Centro de lateralidad y psicomotricidad Joëlle Guitart
  • El trastorno de lateralidad
    • Qué es la lateralidad
    • Qué es el trastorno de lateralidad
    • Sintomatología
    • Cómo afecta a nuestra vidas
  • Diagnóstico y terapia
  • El equipo
  • El centro
  • Confinamiento Covid-19: psicoterapia emocional
  • Blog
  • Contacto
  • Español
  • El trastorno de lateralidad
    • Qué es la lateralidad
    • Qué es el trastorno de lateralidad
    • Sintomatología
    • Cómo afecta a nuestra vidas
  • Diagnóstico y terapia
  • El equipo
  • El centro
  • Confinamiento Covid-19: psicoterapia emocional
  • Blog
  • Contacto
  • Español
La frustración en las personas con lateralidad cruzada
Link Enlarge

La frustración en las personas con lateralidad cruzada

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 24 febrero, 2020 El trastorno de lateralidad, Emociones, Habilidades de comunicación, Lateralidad cruzada o heterogénea, Terapia de lateralidad

La psicóloga de nuestro centro Meritxell Pujol nos explica en este artículo qué es la frustración, por qué es tan importante aprender a tolerarla, los motivos por los que las personas con lateralidad cruzada se enfrentan a menudo a este sentimiento y cómo se trabaja en terapia.

Tanto si la frustración genera sentimientos negativos hacia uno mismo, como si los genera hacia los demás, es fundamental aprender a tolerarla para reducir el estrés que nos provoca.

¿Qué es la frustración?

La frustración es una respuesta emocional de impotencia que surge cuando no conseguimos aquello que deseamos. En función de nuestra personalidad, de la situación concreta y de las experiencias vividas anteriormente, las personas reaccionamos de muy diversas maneras ante este sentimiento: podemos experimentar diferentes emociones, como enfado, tristeza, decepción, etc.

Necesitamos aprender a tolerar la frustración

En algunos casos, estas emociones asociadas a la frustración pueden estar dirigidas hacia nosotros mismos. Por ejemplo, una persona puede enfadarse consigo misma y que este enfado vaya acompañado de un sentimiento de culpa e infravaloración de las propias capacidades. En cualquier caso, tanto si la frustración genera sentimientos negativos hacia uno mismo como si los genera hacia los demás, es fundamental aprender a tolerarla para reducir el estrés que nos provoca. Y cuando hablamos de aprender a tolerar la frustración, nos referimos a la capacidad de cada individuo de sobrellevar estos sentimientos que provocan malestar. Para ello, las personas nos valemos de nuestro equilibrio emocional y de los recursos personales de los que disponemos; recursos que, si no se tienen, se pueden adquirir mediante experiencias reeducativas.

Para aprender a gestionar la frustración, la clave es comprender cómo la vivimos: ver si este sentimiento es transitorio y nos impulsa a volver a intentar aquello que nos proponemos para conseguir nuestros objetivos o si, por el contrario, nos paraliza y se llega a crear un patrón de conducta de evitación respecto a la actividad asociada, por ejemplo.

La frustración en las personas con lateralidad cruzada

Debemos poder detectar si esta frustración es transitoria (en este caso el niño podrá seguir persistiendo) o si la está viviendo como una desvalorización de sí mismo, en cuyo caso su autoestima quedará minada.

Aunque las dificultades a las que se enfrentan en su día a día las personas con lateralidad cruzada pueden variar en función del número de cruces de lateralidad que tengan y de sus circunstancias personales, la mayoría de ellas tienen problemas con la orientación espacial, la organización temporal, el pensamiento lógico y la capacidad de abstracción. Esta problemática puede causar dificultades a la hora de comprender los conceptos lógicomatemáticos, dificultades en la lectoescritura, así como dificultades para organizarse las tareas. Y estas dificultades no solamente las viven continuamente, sino que a diario les exigen hacer un sobresfuerzo para superarlas, por lo que es natural que aparezca la frustración. Pensemos en un niño al que le cuesta leer. Cada día, en la escuela, vive numerosas situaciones que le exigen un esfuerzo mayor que el que deben hacer sus compañeros. En alguna de estas situaciones aparecerá la frustración. Y es entonces cuando debemos poder detectar si esta frustración es transitoria (en este caso el niño podrá seguir persistiendo) o si la está viviendo como una desvalorización de sí mismo, en cuyo caso su autoestima quedará minada. En este mismo contexto también podríamos detectar niños enfadados que pueden llegar a expresar este enfado con rabia y agrediendo a otros niños, por ejemplo, sin entender qué les está pasando.

Recuerdo el caso de una niña que solía molestar a sus compañeros en clase pegándoles o llamando su atención de maneras inadecuadas. En las sesiones observamos que tenía una gran dificultad en la organización espacial. Esto le hacía toparse con dificultades en el dibujo, en los ejercicios de simetría, coordinación, etc. Al principio de la terapia, cuando se frustraba, lo pasaba muy mal. Tiraba el lápiz y pedía ayuda adoptando una actitud infantil, como de lloro, y después molestaba a sus compañeros porque le hacía sentirse mal ver que ellos sí conseguían hacer bien lo que a ella no le salía. Con ayuda y tiempo pudo ir tolerando estos fracasos al comprobar por sí misma su evolución y comprender que sus dificultades no eran permanentes. También pudo entender sus emociones y expresarlas de una manera no agresiva con sus compañeros, de modo que sus relaciones en el colegio mejoraron mucho. Este cambio en la gestión de sus emociones también repercutió en la comunicación con su familia: sus padres habían verbalizado en consulta que en casa solía estar casi siempre enfadada y esta situación fue mejorando.

En el centro vemos a menudo casos similares a este: niños que viven enfadados porque no saben sobrellevar las frustraciones en su vida cotidiana. Y también observamos pautas muy similares en los pacientes adultos con lateralidad cruzada que se enfrentan a las mismas dificultades, salvo que en otros contextos.

La frustración en las personas con lateralidad cruzada

Como se trabaja en terapia la tolerancia a la frustración

En las terapias que realizamos en nuestro centro trabajamos proponiendo diferentes ejercicios que, normalmente, están pensados para trabajar una dificultad en particular. El hecho de que estas dificultades se trabajen mediante ejercicios específicos en un ambiente reeducador que el paciente siente como seguro es fundamental, ya que es lo que posibilita que la persona pueda cambiar la manera de interpretar las cosas.

En este entorno que se percibe como seguro, podemos ayudar, por ejemplo, a calmar a un niño que se frustra enseguida, enseñarle a gestionar sus emociones y animarle a que siga persistiendo en sus intentos. Cuando finalmente logra realizar algo que le costaba, valoramos muy positivamente estos logros, reforzando su autoestima. A base de repetirse estas situaciones, el niño acaba aprendiendo a reinterpretar el fracaso: aprende que no es algo irresoluble y, en consecuencia, también aprende a tolerarlo mejor cuando se presenta porque ha experimentado que, con esfuerzo, puede superar los obstáculos.

Por lo tanto, la actividad terapéutica que se lleva a cabo en las sesiones no solo va dirigida a trabajar los ítems de lateralidad (por ejemplo, la lectura), también tiene como objetivo reeducar la respuesta ante las dificultades. Por este motivo es tan importante la relación que se establece entre el paciente y el terapeuta.

Podríamos estructurar esta actividad terapéutica en dos etapas:

  • Es primordial que el paciente aprenda a identificar sus emociones, lo cual no es tan sencillo como se podría pensar. A veces cuesta mucho saber cómo nos sentimos realmente ante el fracaso, solo sabemos que nos sentimos mal, que nos notamos nerviosos o, simplemente, nos fijamos en cómo se manifiesta el malestar en nuestro cuerpo (que dormimos más horas, que comemos más o menos de lo habitual o menos, etc.). Hay que poder identificar bien las emociones que experimentamos ante la frustración, así como el pensamiento al que va asociado el malestar (si se da o no una desvalorización). En las sesiones ayudamos a poner palabras a esas emociones que, a veces, son tan confusas.
  • El siguiente paso es poder expresar estas emociones de una manera adecuada, verbalizándolas y poniéndoles nombre. El hecho de entender cómo nos sentimos y conectar con nosotros mismos hace que se modifiquen las conductas derivadas de nuestro malestar, como la irritabilidad o la agresividad.
El problema con la frustración surge cuando no podemos conectar con el malestar que nos produce.

Hasta ahora, me he centrado en explicar que durante los ejercicios que realizamos en las sesiones surgen oportunidades para que los pacientes se enfrenten a estas situaciones y puedan trabajar su respuesta emocional en ese momento. No obstante, no es la única manera en la que trabajamos. En algunas ocasiones, son los propios pacientes los que exponen durante la sesión experiencias que han vivido. Por ejemplo, recuerdo el caso de una niña que explicó que en el colegio se había sentido muy mal al no saberse una tabla en la que se indicaba el hábitat de una serie de animales. Lo primero que hice como terapeuta fue valorar muy positivamente el hecho de que hubiera podido decirlo, ya que contactar con este tipo de emociones y sentimientos nos hiere. No es fácil. Después, identificamos que su emoción era de tristeza y que esta se debía a que ella pensaba que “los demás sabían más que ella”.  Lo que sucedió a continuación fue que otros niños del grupo de terapia también pudieron expresar cómo se sentían ellos ante situaciones similares y la ayudaron a ver que estas emociones de frustración son normales y que las experimentamos todos.  Después, todo el grupo se planteó qué podría mejorar la vivencia de la niña. Ella propuso que le podría pedir ayuda a su padre cuando volviera a casa y estudiar un poco más la tabla juntos. Cuando esta paciente regresó a terapia una semana después, se mostró muy contenta de haberlo hecho, ya que el padre la había calmado relativizando la situación. Aprendió que, simplemente, le llevaba más tiempo que a otros niños aprender esa tabla, pero que lo podía conseguir.

El problema con la frustración surge cuando no podemos conectar con el malestar que nos produce. Esto es lo que le ocurría a una paciente de 18 años que tenía serias dificultades para organizarse el tiempo de estudio. En su caso, esto le provocaba un gran malestar porque después se sentía culpable por no haber aprovechado bien el tiempo y suspender. En esta paciente se daba un patrón de retroalimentación: cuanto menos estudiaba, peor se sentía y menos ganas tenía de estudiar, ya que era incapaz de afrontar las emociones que experimentaba ante sus dificultades.

Durante la terapia trabajamos sus emociones y pudo expresar que cuando estudiaba se sentía “tonta” al no entender lo que leía. Se frustraba y acababa dejándolo y pasando a hacer una actividad más placentera, como ver la televisión o salir con los amigos. Este punto es otro de los aspectos que conviene trabajar respecto a la tolerancia a la frustración: se debe aprender a gestionarla para no caer en la procrastinación; es decir, para no abandonar lo que nos cuesta y nos proporciona una satisfacción a largo plazo en favor de actividades más placenteras que nos proporcionan una satisfacción inmediata.

La integración y retención de la información en adultos
Link Enlarge

La integración y retención de información en adultos

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 27 enero, 2020 El trastorno de lateralidad, Integración y retención de información, Lateralidad, Lateralidad cruzada o heterogénea, Memoria, Terapia de lateralidad

Por Susana Lladó

Vivimos en un escenario laboral en permanente cambio que requiere perfiles flexibles con capacidad para adaptarse rápidamente a los nuevos desafíos, a nuevos grupos de trabajo y a los avances continuos en tecnología. En este escenario, es imprescindible ser capaz de integrar y retener información nueva continuamente. Sin embargo, esta capacidad cognitiva es, precisamente, una de las que tienen afectada las personas con problemas de lateralidad. El psicólogo Luis Elías nos explica cómo se trabaja este aspecto en terapia, sobre todo, con los pacientes adultos.

Si tienes un mal concepto de ti mismo, estás tan cohibido en el ámbito laboral que pierdes la capacidad de integrar bien la información

 

Me comentabas que tienes pacientes que trabajan, por ejemplo, en el ámbito de la consultoría y que tienen serios problemas para integrar y retener la información, algo esencial para el buen desempeño de sus responsabilidades

Sí, así es. Uno de ellos, al inicio de la terapia, me explicó que cuando le hablaban en la oficina, no sabía lo que le decían, no lo entendía.

 

Complicado y duro. ¿Retrocedemos? ¿Cómo funciona el proceso de integración y retención de la información?

En el proceso de integración (recopilación) y retención (memoria) cognitiva de la información, primero se integra la información y después se retiene.

 

Este proceso, ¿se produce igual en todas las personas?

En los niños y jóvenes es mucho más sensorial que en los adultos porque todavía no son tan porosos a una serie de condicionantes que tenemos los más mayores.

 

¿Qué tipo de condicionantes?

A medida que nos hacemos mayores, estamos más condicionados por factores como los prejuicios, los valores, cuestiones culturales, aspectos emocionales, la cultura de empresa de la organización en la que trabajamos, etc. La integración de la información no deja de ser una interpretación de la realidad y todos estos factores nos influyen a la hora de integrar la información que recibimos del exterior.

 

Explícanos un poco más lo de la interpretación de la realidad y su relación con el proceso cognitivo

Las personas hacemos una interpretación continua de la realidad, de todo aquello que percibimos. Para reforzar el proceso cognitivo que supone esta interpretación, utilizamos la concentración, la atención, etc. La integración de los inputs que recibimos del exterior es un acto en el que ponemos en relación y sintetizamos las diversas informaciones dándoles un sentido. Es decir, es un proceso en el que guardamos e interpretamos cognitivamente la información y le damos un sentido integral. Pero para ello hay que entender dicha información. Por eso, además de los aspectos perceptivos, en terapia también se trabaja la capacidad de comprensión.

 

Para poder integrar cualquier información es necesario darle un sentido

Sí, incluso para integrar la sensorial, que es a la que más atienden los niños.

 

Y ¿cómo lo hacemos?

Como decía, la integración sensorial es un proceso neurológico que consiste en organizar la información que proviene de los sentidos para lograr un concepto unificado. Para ello necesitamos la percepción, pero también capacidad de abstracción, saber organizar la información para convertirla en conocimiento y motivación.

Lateralidad e integración y retención de la información en adultos

¿Estos aspectos son los que se trabajan en terapia?

Se trabajan los sistemas sensoriales (percepción del cuerpo, tacto, sistema auditivo, visual, etc.) y, cuando es necesario, los otros, ya que si una persona es incapaz de ordenar la información, difícilmente podrá integrarla.

 

A cuanta más velocidad sucede lo que queremos integrar, mayor es la dificultad para integrar la información: para procesarla, codificarla y darle sentido, lo cual nos permitirá, posteriormente, recordarla

 

¿Hasta qué punto es esencial la motivación en este proceso cognitivo?

Es fundamental. Hay pacientes, como el que mencionaba al principio, que trabajan en entornos bastante deshumanizados y muy estresantes. Vienen a terapia por dos aspectos cruciales: porque les costaba mucho integrar y retener la información, y porque su autoestima estaba tan mermada que se sentían desvalorizados y desmotivados. Si tienes un mal concepto de ti mismo, estás tan cohibido en el ámbito laboral que pierdes la capacidad de integrar bien la información: estás pensando que todo irá mal, que tu rendimiento será insuficiente. Los prejuicios, los aspectos motivacionales, emocionales, anímicos, físicos, así como las expectativas, condicionan, o pueden condicionar, la capacidad de integración de la información.

 

¿Qué más puede impedir o dificultar el proceso?

La memoria. Es un ítem de lateralidad que también trabajamos en terapia, tanto en niños como en adultos. Y después hay dos factores que se deben tomar en consideración cuando hablamos de la integración y retención de información: la velocidad y la duración.

 

Vamos con la velocidad

A cuanta más velocidad sucede lo que queremos integrar, mayor es la dificultad para integrar la información: para procesarla, codificarla y darle sentido, lo cual nos permitirá, posteriormente, recordarla. Por ejemplo, en las actividades que hacemos en sesión, normalmente ponemos timings. Primero es un timing abierto (no se establece un tiempo), pero progresivamente, al repetir la actividad, cada vez fijamos tiempos más cortos. Esto lo hacemos así no solo para añadir un ápice de presión con el objetivo de que aprendan a gestionar el estrés, la tolerancia a la frustración, etc., sino también para tener una medida de referencia; es decir, si hay un progreso o no en ese proceso de retención e integración de la información.

 

¿Y la duración?

La duración está relacionada con las experiencias de la vida. A mayor exposición a una información, mejor asimilación. Por esto la repetición (la práctica) es importante, por ejemplo, cuando se aprende a tocar un instrumento.

 

Y estos iítems van interralacionados con los emocionales

Sí. En terapia trabajamos todos estos aspectos conjuntamente con los emocionales, de manera que los pacientes adultos cada vez tienen menos temor a afrontar nuevos retos laborales. Al comprobar que van mejorando en la integración y retención de la información, esto les refuerza emocionalmente, y como emocionalmente cada vez están más fuertes, aumenta su motivación para seguir trabajando los aspectos cognitivos. Lo ven en su ámbito laboral: hay un cambio significativo en la forma de abordar nuevos retos.

 

Para terminar, ¿nos puedes poner otro ejemplo de un paciente con estas dificultades?

Las dificultades en todos ellos son similares. Tengo otro paciente al que, cuando le explicaban un proceso metodológico en el trabajo, al cabo de un minuto o minuto y medio se perdía. Y entonces, entraba en una dinámica de pensamientos rumiativos obsesionándose con que se perdía, con lo cual se bloqueaba y todavía era más complicado que pudiera retener la información. A base de trabajar durante un año en terapia todo lo que hemos mencionado, ya no ha vuelto a tener ningún problema de este tipo: es más, ha sido capaz de adaptarse a los nuevos departamentos a los que lo han trasladado dentro de la empresa.  Ahora puede seguir el hilo de lo que le dicen y puede visualizarlo; es decir, puede anticiparse a las fases que le explican verbalmente visualizando cómo lo hará: cómo abordará el caso, cómo organizará el trabajo con el equipo, qué enfoque jurídico le dará, etc.

 

A estos pacientes, la terapia les debe cambiar radicalmente la vida

Así es. Tengo una paciente que no estaba satisfecha trabajando en su ámbito profesional y se ha atrevido a iniciar una nueva etapa en su vida formándose de nuevo para poder acceder a otro sector laboral. Me dijo que ahora se sentía capaz y con ganas de emprender retos que antes no podía ni plantearse porque tenía una gran inseguridad en la adquisición de nuevos aprendizajes por el problema en la retención de la información. Ahora hace más cosas que cuando era joven y se va a ir al extranjero a estudiar un máster. Hay otro paciente que me explica que ahora asimila mucho mejor la información cuando hay cambios en la empresa. Esto le motiva para asumir nuevos retos. Se ha vuelto más flexible y esto es fundamental en un escenario laboral en continuo cambio.

 

¿Hay algún punto importante que no hayamos comentado?

La línea temporal de los datos o de las acciones: qué va antes y qué va después, para darle sentido y contextualizarlo organizando esa información y poder, por ejemplo, hacer el seguimiento de un proyecto; algo crucial en muchas profesiones.

Si quieres hacernos una consulta sobre este tema, puedes ponerte en contacto con nuestro centro.

Lateralidad: el caso de Pere, diagnosticado como deficiente mental
Link Enlarge

Lateralidad: el caso de Pere, diagnosticado como deficiente mental

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 14 enero, 2020 Comprensión lectora, Concentración, El trastorno de lateralidad, Lateralidad, Lateralidad cruzada o heterogénea, Lectoescritura, Miedos, Motivación, Orientación espacial, Terapia de lateralidad

Por Joëlle Guitart

 

El caso que expongo hoy es el de un niño que llegó al Centro de Lateralidad con un resultado del test de inteligencia de 73; es decir, había sido diagnosticado como deficiente mental.

Cuando este paciente, al que llamaremos Pere, vino por primera vez a consulta en enero de 2017 con sus padres, tenía 8 años y 8 meses, y cursaba tercero en una escuela especializada. En su clase había una gran heterogeneidad de alumnos: niños con autismo, con el síndrome de Asperger, con deficiencia mental, con problemas conductuales, etc.

Al hacerle el  test de lateralidad, los resultados mostraron que Pere presentaba tres cruces de lateralidad y una acusada hipotonía. Iniciamos la terapia y tras cinco meses de tratamiento,  como es habitual en todos los pacientes, le realicé el primer test de control. Observé, con cierta sorpresa, que ya no presentaba las grandes dificultades de organización perceptiva, ni de organización espacial que tenía cuando llegó al centro. Respecto al aparato locomotor, tampoco aprecié nada que entrara fuera de lo normal: saltaba a la comba y la pata coja sin ningún problema, y realizaba los otros juegos y ejercicios con los que evalúo este aspecto con bastante normalidad. Asimismo, en estos cinco meses, Pere había empezado a jugar en un equipo de fútbol en el que antes no lo habían aceptado, y su acusada hipotonía en miembros superiores e inferiores había disminuido notablemente, lo cual es poco frecuente en tan poco tiempo de terapia (en general, la hipotonía no disminuye antes del segundo test de control; es decir, antes de los 10 meses de tratamiento).

A partir de entonces, seguimos trabajando todos los ítems de lateralidad, incluyendo los relacionados con la lentitud, la dificultad de concentración y la lectoescritura. Del mismo modo, seguimos trabajando aspectos como sus miedos (tenía miedo a todo) y su falta de motivación, pues se desanimaba a menudo.

De una escuela especializada a una escuela normal

Es importante destacar que cuando el paciente empezó la terapia, también presentaba algunos problemas de comportamiento: fundamentalmente, cierta agresividad e impulsividad dentro del grupo, tanto con los otros pacientes como, incluso, con la terapeuta. Este comportamiento, en el segundo test de control, había dado un giro radical. Hablé con los padres y con la escuela especializada sobre toda esta evolución y se tomó la decisión de cambiarlo a un colegio normal repitiendo segundo de Primaria, ya que Pere todavía tenía dificultades en la lectoescritura.

Este segundo test de control lo realicé cuando Pere tenía nueve años y ocho meses. En este punto del tratamiento lo que observo es que la coordinación ideomotriz ha mejorado (le costaba mucho pensar, razonar), aunque todavía se bloquea con el pensamiento lógico en algunas ocasiones. A pesar de ello, tiene menos dificultades en las asignaturas de ciencia que en las relacionadas con la lengua. En la nueva escuela, seguía yendo bien, gracias a la implicación de los profesores, a la coordinación que establecimos entre el colegio y nuestro centro, a la actitud de los padres y a la colaboración del propio paciente en la terapia que, como he mencionado, era colectiva. Es entonces cuando les propongo a los padres del paciente que su hijo haga en el centro otro test de cociente intelectual. El resultado es de 100, un resultado que está en el rango de lo normal.

El tercer test de control lo realizo en octubre de 2019, cuando el paciente tiene 10 años y 5 meses. Todos los ítems de lateralidad han mejorado significativamente, la mecánica lectora ya es fluida, lee correctamente en voz alta y, aunque la comprensión lectora todavía es muy mejorable, ya retiene lo que lee (anteriormente era incapaz). También sigue disminuyendo la hipotonía, ya no se cae ni tropieza como antes, está mucho más ágil, juega más con los otros niños de la escuela y ya está aprobando, aunque justito, todas las asignaturas. Asimismo, ha empezado natación y, los fines de semana, esquí (dos deportes que siempre recomiendo, cuando hay problemas de lateralidad, porque a nivel neurofisiológico ayudan a acelerar todo el proceso de lateralización; a diferencia de los deportes oculomanuales, como el tenis, que lo dificultan porque provocan irritabilidad en el cerebelo).

Quiero detenerme aquí para hacer una reflexión: si este paciente hubiera permanecido en la escuela especializada, hubiera terminado siendo una persona con un cociente intelectual de deficiente mental y toda su vida hubiera quedado sellada por esta circunstancia: hubiera tenido que renunciar a ir a la universidad, a la expectativa de poder desarrollarse profesionalmente en un futuro y socialmente también habría quedado igualmente limitado. Toda su existencia se habría desarrollado por debajo de su verdadero potencial. Aunque su caso no representa a la inmensa mayoría de pacientes que vemos en el centro de lateralidad, debo decir que tampoco es una excepción. No es la primera vez que nos encontramos con un niño que ha sido etiquetado de esta forma, con todo lo que ello supone también para sus familias. Hay que ser conscientes de que otros padres se sienten tan solos y desamparados ante un diagnóstico de estas características que no saben adónde acudir ni qué hacer. Muchos se rinden tomando como válido el diagnóstico erróneo que reciben.

Actualmente, ya estamos finalizando la terapia con Pere. El próximo test será en marzo de 2020, que es cuando calcularé su porcentaje de recuperación. Aunque quedará un test más (máximo dos) por realizar, puedo aventurar que este paciente se habrá recuperado en un 80 % como mínimo (si no hay ningún obstáculo este porcentaje será más alto) al darle el alta. Posteriormente, como en todos los casos, se le darán una serie de ejercicios para que haga en casa durante un periodo de cinco meses; periodo tras el cual cada cinco meses volverá tres veces más al centro a terapia, ya solo para la supervisión.

La autoestima en niños con lateralidad cruzada_Centro de Lateralidad y Psicomotricidad Joëlle Guitart
Link Enlarge

La autoestima en niños con lateralidad cruzada

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 1 octubre, 2019 Ansiedad, Aprendizaje, Concentración, Desarrollo motor, Desorientación espacial, El trastorno de lateralidad, Lateralidad cruzada o heterogénea

Por Meritxell Pujol

La autoestima

La autoestima es la valoración que uno hace sobre sí mismo, sobre su persona e imagen. Por tanto, la autoestima es un juicio que o bien aporta valor positivo a lo que creemos que somos, o bien aporta un valor negativo.

Asimismo, la autoestima no queda definida por una única evaluación, sino por el conjunto de los juicios que emitimos sobre nuestra persona: todas estas valoraciones van definiendo la imagen que nos conformamos de nosotros mismos y cómo nos representamos simbólica y mentalmente.

En consecuencia, la autoestima es determinante en la construcción de nuestra personalidad y en la manera en la que nos relacionamos con los demás.

Autoestima y psicomotricidad

La autoestima en niños con lateralidad cruzada

La formación de la autoestima es gradual y se revisa y actualiza constantemente. Cuando un niño empieza a tomar conciencia de sí mismo y a adquirir consciencia de su esquema corporal, comienza a crear su imagen corporal. Y esta imagen corporal está relacionada con la autoestima que se está forjando.

Si un niño, por ejemplo, se cae a menudo cuando juega, puede asociar emocionalmente este hecho a un sentimiento negativo, como la frustración. Esta valoración negativa pasará a formar parte de su propia autoestima.

Dado que la imagen corporal es una representación consciente e inconsciente del cuerpo y que tiene un componente emocional, podemos decir que el desarrollo psicomotriz de un niño es una de las primeras bases que conforman su autoestima.

Para que haya un correcto desarrollo psicomotriz es necesario la adquisición de ciertas bases, como el esquema corporal, la lateralización dominante de izquierda o derecha, la organización espacial y la organización temporal.

Estas bases se deben adquirir correctamente y de manera gradual, ya que conforman la estructura de futuros aprendizajes, como el de la lectoescritura y el pensamiento lógico matemático. Un niño que, por ejemplo, no esté bien lateralizado, podría tener dificultades en la estructuración de la temporalidad.

Los niños con lateralidad cruzada suelen tener dificultades psicomotrices y cognitivas: problemas de concentración, atención, memoria, etc. Estas funciones cognitivas son fundamentales para la vida diaria, escolar e individual del niño. Por lo tanto, debemos tener en cuenta que, si un niño se encuentra con muchas dificultades de este tipo en su día a día, esto va a influir en la manera en cómo se ve a sí mismo.

Desde casa es importante ayudarle a que esta valoración sea justa: hacerle ver que, aunque hay cosas que le cuestan más, también hay otras que las hace muy bien. Del mismo modo, también podemos ayudarle a que sea consciente de su evolución: si es un niño al que le cuesta leer, podemos hacerle notar lo mucho que ha progresado desde que empezó a aprender.

En nuestro centro, nos encontramos a menudo con niños que se infravaloran o que tienen una baja autoestima debido a sus dificultades psicomotoras y cognitivas. Algunos no quieren probar cosas nuevas o hacer nuevas actividades porque intentarlo les produce un gran sufrimiento. Hacer algo nuevo, aunque sea algo divertido, significa salir de nuestra rutina y, por tanto, de nuestra zona de confort. Esto puede generar mucho miedo y ansiedad.

Esta inseguridad también afecta a su manera de relacionarse con los demás: pueden ser niños con dificultades para entablar nuevas amistades o para integrarse en un grupo. Cuando uno no se siente a gusto consigo mismo, le cuesta pensar que otros puedan disfrutar de su compañía.

Cómo tratamos los problemas de autoestima en el centro

La autoestima en niños con lateralidad cruzada

En el centro partimos de la base de que se debe trabajar conjuntamente la parte emocional, la motriz y la psicológica. Por este motivo, la terapia integra los tres aspectos.

Por ejemplo, si un niño tiene dificultad en saltar y eso le hace sentir mal y diferente a los demás niños, en terapia propondremos juegos de manera gradual que requieran coordinación y conocimiento de esquema corporal para que vaya mejorando en el salto. A medida que el paciente ve su evolución en este aspecto, su autoestima también aumenta, llegando incluso a pedir ese juego que, ahora, le hace sentir bien.

En ocasiones, también nos encontramos con niños que han interiorizado un discurso negativo sobre ellos mismos y que dan por supuesto, antes de intentarlo, que serán incapaces de hacer algo determinado. El malestar que les genera una actividad nueva les produce una ansiedad anticipatoria asociada. Cuando llevan a cabo la nueva actividad y se dan cuenta de que pueden hacerlo bien, se sorprenden. Estos logros y la valoración positiva de los mismos van aumentando su autoestima.

Sin duda, es un proceso largo, que requiere ayuda terapéutica para que logren expresar las emociones asociadas a la infravaloración que les hace sentir mal. Pero a medida que avanza la terapia y observan que son capaces de hacer cosas que antes no podían hacer, que cada vez las hacen mejor, y aprenden a valorar positivamente sus logros y evolución, también van ajustando la valoración sobre su persona y su juicio se vuelve más justo.

La lateralidad cruzada y el miedo a hablar en público_Centro de laetralidad y psicomotricidad Joëlle Guitart
Link Enlarge

La lateralidad cruzada y el miedo a hablar en público

Susana Lladó - Lladó Comunicación 16 septiembre, 2019 Ansiedad, Concentración, El trastorno de lateralidad, Emociones, Gestión de emociones, Lateralidad cruzada o heterogénea, Memoria, Terapia de lateralidad

A la mayoría de las personas nos provoca ansiedad hablar en público. La perspectiva de tener que hacer una exposición delante de otros nos causa cierto temor y angustia, lo cual es normal si el malestar no es excesivo: la ansiedad es una respuesta de anticipación positiva que evolutivamente nos ha permitido sobrevivir como especie y que, si no sobrepasa ciertos umbrales, actúa a nuestro favor a la hora de superar las situaciones y retos que nos vamos encontrando en la vida. El problema surge cuando esta emoción nos supera y el miedo puede llegar a convertirse en una fobia. Asimismo, es relativamente frecuente que las personas con dificultades de lateralidad, además, vivan estas situaciones como una amenaza por el miedo a quedarse bloqueados.


La sintomatología fisiológica y la cognitiva se van retroalimentando mutuamente: cuantos más pensamientos negativos se tienen, más aumenta el malestar físico, y cuantos más síntomas físicos se presentan, más nerviosa se pone la persona.

Sintomatología previa asociada al miedo a hablar en público

«Cuando se tiene miedo a hablar en público, los síntomas más habituales son la sudoración, temblores, ansiedad, mareos o/y dolor de barriga, aunque también se presenta una sintomatología cognitiva: la persona empieza a tener pensamientos catastrofistas que, la mayoría de las veces, no son racionales, y también puede haber una disminución de la concentración y de la memoria. La sintomatología fisiológica y la cognitiva se van retroalimentando mutuamente: cuantos más pensamientos negativos se tienen, más aumenta el malestar físico, y cuantos más síntomas físicos se presentan, más nerviosa se pone la persona», nos explica el psicólogo de nuestro centro Luis Elías.

Por tanto, es necesario distinguir cuándo la ansiedad entra dentro de lo normal y cuándo no, cuándo hablamos de miedo, cuándo de preocupación y cuándo de fobia. «Hablamos de fobia cuando la reacción es excesiva, cuando la respuesta a la situación es desproporcionada. Por ejemplo, si un adolescente tiene que hacer una exposición de 15 minutos en clase y su sintomatología es tan aguda que intenta evitar hacer esa presentación, probablemente, estemos delante de una fobia. En cambio, si un adulto empieza a sentirse mal antes de dar una conferencia ante quinientas personas en un fórum mundial, esto entraría dentro de lo normal», señala Elías.

Otros marcadores de una posible fobia son la persistencia en el tiempo del malestar agudo, que este malestar fisiológico y emocional sea incontrolable y el hecho de que el miedo sea irracional: es decir, cuando la persona no puede explicar por qué siente miedo o cuando, a pesar de la sintomatología aguda y de la evitación, ni siquiera es consciente de que hablar en público le produce miedo.

El miedo a hablar en público se supera siempre a través de la aceptación, no del rechazo o de la evitación. Hay que aceptar que estas situaciones provocan una activación en nosotros y normalizar los nervios.

Los errores habituales a la hora de intentar controlar el miedo

La mayoría de las personas tratan de esquivar el miedo intentando controlar los síntomas y creen que dejarán de sentirlo si no piensan en él. Hacen ejercicios de respiración contraproducentes, se cogen la mano para que no tiemble, etc. «Esto solo aumenta la sintomatología, ya que la persona está poniendo su atención en los pensamientos que la provocan», prosigue el psicólogo.

Otro error muy común es la evitación: como no saben gestionar estas situaciones, hacen lo posible para no enfrentarse a ellas. Esta conducta evitativa es perjudicial a cualquier edad, no solo en la edad escolar. En el ámbito laboral, los adultos delegan en colegas responsabilidades que representan oportunidades profesionales para progresar en su empresa, por ejemplo, y se degradan dentro del organigrama al dejar que otros asuman sus funciones.

La lateralidad cruzada y el miedo a hablar en público_Centro de laetralidad y psicomotricidad Joëlle Guitart

Cuanto más se evita hablar en público, más se enquista el miedo a hacerlo, ya que cada vez cuesta más gestionarlo. «Si un directivo tiene una reunión con la junta cada 15 días, aunque vaya encontrando excusas para no asistir, llegará un momento en que tendrá que ir. En ese punto, ya será muy difícil que pueda gestionar la ansiedad. El miedo a hablar en público se supera siempre a través de la aceptación, no del rechazo o de la evitación. Hay que aceptar que estas situaciones provocan una activación en nosotros y normalizar los nervios», apunta Elías.

Cómo se trabaja en terapia el miedo a hablar en público

En terapia se trabajan los aspectos emocionales y cognitivos relacionados con el miedo a hablar en público. Y, una vez se ha avanzado en estos aspectos, se realizan técnicas de actuación para simular un entorno parecido al que se puedan encontrar los pacientes en situaciones reales.

Respecto al trabajo emocional, se trata de que el paciente identifique las emociones que siente en estas situaciones y que pueda darles significado.

Respecto al trabajo emocional, se trata de que el paciente identifique las emociones que siente en estas situaciones y que pueda darles significado. «Hay personas que dicen sentir miedo cuando, en realidad, lo que sienten es preocupación. O están muy preocupadas por sentir una emoción que es normal sentir cuando se tiene que hablar en público. Por ejemplo, hay pacientes que asocian el estrés exclusivamente a un estado negativo y no saben que es un mecanismo que tenemos las personas para poder afrontar situaciones con una mayor concentración, si sabemos cómo gestionarlo. Cuando se lo explicas y entienden por qué se activa este mecanismo, se tranquilizan», añade Elías.

También se trabaja la autoestima para disminuir el peso que suelen darle a la opinión que los demás puedan tener de ellos. Si uno se siente preparado y con sus fortalezas más sólidas, este temor a lo que puedan pensar los otros disminuye.

Las sesiones de role playing en grupo son muy eficaces para que los pacientes puedan experimentar en un entorno de seguridad, simular situaciones diversas que pueden encontrase en casos reales, comentar posteriormente las sensaciones y pensamientos que se presentan y trabajarlos con el especialista.

Otro punto muy importante que se trabaja en las sesiones es la relativización de las consecuencias: al paciente se le hace pensar en las consecuencias más graves que podría tener una presentación en público catastrófica. Este ejercicio les sirve para ser conscientes de que la intensidad del miedo que sienten es desproporcionada respecto a las consecuencias reales, incluso en el peor de los casos. Asimismo, también se trabaja en relativizar la importancia de la opinión que los otros se puedan formar sobre uno.

Aprender a cambiar los pensamientos desadaptativos por otros adaptativos también es fundamental: los pensamientos catastrofistas o desadaptativos suelen ser bastante irracionales, pero, a la vez, están relacionados con aspectos más profundos de la personalidad que hay que trabajar. Son pensamientos relacionados con cómo nos perciben los demás, el miedo a quedarse en blanco, a hacer el ridículo, etc.

Del mismo modo, se trabajan las habilidades cognitivas involucradas en hablar en público que constituyen ítems de la lateralidad ―como la concentración, la memoria, la atención, la retención y la expresión verbal― para fortalecer estas capacidades y disminuir el riesgo de los bloqueos. Cuanto más segura se siente una persona, más aumenta su autoestima y, por tanto, también su tranquilidad para gestionar el estrés que supone hablar en público.

Finalmente, las sesiones de role playing en grupo son muy eficaces para que los pacientes puedan experimentar en un entorno de seguridad, simular situaciones diversas que pueden encontrase en casos reales, comentar posteriormente las sensaciones y pensamientos que se presentan y trabajarlos con el especialista.

Si quieres hacernos una consulta sobre este tema, no dudes en ponerte en contacto con nuestro centro

La lateralidad cruzada y la dinámica familiar: el caso de Carla
Link Enlarge

La lateralidad cruzada y la dinámica familiar: el caso de Carla

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 8 mayo, 2019 El trastorno de lateralidad, Lateralidad cruzada o heterogénea 0

Carla es una niña de ocho años que empezó la terapia de lateralidad en nuestro centro hace un año y nueve meses. Su caso es un claro ejemplo de hasta qué punto una dinámica familiar compleja afecta, agravándolo, el trastorno de lateralidad; motivo por el que el tratamiento, en estos casos, requiere incluir no solo el trabajo neurofisiológico con el paciente, sino hacer una intervención psicoterapéutica que ayude a resolver sus conflictos emocionales y los de sus progenitores. “Tratar a un paciente con lateralidad cruzada siempre implica tomar en consideración muchos más aspectos que los relacionados estrictamente con el trastorno neurofisiológico: las condiciones del entorno en el que la persona se está desarrollando también son determinantes. Si hay problemas no resueltos en la relación de pareja de los padres, este malestar contribuirá a aumentar los síntomas y obstaculizará la curación”, explica la directora de nuestro centro, Joëlle Guitart.

Cuando Carla llegó a la consulta por primera vez, tenía seis años y cuatro meses. El test mostró que era hipertónica de miembros superiores e inferiores, que tenía tres cruces de lateralidad y una retención neurofisiológica del 36 %. Es decir, el trastorno provocaba que solo dispusiera del 64 % de sus capacidades potenciales, a pesar de tener un buen cociente intelectual. No obstante, esta retención neurofisiológica no bastaba para explicar todas sus dificultades de aprendizaje, ni su sintomatología emocional.

Sintomatología

 

·         Con seis años, Carla todavía no había aprendido a leer ni a escribir y mostraba un rechazo absoluto hacia las letras: de hecho, no las reconocía.

·         Había tenido encopresis hasta los cinco años (evacuación fecal repetida e involuntaria en lugares inapropiados).

·         Tuvo enuresis hasta los seis (incontinencia urinaria).

·         Era una niña a la que le aburría absolutamente todo lo relacionado con la escuela porque estaba desconectada del ritmo de su clase: había un retraso de aprendizaje de unos dos años, aproximadamente, respecto a sus compañeros.

·         No tenía adquirida la noción de temporalidad (pasado, presente y futuro) ni del tiempo (las horas).

·         Le costaba muchísimo razonar (razonamiento lógico), aunque no tenía muchas dificultades con la parte mecánica de las matemáticas.

·       No podía soportar los sonidos agudos, estaba irascible, con una gran ansiedad y necesitaba cambiar continuamente de actividad.

·        Cada noche se iba a la cama de sus padres porque quería dormir con su papá (la madre se veía obligada a acostarse en la cama de la niña).

·         Cuando, durante el test, hizo el dibujo del esquema corporal, omitió la mano derecha y la mano y el brazo izquierdos.

·         Rechazaba rotundamente seguir cualquier regla o norma.

·         Aunque no sufría el rechazo de los otros niños, ella misma se aislaba: no quería relacionarse con ellos.

·         Mostraba una atracción poco común hacia las calaveras, los fantasmas y la oscuridad.

 

Sin embargo, la paciente mostraba una gran sensibilidad emocional y sensitiva, además de ser muy intuitiva. De hecho, era consciente de que algo no iba bien: en una ocasión, le dijo a su madre: “Me siento diferente a los demás niños”.

Lo único que despertaba el interés de Carla era la música: sus aptitudes para el canto y el baile eran evidentes.

Dinámica familiar

La lateralidad cruzada y la dinámica familiar: el caso de Carla

En la anámnesis con los padres, su motivo de consulta fue muy concreto: querían saber si la niña lograría aprender a leer y a escribir. Además, estaban preocupados porque Carla había hecho una terapia de lateralidad durante ocho meses con un psicólogo de otro centro sin que se apreciara ningún progreso.

No obstante, esta primera entrevista con los padres también puso de manifiesto que la pareja tenía conflictos importantes no resueltos: su concepto de relación sentimental y de familia divergía, lo cual provocaba que, aunque aparentemente todo fuera bien entre ellos, en realidad no hubiera una auténtica relación de pareja. En lugar de hablar y afrontar sus desavenencias, habían trasladado y centrado la angustia en los problemas de su hija, como si el bienestar familiar dependiera exclusivamente de resolver los problemas relacionados con la lateralidad de la niña.

Aunque por motivos de confidencialidad no podemos entrar en detalles, Carla era muy consciente de la situación y estaba acusando la inestabilidad y la inseguridad del entorno familiar: un niño necesita sentirse protegido y seguro para desarrollar un yo saludable. Por otro lado, Carla también era consciente del poder que le habían otorgado sus padres en el equilibrio familiar, lo cual había exacerbado su ego.

“Con todos los pacientes de lateralidad es fundamental trabajar en paralelo el aspecto corporal, el mental y el emocional, pero en los casos como el de Carla hay que prestar especial atención a la dinámica familiar en la que está inmerso el paciente: ahí es donde están las claves que explican que los síntomas del trastorno se hayan agudizado. Si no solucionamos esos conflictos, el trabajo neurofisiológico no dará los resultados esperados”, puntualiza Joëlle Guitart.

Evolución

 

Durante este año y nueve meses de tratamiento, hemos trabajado con Carla los diferentes ítems de la lateralidad (se la está lateralizando a la derecha) haciendo hincapié en la organización perceptiva, la percepción espaciotemporal, la coordinación locomotora, la respiración y la relajación. Desde hace 5 meses muestra un gran progreso en la lectura y ya ha empezado a escribir, evolucionando muy rápido en este aprendizaje. Su tutora, que es su maestra desde hace dos años en el colegio, nos ha informado de que además de estos avances, ha mejorado notablemente su relación con ella (antes de iniciar la terapia, no lograba establecer comunicación con Carla), que está menos irascible y que la niña empieza a tener amigos en la escuela. Esta evolución no hubiera sido posible si durante este tiempo no hubiéramos hecho también una intervención psicoterapéutica con los padres que les está ayudando a resolver individualmente y como pareja los aspectos emocionales que no habían afrontado.

Hace poco, Carla pidió aumentar el número de sesiones de terapia: en lugar de venir un día a la semana, quería hacerlo dos. Mencionamos este aspecto porque es una petición que hacen algunos pacientes al constatar su progreso en los diferentes ámbitos de su vida. Hay que señalar que, aunque esta petición es en sí misma un buen síntoma, la evolución no es más rápida si se aumentan las sesiones: la terapia de lateralidad es una terapia larga porque el cerebro necesita un tiempo para ir asimilando los nuevos aprendizajes neurofisiológicos que se van adquiriendo cuando hay una lateralidad cruzada. A Carla le queda un año de tratamiento para llegar a curarse, al menos, en un 95 %, pero lo importante es que todos los test de control que realizamos cada cinco meses están dando los resultados esperados en cada fase.

 

 

 

«La desorientación espacial limita la movilidad de las personas con trastorno de lateralidad»
Link Enlarge

«La desorientación espacial limita la movilidad de las personas con trastorno de lateralidad»

Susana Lladó - Lladó Comunicación 4 febrero, 2019 Desorientación espacial, El trastorno de lateralidad, Lateralidad cruzada o heterogénea, Terapia de lateralidad 4

Uno de los síntomas más comunes que presentan las personas con problemas de lateralidad son las dificultades de orientación espacial. El psicólogo de nuestro centro Luis Elías nos explica en esta entrevista cómo afecta a los pacientes esta dificultad en su vida cotidiana y cómo se trabaja en la terapia de lateralidad.

 

¿La desorientación espacial es un síntoma del trastorno de lateralidad?

Sí, es habitual que las personas que no tienen bien definida la lateralidad a la derecha o a la izquierda tengan afectada la capacidad de percepción espaciotemporal y que, además, tengan problemas en otros campos: entre ellos, la capacidad de comprensión, de concentración y de poder analizar y responder con rapidez a situaciones que provocan estrés porque implican procesar cierto volumen de información.

 

¿Qué relación tienen estas dificultades con la orientación?

Para caminar, coger un transporte público, conducir o leer un mapa, necesitamos orientarnos en el espacio, tener claros los puntos cardinales: saber dónde está el norte, el sur, el este y el oeste respecto al punto en el que nos encontramos. Las personas con problemas de lateralidad tienen dificultades para ubicarse en el espacio y ubicar las calles y lo que hay en ellas. Cuando ven que están desorientadas, como les cuesta mantener la atención, comprender, retener y reaccionar con rapidez a la información que reciben, se bloquean.

 

¿Cómo repercute en su vida cotidiana tener estas dificultades de orientación espacial?

La desorientación espacial limita la movilidad de las personas con trastorno de lateralidad: tienen dificultades para orientarse con las líneas del metro y de los autobuses, algunas de estas personas han tenido que dejar de conducir porque se equivocaban con las calles y eran incapaces de seguir las indicaciones del navegador, ya que seguirlas requiere anticipar ciertas respuestas y, cuando caminan por zonas de su ciudad que están fuera de su barrio, también se desorientan.

 

¿Siempre se bloquean cuando se desorientan?

Si están más cansados de lo habitual, reciben muchos estímulos del exterior o hay algún factor más estresante, sí.

 

¿Y qué ocurre cuando viajan?

Cuando hacen viajes fuera de su zona de confort; es decir, a una zona que está fuera de su barrio, a otra ciudad o país, también tienen dificultades a la hora de entender el trazado de las calles, el recorrido de los autobuses y ordenar la información que ven en un mapa para poder orientarse.

 

¿No pueden leer mapas?

 

No es que no puedan leerlos: aunque antes de salir a la calle dediquen un tiempo a estudiar el mapa, visualizar los recorridos que van a hacer e intentar retenerlos, después, en la calle, se quedan desorientados porque hay como una separación entre lo que ven en el papel o en Google Maps y la orientación que tienen en la calle desde el punto de vista visual. 

 

«En terapia hay que trabajar la organización espacial, pero también hay que trabajar mucho la atención. Y es fundamental trabajar los dos aspectos simultáneamente»

 

Debe limitar enormemente su vida y producirles un gran malestar

Así es. Hay pacientes que te dicen: “Soy capaz de dirigir una empresa, pero no soy capaz de orientarme cuando hago un viaje de negocios a otra ciudad”, por ejemplo. Se sienten terriblemente frustrados y angustiados.

 

¿Cómo trabajáis el problema en terapia?

Obviamente, hay que trabajar la organización espacial, pero también hay que trabajar mucho la atención. Y es fundamental trabajar los dos aspectos simultáneamente.

 

¿Por qué es tan importante que sea simultáneamente?

Los pacientes, cuando empiezan la terapia, atribuyen sus problemas de desorientación exclusivamente a sus dificultades de orientación espacial. Sin embargo, hemos constatado que cuando estas dificultades se empiezan a solucionar, si solo hemos trabajado la atención de manera secundaria, siguen teniendo problemas que no son atribuibles a la desorientación espacial, sino a las dificultades de atención propias del trastorno de lateralidad.

 

¿Puedes poner un ejemplo?

Sí, el de un paciente con el que habíamos estado trabajando fundamentalmente la orientación espacial y que ya cogía el metro sin problema para ir a trabajar, pero cada tanto me explicaba que había cogido la línea de metro correcta, pero en dirección contraria, y que se había dado cuenta del error cuando ya habían pasado varias paradas. Este tipo de confusiones son propias de sus problemas de atención. Por eso es muy importante el diálogo con el paciente: como terapeutas debemos poder discernir en el proceso de su evolución las situaciones que se deben a una causa o a otra.

 

¿Porque sus problemas de atención no son los que pueda tener cualquier persona sin el trastorno?

Efectivamente, cuando hablamos de las dificultades de atención que tiene una persona con trastorno de lateralidad, no nos referimos a los típicos despistes que pueda tener cualquiera porque ese día está preocupado por algo y “tiene la cabeza en otro sitio”. Es un tema mucho más profundo y que afecta a todas las personas con trastorno de lateralidad. Independientemente del síntoma central que presenten, siempre tienen, además, la capacidad de atención afectada.

 

¿Por ejemplo?

Las dificultades de comprensión y retención también son síntomas de lateralidad cruzada. Los pacientes que tienen estos síntomas como síntomas centrales, se quedan bloqueados, por ejemplo, cuando tienen que mecanografiar en el trabajo un documento, ya que no pueden retener lo que leen en el papel. Pero como el problema de atención también incide en su dificultad para mecanografiar, hay que ir trabajando los dos aspectos a la vez, en paralelo.

 

¿Y cómo trabajáis la atención?

Con ejercicios que les ayudan a que la atención sea sostenida en el tiempo: primero 20 minutos, después 30, etc. Al principio, les cuesta un gran esfuerzo, pero, paulatinamente, logran que sea sostenida. También trabajamos la concentración, pero cuando hay problemas de orientación espacial, lo prioritario es la atención.

 

Bien, antes estabas explicando cómo trabajáis la desorientación espacial en terapia

Sí, por una parte, hay ese diálogo con el paciente para que nos explique las malas experiencias que vive en su día a día y podamos intervenir sobre ellas diferenciando las que son producto de la desorientación espacial y las que son producto del problema de atención. Por otra parte, el paciente realiza actividades de mesa para trabajar la percepción y organización espacial: como el juego de Tangram, los Pentominós o los cubos de madera: son piezas físicas que hay que cuadrar en un plano o piezas con las que hay que hacer formas complejas.

 
«A medida que van viendo los resultados de la terapia y que ya no tienen tantas dificultades de orientación espacial, los problemas emocionales también disminuyen y es mucho más sencillo reconstruir su autoestima»
 

¿Utilizáis otros elementos?

Sí, las fichas con figuras de papel que hay que encajar. La mecánica es parecida a la de los juegos que he nombrado antes, pero van muy bien porque con ellas podemos conseguir un nivel de dificultad alto. Después, hay otro tipo de juegos en los que hay que emparejar figuras que tienen la misma forma o, por el contrario, formas antagónicas.

 

¿Todos los ejercicios se realizan en una mesa?

No, también hay ejercicios más psicomotrices.

 

¿De qué tipo?

Se les vendan los ojos y aprenden a orientarse dentro de la sala. O sin vendarles los ojos y dándoles un mueble como referencia, deben identificar dónde están las diferentes coordenadas y moverse según las indicaciones que les da el terapeuta. También deben situar diferentes puntos externos de la ciudad en referencia a ellos. Es decir, son ejercicios que requieren todo un trabajo mental de ubicar puntos en el espacio, ponerlos en referencia y trazar recorridos. A veces empezamos con “derecha”, “izquierda”, “arriba” y “abajo” porque es más sencillo y, después, pasamos a los puntos cardinales.

 

¿Una hora a la semana de terapia haciendo este tipo de ejercicios es suficiente para que haya progreso?

Sí, aunque si el paciente quiere o tiene tiempo, yo doy ejercicios que pueden hacer durante la semana y que contribuyen a que el proceso de recuperación sea más rápido.

 

¿Qué tipo de ejercicios?

Por ejemplo, coger un mapa del barrio en el que viven, pensar en un recorrido que no sea en línea recta y visualizarlo durante unos 15 minutos antes de salir a hacerlo. Como conocen su barrio y ya tienen muchas referencias en su cerebro, este es un ejercicio que les va muy bien al principio de la terapia. Con el tiempo, a medida que van progresando, vamos aumentando el nivel de dificultad del ejercicio. Y, en cualquier caso, saben que, si se desorientan, pueden utilizar Google Maps para no angustiarse.

 

Antes has mencionado los problemas emocionales de los pacientes antes de iniciar la terapia. ¿También los abordáis?

Sí, por supuesto. No obstante, a medida que van viendo los resultados de la terapia y que ya no tienen tantas dificultades de orientación espacial, los problemas emocionales también disminuyen y es mucho más sencillo reconstruir su autoestima. Se dan cuenta de que los pensamientos negativos que tenían sobre sí mismos (soy inútil, no valgo para nada, etc.), eran pensamientos distorsionados porque la nueva realidad que empiezan a vivir se lo demuestra.

 

Los tics nerviosos en personas con lateralidad cruzada
Link Enlarge

Los tics nerviosos en personas con lateralidad cruzada

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 14 febrero, 2018 El trastorno de lateralidad, Hipotonía, Lateralidad cruzada o heterogénea, Terapia de lateralidad, Tics nerviosos 0

En este artículo hablaremos de los tics neviosos en personas con lateralidad cruzada, aunque estos movimientos involuntarios, cortos y repetitivos de un grupo muscular del cuerpo pueden tener también una causa psicológica o psicosomática.

 

Los tics en personas con lateralidad cruzada

“Según mi experiencia de 47 años tratando a pacientes con problemas de lateralidad, los tics están muy relacionados con este trastorno, las personas de entre 5 y 13 años de edad son las que más los presentan, los movimientos involuntarios se dan con más frecuencia en niños que en niñas y los pacientes afectados suelen ser más hipotónicos que hipertónicos; lo cual es lógico, ya que sus músculos están más distendidos debido a que no tienen un buen control neuromuscular”, explica Joëlle Guitart, directora de nuestro centro.

Hay muchos tipos de tic: tocarse un mechón de pelo, hacerse crujir los dedos, morderse un labio, balancear el cuerpo hacia delante y hacia atrás, levantar las cejas, parpadear (sin que haya un problema ocular), mover constantemente una pierna (normalmente, la no dominante), pronunciar muchos tacos, emitir ciertos sonidos guturales, sacudir la cabeza de izquierda a derecha o de delante hacia atrás, tartamudear al empezar una frase, etc. Algunas personas, a consecuencia del tic, se comen las uñas de las manos o/y de los pies o se rascan la piel de manera compulsiva.

 

Lo que nunca debemos hacer

Sea cual sea el tipo de tic es importante recordar que la persona afectada no puede controlar el movimiento, que este es involuntario. En consulta, muchos padres de niños con tics expresan su exasperación ante el problema: reconocen que suelen reñirles porque los movimientos o sonidos les ponen muy nerviosos. Sin embargo, este intento de control es perjudicial: es posible que el niño, al llamarle la atención, pueda reprimir el movimiento o el sonido durante un minuto, aproximadamente, pero después la descarga será mucho más notable, tanto en frecuencia como en ruido, si lo hay. Debemos ser muy permisivos con un niño (o un adulto) que tenga tics. Las conductas de enfado y/o castigo son, precisamente, las que no debemos permitirnos nunca. Del mismo modo, nosotros tampoco somos partidarios de medicar a un niño con ansiolíticos o tranquilizantes por este problema (más adelante veremos que los tics tienen cura).

 

Causas de los tics

Los tics pueden tener una causa genética relacionada con algún aspecto neurofisiológico (muchos padres de pacientes los presentan) o desencadenarse por una situación externa: por ejemplo, una educación y un ámbito familiar rígidos, el divorcio de los padres o situaciones de mucha ansiedad, como el acoso escolar. De hecho, cuando hay un déficit emocional aparecen los tics más difíciles de curar: los sonidos guturales, los tacos, el balanceo, el encallamiento y el hacer crujir los dedos.

Entre los adolescentes, podemos encontrar también casos de TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo): la necesidad de seguir siempre un ritual. Por ejemplo: tener que revisar una y otra vez que han terminado los deberes y que están bien hechos, o que las cosas estén colocadas u ordenadas de cierta manera.

Asimismo, algunos niños repiten como un tic algo que hace el progenitor que tienen como referente: si es la madre y esta tose, el niño tose de manera involuntaria. En otros casos, los tics aparecen cuando se aprende a leer o a escribir.

 

Rasgos comunes en los pacientes con tics

Estos niños suelen ser muy sensibles. Son sujetos que no saben defenderse ni en el ámbito escolar ni en el familiar. Podríamos decir que son niños sin maldad. Los que tienen hermanos, normalmente sufren también agravios comparativos: los familiares muestran predilección por el hermano más brillante y simpático, lo que suscita los celos del niño afectado por el tic (normalmente esta relación se da con el hermano más próximo en edad).

 

Los tics se curan

Cuando hablamos de los tics en personas con lateralidad cruzada, constatamos que a medida que estos pacientes progresan en su terapia de lateralidad disminuye el tic que presentan. Es decir, la curación del tic va en relación al grado de curación del trastorno, que es de un 80 % como mínimo (si hay tres cruces de lateralidad, aumenta la probabilidad de que la persona esté afectada por un tic, ya que se produce más retención neurofisiológica en el cerebelo).

Además de trabajar toda la parte psicomotriz, hay dos aspectos que son fundamentales en la terapia con este tipo de pacientes: trabajar la relajación y reforzar el espacio emocional de la persona; conseguir que cambie la dinámica por la que el sujeto se percibe como la “oveja negra” de su entorno.

Del mismo modo, también se hace necesario reforzar a los padres y proporcionarles herramientas para cambiar la comunicación establecida con sus hijos: para ellos la situación tampoco es fácil y, en general, cuando llegan a la consulta, ya han vivido numerosas experiencias estresantes que se suman al hecho de sentirse culpables por haber reñido, e incluso castigado, a su hijo hasta entonces.

Si quieres hacernos una consulta sobre este tema, ponte en contacto con nuestro centro.

La tartamudez como síntoma de lateralidad cruzada
Link Enlarge

La tartamudez como síntoma de lateralidad cruzada

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 9 enero, 2018 El trastorno de lateralidad, Lateralidad cruzada o heterogénea, Terapia de lateralidad 0

En todas las personas, el proceso de lateralización finaliza a los 4 o 5 años. Es decir, a esta edad ya se ha establecido una dominancia del hemisferio izquierdo o derecho. Esta preferencia o prevalencia determina el lado del cuerpo con el que realizamos las funciones y actividades cotidianas principales. Si la lateralización es claramente de dominio derecho, hablamos de personas diestras; si es de dominio izquierdo, hablamos de personas zurdas. Lo importante es que la lateralidad esté bien y claramente establecida; es decir, tener una lateralidad homogénea u homolateral (derecha o izquierda), ya que es lo que nos va a permitir un buen desarrollo neurofisiológico, mental y emocional. Cuando hablamos de “lateralidad bien establecida” no solo nos referimos a con qué mano escribimos, comemos, asimos los objetos, etc.: la lateralidad queda establecida asimismo para el ojo, el oído, el pie, la pierna estática y la pierna dinámica.

Debido a causas genéticas (hereditarias), en algunas personas este proceso de lateralización no se produce adecuadamente: el predominio de la mano, ojo, oído, pie y pierna se establece en diferentes lados del cuerpo: por ejemplo, una persona puede ser zurda de mano y diestra de ojo o de pie. En estos casos, hablamos de lateralidad cruzada, lateralidad heterogénea o trastorno de lateralidad. Tal como recalcamos habitualmente, la causa o etiología de este trastorno no es una lesión cerebral, una deficiencia mental ni un problema de desestructuración de la personalidad. No estamos delante de un problema psicológico o psiquiátrico, sino delante de un trastorno neurofisiológico heredado en el momento de la concepción (puede heredarse del padre o de la madre, y no todos los hermanos lo heredan) que tiene cura.

 

La tartamudez como síntoma de lateralidad cruzada

La tartamudez como síntoma de lateralidad cruzada

En las personas con lateralidad cruzada los impulsos nerviosos que estimulan las neuronas del cerebro no efectúan de manera adecuada el recorrido hacia los lóbulos cerebrales (no lo hacen de manera homolateral), motivo por el quedan entrecortados o bloqueados parcialmente. Dependiendo del lóbulo o lóbulos afectados, la persona presentará unos síntomas u otros: entre ellos, dislexia, dificultades de cálculo y abstracción, enuresis, tics, hiperactividad, torpeza motriz o tartamudez (En España, 467 mil personas tartamudean). En otras palabras: la tartamudez es un síntoma de lateralidad cruzada, si bien no todas las personas con lateralidad heterogénea presentan tartamudez (de la misma forma que no todas tienen dislexia u otro síntoma de una lateralidad mal establecida). Del mismo modo, también hay que precisar que la tartamudez suele manifestarse cuando la persona presenta un síntoma añadido, ya sea psicológico u orgánico: en el centro hemos tratado pacientes con tartamudez en los que confluía el trastorno de lateralidad y un problema relacional, de introversión o de crisis de oposición con el padre (desacuerdo emocional con el progenitor), por citar tres casos relativamente habituales.

 

La tartamudez tiene tratamiento eficaz

La tartamudez como síntoma de lateralidad cruzada

Como hemos apuntado, la causa de la tartamudez, o disfluencia en el habla, es una lateralidad mal establecida, aunque suela requerir un factor externo para manifestarse. Por lo tanto, el tratamiento debe ser un tratamiento de lateralidad; no un tratamiento de logopedia.

En primer lugar, será necesario realizarle al paciente un test completo de lateralidad (mano, ojo, pie, etc.) para determinar cómo ha establecido su lateralidad cruzada y en qué grado. Los resultados de esta batería de pruebas determinarán la terapia a seguir, la cual siempre es personalizada. Asimismo, cabe puntualizar que, al inicio del tratamiento, nunca abordamos el síntoma directamente, ya que podría ser contraproducente para el lóbulo afectado:  empezamos la terapia trabajando la base; es decir, lateralizando al paciente de manera homolateral y después, teniendo en cuenta los resultados de los test de control, seguimos fase a fase hasta su recuperación (esta se produce, como mínimo, en un 80 % y, en algunos casos, por completo).

Otro aspecto a destacar de la terapia para la tartamudez como síntoma de lateralidad es la importancia del transfer paciente-terapeuta (la forma en la que paciente y terapeuta se relacionan, la cual funciona como herramienta diagnóstica y también de curación). En nuestra experiencia de más de 40 años tratando a personas con el trastorno, hemos observado que en los pacientes con tartamudez que establecen una buena transferencia, la recuperación se realiza antes y en un grado superior al 80 %.  Por último, señalar que al igual que cualquier otro paciente, cuando una persona con tartamudez termina el tratamiento, no solo no presenta recaídas en el futuro: tampoco transmitirá el trastorno a sus hijos si tiene descendencia.

15 razones por las que es tan importante leer (con o sin lateralidad)
Link Enlarge

15 razones por las que es tan importante leer (con o sin lateralidad)

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 21 diciembre, 2016 El cerebro, El trastorno de lateralidad, Lateralidad cruzada o heterogénea, Lateralidad y lectura 0

La lectura es una actividad cerebral compleja; de hecho, una de las más complejas, ya que requiere la coordinación de numerosas funciones cognitivas que también lo son en sí mismas. Sin embargo, también es una actividad que nos reporta, como seres humanos, grandes placeres (Borges pedía que le leyeran para sentirse vivo), y que contribuye a que ejercitemos nuestro cerebro, un aspecto esencial para mantenerlo saludable.

Si como veremos después, leer aporta numerosos beneficios a cualquier persona, la lectura se vuelve una actividad imprescindible para las personas que sufren trastorno de lateralidad o lateralidad cruzada.

Tal como explican en el artículo de EfeSalud Lectura: perfecta gimnasia cerebral, la mayor parte de las personas tenemos el hemisferio cerebral izquierdo dedicado a las funciones de la lectura y escritura (salvo los zurdos, que utilizan el hemisferio cerebral derecho para estas funciones, ya que es su hemisferio dominante). Sin embargo, hay un porcentaje de la población (las personas con lateralidad cruzada) que tienen estas funciones repartidas en ambos hemisferios, por lo que estos se encuentran “compitiendo con el lenguaje”; hecho que les provoca problemas de aprendizaje en la lectura (además de problemas de disgrafía, para entender los enunciados de asignaturas como las matemáticas y la física, disortografía, dislexia perceptiva o auditiva, e incluso alexia).

15 razones por las que para nuestro cerebro es importante leer

Para superar estas dificultades en la lectura es necesario trabajar una serie de aspectos con el paciente que le permitirán adquirir una buena base de lateralidad (lateralizar a la persona hacia su lado dominante), fortaleciendo los recorridos sinápticos. Estos aspectos, que se trabajan en terapia, son los siguientes:

  • El esquema corporal
  • La organización perceptiva
  • La orientación derecha-izquierda
  • La estructuración rítmica
  • La estructuración espacial
  • La organización temporal
  • La capacidad de abstracción

El tratamiento, que es individualizado, dependerá de la evaluación previa de cada caso; evaluación en la que se observa su capacidad para:

  • La lectura visual de palabras
  • La comprensión de la lectura
  • La fluidez de lectura
  • La precisión de lectura

Si el niño, o adolescente, no adquiere una buena base de lateralidad, tendrá un rendimiento lector deficiente en cuanto a:

  • Mecánica lectora: leerá con dificultad mecánicamente añadiendo u omitiendo sílabas a las palabras, leerá saltándose palabras o líneas (la coordinación óculo-manual está cruzada: mano derecha – ojo izquierdo).
  • La retención lectora: aunque estas personas suelen tener muy buena memoria, presentan dificultades de concentración, y se dispersan con facilidad (son inquietos, hiperactivos o muestran una gran desmotivación).
  • Dificultad en la copia de dictados, al hacer una síntesis y resúmenes, o al realizar un esquema sinóptico (a veces ponen hincapié en las ideas secundarias y no en el hilo conductor).
  • Para seguir el ritmo de la clase: se pierden fácilmente en “el aquí y ahora”.
  • Para coger apuntes: ya que el hemisferio cerebral derecho y el izquierdo han de funcionar al mismo ritmo para obtener la capacidad de síntesis y capacidad de análisis a la vez.
  • La comprensión lectora: no entenderá lo que lee.

Como consecuencia de todo ello, lo más probable es que se vea forzado a repetir curso o a cambiar de colegio, ya que la lectura es la base de un buen rendimiento académico; y su bienestar emocional y social se verá muy afectado.

15 razones por las que es tan importante leer (con o sin lateralidad)

Los niños que presentan problemas de lectura no quieren leer: simplemente, porque les cuesta un gran esfuerzo y no encuentran ningún placer en hacerlo. Por este motivo buscan estrategias para huir de la lectura. Y cuando lo hacen, es por obligación.

La directora de nuestro centro, Joëlle Guitart, recomienda a los padres de los pacientes en edad de poder leer por sí mismos que dediquen cada día unos diez minutos a que sus hijos lean antes de irse a dormir, reservando los 3 últimos minutos para que les expliquen qué han entendido de lo que han leído. Este hábito supone un excelente ejercicio para el cerebro, ya que estimula el recorrido sináptico hacia el área de Broca (lóbulo que corresponde al lenguaje). Si el niño es más pequeño y todavía no ha aprendido a leer, recomienda que sean los padres quienes le lean cuentos (es importante iniciarle en el hábito y que vean su ejemplo).

Veamos, ahora sí, 15 razones por las que es tan importante leer (no solo en casos de lateralidad):

  1. Desarrolla nuestra empatía: el hecho de acceder a la forma de pensar y sentir de otras personas, aunque sean personajes de ficción, nos ayuda a comprender pensamientos y sentimientos diferentes a los nuestros.
  2. Nos permite vivir experiencias que, de otro modo, no experimentaríamos: el cerebro no establece una gran distinción entre los hechos que leemos y los que experimentamos en la realidad, por lo que ambos le producen sensaciones muy similares.
  3. Desarrolla la capacidad de atención: la estructura propia de cualquier relato (planteamiento, nudo y desenlace) “enseña” a nuestro cerebro a pensar de manera secuencial y, por tanto, a mantener la concentración y atención durante toda esa secuencia.
  4. Desarrolla nuestra comprensión lectora.
  5. Ejercita el procesamiento del lenguaje escrito.
  6. Estimula la actividad cerebral: se ha demostrado por resonancia magnética que los niños a los que se les lee cuentos muestran mayor actividad cerebral (en las áreas de significado del lenguaje y en las de visualización).
  7. Desarrolla y conforma nuestra identidad: interviene en la configuración de nuestras conexiones mentales, creando nuevas ideas y formas de pensar.
  8. Fortalece nuestras conexiones neuronales: al estimular nuestro cerebro, lo mantiene “en forma” (nos hace pensar, ordenar e interrelacionar ideas, etc.).
  9. Aumenta las reservas cognitivas del cerebro, reservas que parece que tienen un papel fundamental para mantenerlo sano en la vejez y protegernos de las enfermedades neurodegenerativas.
  10. Retarda y previene la pérdida de memoria (relacionado con el punto anterior).
  11. Nos ayuda a conciliar el sueño: debido a que es una actividad relajante para nuestro cerebro, nos “prepara” para dormir (siempre y cuando no lo hagamos con un dispositivo retroiluminado).
  12. Aumenta el flujo sanguíneo en el cerebro.
  13. Aumenta nuestra capacidad para el pensamiento analítico y crítico.
  14. Además de mejorar las funciones de nuestro cerebro, incrementa la capacidad de respuesta.
  15. Nos hace mejores oradores: en contra de lo que se pueda pensar, es la lectura la que nos enseña a hablar bien; no el ejercicio del habla.

 Nulla dies sine linea (¡ni un día sin [leer] una línea!).

 

Fuentes:

6 motivos científicos por los que es bueno leer

Un cerebro más protegido gracias a la lectura

Lectura, perfecta gimnasia cerebral

  • 1
  • 2

Aviso legal y política de privacidad

Aviso legal y política de privacidad

Últimos artículos

  • Las 4 reglas de la empatía que pueden salvarnos de la actual anomia
  • «Todas las emociones son necesarias y tienen que ser escuchadas»
  • Estudiantes, profesores: así es cómo aprende mejor el cerebro
  • «Muchas personas tienen la sensación de no poder más, de saturación»

Estamos en Facebook

Consúltenos

Dirección: C/ Josep Bertrand, 3. Ático 2º. 08021 Barcelona
E-mail: info@lateralidad.com
  • Lateralidad
  • El centro
  • Diagnóstico y terapia

Diseño web: ©2021 Lladó Comunicación

Top