”. Y cada día, al levantarnos antes para hacer ejercicio, esa acción se convertirá en un voto más a favor del tipo de persona que nos hemos propuesto ser, hasta que esa persona ya sea una evidencia (no un deseo o algo fingido). En palabras de Clear: “Hay que dejar que el comportamiento lidere el camino. Comience por una flexión, si quiere hacer ejercicio; escribiendo una oración, si quiere escribir un libro; meditando un minuto, si quiere hacer meditación, etc., porque, al menos, en ese momento, uno no puede negar que es la clase de persona que no se salta el entrenamiento, que es un escritor o alguien que medita. Y, a la larga, ese objetivo se convierte en algo real, ya que el comportamiento responde a un cambio de identidad”.

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Los meta-hábitos de energía y los meta-hábitos de atención

Clear también explica que para estar en disposición de lograr adquirir prácticamente cualquier hábito conviene integrar primero dos categorías de meta-hábitos que nos allanarán el camino: la primera categoría, a la que él denomina hábitos de energía, está relacionada con todo lo que implica llevar una vida saludable: dormir las horas necesarias, seguir una dieta sana, aprender a reducir y gestionar el estrés, etc. Si nos sentimos bien, es mucho más probable que alcancemos el objetivo de un nuevo hábito.

La segunda categoría de meta-hábitos es la de los hábitos de atención. Casi todas las profesiones requieren llevar a cabo trabajos en los que los conocimientos y/o la creatividad son fundamentales. Ahora bien, las ideas suelen ser producto de lo que leemos y de todo aquello en lo que fijamos la atención. En otras palabras, lo que consumimos actúa como precursor de los pensamientos que tenemos. Al mejorar los hábitos de atención, también mejoran nuestras ideas: aumenta nuestra capacidad para innovar y nuestra creatividad, y, en consecuencia, nuestra productividad.

De la misma manera, al estar viviendo en una época de infoxicación, es fundamental que sepamos discriminar la información que queremos recibir: debemos tener la capacidad para filtrar los inputs, seleccionar bien a quién seguimos en LinkedIn, los artículos que leemos cada día, los libros a los que dedicaremos nuestro tiempo, etc., y reducir las distracciones (notificaciones de redes sociales, llamadas que podemos contestar cuando no estemos concentrados en algo importante, etc.).

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Los dispositivos de compromiso ayudan a adquirir nuevos hábitos

Clear pone un ejemplo muy ilustrativo sobre esta última recomendación. Cuando Víctor Hugo firmó el contrato para escribir Notre-Dame de París, el editor le entregó un anticipo del dinero pactado. Sin embargo, el escritor se pasó todo el año siguiente sin escribir, haciendo lo que hoy denominamos procrastinar, ya que le gustaba mucho hacer vida social.  Cuando el editor se enteró, le dio seis meses para entregar el manuscrito: si no lo recibía en ese plazo, le tendría que devolver el dinero. Víctor Hugo puso toda su ropa de vestir en un baúl y la sacó de su casa para no tener qué ponerse si le tentaba salir. Escribió la obra en cinco meses. Esto es lo que los científicos denominan dispositivo de compromiso: hacer que un hábito que nos cuesta se convierta en algo más atractivo. Quizá no te levantes a las 6 de la mañana para ir a correr solo, pero si te comprometes con un amigo para ir juntos, no le vas a hacer la faena de dejarlo plantado, ¿verdad?

Cómo consolidar un hábito

Para, en palabras de Clear, graduarse en un hábito, lo importante es mejorar un 1 % cada día. Los efectos de los hábitos se multiplican cuando los repetimos en el tiempo, de la misma forma que el dinero se multiplica mediante el interés compuesto. Dedicando tan solo 10 minutos de nuestro tiempo cada día a un nuevo hábito, lo vamos adquiriendo. Hay escritores, por ejemplo, que solo dedican media hora o una hora al día a escribir, y han publicado decenas de buenos libros.

Clear no ignora que cuando intentamos mantener la adquisición de un nuevo hábito pasamos casi siempre por una fase crítica. Por este motivo es crucial que nos lo pongamos lo más fácil posible y nos lo presentemos a nosotros mismos como algo conveniente. De hecho, la conveniencia es la razón por la que nos apegamos a los malos hábitos: solemos verlos como más beneficiosos para nosotros (al menos, a corto plazo).  “Si tienes buenos hábitos, el tiempo se convierte en tu aliado. Solo hay que ser paciente. Pero si tienes malos hábitos, el tiempo se convierte en tu enemigo“, afirma Clear.

En resumen, para adquirir nuevos hábitos, debemos entender un propósito como un punto de inicio, no como una meta; como un objetivo que responde a la nueva identidad que queremos construirnos gradualmente. Si conseguimos automatizar los pequeños pasos que este cambio requiere, cada nuevo paso actuará como una rampa hacia la consolidación del hábito.

La lateralidad cruzada y el miedo a hablar en público_Centro de laetralidad y psicomotricidad Joëlle Guitart
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La lateralidad cruzada y el miedo a hablar en público

Susana Lladó - Lladó Comunicación 16 septiembre, 2019 Ansiedad, Concentración, El trastorno de lateralidad, Emociones, Gestión de emociones, Lateralidad cruzada o heterogénea, Memoria, Terapia de lateralidad

A la mayoría de las personas nos provoca ansiedad hablar en público. La perspectiva de tener que hacer una exposición delante de otros nos causa cierto temor y angustia, lo cual es normal si el malestar no es excesivo: la ansiedad es una respuesta de anticipación positiva que evolutivamente nos ha permitido sobrevivir como especie y que, si no sobrepasa ciertos umbrales, actúa a nuestro favor a la hora de superar las situaciones y retos que nos vamos encontrando en la vida. El problema surge cuando esta emoción nos supera y el miedo puede llegar a convertirse en una fobia. Asimismo, es relativamente frecuente que las personas con dificultades de lateralidad, además, vivan estas situaciones como una amenaza por el miedo a quedarse bloqueados.


La sintomatología fisiológica y la cognitiva se van retroalimentando mutuamente: cuantos más pensamientos negativos se tienen, más aumenta el malestar físico, y cuantos más síntomas físicos se presentan, más nerviosa se pone la persona.

Sintomatología previa asociada al miedo a hablar en público

«Cuando se tiene miedo a hablar en público, los síntomas más habituales son la sudoración, temblores, ansiedad, mareos o/y dolor de barriga, aunque también se presenta una sintomatología cognitiva: la persona empieza a tener pensamientos catastrofistas que, la mayoría de las veces, no son racionales, y también puede haber una disminución de la concentración y de la memoria. La sintomatología fisiológica y la cognitiva se van retroalimentando mutuamente: cuantos más pensamientos negativos se tienen, más aumenta el malestar físico, y cuantos más síntomas físicos se presentan, más nerviosa se pone la persona», nos explica el psicólogo de nuestro centro Luis Elías.

Por tanto, es necesario distinguir cuándo la ansiedad entra dentro de lo normal y cuándo no, cuándo hablamos de miedo, cuándo de preocupación y cuándo de fobia. «Hablamos de fobia cuando la reacción es excesiva, cuando la respuesta a la situación es desproporcionada. Por ejemplo, si un adolescente tiene que hacer una exposición de 15 minutos en clase y su sintomatología es tan aguda que intenta evitar hacer esa presentación, probablemente, estemos delante de una fobia. En cambio, si un adulto empieza a sentirse mal antes de dar una conferencia ante quinientas personas en un fórum mundial, esto entraría dentro de lo normal», señala Elías.

Otros marcadores de una posible fobia son la persistencia en el tiempo del malestar agudo, que este malestar fisiológico y emocional sea incontrolable y el hecho de que el miedo sea irracional: es decir, cuando la persona no puede explicar por qué siente miedo o cuando, a pesar de la sintomatología aguda y de la evitación, ni siquiera es consciente de que hablar en público le produce miedo.

El miedo a hablar en público se supera siempre a través de la aceptación, no del rechazo o de la evitación. Hay que aceptar que estas situaciones provocan una activación en nosotros y normalizar los nervios.

Los errores habituales a la hora de intentar controlar el miedo

La mayoría de las personas tratan de esquivar el miedo intentando controlar los síntomas y creen que dejarán de sentirlo si no piensan en él. Hacen ejercicios de respiración contraproducentes, se cogen la mano para que no tiemble, etc. «Esto solo aumenta la sintomatología, ya que la persona está poniendo su atención en los pensamientos que la provocan», prosigue el psicólogo.

Otro error muy común es la evitación: como no saben gestionar estas situaciones, hacen lo posible para no enfrentarse a ellas. Esta conducta evitativa es perjudicial a cualquier edad, no solo en la edad escolar. En el ámbito laboral, los adultos delegan en colegas responsabilidades que representan oportunidades profesionales para progresar en su empresa, por ejemplo, y se degradan dentro del organigrama al dejar que otros asuman sus funciones.

La lateralidad cruzada y el miedo a hablar en público_Centro de laetralidad y psicomotricidad Joëlle Guitart

Cuanto más se evita hablar en público, más se enquista el miedo a hacerlo, ya que cada vez cuesta más gestionarlo. «Si un directivo tiene una reunión con la junta cada 15 días, aunque vaya encontrando excusas para no asistir, llegará un momento en que tendrá que ir. En ese punto, ya será muy difícil que pueda gestionar la ansiedad. El miedo a hablar en público se supera siempre a través de la aceptación, no del rechazo o de la evitación. Hay que aceptar que estas situaciones provocan una activación en nosotros y normalizar los nervios», apunta Elías.

Cómo se trabaja en terapia el miedo a hablar en público

En terapia se trabajan los aspectos emocionales y cognitivos relacionados con el miedo a hablar en público. Y, una vez se ha avanzado en estos aspectos, se realizan técnicas de actuación para simular un entorno parecido al que se puedan encontrar los pacientes en situaciones reales.

Respecto al trabajo emocional, se trata de que el paciente identifique las emociones que siente en estas situaciones y que pueda darles significado.

Respecto al trabajo emocional, se trata de que el paciente identifique las emociones que siente en estas situaciones y que pueda darles significado. «Hay personas que dicen sentir miedo cuando, en realidad, lo que sienten es preocupación. O están muy preocupadas por sentir una emoción que es normal sentir cuando se tiene que hablar en público. Por ejemplo, hay pacientes que asocian el estrés exclusivamente a un estado negativo y no saben que es un mecanismo que tenemos las personas para poder afrontar situaciones con una mayor concentración, si sabemos cómo gestionarlo. Cuando se lo explicas y entienden por qué se activa este mecanismo, se tranquilizan», añade Elías.

También se trabaja la autoestima para disminuir el peso que suelen darle a la opinión que los demás puedan tener de ellos. Si uno se siente preparado y con sus fortalezas más sólidas, este temor a lo que puedan pensar los otros disminuye.

Las sesiones de role playing en grupo son muy eficaces para que los pacientes puedan experimentar en un entorno de seguridad, simular situaciones diversas que pueden encontrase en casos reales, comentar posteriormente las sensaciones y pensamientos que se presentan y trabajarlos con el especialista.

Otro punto muy importante que se trabaja en las sesiones es la relativización de las consecuencias: al paciente se le hace pensar en las consecuencias más graves que podría tener una presentación en público catastrófica. Este ejercicio les sirve para ser conscientes de que la intensidad del miedo que sienten es desproporcionada respecto a las consecuencias reales, incluso en el peor de los casos. Asimismo, también se trabaja en relativizar la importancia de la opinión que los otros se puedan formar sobre uno.

Aprender a cambiar los pensamientos desadaptativos por otros adaptativos también es fundamental: los pensamientos catastrofistas o desadaptativos suelen ser bastante irracionales, pero, a la vez, están relacionados con aspectos más profundos de la personalidad que hay que trabajar. Son pensamientos relacionados con cómo nos perciben los demás, el miedo a quedarse en blanco, a hacer el ridículo, etc.

Del mismo modo, se trabajan las habilidades cognitivas involucradas en hablar en público que constituyen ítems de la lateralidad ―como la concentración, la memoria, la atención, la retención y la expresión verbal― para fortalecer estas capacidades y disminuir el riesgo de los bloqueos. Cuanto más segura se siente una persona, más aumenta su autoestima y, por tanto, también su tranquilidad para gestionar el estrés que supone hablar en público.

Finalmente, las sesiones de role playing en grupo son muy eficaces para que los pacientes puedan experimentar en un entorno de seguridad, simular situaciones diversas que pueden encontrase en casos reales, comentar posteriormente las sensaciones y pensamientos que se presentan y trabajarlos con el especialista.

Si quieres hacernos una consulta sobre este tema, no dudes en ponerte en contacto con nuestro centro

Cuando las Navidades suponen sufrimiento o malestar
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Cuando las Navidades suponen sufrimiento o malestar

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 13 noviembre, 2017 El trastorno de lateralidad, Gestión de emociones 0

Nuestra sociedad anticipa la llegada de las Navidades con todo un despliegue de recursos que suscitan, y responden, a la ilusión y a la alegría de una parte de la población: calles iluminadas ad hoc, comercios repletos de adornos para captar nuestra atención, villancicos sonando aquí y allá, anuncios publicitarios cargados de emotividad, felicitaciones y mensajes bienintencionados recorriendo las redes sociales…Da la sensación de que se acercan unas fechas en las que todo tiene que ser perfecto o, cuanto menos, que las reuniones familiares, los regalos que hacemos y recibimos, así como el ambiente reinante van a responder a las expectativas. Sin embargo, todo este ambiente festivo no anticipa para todos sentimientos y sensaciones satisfactorios: a algunas personas la llegada de las Navidades les produce desasosiego, angustia, ansiedad, temor, tristeza, etc. Hoy dedicamos nuestro artículo a cuando las Navidades suponen sufrimiento y malestar.

 

Navidades y familia

Cuando las Navidades suponen sufrimiento o malestar

Respecto a las reuniones familiares, muchos temen los conflictos que en ellas pueden surgir; ya sean conflictos históricamente enquistados que pueden volver a activarse con los reencuentros u otros nuevos. Es un hecho que no escogemos a la familia y también lo es que no todo el mundo tiene una buena relación con cada uno de los miembros. No obstante, estas fechas suelen reunir a toda la familia, con las discrepancias que pueda haber, y se acude a las comidas y cenas para no provocar conflictos, para no sentirse culpable o para no tener que recibir críticas.

Las Navidades también ponen en evidencia las ausencias: recordamos a las personas que nos han dejado, rememoramos cómo era nuestra vida cuando todavía estaban presentes o pensamos en cómo sería si todavía estuvieran entre nosotros.

Los sentimientos que estas circunstancias nos provocan no son satisfactorios, pero esto no significa que sean anormales o malos. Se trata de una realidad, la de cada persona, y no deberíamos negarla. A pesar de que la sociedad nos lanza el mensaje de que en unas Navidades ideales uno tiene que estar rodeado de gente y de que no hay cabida para la soledad, cada persona debería poder sentirse libre para decidir sobre este aspecto, sin sentirse condicionada por la presión familiar y/o social.

 

Navidades y consumo

Cuando las Navidades suponen sufrimiento o malestar_Centro de lateralidad y psicomotricidad Joëlle Guitart

El consumismo navideño es otro hecho que está presente en nuestras vidas. Damos por sentada la obligación de hacer regalos, e incluso de gastar más de lo que nos podemos permitir, para demostrar nuestro afecto a los otros. «Regalar» y «querer» no deben confundirse.

Es normal que los niños, cuando escriben su carta a los Reyes Magos o a Papá Noel, pidan con ilusión todo tipo de regalos, sin límites. Estas fechas son una buena ocasión para hablar con los más pequeños, escuchar sus deseos y hacerles pensar en lo que realmente quieren, ya que «más» no significa necesariamente «mejor». Este ejercicio permitirá a los padres pasar un tiempo con sus hijos y enseñarles a priorizar. Muchos profesionales coincidimos en que hay niños que reciben demasiados regalos por Navidad y, por esta razón, dirigen su atención a unos y olvidan enseguida el resto. Es bueno centrar su ilusión e incluso sorprenderles con un regalo que sepamos que les va a gustar y que no hayan pedido.

 

Navidades y expectativas personales

Cuando las Navidades suponen sufrimiento o malestar

Las Navidades suelen representar un punto de inflexión: hacemos balance del año que está a punto de concluir y realizamos una serie de propósitos para el que viene.  Si nuestras expectativas eran demasiado altas y/o somos personas muy exigentes, probablemente experimentemos sentimientos de frustración que deberemos gestionar de la mejor manera posible. Quizá tengamos que exigirnos menos y entender que hacer lo que se puede es suficiente. Es bueno establecer nuevas metas, pero estas deben ser realistas.

En conclusión, las Navidades ideales no existen: cada uno las vive de la mejor manera posible y conllevan sentimientos de felicidad, pero también ansiedad, tristeza y frustración. Entender y aceptar estas emociones es el primer paso para poder superar estas fechas de una manera psicológicamente saludable. De hecho, es habitual que en consulta, y específicamente en esta época del año,  afloren estas emociones removidas, haciéndose necesario trabajarlas durante las sesiones de terapia.

 

Si queréis hacernos una consulta sobre este tema, podéis poneros en contacto con nuestro centro.

Entrevista al psicólogo Luis Elías Llorens, especialista en la gestión de emociones y terapeuta de niños con problemas de motricidad
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Entrevista al psicólogo Luis Elías Llorens sobre las emociones en los niños con problemas de motricidad

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 3 noviembre, 2016 El trastorno de lateralidad, Gestión de emociones, Motivación, Terapia psicomotriz 0
Por Susana Lladó

 

Todos los niños y adolescentes, al igual que los adultos, tienen, en mayor o menor medida, conflictos emocionales. Sin embargo, los niños y adolescentes con problemas de motricidad viven una serie de experiencias en su día a día de las que se derivan problemas emocionales muy específicos y comunes a todos ellos, dado que la motricidad no solo afecta a la condición física de la persona, sino que también repercute en el desarrollo psicológico y social.

Hoy entrevistamos al psicólogo infanto-juvenil Luis Elías Llorens, del Centro de Lateralidad y Psicomotricidad Joëlle Guitart, para que nos explique en qué consisten estos problemas motrices y emocionales, y cómo se tratan y superan en terapia.

 

“Validar las experiencias del niño le ayuda a construir adecuadamente su identidad”

 
¿Todos los niños con dificultades motrices son niños con trastorno de lateralidad?

Los niños o adoslescentes con trastorno de lateralidad suelen presentar dificultades de tipo motriz, pero en el centro también tratamos a pacientes con problemas motrices que tienen su etiología en otra causa, como por ejemplo el retraso en el desarrollo psicomotor (aprendizaje de la lecto-escritura después de los seis años, control de esfínteres después de los tres años, saltar con pies juntos después de los cuatro años, etc.). Sea cual sea la causa, el hecho de tener dificultades motrices provoca que se desencadenen conflictos emocionales en el niño.

 

¿De qué tipo de conflictos emocionales hablamos?

Estos niños y adolescentes suelen tener problemas de confianza, autoestima, inseguridad, comunicación, ansiedad, apatía e identidad. Todos estos conflictos, a su vez, se convierten en un obstáculo para superar los problemas motrices. Entran en una dinámica que hay que romper mediante la terapia adecuada.

 

Vayamos por partes. ¿Por qué tienen problemas de confianza?

Se ven como los “raros” porque suelen hacer las cosas “mal”. Como además de los problemas de movimiento tienen problemas de concentración y abstracción (hablar del sentido de las cosas de forma abstracta), e incluso dificultades para la expresión oral y escrita, se sienten por debajo de la normalidad. Cuanto más incrementan esta concepción de sí mismos, que es irreal, más desconfianza van desarrollando hacia los demás, ya que tienen miedo a ser juzgados.

 

“El niño debe poder ser niño, equivocarse y aprender. Un niño no nace adulto”

 

¿De ahí la inseguridad?

Sí, se va incrementando, y por eso desisten de aprender cosas nuevas. Dejan de esforzarse, de preguntar y comunicarse. Si yo sé que al decir o hacer algo se me va a juzgar, que me voy a sentir mal ante la respuesta del otro o incluso que se me va a insultar tildándome de tonto (en el ámbito escolar, por ejemplo), dejaré de expresarme. La comunicación se ve afectada.

 

Hemos llegado a la apatía

Exacto.  Están en una etapa en la que deberían tener intereses nuevos y, en cambio, no los tienen. Predomina un desinterés general que está directamente relacionado con esa capacidad mermada que, en realidad, no se corresponde con el potencial que tienen.

 

¿A qué punto les conduce esta situación?

A una crisis de identidad. El niño ve cómo se van empobreciendo sus relaciones interpersonales con otros niños de su edad, e incluso con los adultos, ya que la comunicación en el ámbito familiar, por ejemplo, también disminuye: no comunican sus experiencias y esto les impide tener un feedback de lo que están viviendo.

…

En muchos casos, nos encontramos con niños que sufren una gran ansiedad y problemas depresivos.

 

“La infancia y la adolescencia son las etapas en las que construimos nuestra identidad y la forma en la que nos vamos a relacionar en el futuro”

 
De acuerdo. Vayamos a las soluciones. ¿Cómo se rompe está dinámica a través de la terapia?

Hay tres puntos que son clave para crear un entorno positivo que nos permita trabajar estos aspectos con el niño (tanto los aspectos motrices como los emocionales) para que se sientan con la confianza suficiente como para empezar a expresarse y a aprender; siendo conscientes de que este ambiente de apoyo pasa por, al principio, no forzar al niño a que se exprese si no quiere. El vínculo de confianza se establece paulatinamente.

 

¿Cuál es el primer punto?

Trabajar su potencial, de forma progresiva, para que vayan viendo que sí son capaces de mejorar sus capacidades motrices. En cuanto ven un progreso en este sentido, también mejoran en su autoestima. Cuanta más seguridad adquieren en sí mismos, más crece su motivación e interés. Se establece una relación directa. Van perdiendo el miedo a equivocarse.

 

¿Y el segundo?

No juzgar negativamente, ni de forma autoritaria, lo que estos niños puedan hacer mal o estén entendiendo de manera equivocada. Hay que hacer justo lo contrario: hay que validar sus experiencias.

 

¿Qué significa “validar sus experiencias”?

Cuando un niño o adolescente explica algo sobre sus experiencias que juzgamos internamente como erróneo, no debemos decirle que está mal y empezar a explicarle lo que debería hacer o cómo debería sentirse. Hay que hacer una validación de su experiencia: dar importancia y sentido a lo que él está viviendo en ese momento. Esto es lo que el niño espera: que “recojamos” el esfuerzo que haya podido representar para él hacer lo que ha hecho; recoger ese sentimiento, esa emoción que pueda estar experimentando y, desde esa validación, hacer una reeducación, explicarle cómo debería haber hecho las cosas.

 

“Debemos dar sentido y contención emocional a lo que experimenta el niño”

 

¿Cómo deberíamos hacerlo?

Consiguiendo que el niño sienta que le estamos escuchando, que damos importancia a lo que nos explica, porque para él la tiene. Lo vive como algo importante. Quizá, nosotros, como adultos, sabemos que no lo es, y que el niño lo vive así por inmadurez emocional o desconocimiento, pero lo importante es que él lo está viviendo así. Tenemos que conseguir que sienta nuestra empatía.

 

Pero ante determinadas situaciones es difícil para los padres hacer ese ejercicio

Por muy mal que nos suene lo que nos expliquen, y a no ser que pueda tener una consecuencia directa que afecte a su salud, en cuyo caso habría que intervenir, hay que evitar el juicio.

Como adultos, debemos validar las experiencias de los niños: dar importancia a lo que están experimentando emocionalmente. Esta actitud contribuye a que construyan adecuadamente su identidad.

 

El niño debe poder ser niño

El niño debe poder ser niño, equivocarse y aprender. Un niño no nace adulto.

 

De otro modo, se rompe la comunicación

Sí, suele haber una presión por parte de la familia porque proyectamos estereotipos. Algunos padres proyectan el futuro que desean para sus hijos: el niño lo tiene que aprobar todo, va a estudiar tal carrera, etc. Lo han visualizado así, en lugar de entender que son niños que tienen dificultades, que, como todos, van a cometer errores, y que quizá van a recorrer el camino del aprendizaje con más lentitud, pero de una manera más eficiente y con mejores resultados.

 

La comunicación en casa es fundamental

Es una pieza clave. Me refiero a la comunicación de las emociones, no de las cosas banales. En terapia lo vemos: hay niños que explican lo que han hecho durante el día o sus planes con los amigos para el fin de semana, pero se bloquean cuando entramos en el “cómo me siento”. Ahí es donde aparecen las barreras: temen quedar expuestos. A veces, también puede suceder que, por sus propios miedos, ni siquiera se hayan planteado la pregunta.

Cuanto más puedan expresarse, más van a normalizar sus dificultades y más van a conseguir romper los prejuicios con los que, a menudo, se topan en el sistema escolar; los prejuicios relacionados con sus propias dificultades motrices o psicomotrices, o los derivados de un trastorno de lateralidad no tratado.

 

“Cuando el niño no puede canalizar sus emociones (expresarlas) y no tiene acompañamiento para analizar las negativas, se vuelve un niño problemático”

 
¿Qué le ocurre al niño cuando se rompe la comunicación?

La infancia y la adolescencia son las etapas en las que construimos nuestra identidad y la forma en la que nos vamos a relacionar en el futuro, en nuestro puesto de trabajo, con la familia, la pareja, los amigos, etc. El desamparo comunicativo del niño puede fomentar que acoja herramientas que son perjudiciales para él, pero que son las que le permitirán sobrevivir.

 

¿Con qué consecuencias?

Cada niño reacciona de una manera distinta: puede que se anule como persona, que se convierta en un niño agresivo, que desarrolle un trastorno alimentario, etc. Por esto es tan importante que se expresen: al expresarse alivian la angustia, y podemos “contener” sus emociones negativas. Cuando el niño no puede canalizar sus emociones (expresarlas) y no tiene acompañamiento para analizar las emociones negativas, se vuelve un niño problemático.

 

Mencionaba la agresividad hacia los otros como una posible reacción

Si el niño no tiene herramientas emocionales, desarrolla defensas para hacer frente a la vida. Una de estas herramientas puede ser la agresividad, lo vemos con frecuencia en el llamado bullying o acoso escolar: como yo no quiero ser lo que me están haciendo o lo que veo en otro niño intento destruirlo con agresividad.

 

Nos habíamos quedado en el tercer punto

Son los refuerzos positivos. Hay que dar espacio al niño para que experimente, y cuando esta experiencia es positiva para él, hacerle un refuerzo positivo. De esta manera, ganan confianza, autonomía, capacidad de tomar decisiones y conciencia de sus propias capacidades y habilidades, así como de que la terapia le está ayudando a mejorar sus capacidades psicomotrices.

 

“Al darle un sentido, el logro pasa a formar parte de su personalidad”

 

¿Cómo se hace el refuerzo?

Cuando el niño expresa sus emociones hay que decirle “Muy bien. ¿Ves cómo has podido expresar aquello que decías que no podías o no sabías expresar?”. Puede tratarse de la expresión de un miedo (yo no puedo hablar con chicas, esto no me va salir bien, no voy a jugar al futbol en el patio porque me dicen que no juego bien, etc.) o bien de la expresión de un logro (hoy he jugado al fútbol y me lo he pasado bien). En este último caso, hay que darle mucha importancia a esa vivencia y ayudarle a que sea consciente de ella para que no se siga instalando el pensamiento negativo.

 

Póngame otro ejemplo

A los niños con TDHA les cuesta mantener la atención. Cuando en terapia son capaces de sostenerla, les hacemos conscientes de su logro. Esto les ayuda a seguir progresando. Es una cadena: como tienen la experiencia de que pueden lograrlo, lo siguen intentando, se sienten mejor emocionalmente y, además, le hemos dado un sentido en terapia, no ha quedado en el aire. Al darle un sentido, el logro pasa a formar parte de su personalidad.

 

¿Cómo se trabaja en terapia la comunicación con los padres?

En terapia fomentamos la comunicación en ambos sentidos: para que los niños puedan ser comprendidos por los padres y para que, a su vez, los niños también comprendan a los padres.

En muchas ocasiones se da una situación paradójica: cuando los niños tienen un problema que les hace sentir mal, no acuden a la persona o personas que más quieren; en cambio, cuando les preguntamos qué harían si les ocurriera algo y tuvieran que llamar a alguien, contestan, que llamarían a su padre o a su madre.

 

Por último, ¿la terapia es grupal?

Normalmente, sí, a no ser que por algún motivo se considere que es mejor trabajar con el niño individualmente. Es muy positivo para ellos que la terapia sea en grupo. Los que hace poco que se han incorporado ven que los que llevan más tiempo cuentan sus experiencias y sentimientos con normalidad, a pesar de que tienen problemas parecidos a los suyos, y esto les ayuda a sentirse cómodos y a abrirse. En terapia expresan lo que no expresan en otros ámbitos.

 

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