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Cómo saber si mi hijo tiene problemas de lateralidad (II)
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Cómo saber si mi hijo tiene problemas de lateralidad (II)

Susana Lladó - Lladó Comunicación 29 marzo, 2021 El trastorno de lateralidad, Emociones, Equilibrio, Hipertonía, Hipocondría, Lateralidad cruzada, Lateralidad y CI, Organización corporal, Organización temporal, Orientación espacial, Problemas de equilibrio, Problemas de lateralidad, Síntomas de lateralidad cruzada

 

La semana pasada publicamos la primera parte de este artículo en el que estamos explicando las dificultades más habituales que presentan los niños con problemas de lateralidad. En la primera parte abordamos:

  • Los problemas de lectura
  • Los problemas de escritura
  • Las dificultades en el lenguaje verbal
  • Las dificultades en el lenguaje escrito
  • Los problemas de predislexia

 

El objetivo del artículo es que tanto padres como profesores puedan identificar los síntomas de una posible lateralidad heterogénea para solicitar un test completo de lateralidad cruzada que confirme o descarte el diagnóstico. Este test neurofisiológico evalúa cuántos cruces de lateralidad tiene la persona y en qué grado, resultados que nos permiten diseñar una terapia de lateralidad personalizada para cada paciente.

 

En esta segunda parte, proseguimos con los siguientes problemas de lateralidad:

 

Dificultades de organización temporal y de abstracción

  • Les cuesta aprender las horas y saber en qué día de la semana, mes y estación están: muchos no pueden escribir su fecha de nacimiento completa, no saben la fecha del día en curso (si es martes o jueves, el mes, si es primavera u otoño, no han establecido la relación entre los meses y las estaciones, etc.). Estas dificultades de organización temporal, razonamiento y abstracción que les impiden establecer relaciones cronológicas y secuenciales también provocan que, por ejemplo, en invierno se pongan un jersey de primavera, o al revés. En otras palabras, no pueden hacer el link entre el momento en el que viven y eso a lo que llamamos “estaciones del año”, ya que hacer este link implica capacidad de abstracción y de organización temporal; dos capacidades que no tienen adquiridas (ambas deberían estarlo a los siete años).
  • Les cuesta entender la noción de temperatura: no ven la diferencia entre 10 grados y 30. Esta noción es como un constructo ajeno a ellos.

 

Tienen poca autonomía

  • Dificultades para vestirse solos a los siete años, aproximadamente, cuando ya deberían poder hacerlo. Les cuesta atarse los zapatos (pasar por delante y por detrás los cordones, y orientarlos a la izquierda y derecha), al ponerse los pantalones se hacen un lío, el jersey se lo ponen al revés, son incapaces de abrocharse los botones de una camisa, se visten poniéndose primero los zapatos sin darse cuenta de que primero hay que ponerse el pantalón (secuencia, cronología), etc. No tienen la autonomía que ya deberían tener a su edad. Son niños muy dependientes de la ayuda de los padres.

  • Les cuesta lavarse el pelo y ducharse solos: no ponen la cantidad suficiente de champú ni de agua, se empiezan a aclarar el pelo cuando todavía no está lavado (secuencia), se despistan con el agua y juegan en lugar de ducharse, etc.

Dificultades de organización

  • Los niños con problemas de lateralidad tienen serias dificultades para organizarse el día y gestionar las tareas: no saben por dónde empezar, cómo seguir y cómo terminar los deberes, los trabajos de las asignaturas, etc. Esta dificultad se ha agravado con la pandemia debido a que su rutina ha cambiado. También les cuesta muchísimo hacerse la cama, poner la mesa bien, ordenar la ropa y su habitación, o cualquier otra responsabilidad de este tipo. No hay noción de límite (una parte puede ser educacional, pero hay otra que está relacionada con la lateralidad).

Problemas de equilibrio

  • Problemas de equilibrio estático (cómo se produce el recorrido sináptico cuando el niño está quieto): los niños con problemas de lateralidad presentan inestabilidad motriz, temblores y dificultad en el concepto de distancia y en el de ritmo (estas últimas producen dificultades para el cálculo).

 

  • Problemas de equilibrio dinámico: presentan descoordinación general y desequilibrio en el movimiento. Los niños hipotónicos son patosos, se caen, no les gusta hacer deporte, son poco ágiles, tienen dificultades para ir en monopatín y en bicicleta, así  como para jugar al fútbol. Prefieren bucear, hacer natación y practicar la equitación.

Problemas específicos en función de si son hipertónicos o hipotónicos

  • Los niños hipertónicos son ágiles en los deportes, pero por su precipitación, no calculan los espacios, las distancias. Son muy nerviosos e irritables, por lo que pueden alzar la voz y gritar, tener reacciones bruscas y tirar y romper cosas. Son poco pacientes, se exasperan porque exigen inmediatez, son extrovertidos y muy sociables. Necesitan liberar su energía practicando deportes.

 

  • Los niños hipotónicos: los hipercinéticos son muy inquietos, se mueven mucho, pero no presentan TDAH (no son hiperactivos). Presentan gran ansiedad, se bloquean con facilidad y son lentos en su vida cotidiana y escolar. Pueden tener momentos de apatía (se quedan tumbados en el sofá o en la cama) y son poco sociables e inhibidos.

Repercusiones en el rendimiento mental y emocional

 

  • Por todo lo expuesto, podríamos decir que son niños que están como perdidos, que no se apropian de su vida: por ejemplo, no saben a qué hora deben coger el autobús para ir al colegio y por eso siguen sin vestirse cuando deberían estar saliendo de casa. Los padres se ven obligados a ir continuamente detrás de ellos marcando los tiempos porque ellos no los interiorizan. Asimismo, ellos notan que “algo” va mal, que son diferentes, que les toman por tontos o piensan que quizá lo son (recordemos que la lateralidad cruzada no está relacionada con el cociente intelectual). Son niños muy sensibles que lo pasan francamente mal. De hecho, tienen una sensibilidad especial para captar el estado emocional de los otros, sobre todo, de las personas más cercanas (si un progenitor no se encuentra bien o está preocupado por algo). Como no tienen un yo fuerte y pueden dar la impresión de fragilidad, algunos de ellos son víctimas del acoso escolar.

 

  • No están entendiendo el confinamiento por covid-19: viven como un castigo no poder ver a sus amigos o que se hayan suspendido las clases de las actividades extraescolares a las que iban porque no pueden organizar como sujetos lo que está pasando.  Hay que tener en cuenta que, aunque no presentan un retraso mental, sí hay un retraso de unos 2 años en su madurez. En cambio, se les exige una comprensión de lo externo cuando ellos no se sitúan ni siquiera a sí mismos. Por ejemplo, si se despiertan por la noche porque necesitan ir al lavabo, tienen que llamar a su madre porque no se orientan bien (desorientación espacial y desorientación propia porque no tienen adquirida la noción de esquema corporal). Leer el artículo Los síntomas de la lateralidad cruzada agudizados por el confinamiento.

 

  • Todos estos problemas de lateralidad repercuten en su rendimiento mental, lo que, a su vez, repercute en su rendimiento emocional. Se sienten inseguros y presentan infravaloración, desmotivación y ansiedad (de hecho, cada vez vemos a más niños con depresión o predepresión). La ansiedad, desmotivación y depresión no son un problema psiquiátrico en estos niños: se deben al trastorno neurofisiológico provocado por la lateralidad heterogénea (mal definida).

En muchos casos, también hay un retraso o retardo motor (próximamente, publicaremos un artículo explicando cuál debería ser la evolución del desarrollo motor en cada edad).

El pasado 11 de mayo reabrimos el centro para las terapias presenciales individuales. Por favor, si vas a pedir cita, lee las medidas sanitarias y protocolos de higiene y seguridad que hemos implementado en el centro para evitar la transmisión cruzada de Covid-19 entre nuestro personal y los pacientes. Para los pacientes que viven fuera de Barcelona, seguimos realizando las terapias online. Si quieres hacernos una consulta, puedes ponerte en contacto con el centro.

Desde que se decretaron las nuevas medidas de restricción de la movilidad a finales de octubre, en el centro tramitamos los justificantes de desplazamiento a los pacientes y a sus acompañantes. Si vas a pedir cita, por favor, solicítanos el justificante. Una de las excepciones a las limitaciones de movilidad vigentes son los desplazamientos, debidamente justificados, a centros y establecimientos sanitarios y sociales.

¿Mi hijo va a terapia para jugar? La función del juego
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¿Mi hijo va a terapia para jugar? La función del juego

Susana Lladó - Lladó Comunicación 30 junio, 2020 El trastorno de lateralidad, Organización corporal, Terapia de lateralidad

La función del juego

La respuesta corta a esta pregunta intencionadamente provocativa que, en realidad, quiere incitar a la lectura es: no, tu hijo no va a terapia para jugar, aunque en las sesiones de terapia juegue. Y mucho.

De hecho, deberíamos formular la pregunta de una manera distinta: ¿por qué la función del juego es tan importante en una terapia?

Todos hemos visto o vivido en primera persona la siguiente situación: una madre o a un padre construyen una torre de piezas al jugar con su hijo de corta edad. Una vez alzada la torre, el niño la derriba. Y este gesto de destrucción le produce un gran placer. Se trata de un juego de oposición bastante infantil al que les gusta jugar, sobre todo, a los bebés.

Jugando a este juego, además de aprender la noción de temporalidad (construcción-destrucción), el bebé adquiere una información que para él será fundamental en ese periodo y en los años venideros: que su mamá y su papá están allí para volver a crear lo que es destruido en su mundo, aunque lo destruya él mismo. Una vez que el bebé ha comprobado una y otra vez que esto es así, deja de necesitar jugar a derribar la torre y evoluciona hacia otro juego (si el niño persistiera en ello, esta reiteración constituiría una señal de alarma).

Lo que un terapeuta observa cuando un niño juega, como en este caso, a un juego de oposición, puede significar cosas distintas en función de la edad del niño. En las sesiones de psicomotricidad con pacientes algo más mayores se hace el siguiente ejercicio: se prepara una sala con cojines dispuestos formando varias barreras y con material de protección para que el entorno sea seguro (colchonetas en el suelo, otros cojines que amortigüen eventuales caídas, etc.). El juego consiste en que el niño derribe estas barreras. ¿Por qué? porque es un ejercicio que le permite jugar con su agresividad de forma sana, ya que la agresividad es una emoción innata en las personas que un niño también necesita manifestar y canalizar. De hecho, si esta agresividad entendida como emoción de vida no encuentra una canalización adecuada, el niño puede llegar a manifestarla de maneras perjudiciales: ser un niño que agrede a otros niños, ser agresivo en casa, etc.

¿Mi hijo va a terapia para jugar? La función del juego

Los niños experimentan un gran placer al jugar a derribar barreras. Y este placer aumenta si el terapeuta les reta diciéndoles que no serán capaces de derribarlas. ¿Qué les provoca tanta satisfacción? Las respuestas son diversas en función del caso que tenga delante el especialista: puede ser que el niño tenga la necesidad de derribar al adulto, de oponerse a él, que necesite eliminar límites, etc. En cualquier caso, es muy importante que el niño pueda conectar con sus emociones y que el terapeuta sepa recoger estas emociones para trabajarlas con el paciente.

Para entrar en materia, hemos puesto dos ejemplos de juego de oposición, pero hay muchos tipos de juegos y cada uno de ellos está pensado para proporcionarle al terapeuta una información determinada sobre el paciente; información que puede estar relacionada con su desarrollo psicomotor, cognitivo o emocional (o con varios aspectos a la vez) y que el terapeuta tendrá en cuenta para preparar las siguientes sesiones de terapia con el fin de ir trabajando los aspectos que sean necesarios.

Hay muchos tipos de juegos y cada uno de ellos está pensado para proporcionarle al terapeuta una información determinada sobre el paciente; información que puede estar relacionada con su desarrollo psicomotor, cognitivo o emocional (o con varios aspectos a la vez), y que el terapeuta tendrá en cuenta para preparar las siguientes sesiones de terapia con el fin de ir trabajando los aspectos que sean necesarios

El niño se construye mediante el juego

«El niño juega su infancia. Para él todo es un aprendizaje y experimenta este aprendizaje a través del cuerpo. Esto significa que el niño se construye mediante el juego: a través de él se construye a sí mismo, construye su entorno y también su realidad. Así como el adulto comprende la infancia, el niño la vive y la experimenta.  Cuando un niño pequeño juega, entiende de alguna manera que existe la gravedad, que las cosas se pueden caer y también que se pueden volver a montar o poner de pie; que si es él quien se cae, lo hace en un espacio determinado y en un tiempo, que pese a la caída sigue de una pieza y que puede volver a levantarse, etc.», nos explica la psicóloga Meritxell Pujol.

Los juegos evolucionan por fases

A medida que el niño evoluciona, cambian los juegos a los que juega en terapia. Existen muchos tipos de juego y el terapeuta debe tener muy presente las necesidades del paciente en cada sesión a la hora de escoger un juego u otro. «No solo hay que escoger el juego tomando como criterio la habilidad o capacidad que se quiere trabajar, también hay que ver cómo llega el paciente a la sesión. No hay criterios fijos ni lineales, y el terapeuta puede ir cambiando de juego en una misma sesión en función de lo que vaya ocurriendo en el transcurso de esta. Después del confinamiento, hay niños que han vuelto a juegos más infantiles, por ejemplo, como si emocionalmente necesitaran afianzar su base. Por otra parte, hay que diferenciar entre los juegos que utilizamos para trabajar los aspectos psicomotores y otros juegos, como los simbólicos. Con los primeros trabajamos normalmente los aspectos estrictamente relacionados con la lateralidad, pero también es necesario que el niño aprenda a simbolizar para realizar aprendizajes como la lectoescritura y otros aprendizajes cognitivos», prosigue la especialista.

¿Mi hijo va a terapia para jugar? La función del juego

Tipos de juego

Los juegos de vinculación

Los juegos de vinculación son los primeros juegos del bebé y son muy vivenciales: cuando los padres lo arropan, cuando lo hacen trotar en sus rodillas, etc. Son juegos que vinculan emocionalmente al bebé con sus progenitores.

 

El niño, a través del contacto de su piel con la de sus padres, aprende los límites de su propio cuerpo y lo que significa el contraste: cuando le tocan y cuando no, cuando lo dejan un instante en el aire y cuando lo recogen, etc.

Los juegos de reaseguramiento

Son los juegos de oposición y de saltar, caerse, etc. Este tipo de juegos permiten que el niño experimente con su propio cuerpo y vaya desarrollando su propia imagen corporal.

Por ejemplo, si en la terapia se quiere trabajar el salto, se preparará una sala con bancos suizos, cuerdas y otros obstáculos asegurándonos de que todo el entorno es seguro. El niño escogerá con que obstáculo quiere jugar. Pero puede darse el caso de que el niño no quiera en esa sesión jugar a saltar o que tenga miedo a las alturas y decida, por ejemplo, jugar a otro juego que le proporcione sensación de protección (hacerse una casita en la que sentirse seguro, por ejemplo). Es el niño el que muchas veces marca el ritmo, y el terapeuta debe acompañarle hasta que esté preparado para saltar.

«Todo esto está relacionado con los miedos del niño. Antes de saltar quiere estar seguro de que si salta no pasará nada, aunque se caiga. Al comprobar que no se hace daño porque la sala está acondicionada, va adquiriendo confianza y va aumentando el grado de dificultad al que está dispuesto a enfrentarse porque el juego también le va reconfortando y ha aprendido que puede levantarse. Tanto si el niño salta bien como si se cae, el terapeuta recogerá sus emociones y le dará el feedback para que entienda lo que está pasando, cuáles son sus límites y las posibilidades de su cuerpo. Es una dinámica», explica la terapeuta .

En esta etapa es fundamental que el niño experimente ampliamente los contrastes para, posteriormente, poder llegar a entender bien lo simbólico y poder diferenciar los distintos colores y las diversas formas, la diferencia entre arrastrase y saltar, entre caminar de puntillas, con los talones, con el canto exterior de los pies, etc.

Cuando un niño representa una unidad familiar con muñecos, podemos saber qué le preocupa, a qué le da importancia, cuáles son para él las dinámicas familiares, etc. Ahora bien, el hecho de que el niño represente a unos padres ausentes, que discuten, que trabajan demasiado o que son cuidadores no significa necesariamente que esta sea su realidad: hay que ver por qué está acentuando esa situación, qué quiere expresar

Los juegos presimbólicos  

Son los juegos de esconderse, encontrar al otro, oponerse, etc.

Es importante que en los juegos como el de pilla-pilla o el de esconderse reforcemos su autoestima haciendo ver que nos cuesta pillarle porque corre mucho o es muy ágil (hay que decírselo), y dejando transcurrir un tiempo antes de encontrarle (haciéndole saber que es muy habilidoso encontrando buenos escondites).

Los juegos simbólicos de 3 a 5 años

Los humanos tenemos la capacidad de proyectar con el pensamiento lo que no existe o lo que no está ocurriendo en la realidad. En el juego simbólico, el niño transforma la realidad para jugar a ser otra cosa o crear una realidad que no existe, lo que le permite ampliar las posibilidades de su propia autorrepresentación y conectar con ello para construir su propia identidad: quién es, quién quiere ser, etc.

El juego simbólico debe ser un juego placentero y seguro para el niño: debe sentir que hay un gran margen de error para transformar la realidad y, posteriormente, saber volver a la suya propia.

En los juegos simbólicos, el niño siempre representa la parte más significativa del concepto que tiene sobre aquello sobre lo que simula. «Este aspecto nos ayuda a los profesionales a entender mejor a los pacientes, ya que nos aporta mucha información relacionada con lo que consideran esencial. Por ejemplo, cuando un niño representa una unidad familiar con muñecos, podemos saber qué le preocupa, a qué le da importancia, cuáles son para él las dinámicas familiares, etc. Ahora bien, el hecho de que el niño represente a unos padres ausentes, que discuten, que trabajan demasiado  o que son cuidadores no significa necesariamente que esta sea su realidad: hay que ver por qué está acentuando esa situación, qué quiere expresar», matiza la psicóloga.

 

Muchos niños, cuando se dibujan a sí mismos al inicio de la terapia, tienen serias dificultades para representar su propio cuerpo (esquema corporal) debido a que tienen una percepción de sí mismos bastante desorganizada. Esto se debe a sus dificultades de organización espacial, a que no distinguen la izquierda de la derecha, etc. Es muy habitual que en sus dibujos falte algún miembro o que, por ejemplo, la figura esté muy desproporcionada.

Otro ejemplo de juego simbólico es el de “Como si…”. En este juego, el niño asume ser otro y se sitúa en el lugar de ese otro disfrutando al realizar conexiones invisibles entre su propio cuerpo y ese otro, que puede ser el lobo feroz, Superman, o cualquier otro personaje. También puede jugar con otra persona adjudicándole a su vez un personaje. Sin embargo, cuando acaba el juego, el niño sabe que no es el lobo feroz o que la otra persona tampoco lo es. De modo que el juego le permite experimentar emociones como el miedo de ser perseguido por el lobo y dejar de sentirlo cuando el juego acaba.

 

En el juego simbólico hay una primera etapa en la que el niño todavía no puede diferenciarse del todo de sí mismo: los muñecos con los que juega tienen características suyas o proyecta en ellos las que le gustaría tener. Por ejemplo, es posible que un niño que tiene problemas con otros niños del colegio juegue con superhéroes buscando en ellos la fuerza que le gustaría tener para defenderse.

En cambio, en una segunda etapa, el niño podría jugar a juegos de rol interpretando un personaje con el que no comparte ninguna habilidad o característica.

En resumen, a través del juego el niño conoce su cuerpo, sus límites, se construye como sujeto, aprende el funcionamiento del mundo, busca crear sentido, representa sus emociones y evoca una parte subjetiva de su persona (y de los otros) que cambia a medida que él también va cambiando.

La función del juego en terapia

La transformación de su propia representación

Muchos niños, cuando se dibujan a sí mismos al inicio de la terapia, tienen serias dificultades para representar su propio cuerpo (esquema corporal) debido a que tienen una percepción de sí mismos bastante desorganizada. Esto se debe a sus dificultades de organización espacial, a que no distinguen la izquierda de la derecha, etc. Es muy habitual que en sus dibujos falte algún miembro o que, por ejemplo, la figura esté muy desproporcionada. Trabajar a través del juego los ítems de la lateralidad les permite conocerlo, tomar conciencia de él, saber hasta dónde llega y dónde empieza el mundo exterior, etc. Y, sin duda, este aprendizaje se ve facilitado cuando se lleva a cabo desde la emoción porque todo lo vivencial que genera emoción es recordado. Asimismo, el hecho de que el terapeuta recoja y refleje las emociones del niño contribuye a que este aprendizaje se establezca, a que quede fijado en el niño. Es significativo observar que a medida que avanza la terapia, estos pacientes cada vez plasman mejor en los dibujos lo que para ellos es su persona: la pueden ir transformando hasta que se corresponde con la que es.

El pasado 11 de mayo reabrimos el centro para las terapias presenciales individuales. Por favor, si vas a pedir cita, lee las medidas sanitarias y protocolos de higiene y seguridad que hemos implementado en el centro para evitar la transmisión cruzada de Covid-19 entre nuestro personal y los pacientes. Si quieres hacernos una consulta, puedes ponerte en contacto con el centro.

La organización espacial y temporal en el aprendizaje de la lectoescritura_Centro de lateralidad y psicomotricidad Joëlle Guitart
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La organización espacial y temporal en el aprendizaje de la lectoescritura

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 9 diciembre, 2019 Comprensión lectora, Concentración, Desarrollo motor, El trastorno de lateralidad, Lectoescritura, Organización corporal, Organización temporal, Orientación espacial

 

«Sin tener adquirida la orientación espacial y la orientación temporal no es posible el aprendizaje de la lectoescritura: ambas nos permiten entender y manejar los códigos escritos, las letras y los números»


 

¿Qué relación tienen la organización espacial y temporal con el aprendizaje de la lectoescritura?

Sin tener adquirida la orientación espacial y la orientación temporal no es posible el aprendizaje de la lectoescritura: ambas nos permiten entender y manejar los códigos escritos, las letras y los números.

¿De qué manera?

Necesitamos tener integradas unas coordenadas bien organizadas para orientar los símbolos, ya que el significado de estos símbolos depende de la forma que tienen y del lugar que ocupan en el espacio y en el tiempo, secuencialmente. No es lo mismo es que sé, 35 que 53 o decir que hoy es lunes o que es sábado, por ejemplo.

¿Qué ocurre cuando estas coordenadas espaciales y temporales no están integradas?

Cuando aprendemos a leer y a escribir, automatizamos este aprendizaje; de manera que el área del cerebro que interviene en estas funciones queda liberada para adquirir nuevos conocimientos que requieren atención y concentración. Esto es así porque el sistema nervioso está jerarquizado. Cuando no hay una buena jerarquización de las funciones cerebrales implicadas en el aprendizaje y desarrollo de la lectoescritura, esta área cerebral se sobrecarga y se colapsa.

¿Cuáles son las repercusiones?

Los niños que no han adquirido una buena organización temporal y espacial se dispersan mucho y les cuesta un gran esfuerzo cualquier aprendizaje. Tienen que poner mucha voluntad y tesón en todo porque el proceso no está automatizado.

¿Por eso cuando uno ya ha aprendido a conducir puede estar pendiente también de una conversación?

Sí, cuando un adulto realiza una función automática, la corteza ya no interviene y actúa gracias a las estructuras subcorticales, dejando la corteza libre para otras funciones o actividades más complejas, como la comprensión. Por el contrario, cuando nos enfrentamos a un nuevo aprendizaje, la corteza vuelve a participar activamente.

« Sin una buena lateralización cuesta mucho dominar la organización espacial y temporal, que son las bases que permiten desarrollar aprendizajes como la lectoescritura»

 

Entiendo, la jerarquización es fundamental para liberar las funciones superiores y seguir adquiriendo conocimientos nuevos

Sí, porque las funciones superiores son las que se encargan de los aprendizajes más conscientes. Como las redes de conexión del sistema nervioso y los núcleos de integración de un niño son cada vez más complejos, esta complejidad obliga al sistema nervioso a organizarse de forma jerarquizada para evitar el caos.

Bien, y ¿qué papel juega la lateralización en todo este proceso?

La jerarquización de las funciones cerebrales y la buena comunicación entre los hemisferios cerebrales es posible gracias al proceso de lateralización, entre otros factores.

¿Por qué es tan importante?

Durante el proceso de lateralización el niño aprende primero a ubicar su cuerpo en el espacio y a orientar su yo y su sentir tanto en el espacio como en el tiempo, así como a orientarse respecto al mundo exterior. Es imprescindible que este proceso de lateralización se haga correctamente para que después sea capaz de desarrollar aprendizajes complejos como la lectura y la escritura que requieren organizar la información mediante códigos gráficos y arbitrarios.

La lateralización es la base

Bueno, sin una buena lateralización cuesta mucho dominar la organización espacial y temporal, que son las bases que permiten desarrollar aprendizajes como la lectoescritura.

Escribir consiste en organizar en el espacio y en el tiempo

Sí, y para que haya una buena organización espacial al escribir, esta organización espacial debe estar incorporada corporalmente. Sin una buena organización lateral, el niño no sabe si la escritura tiene que ajustarse a un patrón de ordenamiento diestro o zurdo.

¿Qué le ocurre a un niño que no tiene las referencias corporales bien adquiridas?

Los desórdenes de los puntos de referencia corporal pueden ocasionar una velocidad de lectura lenta (aunque no todos los casos son iguales), ausencia o pobreza de comprensión lectora y confusión entre derecha/izquierda; lo cual lleva a no comprender las nociones de decena y centena, a invertir el orden de las letras, a la disgrafía y a síntomas que pueden confundirse con dislexia o discalculia, por ejemplo.

« A estos niños les cuesta mucho organizar un dibujo, representar lo que tienen en la cabeza»

 

¿Por qué se da la disgrafía?

Si no sabes orientarte en el espacio cuesta mucho saber hacer bien la letra, copiarla bien.

¿En qué más afecta la desorganización espacial y temporal?

A estos niños les cuesta mucho organizar un dibujo, representar lo que tienen en la cabeza.

¿Por qué?

Les cuesta plantear la idea, no saben cómo empezar a representarla, cómo distribuir los elementos en el espacio. Y, a veces, estos elementos son desproporcionados.

¿También queda afectada la expresión oral?

Normalmente, hay una mayor comprensión de las explicaciones verbales que de las escritas, de la misma forma que también es mejor la expresión verbal que la escrita.

Volvamos a la cuestión de la dispersión y la atención

Es importante aclarar que antes de afirmar que un niño presenta un problema primario de atención debemos asegurarnos de que esta tendencia no se deba a un sobresfuerzo provocado por los motivos que he explicado anteriormente. Los niños con lateralidad cruzada, al igual que sus padres, expresan a menudo que todo les cuesta demasiado, que seguir el ritmo de la clase les supone un sobreesfuerzo constante y mucho mayor que el que hacen los otros niños.

«En el desarrollo psicomotor, primero vendría el esquema corporal, luego la lateralidad y,finalmente, la organización espacial y temporal . Si hay un fallo en la primera etapa ya hay consecuencias en las demás»

 

¿Puedes poner otro ejemplo de cómo repercute la desorganización espacial y temporal?

El otro día estaba en terapia con un grupo de niños. Les puse un ejercicio de lógica que consistía en ordenar de un modo determinado manzanas de diferentes colores. Todos los niños las ordenaban incorrectamente una y otra vez. Yo no entendía qué era lo que provocaba el mismo error en todos hasta que me di cuenta de que las estaban ordenando en orden inverso, de derecha a izquierda. Estos niños tenían 11 años, una edad en la que la organización temporal y espacial ya debería estar adquirida.

¿Cuál es el orden en la jerarquización que nos explicabas antes?

En el desarrollo psicomotor, primero vendría el esquema corporal, luego la lateralidad y, finalmente, la organización espacial y temporal . Si hay un fallo en la primera etapa ya hay consecuencias en las demás.

¿Cómo trabajáis estas dificultades en terapia?

Como para tener una buena organización espacial se necesita un esquema corporal adquirido, trabajamos el esquema corporal moviendo, por ejemplo, solo una parte del cuerpo para que sean conscientes de los movimientos, diferencien las diferentes partes del cuerpo y aprendan a saber orientarse en su propio cuerpo. Si ellos pueden orientarse en su propio cuerpo también sabrán orientarse en el espacio porque, entre otras razones, su cuerpo también está en el espacio.

¿Y la temporalidad?

Una vez tienen adquirida toda la parte más espacial, se trabaja la temporalidad, que es lo más complejo, aunque ambas van muy relacionadas y en algunos ejercicios las trabajamos paralelamente porque una depende de la otra.

¿Cómo les afecta la desorganización temporal?

En la lectura, la temporalidad afecta, por ejemplo, a qué letra va primero. En la escritura, suele reflejarse en que empiezan a escribir por donde no corresponde.

¿Y cómo la trabajáis?

Hay muchos ejercicios para ello, aunque deben realizarse con la supervisión de un terapeuta porque, como cada niño tiene una retención neurológica diferente, deben personalizarse. Trabajamos mucho la ordenación de viñetas y fotografías, ya que son ejercicios que requieren entender el concepto de sucesión. Además la organización temporal también es necesaria para entender las horas, los días de la semana, los meses, las estaciones, el concepto de resta…

¿Por qué el concepto de resta?

Si no tengo adquirida la temporalidad no puedo entender “Tenía 3 bolis, me quitaron 2, ¿cuántos me quedan?”. No puedo establecer la relación entre lo que tenía y lo que tengo porque no sé cuál es el punto de partida temporal.

¿Qué otros aspectos trabajan en terapia?

Trabajan el ordenar cosas en el espacio, los conceptos de antes y después, de arriba y abajo, que les cuesta mucho, y los de derecha e izquierda. A veces se lían mucho con todos estos conceptos y son niños de 6-7 años que ya deberían tenerlos adquiridos. Algo que les presenta normalmente bastante dificultad es describir lo que está abajo y arriba en una imagen.

Uno se pregunta cómo se las ingenian en su día a día con toda esta confusión

A veces, resuelven las situaciones por imitación, pero, claro, les genera mucha frustración ver que no son capaces de entender y hacer lo que otros niños entienden y hacen con facilidad. Además se cansan mucho por el esfuerzo que les supone, lo cual suele provocarles rechazo al estudio, a ir al colegio, etc.

¿Qué otros ejercicios hacen en terapia?

Representar palabras con el cuerpo, leer palabras que están en relieve con los ojos vendados para integrar la forma de las letras y orientarlas en el espacio, representar letras con plastilina para tener que crearlas de la nada en el espacio (este ejercicio también les va bien para trabajar la motricidad fina), coser las letras de una palabra para integrar el orden, ejercicios que les ayudan a reconocer la diferencia entre letras que confunden cuando están en minúscula, como la b y la d, etc.

Sin organización temporal no hay comprensión oral ni escrita
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«Sin organización temporal no hay comprensión oral ni escrita»

Susana Lladó - Lladó Comunicación 15 julio, 2019 Aprendizaje, El trastorno de lateralidad, Organización corporal, Organización temporal

La psicóloga Meritxell Pujol, terapeuta de nuestro centro, nos explica en esta entrevista qué es la organización temporal, por qué su adquisición es fundamental para poder aprender otros conocimientos básicos y fundamentales, y cómo afecta a un niño no comprender este concepto abstracto.

 

Para un adulto, el concepto de organización temporal es bastante obvio, ¿lo es también para un niño?

En absoluto. La organización temporal es un concepto muy abstracto para un niño y difícil de adquirir.

 

Empecemos con ejemplos. ¿Qué le ocurre a un niño que tiene problemas de organización temporal?

Un ejemplo muy claro es el de un paciente de 16 años que, cuando empezó la terapia, no sabía en qué día estábamos, ni en qué mes. Podía recitar los meses del año como quien recita las tablas de multiplicar de memoria, pero no tenían significado para él: no sabía a qué periodos hacían referencia.

 

¿Nos puedes explicar un poco más este caso?

Cogí un calendario y le pregunté cuándo era Navidad. No lo sabía. Le pregunté si iba antes o después de su cumpleaños. Tampoco lo sabía. Era incapaz de situar u orientar los acontecimientos.

 

¿Él era consciente del problema?

Sí, y le generaba una sensación muy negativa de descontrol. Sentía como si la vida fuera una corriente que lo arrastraba sin saber adónde. Se sentía muy diferente a los demás y tenía muchos problemas en el colegio.

Para entender una narración, necesitamos poder orientarnos en el tiempo, comprender las secuencias de un acontecimiento, el devenir: entender conceptos como antes y después, causa y consecuencia. 

¿Qué clase de problemas?

La organización temporal afecta a la adquisición de aprendizajes tan básicos e importantes como la comprensión oral y escrita.

 

¿Por qué?

Porque para entender una narración, necesitamos poder orientarnos en el tiempo, comprender las secuencias de un acontecimiento, el devenir: entender conceptos como antes y después, causa y consecuencia. El concepto temporal está en cualquier texto.

 

¿A qué otros aprendizajes afecta?

A las matemáticas. El concepto de organización temporal está implícito, por ejemplo, en las secuencias numéricas: si no entendemos conceptos como anterior y posterior, es imposible saber qué número va antes o después en una secuencia numérica.

 

Sigamos con más consecuencias

La propia organización del tiempo: estos niños no se pueden organizar las tareas y por eso no pueden asumir objetivos como cualquier otro niño.

 

¿Nos puedes poner un ejemplo?

Recuerdo a una paciente de 6 años que me explicaba con mucha angustia que cuando sus padres le pedían que se fuera a lavar los dientes siempre la acababan regañando porque tardaba muchísimo: primero se lavaba la cara, después se quitaba las legañas, etc.  Ella no se daba cuenta, decía, de que no le daba tiempo a hacer lo que sus padres le pedían.

Sin organización temporal no hay comprensión oral ni escrita_Centro de Lateralidad y Psicomotricidad Joëlle Guitart

Hasta aquí, podría parecer normal: les pasa a muchos niños

Sí, pero entonces, cuando le propuse como solución que sus padres la avisaran cuando le quedaran 5 minutos para terminar lo que le habían pedido, me contestó «Es que yo no sé cuánto son cinco minutos». No entendía el tiempo.

 

No son niños que se columpian o se distraen

No, son niños que sufren mucho porque realmente no pueden organizarse las tareas.

 

¿Nos pones un ejemplo más que nos ayude a acabar de entenderlo?

El de otra niña de 6 años que no quería seguir con una actividad que estábamos haciendo en la sesión de terapia de ese día. Le dije que seguiríamos durante 1 minuto más y que después cambiaríamos de ejercicio. Me contestó: «1 minuto, no, 15». Le pregunté con extrañeza si, entonces, quería seguir un poco más, y me respondió: «Es que no sé cuánto es 1 minuto, pero sé que 15 minutos es poco tiempo».

 

¿No saben referenciar el tiempo?

Es como si tuvieran conceptos separados que no pueden unir. Saben que hay un día del año en el que se celebra Fin de Año, pero no saben cuándo es.

 

Entonces, tampoco pueden anticipar sucesos

Si sus padres se van de viaje, no les calma que les digan que van a volver en 3 días o en 1 semana porque no saben si eso es mucho o poco tiempo. Cuando son pequeños, esto les genera mucha angustia.

 

También deben tener dificultades a la hora de expresarse

Así es. Si les pides que te expliquen lo que han hecho el fin de semana anterior, te lo narran en presente, por ejemplo. Cuesta mucho entenderles porque, además, les cuesta estructurar un relato. Sus problemas de organización temporal también les dificulta entender las instrucciones que les dan los adultos.

La organización temporal va muy relacionada con la organización espacial y esta, a su vez, depende de la corporal. Es decir, para poder empezar a trabajar la organización temporal, primero debemos trabajar con el niño la noción de esquema corporal.

Bien. ¿Cómo trabajáis en terapia con estos pacientes?

Si un niño tiene problemas de organización temporal, significa que también tiene dificultades en otras áreas.

 

¿A qué te refieres?

La organización temporal va muy relacionada con la organización espacial y esta, a su vez, depende de la corporal. Es decir, para poder empezar a trabajar la organización temporal, primero debemos trabajar con el niño la noción de esquema corporal.

 

¿Por qué la noción de esquema corporal es la base?

Solo a partir de los referentes del propio cuerpo se pueden tener los referentes del espacio. El eje corporal del propio cuerpo es lo que permite identificar derecha e izquierda y, a partir de aquí, referenciar primero el propio cuerpo en el espacio y después en relación a los otros objetos e individuos.

 

Entiendo. Y, ¿cómo se relaciona esto con la temporalidad?

El niño accede a las nociones temporales a través de la sucesión de los movimientos de sus propias acciones, de las acciones y movimientos que hace. Necesita comprender qué mueve primero cuando hace un movimiento con su cuerpo. Necesita adquirir la noción de  sucesión y siempre parte de su propia experiencia para entender lo que le rodea.  Una vez ha comprendido su propio esquema corporal y cómo se orienta su cuerpo en el espacio y en el tiempo es cuando puede empezar a entender cómo se ubican y orientan en el tiempo los diferentes objetos y sucesos que ya no parten de sí mismo.  En terapia, trabajamos ambas organizaciones, la espacial y la temporal, de manera conjunta.

 

¿Cómo lo hacéis?

Depende de cada niño y de los resultados de su test de lateralidad, pero, grosso modo, trabajamos los conceptos de ayer, hoy y mañana haciéndoles explicar qué han hecho durante un periodo determinado: esto les ayuda a entrenar las secuencias temporales. También hacemos ejercicios para que aprendan a entender las, semanas, los meses, las estaciones, etc.

 

¿Puedes poner un ejemplo?

Si les pregunto qué día es hoy, no lo saben. Entonces les doy referencias para que ellos lleguen a la solución: por ejemplo, cojo un calendario y les digo que nosotros nos vemos todos los martes. Entonces ellos buscan todos los martes del mes. Les digo que acabamos de empezar el mes y que, por tanto, en qué martes creen que estamos. Al final lo sacan. Les ayuda poder referenciar las cosas que pasan en el tiempo porque necesitan llegar a unir el concepto abstracto con la experiencia vivencial.

Utilizamos ejercicios más obvios en los que se pueden equivocar menos para que ellos se den cuenta de la noción de sucesión y, al ser conscientes, puedan aplicarlo a otros casos más complejos.

Y el concepto de sucesión, ¿cómo lo trabajáis?

Para el concepto de sucesión y el de duración trabajamos con viñetas que tienen que ordenar: diferentes viñetas que muestran el crecimiento de un árbol, los diversos movimientos que hace una persona que da un salto, alguien que abre un paraguas (primero la viñeta en la que no llueve, después la viñeta en la que empieza a llover, después en la que abre el paraguas, el paraguas mojado, etc.).

 

¿No las ordenan bien?

Normalmente, las ordenan bien. Lo importante de estos ejercicios es que les permiten afianzar la relación de sucesión. Es decir, utilizamos ejercicios más obvios en los que se pueden equivocar menos para que ellos se den cuenta de la noción de sucesión y, al ser conscientes, puedan aplicarlo a otros casos más complejos.

 

¿Hay más ejercicios que les ayuden a adquirir la organización temporal?

Sí, y muy diversos. Por ejemplo, también trabajamos con estructuras rítmicas porque el ritmo es una sucesión. Yo hago un ritmo y ellos deben reproducirlo. Hago un movimiento y ellos deben repetirlo. Después hay ejercicios que les permiten ser conscientes de su propia respiración.

 

¿Para qué sirven?

Les ayudan, al igual que todos los ejercicios en los que trabajamos los sentidos y la percepción, a entender el esquema corporal a través de la autoobservación.

 

No hablamos de una terapia breve

No, es cierto que trabajar el esquema corporal y la organización espaciotemporal lleva tiempo, porque no lo podemos abordar todo de golpe. Pero adquirir estas nociones es imprescindible para que puedan realizar los otros aprendizajes propios de su edad. No obstante, como su evolución es paulatina, a medida que van haciendo progresos, estos también les ayudan a que mejore su rendimiento escolar.

 

Entrevista a la psicóloga Ganaëlle Anza: «La organización corporal determina el desarrollo de las funciones superiores»
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«La organización corporal determina el desarrollo de las funciones superiores»

Susana Lladó - Lladó Comunicación 15 abril, 2019 Aprendizaje, Concentración, Desarrollo cerebral, Desarrollo motor, Desorientación espacial, El trastorno de lateralidad, Emociones, Organización corporal, Terapia de lateralidad 0

En esta entrevista, la psicóloga de nuestro centro Ganaëlle Anza Guitart nos explica por qué la organización corporal determina el desarrollo de las funciones superiores, como el razonamiento, la memoria, la concentración o la comprensión, y por qué es fundamental que en la terapia de lateralidad se trabajen paralelamente tres aspectos: el corporal, el mental y el emocional.

 

¿Las implicaciones de una lateralidad mal establecida van más allá de confundir derecha e izquierda?

Sí, desde luego, aunque es necesario aclarar algo importante para no sacar conclusiones equivocadas: por una parte, algunas personas creen que tener la lateralidad mal establecida significa tan solo confundir la derecha con la izquierda, sin más implicaciones, lo cual es erróneo; por otra parte, el hecho de confundir a veces la derecha con la izquierda no significa necesariamente que la persona tenga su lateralidad mal establecida.

 

Entonces, ¿cuándo hablamos de trastorno de lateralidad o lateralidad cruzada?

La lateralidad no es únicamente una cuestión de mano: entraña todo el eje corporal; es decir, el eje ojo – mano – pie, además del oído. Por esto es tan importante hacer una valoración general de cada persona revisando estos puntos de lateralidad y su funcionamiento en la vida cotidiana.

 

¿Por qué es tan importante este eje?

Porque determina nuestra organización corporal: si hay grupos neurofisiológicos dominantes hacia un lado y otros grupos neurofisiológicos dominantes hacia el lado opuesto, esto puede provocar dificultades en la coordinación psicomotriz, con las repercusiones que ello conlleva.

 

¿Puedes poner un ejemplo?

Si en el proceso de aprendizaje de la escritura, el ojo dominante es el derecho y la mano dominante es la izquierda, puede haber problemas en la adquisición de este aprendizaje.

 

Es decir, que la organización corporal influye en la coordinación psicomotora, en el movimiento, y también en aprendizajes como el de la escritura

Sí. Y no solo en eso, también en el desarrollo de funciones superiores complejas como el razonamiento, la comprensión o la memoria. Jean Piaget ya estudió hace varias décadas las etapas del desarrollo cognitivo por las que pasa el niño, empezando por la etapa sensoriomotriz; es decir, aquella que empieza por la acción del cuerpo y la motricidad.

 

«Tiene que haber una disponibilidad del cuerpo para que el cerebro sea capaz de aprender e integrar los conocimientos»

 

O sea, nuestro esquema corporal tiene que estar bien organizado, bien lateralizado

Sí, es la base para un buen desarrollo. Pensemos en los bebés: a través del movimiento, del desplazamiento, del gateo y, después, al empezar a caminar, van adquiriendo su posición respecto al mundo, la noción del espacio, de distancia entre los objetos y ellos, etc. Esto es lo que les permite después adquirir la noción de organización espacial; una noción que necesitamos en nuestra vida cotidiana para un montón de cosas: para orientarnos en la calle, para conducir, para presentar un texto escrito bien ordenado, para no tropezar, etc.

 

Interesante, ponnos otro ejemplo de cómo el aprendizaje pasa por el cuerpo o por la acción de este

Cuando el bebé llena y quita cubos de una caja, y más adelante el niño que aprende a contar primero con los dedos. A través del cuerpo y de su acción vamos adquiriendo la noción de suma y resta. Esta base permitirá acceder a niveles más abstractos como cuando realizamos operaciones aritméticas mentalmente.

 

El cuerpo y el cerebro no van cada uno por su lado

No, en absoluto. Hay una interacción entre la persona y el mundo externo: a través de la acción de la persona y de su deseo de explorar, esta va adquiriendo un conocimiento y este conocimiento le ayuda a estructurarse, corporal y mentalmente.

 

Sigamos hablando de las repercusiones que tiene una lateralidad mal establecida

Otra de ellas es que, si un grupo neurofisiológico no funciona debidamente, la persona tiene que realizar un sobreesfuerzo para realizar las tareas en las que este grupo está implicado. Este es el motivo por el que las personas con el trastorno de lateralidad acaban agotadas al final del día.

 

Sigamos

Después están las repercusiones emocionales. Los niños ―y también los adultos― se comparan con sus iguales y sienten que son diferentes, que algo falla en ellos. Con el tiempo, van perdiendo su autoestima, se inhiben y muchos dejan de socializar. Recuerdo el caso de un chico joven que, al inicio de la terapia, me explicaba que no se atrevía a contestar al teléfono en su propia casa.

 
«La organización corporal determina el desarrollo de las funciones superiores»
 

¿Hasta este punto puede afectar emocionalmente?

Sí, incluso le costaba ir al supermercado a comprar. Tenía mucha desconfianza hacia los demás, mucho miedo a equivocarse y a ser juzgado. Había una gran inhibición, provocada por el miedo a lo que pudieran pensar de él.

 

El trastorno le estaba condicionando por completo la vida

Sí, y también profesionalmente: no se atrevía a enfrentarse a una entrevista de trabajo. Había una parálisis tan grande que ni lo intentaba: dejó de enviar currículos. Todos los rechazos de los que había sido objeto desde pequeño llegaron a paralizarlo.

 

En estos casos, ¿cómo trabajáis en terapia?

Hay que trabajar paralelamente en tres aspectos, con todos los pacientes. Y es fundamental que sea así; de otro modo, la persona no podrá aprovechar todas sus capacidades, su potencial.

 

¿Cuál es el primer aspecto

Los ejercicios orientados a estimular todos los ítems que engloba la lateralidad y la psicomotricidad: concentración, comprensión, memoria, orientación temporal y espacial, equilibrio, etc.

 

¿Y el segundo?

El cuerpo. Las personas con problemas de lateralidad suelen tener el cuerpo muy tensionado, por esto trabajamos con técnicas de relajación y respiración. Tiene que haber una disponibilidad del cuerpo para que el cerebro sea capaz de aprender e integrar los conocimientos.

 

«Si solo estimulamos los grupos neurofisiológicos pasando por alto que el cuerpo está tenso o contracturado y sin abordar lo emocional, esa estimulación no dará los resultados esperados»

 

¿El tercero?

Toda la parte emocional. Los pacientes llegan a terapia con muchas experiencias y vivencias pasadas que configuran la idea que tienen de sí mismos. También es muy importante observar cómo los pacientes realizan los ejercicios, porque aquí es cuando los terapeutas vemos lo duros que pueden llegar a ser consigo mismos.

 

¿Qué se consigue al trabajar en paralelo estos tres ejes?

Si solo estimulamos los grupos neurofisiológicos pasando por alto que el cuerpo está tenso o contracturado y sin abordar lo emocional, esa estimulación no dará los resultados esperados. Trabajar la respiración y la relajación permitirá que el trabajo de los ejercicios psicomotores sea más efectivo.

 

¿Puedes poner un ejemplo de cómo repercute la relajación en los ejercicios psicomotores?

A veces, los niños me preguntan por qué hacemos relajación. Cuando les enseño cómo es su letra antes y después de hacerla, y ven la diferencia entre una grafía y otra (en algunos casos, la escritura es muy diferente), se dan cuenta de hasta qué punto les influye.

 

En realidad, nos pasa a todos

Claro, si estamos nerviosos o enfadados, la escritura es más disgráfica.

 
«La organización corporal determina el desarrollo de las funciones superiores»
 

¿En qué otros aspectos les ayuda aprender a relajarse?

Las personas con problemas de lateralidad se bloquean a menudo a causa de la ansiedad: cuando van a hacer un examen, cuando se desorientan en la ciudad, en las reuniones de trabajo…Aprender a relajarse les ayuda mucho en estas situaciones. Las técnicas de relajación ―sumadas a la confianza que van adquiriendo en sí mismos al comprobar que mejora el rendimiento de sus funciones superiores, más la tranquilidad que les proporciona aprender a gestionar sus emociones― consiguen que cada vez se bloqueen menos. Además, los ejercicios de respiración y relajación les ayudan a ser más conscientes de su cuerpo cuando hacen los ejercicios de psicomotricidad y a estar presentes durante los mismos.

 

Los bloqueos son neurofisiológicos, corporales y emocionales

Sí, aunque en cada persona pueden presentarse más unos que otros. Por esta razón la terapia es muy personalizada. Además, como terapeutas, tenemos que ser capaces de detectar cuál es la puerta de entrada para acceder al paciente: a veces, ves que ni a través de la parte afectiva ni a través de la mental hay una entrada, pero la hay a través del cuerpo: empiezan a hablar gracias a las sensaciones corporales. Quizás notan un dolor en un punto y eso les recuerda algo que les ha ocurrido y entonces empiezan a verbalizarlo. A partir de ahí se abre la puerta para empezar a trabajar los otros bloqueos.

 

Va todo muy relacionado

Así es, por eso comentaba antes lo de los tres ejes. El cuerpo tiene memoria, no solo el cerebro. De la misma forma que al repetir un ejercicio de psicomotricidad una y otra vez vamos entrenando una función superior determinada, a base de enseñarle al cuerpo a relajarse adquirimos esta habilidad. Tiene que haber un aprendizaje significativo, es decir interiorizado, y una vez que se ha conseguido, la relajación y la respiración son herramientas que aprenden a utilizar cuando se les presenta una situación que les provoca ansiedad. Muchos pacientes piden terminar las sesiones con ejercicios de relajación.

 

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