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«La terapia de lateralidad en grupo tiene muchas ventajas»_Luis Elías_Psicólogo
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«La terapia de lateralidad en grupo tiene muchas ventajas»

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 29 enero, 2021 El trastorno de lateralidad, Terapia de lateralidad, Terapia de lateralidad cruzada, Terapia de lateralidad en grupo, Tratamiento de lateralidad

Por Susana Lladó

El psicólogo Luis Elías nos explica las dinámicas que se crean en una terapia de lateralidad en grupo y cómo benefician a los pacientes.

En contra de lo que quizá pudiera parecer, una terapia individual no siempre es lo más indicado para el paciente

Cada caso es diferente, pero en general, y como en otros tipos de terapia, la terapia de lateralidad en grupo tiene muchas ventajas para el paciente.

 

¿Por qué?

Porque permite que se creen dinámicas que no se producen en una terapia individual.

 

Bien, centrémonos en esas dinámicas que surgen específicamente en la terapia de lateralidad en grupo

En la terapia grupal de lateralidad no solamente tratamos los ítems propios de la lateralidad cruzada realizando los ejercicios de psicomotricidad pertinentes y trabajando la concentración, la atención, la orientación espaciotemporal, etc. Como todos los pacientes comparten el hecho de tener la lateralidad cruzada, pueden expresar sus problemáticas ante los demás.

Al iniciar la terapia creen que son los únicos que tienen una serie de pensamientos, inseguridades, problemas, emociones, etc. Al oír a los otros compartir los suyos, se dan cuenta de que no están solos en sus vivencias. Esto facilita que pierdan la vergüenza con la que han llegado, compartan lo que les preocupa y se ayuden unos a otros.

¿Hasta qué punto es importante que puedan compartirlas?

Los grupos se forman con pacientes de edades similares, de modo que es muy habitual que unos se reconozcan en las dificultades de los otros. Esto es importante, ya que cuando se incorpora un nuevo paciente al grupo, suele pensar que lo que vive en su día a día solamente le pasa a él.

 

Cada paciente piensa que es el único que vive lo que vive

Sí, al iniciar la terapia creen que son los únicos que tienen una serie de pensamientos, inseguridades, problemas, emociones, etc. Al oír a los otros compartir los suyos, se dan cuenta de que no están solos en sus vivencias. Esto facilita que pierdan la vergüenza con la que han llegado, compartan lo que les preocupa y se ayuden unos a otros.

Por ejemplo, si alguien sufre acoso escolar, es muy probable que no se lo haya dicho a nadie. Al oír a otro paciente explicar una experiencia similar, se animará también a compartirlo. A las personas nos ayuda mucho escuchar a otra persona hablar de un tema traumático o disfuncional que también sufrimos nosotros. Es un mecanismo que funciona sobre todo, en niños y adolescentes.

 

¿En los adultos es distinto?

A partir d ellos 30 años, los adultos solemos construirnos barreras que lo dificultan. Nos cuesta más que a ellos.

 

¿Qué cambios se producen en ellos al compartir sus emociones y problemas?

Van ganando confianza en un ambiente que es de apoyo y comprensión. Y no solo por el hecho de que el terapeuta guie las sesiones, sino porque los otros dan su feedback sin juzgar.

 

Ser escuchado sin ser juzgado se da en pocos ámbitos

Sí, y proporciona mucha tranquilidad y seguridad. Cada uno tiene inquietudes y problemas propios, pero el trastorno de lateralidad los cohesiona como grupo.

Los niños y adolescentes con lateralidad cruzada suelen tener muchos problemas de inseguridad. La terapia grupal estimula su crecimiento personal y sus habilidades sociales.

¿Qué otros aspectos de la terapia de lateralidad en grupo suponen una ventaja?

Los niños y adolescentes con lateralidad cruzada suelen tener muchos problemas de inseguridad. La terapia grupal estimula su crecimiento personal y sus habilidades sociales. Pasan del aislamiento individual a la integración en un grupo. Además, tal como apuntaba antes, se benefician del apoyo de todos los otros pacientes que llevan más tiempo en ese grupo de terapia y ven las habilidades que han adquirido en el transcurso del tratamiento.

 

Y eso los motiva

Desde luego. Además, los que llevan más tiempo ayudan al que se acaba de incorporar si no le sale un ejercicio, por ejemplo. Y lo hacen desde una gran empatía porque ellos también pasaron por lo mismo y saben las emociones que está sintiendo.

 

¿Podemos añadir más beneficios?

Sí, en una terapia de lateralidad en grupo podemos realizar ejercicios y actividades que no se pueden hacer en una terapia individual. Estos ejercicios y actividades en equipo, además, permiten trabajar la competitividad, la frustración, el egoísmo, el compañerismo y la cooperación, el liderazgo, la evitación, la inseguridad…Es decir, todas las dinámicas y roles que aparecen en un grupo. Asimismo, el terapeuta puede proponer actividades más complejas que en una terapia individual porque la sacarán adelante entre todos. Cada uno aportará las capacidades en las que es mejor y le explicará al otro lo que no entiende, cómo se hace, por qué esa es la mejor solución, etc.

Cuando uno de ellos finaliza la terapia y, por tanto, deja el grupo, se recogen todos sus avances. Este ejercicio se transforma, a su vez, en una gran motivación para todos los que todavía no la han finalizado. Se dan cuenta de todo el progreso que van a realizar.

Entre ellos, ¿suelen reconocerse los avances?

Sí, y este punto es interesante. En los grupos de niños de 10 a 15 años, dedicamos los últimos 5 minutos de cada sesión a comentar lo que ellos quieren o necesitan expresar. Este tiempo les da la oportunidad de hacerse conscientes de sus emociones, escuchar diferentes puntos de vista y aprender herramientas y habilidades sociales de los demás. Llama la atención lo bien que interactúan, la gran capacidad que tienen para reforzarse unos a otros y expresar en voz alta lo mucho que ha evolucionado cada quien en determinado aspecto. Este último punto también sale en las despedidas.

 

¿A qué te refieres?

Cuando uno de ellos finaliza la terapia y, por tanto, deja el grupo, se recogen todos sus avances. Este ejercicio se transforma, a su vez, en una gran motivación para todos los que todavía no la han finalizado. Se dan cuenta de todo el progreso que van a realizar.

El pasado 11 de mayo reabrimos el centro para las terapias presenciales individuales. Por favor, si vas a pedir cita, lee las medidas sanitarias y protocolos de higiene y seguridad que hemos implementado en el centro para evitar la transmisión cruzada de Covid-19 entre nuestro personal y los pacientes. Para los pacientes que viven fuera de Barcelona, seguimos realizando las terapias online. Si quieres hacernos una consulta, puedes ponerte en contacto con el centro.

Desde que se decretaron las nuevas medidas de restricción de la movilidad a finales de octubre, en el centro tramitamos los justificantes de desplazamiento a los pacientes y a sus acompañantes. Si vas a pedir cita, por favor, solicítanos el justificante. Una de las excepciones a las limitaciones de movilidad vigentes son los desplazamientos, debidamente justificados, a centros y establecimientos sanitarios y sociales.

Las técnicas de relejación aumentan la calidad de vida_entrevista a la psicóloga Meritxell Pujol
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«Las técnicas de relajación aumentan la calidad de vida»

Susana Lladó - Lladó Comunicación 19 octubre, 2020 Técnicas de relajación, Terapia de lateralidad, Terapia de lateralidad cruzada

Por Susana Lladó

Las preocupaciones y las obligaciones laborales, familiares y sociales pueden llegar a conducir nuestra vida desconectándonos de nosotros mismos. Cuando esto ocurre, el cuerpo nos pasa factura porque los pensamientos y las emociones se reflejan en él tensándolo. La psicóloga Meritxell Pujol nos explica cómo nos pueden ayudar las técnicas de relajación a aumentar nuestra calidad de vida.

No nos han enseñado a conectar con nosotros, con nuestro cuerpo. Dejamos que el día a día nos arrastre, y todas esas tareas diarias nos empujan a fijarnos exclusivamente en el exterior: en el trabajo, las obligaciones domésticas, la vida familiar y social, etc. No queda lugar para conectar con uno mismo, que es lo que nos permitiría gestionar mucho mejor todas estas situaciones cotidianas y gozar de una mejor salud.

Viviríamos mejor si aprendiéramos a relajarnos

Sin duda. Aprender a relajarse aumenta la calidad de vida, nos ayuda a ser más productivos y a poder concentrarnos mejor, además de mejorar nuestra salud y ser fundamental en terapias como la de lateralidad cruzada.

 

Pero cuando nos dicen relájate, tendemos a tensarnos más

La relajación no es algo instantáneo: no se puede pasar del estrés a la relajación ipso facto, ni por exigencia externa. Es un proceso personal, que requiere que busquemos un espacio propio. Sin embargo, las técnicas de relajación se pueden aprender y, una vez aprendidas, sí se puede reducir la tensión en unos minutos.

 

¿Por qué nos cuesta entender lo importante que es encontrar este espacio?

Porque no nos han enseñado a conectar con nosotros, con nuestro cuerpo. Dejamos que el día a día nos arrastre, y todas esas tareas diarias nos empujan a fijarnos exclusivamente en el exterior: en el trabajo, las obligaciones domésticas, la vida familiar y social, etc. No queda lugar para conectar con uno mismo, que es lo que nos permitiría gestionar mucho mejor  todas estas situaciones cotidianas y gozar de una mejor salud.

Muchas personas, cuando se concentran intensamente en algo, fruncen el ceño o aprietan la mandíbula, por ejemplo. Cuando aprenden a identificar esta tensión, aprenden a relajar esas partes del cuerpo conscientemente.

¿Qué ocurre cuando uno aplica una técnica de relajación?

Al concentrarnos en nuestro propio cuerpo focalizando la atención en las sensaciones corporales, paramos todo ese ruido exterior de los pensamientos, y se ralentizan la respiración y la frecuencia cardíaca.

 

¿Se trata de escuchar el cuerpo?

Sí, algo que, normalmente, solo hacemos cuando notamos algún dolor, cuando ya hemos acumulado demasiada tensión. Escuchar el cuerpo mientras hacemos una sesión de relajación nos permite fijarnos en qué partes están tensas o más cansadas para distenderlas.

 

¿De qué manera?

Aprender a diferenciar cuándo un musculo está en tensión y cuándo esta relajado nos ayuda a poder relajarlo conscientemente.

 

¿Nos puedes poner un ejemplo?

Muchas personas, cuando se concentran intensamente en algo, fruncen el ceño o aprietan la mandíbula, por ejemplo. Cuando aprenden a identificar esta tensión, aprenden a relajar esas partes del cuerpo conscientemente.

De la misma forma que nuestra respiración es un reflejo de cómo nos sentimos, también podemos modificar nuestro estado modificando la respiración. Hay una relación muy estrecha entre la respiración, los pensamientos y las emociones.

¿Qué papel juega la respiración en la relajación?

Sin respiración no hay vida. Es una obviedad; sin embargo, la mayoría de las personas no le prestan atención a su respiración en todo el día. La relajación, tanto la muscular como la mental, van ligadas a una respiración consciente y profunda.

 

¿Respirar conscientemente?

Sí. En primer lugar, ser conscientes de nuestra respiración, y observar si es rápida o lenta, corta o profunda, si es diafragmática o no.

 

¿Qué ocurre cuando respiramos profundamente?

El cuerpo se oxigena, y la musculatura se relaja. Ahora bien, hay personas que creen estar respirando profundamente y, de hecho, colapsan el cuerpo al hacerlo. En la sesiones de relajación enseñamos a respirar correctamente para obtener todos los beneficios que una buena respiración nos proporciona, porque respirar es más que inhalar y exhalar.

 

Respirar es más que inhalar y exhalar

Sí, nuestra respiración habla de cómo nos influyen los pensamientos y de cómo estamos emocionalmente. Pero de la misma forma que nuestra respiración es un reflejo de cómo nos sentimos, también podemos modificar nuestro estado modificando la respiración. Hay una relación muy estrecha entre la respiración, los pensamientos y las emociones.

 

Muchas personas, incluso cuando están supuestamente descansando o desconectando, no pueden evitar dejar la mente libre de pensamientos, y le siguen dando vueltas a lo que tienen que hacer al día siguiente o a lo que les ha sucedido durante el día. La relajación facilita que estos pensamientos invasivos pasen de largo, aportando calma a nuestro cerebro.

Las sesiones de relajación forman parte de la terapia de lateralidad

Sí, son una herramienta muy útil para que la evolución de la terapia sea la óptima, ya que ayuda a los pacientes a estar más centrados en el momento presente y a ser más conscientes de sí mismos porque la relajación activa el esquema corporal (en el artículo Los beneficios de la relajación en la terapia de lateralidad se explica en detalle). Aunque las técnicas de relajación que enseñamos en el centro también van dirigidas a personas que no presentan problemas de lateralidad.

 

¿Existen diversas técnicas de relajación?

Sí, y cada persona debe encontrar la que le funciona mejor. En las sesiones de nuestro centro promovemos que cada persona encuentre sus propios recursos para poder relajarse. Cuando se han adquirido la práctica y la técnica, la persona puede ser consciente de cuando está muy nerviosa y poner en práctica alguna de las técnicas.

 

¿Se pueden aplicar en cualquier situación?

Sí, ante cualquier situación que produzca ansiedad, nerviosismo, malestar o estrés: antes de un examen o de una exposición; antes de coger un avión, si a la persona le da miedo volar, etc.

 

¿En qué más puede ayudarnos conocer las técnicas de relajación?

Muchas personas, incluso cuando están supuestamente descansando o desconectando, no pueden evitar dejar la mente libre de pensamientos, y le siguen dando vueltas a lo que tienen que hacer al día siguiente o a lo que les ha sucedido durante el día. La relajación facilita que estos pensamientos invasivos pasen de largo, aportando calma a nuestro cerebro.

 

¿Tiene algún beneficio más?

A través de la relajación también podemos revivir experiencias reconfortantes que nos relajan emocionalmente.

En las primeras sesiones, muchos pacientes no logran relajarse, pero les explicamos que es normal. No obstante, estas primeras sesiones de aprendizaje no son tiempo perdido: los pacientes van conociéndose mejor a sí mismos y pueden ir observando con qué técnicas se sienten más cómodos y cuáles les funcionan mejor.

¿A qué te refieres?

Relajarse, acurrucarse y recogerse en uno mismo nos conecta con sensaciones primarias como las que sentíamos cuando éramos bebés y estábamos en situaciones de placidez con nuestra madre. Estar tumbados, disfrutar del silencio, del placer de mover algunas partes de nuestro cuerpo a nuestro antojo y escuchar qué partes se quieren estirar y qué partes se quieren replegar nos puede aportar una vivencia emocional retrospectiva, proporcionándonos una gran relajación emocional.

 

¿Cómo enseñáis las técnicas de relajación?

Al principio, el terapeuta guía las sesiones y estas se repiten varias veces, ya que aprender a relajarse es un proceso que requiere entrenamiento.  Después, van implementando ellos solos las técnicas en las sesiones para, finalmente, utilizarlas en su vida diaria cuando las necesitan.

 

¿Todos los pacientes aprenden a relajarse?

En las primeras sesiones, muchos pacientes no logran relajarse, pero les explicamos que es normal. No obstante, estas primeras sesiones de aprendizaje no son tiempo perdido: los pacientes van conociéndose mejor a sí mismos y pueden ir observando con qué técnicas se sienten más cómodos y cuáles les funcionan mejor.

 

¿Los niños también aprenden a relajarse?

Sí, desde luego. Y es muy bueno para ellos porque, además de aprender a calmarse, toman conciencia de su esquema corporal, lo cual es muy beneficioso para su desarrollo.

El pasado 11 de mayo reabrimos el centro para las terapias presenciales individuales. Por favor, si vas a pedir cita, lee las medidas sanitarias y protocolos de higiene y seguridad que hemos implementado en el centro para evitar la transmisión cruzada de Covid-19 entre nuestro personal y los pacientes. Si quieres hacernos una consulta, puedes ponerte en contacto con el centro.

«Una regresión es el producto de no poder sostener la angustia o la incertidumbre de una situación»
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«Una regresión es el producto de no poder sostener la angustia o la incertidumbre de una situación»

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 21 septiembre, 2020 El trastorno de lateralidad, Regresiones, Terapia de lateralidad

Por Susana Lladó

 

La psicóloga Meritxell Pujol nos explica qué son las regresiones ―las que se dan en las etapas evolutivas y las que se presentan en el proceso terapéutico―, qué las provoca y cómo pueden ayudar los padres a sus hijos para contribuir al trabajo que estos pacientes realizan en terapia.

 

En un desarrollo normal hay momentos de avance, de pausa y de regresión o retroceso

¿La regresión de un niño a una etapa evolutiva anterior es algo normal?

Sí. El crecimiento que llevamos a cabo todos los individuos y el desarrollo natural hacia la maduración no es un proceso que se dé de manera lineal. A veces, podemos volver a estadios anteriores para seguir avanzando. Esto significa que en un desarrollo normal hay momentos de avance, de pausa y de regresión o retroceso.

 

¿No es algo que deba preocupar a los padres?

Algunos padres nos comentan con inquietud que sus hijos han vuelto a adoptar actitudes más infantiles que ya habían dejado atrás, como llevarse cosas a la boca, hacerse pis encima o jugar con juegos más infantiles. Los psicólogos denominamos a estas actitudes regresión porque el término implica que el niño estaba en una etapa evolutiva más adelantada cuando vuelve a una etapa anterior por algún motivo y durante un tiempo, pero esto no significa que su proceso evolutivo vaya mal. Como he mencionado antes, los procesos no son lineales.

¿Qué origina una regresión?

Las regresiones son una respuesta inconsciente, y suelen darse en momentos de cambio, de angustia o incertidumbre, así como cuando la persona se enfrenta a un desafío para el que no se ve preparada.

 

¿Nos puedes poner un ejemplo habitual?

Algunos niños tienen una regresión cuando sus padres se divorcian. Recuerdo el caso de una paciente que jugaba con juegos propios de su edad cronológica y que cuando sus padres se divorciaron quiso volver en las sesiones de terapia a juegos más infantiles que ya había abandonado. Como en casa volvió a jugar con peluches y otros muñecos con los que hacía tiempo que no jugaba, sus padres llamaron al centro preocupados.

 

¿Y cuándo volvió a la etapa que le correspondía?

Con el tiempo, cuando fue madurando y sintiéndose más segura en esa nueva situación que provocó el divorcio de sus padres, su juego se volvió otra vez más maduro. Abandonó el juego más infantil y empezó con el juego simbólico. Es muy importante que, tanto en terapia como en el ámbito familiar, se escuche la necesidad del otro y se le dé espacio para que se sienta seguro.

 

¿Cuál sería otro ejemplo clásico?

Cuando nace un hermanito. Esta situación también supone un gran cambio para el niño que hasta entonces había sido el pequeño. En algunos casos, vuelven a hacerse pipí en la cama, se vuelven más inseguros o aumentan las demandas a los padres.

De la misma forma que el desarrollo evolutivo no es lineal, la respuesta de las personas al proceso terapéutico tampoco es siempre lineal, y se pueden observar regresiones

¿Cómo ha afectado la pandemia en este sentido?

Durante el confinamiento, muchas familias observaron regresiones en sus hijos. Esto se debe a los fuertes cambios que experimentaron los niños en sus vidas:  cambios en la dinámica familiar, la pérdida de su rutina y también al hecho de tener que renunciar en gran medida a su libertad.

 

¿La vuelta al colegio puede contribuir a paliarlo?

Cada niño es diferente, y también depende mucho de sus circunstancias. A algunos les ayudará; otros pueden experimentar miedo y angustia al volver al colegio después de tanto tiempo, por lo que es posible que adopten alguna actitud más infantil. No obstante, lo normal sería que, si reciben el apoyo y contención de los padres, sean episodios breves. No hay que dramatizar ni magnificar estas actitudes como si conllevaran una involución del niño. En terapia también ocurren.

 

¿Regresiones en la terapia?

Sí. De la misma forma que el desarrollo evolutivo no es lineal, la respuesta de las personas al proceso terapéutico tampoco es siempre lineal, y se pueden observar regresiones. En el centro, consideramos importante explicarles a los padres este hecho, ya que una regresión no significa que el niño haya perdido lo trabajado o aprendido.

Una regresión es el producto de no poder sostener la angustia o la incertidumbre de una situación. Por lo tanto, debemos ser pacientes y actuar en esa dirección: la de proporcionarle al niño la seguridad que está necesitando.

Además de trabajar los motivos de la regresión en terapia, ¿los padres pueden ayudar de alguna manera su hijo?

Lo más importante es que sepan y entiendan que el crecimiento y la evolución terapéutica no son procesos lineales; algo que se les explica cuando su hijo empieza la terapia. Por otro lado, hay que intentar entender qué está pasando en la vida del niño para que se haya dado este cambio de actitud. De la misma manera que se valoran los grandes logros y la autonomía que va adquiriendo un niño, debemos estar atentos y cuidar los pequeños detalles, poder calmar al niño y proporcionarle la seguridad que necesita en ese momento. Recordemos que una regresión es el producto de no poder sostener la angustia o la incertidumbre de una situación. Por lo tanto, debemos ser pacientes y actuar en esa dirección: la de proporcionarle al niño la seguridad que está necesitando.

 

Ponnos un ejemplo

En el caso que explicábamos anteriormente del nacimiento de un hermano, es muy frecuente que los padres estén muy atareados con el nuevo hijo, lo cual coincide con el aumento de demandas del penúltimo. Aunque no es fácil gestionar la situación, los padres deben hacerle sentir al niño que siguen a su lado igual que antes, que su amor no ha cambiado y tener tiempo para ese hijo. Es decir, calmar su angustia. Con el tiempo, el niño entenderá que el hermanito no le sustituye y que sigue contando con sus padres como antes. Así es como se sentirá seguro para afrontar la nueva situación y abandonar su actitud más infantil.

 

¿Las regresiones solo se dan en los niños?

No, en los adultos también pueden darse. En un momento determinado todos podemos sentir inseguridades o miedos que ya teníamos superados.

El pasado 11 de mayo reabrimos el centro para las terapias presenciales individuales. Por favor, si vas a pedir cita, lee las medidas sanitarias y protocolos de higiene y seguridad que hemos implementado en el centro para evitar la transmisión cruzada de Covid-19 entre nuestro personal y los pacientes. Si quieres hacernos una consulta, puedes ponerte en contacto con el centro.

¿Mi hijo va a terapia para jugar? La función del juego
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¿Mi hijo va a terapia para jugar? La función del juego

Susana Lladó - Lladó Comunicación 30 junio, 2020 El trastorno de lateralidad, Organización corporal, Terapia de lateralidad

La función del juego

La respuesta corta a esta pregunta intencionadamente provocativa que, en realidad, quiere incitar a la lectura es: no, tu hijo no va a terapia para jugar, aunque en las sesiones de terapia juegue. Y mucho.

De hecho, deberíamos formular la pregunta de una manera distinta: ¿por qué la función del juego es tan importante en una terapia?

Todos hemos visto o vivido en primera persona la siguiente situación: una madre o a un padre construyen una torre de piezas al jugar con su hijo de corta edad. Una vez alzada la torre, el niño la derriba. Y este gesto de destrucción le produce un gran placer. Se trata de un juego de oposición bastante infantil al que les gusta jugar, sobre todo, a los bebés.

Jugando a este juego, además de aprender la noción de temporalidad (construcción-destrucción), el bebé adquiere una información que para él será fundamental en ese periodo y en los años venideros: que su mamá y su papá están allí para volver a crear lo que es destruido en su mundo, aunque lo destruya él mismo. Una vez que el bebé ha comprobado una y otra vez que esto es así, deja de necesitar jugar a derribar la torre y evoluciona hacia otro juego (si el niño persistiera en ello, esta reiteración constituiría una señal de alarma).

Lo que un terapeuta observa cuando un niño juega, como en este caso, a un juego de oposición, puede significar cosas distintas en función de la edad del niño. En las sesiones de psicomotricidad con pacientes algo más mayores se hace el siguiente ejercicio: se prepara una sala con cojines dispuestos formando varias barreras y con material de protección para que el entorno sea seguro (colchonetas en el suelo, otros cojines que amortigüen eventuales caídas, etc.). El juego consiste en que el niño derribe estas barreras. ¿Por qué? porque es un ejercicio que le permite jugar con su agresividad de forma sana, ya que la agresividad es una emoción innata en las personas que un niño también necesita manifestar y canalizar. De hecho, si esta agresividad entendida como emoción de vida no encuentra una canalización adecuada, el niño puede llegar a manifestarla de maneras perjudiciales: ser un niño que agrede a otros niños, ser agresivo en casa, etc.

¿Mi hijo va a terapia para jugar? La función del juego

Los niños experimentan un gran placer al jugar a derribar barreras. Y este placer aumenta si el terapeuta les reta diciéndoles que no serán capaces de derribarlas. ¿Qué les provoca tanta satisfacción? Las respuestas son diversas en función del caso que tenga delante el especialista: puede ser que el niño tenga la necesidad de derribar al adulto, de oponerse a él, que necesite eliminar límites, etc. En cualquier caso, es muy importante que el niño pueda conectar con sus emociones y que el terapeuta sepa recoger estas emociones para trabajarlas con el paciente.

Para entrar en materia, hemos puesto dos ejemplos de juego de oposición, pero hay muchos tipos de juegos y cada uno de ellos está pensado para proporcionarle al terapeuta una información determinada sobre el paciente; información que puede estar relacionada con su desarrollo psicomotor, cognitivo o emocional (o con varios aspectos a la vez) y que el terapeuta tendrá en cuenta para preparar las siguientes sesiones de terapia con el fin de ir trabajando los aspectos que sean necesarios.

Hay muchos tipos de juegos y cada uno de ellos está pensado para proporcionarle al terapeuta una información determinada sobre el paciente; información que puede estar relacionada con su desarrollo psicomotor, cognitivo o emocional (o con varios aspectos a la vez), y que el terapeuta tendrá en cuenta para preparar las siguientes sesiones de terapia con el fin de ir trabajando los aspectos que sean necesarios

El niño se construye mediante el juego

«El niño juega su infancia. Para él todo es un aprendizaje y experimenta este aprendizaje a través del cuerpo. Esto significa que el niño se construye mediante el juego: a través de él se construye a sí mismo, construye su entorno y también su realidad. Así como el adulto comprende la infancia, el niño la vive y la experimenta.  Cuando un niño pequeño juega, entiende de alguna manera que existe la gravedad, que las cosas se pueden caer y también que se pueden volver a montar o poner de pie; que si es él quien se cae, lo hace en un espacio determinado y en un tiempo, que pese a la caída sigue de una pieza y que puede volver a levantarse, etc.», nos explica la psicóloga Meritxell Pujol.

Los juegos evolucionan por fases

A medida que el niño evoluciona, cambian los juegos a los que juega en terapia. Existen muchos tipos de juego y el terapeuta debe tener muy presente las necesidades del paciente en cada sesión a la hora de escoger un juego u otro. «No solo hay que escoger el juego tomando como criterio la habilidad o capacidad que se quiere trabajar, también hay que ver cómo llega el paciente a la sesión. No hay criterios fijos ni lineales, y el terapeuta puede ir cambiando de juego en una misma sesión en función de lo que vaya ocurriendo en el transcurso de esta. Después del confinamiento, hay niños que han vuelto a juegos más infantiles, por ejemplo, como si emocionalmente necesitaran afianzar su base. Por otra parte, hay que diferenciar entre los juegos que utilizamos para trabajar los aspectos psicomotores y otros juegos, como los simbólicos. Con los primeros trabajamos normalmente los aspectos estrictamente relacionados con la lateralidad, pero también es necesario que el niño aprenda a simbolizar para realizar aprendizajes como la lectoescritura y otros aprendizajes cognitivos», prosigue la especialista.

¿Mi hijo va a terapia para jugar? La función del juego

Tipos de juego

Los juegos de vinculación

Los juegos de vinculación son los primeros juegos del bebé y son muy vivenciales: cuando los padres lo arropan, cuando lo hacen trotar en sus rodillas, etc. Son juegos que vinculan emocionalmente al bebé con sus progenitores.

 

El niño, a través del contacto de su piel con la de sus padres, aprende los límites de su propio cuerpo y lo que significa el contraste: cuando le tocan y cuando no, cuando lo dejan un instante en el aire y cuando lo recogen, etc.

Los juegos de reaseguramiento

Son los juegos de oposición y de saltar, caerse, etc. Este tipo de juegos permiten que el niño experimente con su propio cuerpo y vaya desarrollando su propia imagen corporal.

Por ejemplo, si en la terapia se quiere trabajar el salto, se preparará una sala con bancos suizos, cuerdas y otros obstáculos asegurándonos de que todo el entorno es seguro. El niño escogerá con que obstáculo quiere jugar. Pero puede darse el caso de que el niño no quiera en esa sesión jugar a saltar o que tenga miedo a las alturas y decida, por ejemplo, jugar a otro juego que le proporcione sensación de protección (hacerse una casita en la que sentirse seguro, por ejemplo). Es el niño el que muchas veces marca el ritmo, y el terapeuta debe acompañarle hasta que esté preparado para saltar.

«Todo esto está relacionado con los miedos del niño. Antes de saltar quiere estar seguro de que si salta no pasará nada, aunque se caiga. Al comprobar que no se hace daño porque la sala está acondicionada, va adquiriendo confianza y va aumentando el grado de dificultad al que está dispuesto a enfrentarse porque el juego también le va reconfortando y ha aprendido que puede levantarse. Tanto si el niño salta bien como si se cae, el terapeuta recogerá sus emociones y le dará el feedback para que entienda lo que está pasando, cuáles son sus límites y las posibilidades de su cuerpo. Es una dinámica», explica la terapeuta .

En esta etapa es fundamental que el niño experimente ampliamente los contrastes para, posteriormente, poder llegar a entender bien lo simbólico y poder diferenciar los distintos colores y las diversas formas, la diferencia entre arrastrase y saltar, entre caminar de puntillas, con los talones, con el canto exterior de los pies, etc.

Cuando un niño representa una unidad familiar con muñecos, podemos saber qué le preocupa, a qué le da importancia, cuáles son para él las dinámicas familiares, etc. Ahora bien, el hecho de que el niño represente a unos padres ausentes, que discuten, que trabajan demasiado o que son cuidadores no significa necesariamente que esta sea su realidad: hay que ver por qué está acentuando esa situación, qué quiere expresar

Los juegos presimbólicos  

Son los juegos de esconderse, encontrar al otro, oponerse, etc.

Es importante que en los juegos como el de pilla-pilla o el de esconderse reforcemos su autoestima haciendo ver que nos cuesta pillarle porque corre mucho o es muy ágil (hay que decírselo), y dejando transcurrir un tiempo antes de encontrarle (haciéndole saber que es muy habilidoso encontrando buenos escondites).

Los juegos simbólicos de 3 a 5 años

Los humanos tenemos la capacidad de proyectar con el pensamiento lo que no existe o lo que no está ocurriendo en la realidad. En el juego simbólico, el niño transforma la realidad para jugar a ser otra cosa o crear una realidad que no existe, lo que le permite ampliar las posibilidades de su propia autorrepresentación y conectar con ello para construir su propia identidad: quién es, quién quiere ser, etc.

El juego simbólico debe ser un juego placentero y seguro para el niño: debe sentir que hay un gran margen de error para transformar la realidad y, posteriormente, saber volver a la suya propia.

En los juegos simbólicos, el niño siempre representa la parte más significativa del concepto que tiene sobre aquello sobre lo que simula. «Este aspecto nos ayuda a los profesionales a entender mejor a los pacientes, ya que nos aporta mucha información relacionada con lo que consideran esencial. Por ejemplo, cuando un niño representa una unidad familiar con muñecos, podemos saber qué le preocupa, a qué le da importancia, cuáles son para él las dinámicas familiares, etc. Ahora bien, el hecho de que el niño represente a unos padres ausentes, que discuten, que trabajan demasiado  o que son cuidadores no significa necesariamente que esta sea su realidad: hay que ver por qué está acentuando esa situación, qué quiere expresar», matiza la psicóloga.

 

Muchos niños, cuando se dibujan a sí mismos al inicio de la terapia, tienen serias dificultades para representar su propio cuerpo (esquema corporal) debido a que tienen una percepción de sí mismos bastante desorganizada. Esto se debe a sus dificultades de organización espacial, a que no distinguen la izquierda de la derecha, etc. Es muy habitual que en sus dibujos falte algún miembro o que, por ejemplo, la figura esté muy desproporcionada.

Otro ejemplo de juego simbólico es el de “Como si…”. En este juego, el niño asume ser otro y se sitúa en el lugar de ese otro disfrutando al realizar conexiones invisibles entre su propio cuerpo y ese otro, que puede ser el lobo feroz, Superman, o cualquier otro personaje. También puede jugar con otra persona adjudicándole a su vez un personaje. Sin embargo, cuando acaba el juego, el niño sabe que no es el lobo feroz o que la otra persona tampoco lo es. De modo que el juego le permite experimentar emociones como el miedo de ser perseguido por el lobo y dejar de sentirlo cuando el juego acaba.

 

En el juego simbólico hay una primera etapa en la que el niño todavía no puede diferenciarse del todo de sí mismo: los muñecos con los que juega tienen características suyas o proyecta en ellos las que le gustaría tener. Por ejemplo, es posible que un niño que tiene problemas con otros niños del colegio juegue con superhéroes buscando en ellos la fuerza que le gustaría tener para defenderse.

En cambio, en una segunda etapa, el niño podría jugar a juegos de rol interpretando un personaje con el que no comparte ninguna habilidad o característica.

En resumen, a través del juego el niño conoce su cuerpo, sus límites, se construye como sujeto, aprende el funcionamiento del mundo, busca crear sentido, representa sus emociones y evoca una parte subjetiva de su persona (y de los otros) que cambia a medida que él también va cambiando.

La función del juego en terapia

La transformación de su propia representación

Muchos niños, cuando se dibujan a sí mismos al inicio de la terapia, tienen serias dificultades para representar su propio cuerpo (esquema corporal) debido a que tienen una percepción de sí mismos bastante desorganizada. Esto se debe a sus dificultades de organización espacial, a que no distinguen la izquierda de la derecha, etc. Es muy habitual que en sus dibujos falte algún miembro o que, por ejemplo, la figura esté muy desproporcionada. Trabajar a través del juego los ítems de la lateralidad les permite conocerlo, tomar conciencia de él, saber hasta dónde llega y dónde empieza el mundo exterior, etc. Y, sin duda, este aprendizaje se ve facilitado cuando se lleva a cabo desde la emoción porque todo lo vivencial que genera emoción es recordado. Asimismo, el hecho de que el terapeuta recoja y refleje las emociones del niño contribuye a que este aprendizaje se establezca, a que quede fijado en el niño. Es significativo observar que a medida que avanza la terapia, estos pacientes cada vez plasman mejor en los dibujos lo que para ellos es su persona: la pueden ir transformando hasta que se corresponde con la que es.

El pasado 11 de mayo reabrimos el centro para las terapias presenciales individuales. Por favor, si vas a pedir cita, lee las medidas sanitarias y protocolos de higiene y seguridad que hemos implementado en el centro para evitar la transmisión cruzada de Covid-19 entre nuestro personal y los pacientes. Si quieres hacernos una consulta, puedes ponerte en contacto con el centro.

Lateralidad: el caso de un paciente lateralizado a la izquierda
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Lateralidad: el caso de un paciente lateralizado a la izquierda

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 18 marzo, 2020 El trastorno de lateralidad, Terapia de lateralidad

Por Joëlle Guitart

Hoy voy a exponer el caso de un paciente que durante la terapia ha sido lateralizado a la izquierda, como zurdo. Estos casos son los menos frecuentes, ya que lo habitual es que los resultados del test de lateralidad muestren la necesidad de lateralizar a la persona a la derecha.

Anamnesis. Primera entrevista con los padres

Este paciente, al que llamaré Toni, llegó a consulta cuando tenía 11 años y 5 meses. En aquel momento estaba cursando sexto de Primaria.  A pesar de tener un cociente intelectual normal (110), la anamnesis con los padres puso de manifiesto la siguiente problemática:

Toni estaba suspendiendo muchas de las asignaturas, tanto de ciencias como de letras. La profesora del colegio les había comunicado que mostraba un retraso evolutivo (de 2 años), que su ritmo era muy lento, que se bloqueaba y que había detectado un problema de lateralidad.

El niño tenía serias dificultades de concentración, una fluidez oral y escrita muy deficiente, no sabía organizar las ideas ni expresarlas, escribía con muy mala letra (disgrafía), no entendía los enunciados de los problemas matemáticos y todo lo hacía con una lentitud extrema (ducharse, comer, etc.). No obstante, los padres me hicieron saber que Toni era muy aplicado y responsable, que les gustaba ir al colegio, leer cómics y que iba tres veces a la semana a natación, además de participar cada sábado en pruebas de competición en este deporte.

A la problemática expuesta hay que sumar que el paciente también tenía fobia social, una gran ansiedad, muchos miedos y había sufrido episodios de acoso escolar; a pesar de lo cual los padres lo definieron como un niño sociable y con amigos.

En cuanto a la dinámica familiar, había un problema de celos mutuos entre Toni y su hermana, que es dos años menor que él; una niña muy brillante en los estudios por la que el padre parecía tener predilección. De hecho, el núcleo familiar sufría una división: padre -hija y madre-hijo. Toni se iba a dormir al lado de su madre casi todas las noches.

En la anamnesis, los padres también expresaron que había un gran problema de actitud. A Toni parecía darle todo igual, como si no tuviera ningún afán de superación.

Por lo demás, y respecto a esta primera entrevista con los padres, hay que añadir los siguientes datos: el niño estudia alemán e inglés, además de catalán y castellano, tiene clases de repaso dos veces a la semana con una profesora particular, presenta piel atópica y lleva plantillas por tener pies planos.

Los resultados del test de lateralidad

Los resultados del test de lateralidad mostraron una lateralidad heterogénea o cruzada, con tres cruces de lateralidad, que determinaron mi decisión de lateralizarlo a la izquierda, como zurdo. Este primer test lo realizo el 5 de mayo de 2017. Los resultados fueron los siguientes:

Lateralidad de brazo y mano: 60 % derecha y 40 % izquierda.

Lateralidad del ojo: 55 % izquierda, 45 % derecha.

Lateralidad de pierna estática: izquierda

Lateralidad de pierna dinámica: 60 % izquierda, 40 % derecha.

Motricidad facial y cervicales: 55% izquierda, 45 % derecha.

Oído: 55 % izquierda, 45 % derecha.

Además, observé una hipotonía en miembros inferiores y superiores, aunque no muy intensa.

Lateralidad: el caso de un paciente lateralizado a la izquierda_Centro de Lateralidd y Psicomtricidad Joëlle Guitart

Inicio de la terapia y primer test de control

Iniciamos una terapia grupal de 1 hora semanal y, al cabo de 5 meses, como es habitual con todos los pacientes, le realicé el primer test de control para ver su evolución terapéutica. Estamos en noviembre de 2017.

Lo habitual es que en este primer test de control los resultados no reflejen todavía una gran mejoría. La evolución de los pacientes es mucho más notoria en el segundo test, ya que se suma el progreso de los cinco primeros meses y la de los cinco siguientes. Sin embargo, en el caso de Toni los resultados fueron mejor de los previsto ya en el primero.

Lo más destacable fue la disminución de su hipotonía, de la lateralidad heterogénea, de los bloqueos en el colegio y de su inseguridad, así como una mejora en la organización perceptiva y en la lentitud; todo lo cual también es reportado por la maestra del colegio.

Todavía hay cosas relacionadas con el aparato locomotor que le cuestan, como atarse los cordones de las zapatillas y dar volteretas hacia atrás, pero estas dificultades, en realidad, están causadas más por sus miedos e inseguridades que por problemas del aparato locomotor. Hay que tener en cuenta que Toni se infravalora, pero esta infravaloración se debe, en gran medida, al retraso evolutivo que presenta.

La madre reporta que el niño, por primera vez, está muy implicado en resolver sus dificultades y que, aunque todavía le falta a menudo la motivación, esta ha aumentado.

Respecto a los resultados académicos, Toni vuelve a suspender el examen de inglés y se sigue bloqueando con el catalán y las matemáticas, pero aprueba el examen de alemán y sigue con la natación.

Esta significativa evolución propicia que la madre le deje más tiempo para salir a jugar con sus amigos. De todas formas, estamos ante una madre ansiosa y preocupada que insiste en que escribe muy despacio y con mala letra.

Abril de 2018, segundo test de control

La hipotonía, los bloqueos, la ansiedad y la motivación siguen mejorando, aunque todavía queda trabajo por hacer. En esta fase, destaco su progreso en la fluidez oral: se le entiende mejor, hay un notable progreso en lectura y organiza de una manera más clara las ideas. No obstante, la expresión escrita sigue siendo deficiente y las matemáticas todavía suponen un problema. Los celos entre hermanos disminuyen ligeramente.

Tengo que señalar que el nivel de lateralidad de Toni al realizarle este segundo test de control correspondió al de un niño de 8 años, siendo su edad cronológica de 12. Es necesario, además de seguir la lateralización a la izquierda, trabajar en reforzar su yo.

Por lo demás, el niño sigue con las dificultades de relación con el padre, que es muy exigente con él en lo que respecta a su rendimiento escolar, y Toni se autoexige mucho para complacer a la madre.  Continua con las clases de repaso dos veces a la semana, con su afición a la lectura de cómics y la práctica de la natación.

Noviembre de 2018, tercer test de control

Toni se muestra muy responsable y, aunque todavía está algo desmotivado, ahora ya no todo le da igual; empieza a demostrar afán de superación. Estos últimos meses ha estado mucho más participativo y seguro de sí mismo a la hora de intervenir en la terapia y en clase. Hay menos miedo a hacer el ridículo.

La motricidad fina le sigue costando (utilizar la regla y el compás, manejar el ordenador, etc.), pero la coordinación ideomotriz (razonamiento y pensamiento abstracto) ha mejorado mucho; lo que repercute tanto en la fluidez oral como en la escrita. Asimismo, sigue mejorando la lentitud y la hipotonía, y cada vez se reducen más los bloqueos.

En cuanto a la comprensión lectora, en algunas ocasiones todavía tiene que leer dos veces los enunciados para entender su significado.

La evolución es buena y los padres lo ven mucho mejor, lo que disminuye también su propia ansiedad.

Le propongo a Toni que, además de leer cómics, dedique cada día 8-10 minutos a la lectura de algún libro que le guste y que, después, explique, sintetizándolo, lo que ha leído. También le sugiero que empiece un deporte de defensa personal para aprender a defenderse y sentirse más seguro. Lo hace.

El caso de Toni, un paciente de lateralidad

Mayo 2019, cuarto test de control

En el cuarto test de control es cuando siempre calculo el porcentaje de recuperación de los pacientes (antes no es posible). Toni se ha curado en un 68 %, un porcentaje que es muy bueno en esta fase de la terapia. Otro dato muy positivo es que no hay ningún ítem estancado, lo que significa que su recuperación llegará a ser de un 80 %, como mínimo.

El progreso en el colegio también es bueno, está más maduro y centrado, y ahora es capaz de ver el sentido que tiene estudiar y lo que puede ayudarle en su futuro. No suele suspender ningún examen, ha aprobado todas las asignaturas, ha empezado a sacar buenas notas y su letra es mucho más regular. Tan solo sigue bloqueándose ocasionalmente en el colegio y todavía presenta cierta dificultad en el lenguaje escrito.La hipotonía sigue disminuyendo y la motricidad fina está mucho mejor.

También hay un gran progreso en la dinámica familiar: la relación con el padre mejora y la hija choca menos con la madre. Toni se expresa con menos ansiedad, sale frecuentemente con los amigos, come con más apetito y acepta una alimentación más variada. La madre es muy consciente de su progreso en los estudios y lo ve menos perezoso (no había pereza, sino dificultades causadas por una lateralidad mal establecida).

Toni ha empezado a leer un libro sobre bullying y ya ha escogido una trilogía sobre literatura fantástica para cuando lo termine. La natación de competición le va muy bien, sigue con la práctica del deporte de defensa personal (lo cual le da mucha tranquilidad ante una eventual situación de violencia con otros niños), una vez a la semana va a clases de refuerzo de alemán y siente mucha más confianza en sí mismo.

Noviembre de 2019, quinto test de control

El quinto test de control es el penúltimo que realizamos a los pacientes. El de Toni muestra que su recuperación ya está en un 72 %, y sigue sin haber ningún ítem estancado.

El paciente ahora está muy motivado, su concentración ya es buena, el léxico y la sintaxis en la expresión oral está mucho mejor, estructura bien las ideas, en terapia la atención también ha aumentado, sigue leyendo cada día, ya no necesita las clases de refuerzo, ahora hace solo los deberes y no se ve en la necesidad de dedicar el fin de semana a terminarlos.

Hay que destacar también el progreso en el ámbito familiar (la dinámica familiar es fundamental para los pacientes y por eso se ha trabajado durante toda la terapia) y que ya casi no va a acostarse a la cama de sus padres.

El paciente expresa lo contento que se siente por las buenas notas que está sacando y que de mayor le gustaría ayudar a la gente a que sigan una dieta adecuada para el deporte (una respuesta inusual en esta pregunta que siempre se les plantea en esta fase del tratamiento).

Les comunico a los padres que haremos el último test de control en marzo.

Marzo de 2020. Último test.

El último test recoge los siguientes resultados:

Brazo, mano:   90 % izquierdo, 10 % derecho

Ojo: 80 % izquierdo, 20 % derecho.

Pierna estática: 95 % izquierdo, 5 % derecho.

Pierna dinámica: 80 % izquierdo, 20 % derecho.

Oído: 65 % izquierdo, 35 % derecho.

Motricidad facial y cervicales: 60 % izquierdo, 40 % derecho.

Esta terapia ha sido una excelente terapia. Hemos alcanzado una buena armonía neurofisiológica, mental y emocional. Toni ya lo hace todo con la izquierda, se ha lateralizado como zurdo en un 88 %, lo que significa que puede llegar hasta un 92-95 %, el máximo de recuperación posible (ninguna persona tiene una lateralidad 100 % homogénea), cuando en los próximos meses vaya haciendo los ejercicios que los pacientes dados de alta siguen haciendo en su casa.

El mes que viene, en abril, el paciente finalizará la terapia. Se lo comunico a los padres y les explico que, una vez finalizada, le daremos a Toni estos ejercicios que él ya conoce para que los siga haciendo en casa y que iremos viendo la evolución cada cinco meses, tres veces más, en los test posterapia. Les hago saber que el resultado de 88 % de curación irá subiendo durante este periodo.

Toni tiene en este momento 14 años y 7 meses, y está en tercero de ESO. Los padres están agradecidos porque son muy conscientes, y así lo expresan, que sin la terapia su hijo hubiera tenido que repetir curso o cambiar de colegio.

La frustración en las personas con lateralidad cruzada
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La frustración en las personas con lateralidad cruzada

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 24 febrero, 2020 El trastorno de lateralidad, Emociones, Habilidades de comunicación, Lateralidad cruzada o heterogénea, Terapia de lateralidad

La psicóloga de nuestro centro Meritxell Pujol nos explica en este artículo qué es la frustración, por qué es tan importante aprender a tolerarla, los motivos por los que las personas con lateralidad cruzada se enfrentan a menudo a este sentimiento y cómo se trabaja en terapia.

Tanto si la frustración genera sentimientos negativos hacia uno mismo, como si los genera hacia los demás, es fundamental aprender a tolerarla para reducir el estrés que nos provoca.

¿Qué es la frustración?

La frustración es una respuesta emocional de impotencia que surge cuando no conseguimos aquello que deseamos. En función de nuestra personalidad, de la situación concreta y de las experiencias vividas anteriormente, las personas reaccionamos de muy diversas maneras ante este sentimiento: podemos experimentar diferentes emociones, como enfado, tristeza, decepción, etc.

Necesitamos aprender a tolerar la frustración

En algunos casos, estas emociones asociadas a la frustración pueden estar dirigidas hacia nosotros mismos. Por ejemplo, una persona puede enfadarse consigo misma y que este enfado vaya acompañado de un sentimiento de culpa e infravaloración de las propias capacidades. En cualquier caso, tanto si la frustración genera sentimientos negativos hacia uno mismo como si los genera hacia los demás, es fundamental aprender a tolerarla para reducir el estrés que nos provoca. Y cuando hablamos de aprender a tolerar la frustración, nos referimos a la capacidad de cada individuo de sobrellevar estos sentimientos que provocan malestar. Para ello, las personas nos valemos de nuestro equilibrio emocional y de los recursos personales de los que disponemos; recursos que, si no se tienen, se pueden adquirir mediante experiencias reeducativas.

Para aprender a gestionar la frustración, la clave es comprender cómo la vivimos: ver si este sentimiento es transitorio y nos impulsa a volver a intentar aquello que nos proponemos para conseguir nuestros objetivos o si, por el contrario, nos paraliza y se llega a crear un patrón de conducta de evitación respecto a la actividad asociada, por ejemplo.

La frustración en las personas con lateralidad cruzada

Debemos poder detectar si esta frustración es transitoria (en este caso el niño podrá seguir persistiendo) o si la está viviendo como una desvalorización de sí mismo, en cuyo caso su autoestima quedará minada.

Aunque las dificultades a las que se enfrentan en su día a día las personas con lateralidad cruzada pueden variar en función del número de cruces de lateralidad que tengan y de sus circunstancias personales, la mayoría de ellas tienen problemas con la orientación espacial, la organización temporal, el pensamiento lógico y la capacidad de abstracción. Esta problemática puede causar dificultades a la hora de comprender los conceptos lógicomatemáticos, dificultades en la lectoescritura, así como dificultades para organizarse las tareas. Y estas dificultades no solamente las viven continuamente, sino que a diario les exigen hacer un sobresfuerzo para superarlas, por lo que es natural que aparezca la frustración. Pensemos en un niño al que le cuesta leer. Cada día, en la escuela, vive numerosas situaciones que le exigen un esfuerzo mayor que el que deben hacer sus compañeros. En alguna de estas situaciones aparecerá la frustración. Y es entonces cuando debemos poder detectar si esta frustración es transitoria (en este caso el niño podrá seguir persistiendo) o si la está viviendo como una desvalorización de sí mismo, en cuyo caso su autoestima quedará minada. En este mismo contexto también podríamos detectar niños enfadados que pueden llegar a expresar este enfado con rabia y agrediendo a otros niños, por ejemplo, sin entender qué les está pasando.

Recuerdo el caso de una niña que solía molestar a sus compañeros en clase pegándoles o llamando su atención de maneras inadecuadas. En las sesiones observamos que tenía una gran dificultad en la organización espacial. Esto le hacía toparse con dificultades en el dibujo, en los ejercicios de simetría, coordinación, etc. Al principio de la terapia, cuando se frustraba, lo pasaba muy mal. Tiraba el lápiz y pedía ayuda adoptando una actitud infantil, como de lloro, y después molestaba a sus compañeros porque le hacía sentirse mal ver que ellos sí conseguían hacer bien lo que a ella no le salía. Con ayuda y tiempo pudo ir tolerando estos fracasos al comprobar por sí misma su evolución y comprender que sus dificultades no eran permanentes. También pudo entender sus emociones y expresarlas de una manera no agresiva con sus compañeros, de modo que sus relaciones en el colegio mejoraron mucho. Este cambio en la gestión de sus emociones también repercutió en la comunicación con su familia: sus padres habían verbalizado en consulta que en casa solía estar casi siempre enfadada y esta situación fue mejorando.

En el centro vemos a menudo casos similares a este: niños que viven enfadados porque no saben sobrellevar las frustraciones en su vida cotidiana. Y también observamos pautas muy similares en los pacientes adultos con lateralidad cruzada que se enfrentan a las mismas dificultades, salvo que en otros contextos.

La frustración en las personas con lateralidad cruzada

Como se trabaja en terapia la tolerancia a la frustración

En las terapias que realizamos en nuestro centro trabajamos proponiendo diferentes ejercicios que, normalmente, están pensados para trabajar una dificultad en particular. El hecho de que estas dificultades se trabajen mediante ejercicios específicos en un ambiente reeducador que el paciente siente como seguro es fundamental, ya que es lo que posibilita que la persona pueda cambiar la manera de interpretar las cosas.

En este entorno que se percibe como seguro, podemos ayudar, por ejemplo, a calmar a un niño que se frustra enseguida, enseñarle a gestionar sus emociones y animarle a que siga persistiendo en sus intentos. Cuando finalmente logra realizar algo que le costaba, valoramos muy positivamente estos logros, reforzando su autoestima. A base de repetirse estas situaciones, el niño acaba aprendiendo a reinterpretar el fracaso: aprende que no es algo irresoluble y, en consecuencia, también aprende a tolerarlo mejor cuando se presenta porque ha experimentado que, con esfuerzo, puede superar los obstáculos.

Por lo tanto, la actividad terapéutica que se lleva a cabo en las sesiones no solo va dirigida a trabajar los ítems de lateralidad (por ejemplo, la lectura), también tiene como objetivo reeducar la respuesta ante las dificultades. Por este motivo es tan importante la relación que se establece entre el paciente y el terapeuta.

Podríamos estructurar esta actividad terapéutica en dos etapas:

  • Es primordial que el paciente aprenda a identificar sus emociones, lo cual no es tan sencillo como se podría pensar. A veces cuesta mucho saber cómo nos sentimos realmente ante el fracaso, solo sabemos que nos sentimos mal, que nos notamos nerviosos o, simplemente, nos fijamos en cómo se manifiesta el malestar en nuestro cuerpo (que dormimos más horas, que comemos más o menos de lo habitual o menos, etc.). Hay que poder identificar bien las emociones que experimentamos ante la frustración, así como el pensamiento al que va asociado el malestar (si se da o no una desvalorización). En las sesiones ayudamos a poner palabras a esas emociones que, a veces, son tan confusas.
  • El siguiente paso es poder expresar estas emociones de una manera adecuada, verbalizándolas y poniéndoles nombre. El hecho de entender cómo nos sentimos y conectar con nosotros mismos hace que se modifiquen las conductas derivadas de nuestro malestar, como la irritabilidad o la agresividad.
El problema con la frustración surge cuando no podemos conectar con el malestar que nos produce.

Hasta ahora, me he centrado en explicar que durante los ejercicios que realizamos en las sesiones surgen oportunidades para que los pacientes se enfrenten a estas situaciones y puedan trabajar su respuesta emocional en ese momento. No obstante, no es la única manera en la que trabajamos. En algunas ocasiones, son los propios pacientes los que exponen durante la sesión experiencias que han vivido. Por ejemplo, recuerdo el caso de una niña que explicó que en el colegio se había sentido muy mal al no saberse una tabla en la que se indicaba el hábitat de una serie de animales. Lo primero que hice como terapeuta fue valorar muy positivamente el hecho de que hubiera podido decirlo, ya que contactar con este tipo de emociones y sentimientos nos hiere. No es fácil. Después, identificamos que su emoción era de tristeza y que esta se debía a que ella pensaba que “los demás sabían más que ella”.  Lo que sucedió a continuación fue que otros niños del grupo de terapia también pudieron expresar cómo se sentían ellos ante situaciones similares y la ayudaron a ver que estas emociones de frustración son normales y que las experimentamos todos.  Después, todo el grupo se planteó qué podría mejorar la vivencia de la niña. Ella propuso que le podría pedir ayuda a su padre cuando volviera a casa y estudiar un poco más la tabla juntos. Cuando esta paciente regresó a terapia una semana después, se mostró muy contenta de haberlo hecho, ya que el padre la había calmado relativizando la situación. Aprendió que, simplemente, le llevaba más tiempo que a otros niños aprender esa tabla, pero que lo podía conseguir.

El problema con la frustración surge cuando no podemos conectar con el malestar que nos produce. Esto es lo que le ocurría a una paciente de 18 años que tenía serias dificultades para organizarse el tiempo de estudio. En su caso, esto le provocaba un gran malestar porque después se sentía culpable por no haber aprovechado bien el tiempo y suspender. En esta paciente se daba un patrón de retroalimentación: cuanto menos estudiaba, peor se sentía y menos ganas tenía de estudiar, ya que era incapaz de afrontar las emociones que experimentaba ante sus dificultades.

Durante la terapia trabajamos sus emociones y pudo expresar que cuando estudiaba se sentía “tonta” al no entender lo que leía. Se frustraba y acababa dejándolo y pasando a hacer una actividad más placentera, como ver la televisión o salir con los amigos. Este punto es otro de los aspectos que conviene trabajar respecto a la tolerancia a la frustración: se debe aprender a gestionarla para no caer en la procrastinación; es decir, para no abandonar lo que nos cuesta y nos proporciona una satisfacción a largo plazo en favor de actividades más placenteras que nos proporcionan una satisfacción inmediata.

La integración y retención de la información en adultos
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La integración y retención de información en adultos

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 27 enero, 2020 El trastorno de lateralidad, Integración y retención de información, Lateralidad, Lateralidad cruzada o heterogénea, Memoria, Terapia de lateralidad

Por Susana Lladó

Vivimos en un escenario laboral en permanente cambio que requiere perfiles flexibles con capacidad para adaptarse rápidamente a los nuevos desafíos, a nuevos grupos de trabajo y a los avances continuos en tecnología. En este escenario, es imprescindible ser capaz de integrar y retener información nueva continuamente. Sin embargo, esta capacidad cognitiva es, precisamente, una de las que tienen afectada las personas con problemas de lateralidad. El psicólogo Luis Elías nos explica cómo se trabaja este aspecto en terapia, sobre todo, con los pacientes adultos.

Si tienes un mal concepto de ti mismo, estás tan cohibido en el ámbito laboral que pierdes la capacidad de integrar bien la información

 

Me comentabas que tienes pacientes que trabajan, por ejemplo, en el ámbito de la consultoría y que tienen serios problemas para integrar y retener la información, algo esencial para el buen desempeño de sus responsabilidades

Sí, así es. Uno de ellos, al inicio de la terapia, me explicó que cuando le hablaban en la oficina, no sabía lo que le decían, no lo entendía.

 

Complicado y duro. ¿Retrocedemos? ¿Cómo funciona el proceso de integración y retención de la información?

En el proceso de integración (recopilación) y retención (memoria) cognitiva de la información, primero se integra la información y después se retiene.

 

Este proceso, ¿se produce igual en todas las personas?

En los niños y jóvenes es mucho más sensorial que en los adultos porque todavía no son tan porosos a una serie de condicionantes que tenemos los más mayores.

 

¿Qué tipo de condicionantes?

A medida que nos hacemos mayores, estamos más condicionados por factores como los prejuicios, los valores, cuestiones culturales, aspectos emocionales, la cultura de empresa de la organización en la que trabajamos, etc. La integración de la información no deja de ser una interpretación de la realidad y todos estos factores nos influyen a la hora de integrar la información que recibimos del exterior.

 

Explícanos un poco más lo de la interpretación de la realidad y su relación con el proceso cognitivo

Las personas hacemos una interpretación continua de la realidad, de todo aquello que percibimos. Para reforzar el proceso cognitivo que supone esta interpretación, utilizamos la concentración, la atención, etc. La integración de los inputs que recibimos del exterior es un acto en el que ponemos en relación y sintetizamos las diversas informaciones dándoles un sentido. Es decir, es un proceso en el que guardamos e interpretamos cognitivamente la información y le damos un sentido integral. Pero para ello hay que entender dicha información. Por eso, además de los aspectos perceptivos, en terapia también se trabaja la capacidad de comprensión.

 

Para poder integrar cualquier información es necesario darle un sentido

Sí, incluso para integrar la sensorial, que es a la que más atienden los niños.

 

Y ¿cómo lo hacemos?

Como decía, la integración sensorial es un proceso neurológico que consiste en organizar la información que proviene de los sentidos para lograr un concepto unificado. Para ello necesitamos la percepción, pero también capacidad de abstracción, saber organizar la información para convertirla en conocimiento y motivación.

Lateralidad e integración y retención de la información en adultos

¿Estos aspectos son los que se trabajan en terapia?

Se trabajan los sistemas sensoriales (percepción del cuerpo, tacto, sistema auditivo, visual, etc.) y, cuando es necesario, los otros, ya que si una persona es incapaz de ordenar la información, difícilmente podrá integrarla.

 

A cuanta más velocidad sucede lo que queremos integrar, mayor es la dificultad para integrar la información: para procesarla, codificarla y darle sentido, lo cual nos permitirá, posteriormente, recordarla

 

¿Hasta qué punto es esencial la motivación en este proceso cognitivo?

Es fundamental. Hay pacientes, como el que mencionaba al principio, que trabajan en entornos bastante deshumanizados y muy estresantes. Vienen a terapia por dos aspectos cruciales: porque les costaba mucho integrar y retener la información, y porque su autoestima estaba tan mermada que se sentían desvalorizados y desmotivados. Si tienes un mal concepto de ti mismo, estás tan cohibido en el ámbito laboral que pierdes la capacidad de integrar bien la información: estás pensando que todo irá mal, que tu rendimiento será insuficiente. Los prejuicios, los aspectos motivacionales, emocionales, anímicos, físicos, así como las expectativas, condicionan, o pueden condicionar, la capacidad de integración de la información.

 

¿Qué más puede impedir o dificultar el proceso?

La memoria. Es un ítem de lateralidad que también trabajamos en terapia, tanto en niños como en adultos. Y después hay dos factores que se deben tomar en consideración cuando hablamos de la integración y retención de información: la velocidad y la duración.

 

Vamos con la velocidad

A cuanta más velocidad sucede lo que queremos integrar, mayor es la dificultad para integrar la información: para procesarla, codificarla y darle sentido, lo cual nos permitirá, posteriormente, recordarla. Por ejemplo, en las actividades que hacemos en sesión, normalmente ponemos timings. Primero es un timing abierto (no se establece un tiempo), pero progresivamente, al repetir la actividad, cada vez fijamos tiempos más cortos. Esto lo hacemos así no solo para añadir un ápice de presión con el objetivo de que aprendan a gestionar el estrés, la tolerancia a la frustración, etc., sino también para tener una medida de referencia; es decir, si hay un progreso o no en ese proceso de retención e integración de la información.

 

¿Y la duración?

La duración está relacionada con las experiencias de la vida. A mayor exposición a una información, mejor asimilación. Por esto la repetición (la práctica) es importante, por ejemplo, cuando se aprende a tocar un instrumento.

 

Y estos iítems van interralacionados con los emocionales

Sí. En terapia trabajamos todos estos aspectos conjuntamente con los emocionales, de manera que los pacientes adultos cada vez tienen menos temor a afrontar nuevos retos laborales. Al comprobar que van mejorando en la integración y retención de la información, esto les refuerza emocionalmente, y como emocionalmente cada vez están más fuertes, aumenta su motivación para seguir trabajando los aspectos cognitivos. Lo ven en su ámbito laboral: hay un cambio significativo en la forma de abordar nuevos retos.

 

Para terminar, ¿nos puedes poner otro ejemplo de un paciente con estas dificultades?

Las dificultades en todos ellos son similares. Tengo otro paciente al que, cuando le explicaban un proceso metodológico en el trabajo, al cabo de un minuto o minuto y medio se perdía. Y entonces, entraba en una dinámica de pensamientos rumiativos obsesionándose con que se perdía, con lo cual se bloqueaba y todavía era más complicado que pudiera retener la información. A base de trabajar durante un año en terapia todo lo que hemos mencionado, ya no ha vuelto a tener ningún problema de este tipo: es más, ha sido capaz de adaptarse a los nuevos departamentos a los que lo han trasladado dentro de la empresa.  Ahora puede seguir el hilo de lo que le dicen y puede visualizarlo; es decir, puede anticiparse a las fases que le explican verbalmente visualizando cómo lo hará: cómo abordará el caso, cómo organizará el trabajo con el equipo, qué enfoque jurídico le dará, etc.

 

A estos pacientes, la terapia les debe cambiar radicalmente la vida

Así es. Tengo una paciente que no estaba satisfecha trabajando en su ámbito profesional y se ha atrevido a iniciar una nueva etapa en su vida formándose de nuevo para poder acceder a otro sector laboral. Me dijo que ahora se sentía capaz y con ganas de emprender retos que antes no podía ni plantearse porque tenía una gran inseguridad en la adquisición de nuevos aprendizajes por el problema en la retención de la información. Ahora hace más cosas que cuando era joven y se va a ir al extranjero a estudiar un máster. Hay otro paciente que me explica que ahora asimila mucho mejor la información cuando hay cambios en la empresa. Esto le motiva para asumir nuevos retos. Se ha vuelto más flexible y esto es fundamental en un escenario laboral en continuo cambio.

 

¿Hay algún punto importante que no hayamos comentado?

La línea temporal de los datos o de las acciones: qué va antes y qué va después, para darle sentido y contextualizarlo organizando esa información y poder, por ejemplo, hacer el seguimiento de un proyecto; algo crucial en muchas profesiones.

Si quieres hacernos una consulta sobre este tema, puedes ponerte en contacto con nuestro centro.

Lateralidad: el caso de Pere, diagnosticado como deficiente mental
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Lateralidad: el caso de Pere, diagnosticado como deficiente mental

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 14 enero, 2020 Comprensión lectora, Concentración, El trastorno de lateralidad, Lateralidad, Lateralidad cruzada o heterogénea, Lectoescritura, Miedos, Motivación, Orientación espacial, Terapia de lateralidad

Por Joëlle Guitart

 

El caso que expongo hoy es el de un niño que llegó al Centro de Lateralidad con un resultado del test de inteligencia de 73; es decir, había sido diagnosticado como deficiente mental.

Cuando este paciente, al que llamaremos Pere, vino por primera vez a consulta en enero de 2017 con sus padres, tenía 8 años y 8 meses, y cursaba tercero en una escuela especializada. En su clase había una gran heterogeneidad de alumnos: niños con autismo, con el síndrome de Asperger, con deficiencia mental, con problemas conductuales, etc.

Al hacerle el  test de lateralidad, los resultados mostraron que Pere presentaba tres cruces de lateralidad y una acusada hipotonía. Iniciamos la terapia y tras cinco meses de tratamiento,  como es habitual en todos los pacientes, le realicé el primer test de control. Observé, con cierta sorpresa, que ya no presentaba las grandes dificultades de organización perceptiva, ni de organización espacial que tenía cuando llegó al centro. Respecto al aparato locomotor, tampoco aprecié nada que entrara fuera de lo normal: saltaba a la comba y la pata coja sin ningún problema, y realizaba los otros juegos y ejercicios con los que evalúo este aspecto con bastante normalidad. Asimismo, en estos cinco meses, Pere había empezado a jugar en un equipo de fútbol en el que antes no lo habían aceptado, y su acusada hipotonía en miembros superiores e inferiores había disminuido notablemente, lo cual es poco frecuente en tan poco tiempo de terapia (en general, la hipotonía no disminuye antes del segundo test de control; es decir, antes de los 10 meses de tratamiento).

A partir de entonces, seguimos trabajando todos los ítems de lateralidad, incluyendo los relacionados con la lentitud, la dificultad de concentración y la lectoescritura. Del mismo modo, seguimos trabajando aspectos como sus miedos (tenía miedo a todo) y su falta de motivación, pues se desanimaba a menudo.

De una escuela especializada a una escuela normal

Es importante destacar que cuando el paciente empezó la terapia, también presentaba algunos problemas de comportamiento: fundamentalmente, cierta agresividad e impulsividad dentro del grupo, tanto con los otros pacientes como, incluso, con la terapeuta. Este comportamiento, en el segundo test de control, había dado un giro radical. Hablé con los padres y con la escuela especializada sobre toda esta evolución y se tomó la decisión de cambiarlo a un colegio normal repitiendo segundo de Primaria, ya que Pere todavía tenía dificultades en la lectoescritura.

Este segundo test de control lo realicé cuando Pere tenía nueve años y ocho meses. En este punto del tratamiento lo que observo es que la coordinación ideomotriz ha mejorado (le costaba mucho pensar, razonar), aunque todavía se bloquea con el pensamiento lógico en algunas ocasiones. A pesar de ello, tiene menos dificultades en las asignaturas de ciencia que en las relacionadas con la lengua. En la nueva escuela, seguía yendo bien, gracias a la implicación de los profesores, a la coordinación que establecimos entre el colegio y nuestro centro, a la actitud de los padres y a la colaboración del propio paciente en la terapia que, como he mencionado, era colectiva. Es entonces cuando les propongo a los padres del paciente que su hijo haga en el centro otro test de cociente intelectual. El resultado es de 100, un resultado que está en el rango de lo normal.

El tercer test de control lo realizo en octubre de 2019, cuando el paciente tiene 10 años y 5 meses. Todos los ítems de lateralidad han mejorado significativamente, la mecánica lectora ya es fluida, lee correctamente en voz alta y, aunque la comprensión lectora todavía es muy mejorable, ya retiene lo que lee (anteriormente era incapaz). También sigue disminuyendo la hipotonía, ya no se cae ni tropieza como antes, está mucho más ágil, juega más con los otros niños de la escuela y ya está aprobando, aunque justito, todas las asignaturas. Asimismo, ha empezado natación y, los fines de semana, esquí (dos deportes que siempre recomiendo, cuando hay problemas de lateralidad, porque a nivel neurofisiológico ayudan a acelerar todo el proceso de lateralización; a diferencia de los deportes oculomanuales, como el tenis, que lo dificultan porque provocan irritabilidad en el cerebelo).

Quiero detenerme aquí para hacer una reflexión: si este paciente hubiera permanecido en la escuela especializada, hubiera terminado siendo una persona con un cociente intelectual de deficiente mental y toda su vida hubiera quedado sellada por esta circunstancia: hubiera tenido que renunciar a ir a la universidad, a la expectativa de poder desarrollarse profesionalmente en un futuro y socialmente también habría quedado igualmente limitado. Toda su existencia se habría desarrollado por debajo de su verdadero potencial. Aunque su caso no representa a la inmensa mayoría de pacientes que vemos en el centro de lateralidad, debo decir que tampoco es una excepción. No es la primera vez que nos encontramos con un niño que ha sido etiquetado de esta forma, con todo lo que ello supone también para sus familias. Hay que ser conscientes de que otros padres se sienten tan solos y desamparados ante un diagnóstico de estas características que no saben adónde acudir ni qué hacer. Muchos se rinden tomando como válido el diagnóstico erróneo que reciben.

Actualmente, ya estamos finalizando la terapia con Pere. El próximo test será en marzo de 2020, que es cuando calcularé su porcentaje de recuperación. Aunque quedará un test más (máximo dos) por realizar, puedo aventurar que este paciente se habrá recuperado en un 80 % como mínimo (si no hay ningún obstáculo este porcentaje será más alto) al darle el alta. Posteriormente, como en todos los casos, se le darán una serie de ejercicios para que haga en casa durante un periodo de cinco meses; periodo tras el cual cada cinco meses volverá tres veces más al centro a terapia, ya solo para la supervisión.

El caso de Alex, un niño con 3 cruces de lateralidad_Centro de lateralidad y psicomotricidad Joëlle Guitart
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El caso de Alex, un niño con 3 cruces de lateralidad

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 3 enero, 2020 Ambidiestro, Ansiedad, Aprendizaje, Concentración, El trastorno de lateralidad, Hipotonía, Terapia de lateralidad

Exposición del caso


Por Joëlle Guitart

 

El caso de este paciente con 3 cruces de lateralidad, al que llamaremos Alex, es particularmente reseñable debido a una serie de factores que iré exponiendo.

Alex nació con 38 semanas, lo que le ocasionó un aplanamiento del lado izquierdo de la cabeza. Para corregir la forma del cráneo tuvo que llevar un casco ortopédico desde los 8 meses hasta los ocho años; un hecho que le marcó, al igual que otros factores que también iremos viendo.

Cuando hace tres años vino por primera vez a la consulta con sus padres, tenía siete años y estaba cursando primero de Primaria en una escuela normal. Sin embargo, y a pesar de tener unos padres excepcionales que le daban todo su apoyo y con los que siempre ha tenido muy buena relación, el niño presentaba importantes problemas cognitivos y emocionales.

Fue la tutora del niño la que les recomendó nuestro centro a los padres. En su informe constaba que Alex tenía muchos problemas de lentitud y concentración, que se distraía con mucha facilidad, que no había adquirido la mecánica lectora y, por tanto, tampoco la retención lectora, y que tenía muchas dificultades con las matemáticas
El caso de Alex, un niño con 3 cruces de lateralidad_Centro de lateralidad y psicomotricidad Joëlle Guitart

Durante la primera visita, los padres relataron que, anteriormente, lo habían llevado a un centro psicopedagógico en el que le habían diagnosticado lateralidad cruzada y en el que estuvo trabajando sin ningún resultado sus dificultades con la lectoescritura y las matemáticas. Al no haber avances, y dado que Alex tenía cada vez más problemas de infravaloración, lo derivaron a una psicóloga. Pero la terapia tampoco le ayudó.

Fue la tutora del niño la que les recomendó nuestro centro a los padres. En su informe constaba que Alex tenía muchos problemas de lentitud y concentración, que se distraía con mucha facilidad, que no había adquirido la mecánica lectora y, por tanto, tampoco la retención lectora, y que tenía muchas dificultades con las matemáticas.

La anamnesis y el test de lateralidad confirmaron el informe de la tutora y mostraron, asimismo, otras dificultades importantes:

El niño escribía con la mano derecha, aunque con una tendencia a coger el lápiz y a comer con la izquierda. Presentaba una ambidiestría 55 % derecha, 45 % izquierda.

El test también mostró que tenía el ojo izquierdo vago y que era diestro de ojo. De hecho, llevó un parche en el ojo derecho hasta la Navidad de 2017. Además, padecía hipermetropía en ambos ojos, astigmatismo y desviación del ojo izquierdo.

A estas dificultades hay que añadir una hipotonía, un problema de obesidad (acudía al endocrino desde los 11 meses), así como pies planos y anchos (tenía que llevar plantillas y calzado especial).

En cuanto a las dificultades cognitivas y de aprendizaje, los resultados del test de lateralidad que le realizamos en el centro determinaron que tenía un nivel de escritura de un niño dos años menor, que presentaba una dificultad notable para comprender el aspecto abstracto de las matemáticas, que era incapaz de sumar y restar, separa las sílabas y las palabras de manera incorrecta al escribir y hacía los números en espejo (en lugar de escribir 71, escribía 51).

Respecto a sus relaciones sociales, en el colegio, los otros niños se reían de él por el casco ortopédico que se veía obligado a llevar y por su obesidad. Lo insultaban, le llamaban loco y era apartado de cualquier juego y actividad que organizaran. A pesar de ello, Alex se mostraba sociable con los niños de menor edad y con los adultos. No obstante, había un cuadro de ansiedad e hipersensibilidad, así como cierta agresividad hacia su madre.

En casa, contaba con toda la ayuda posible de sus padres. Y, aunque su padre se sentaba a diario con él para hacer los deberes juntos, cada tarde era un drama para Alex. Como su caligrafía era ilegible, tenía que repetir todos los trabajos que hacía en clase y, además, hacer los deberes del día. El niño lloraba de impotencia cada vez que se enfrentaba a estas tareas.

La recomendación de la escuela fue que repitiera primero de Primaria.

El test de lateralidad dio como resultado que Alex presentaba 3 cruces de lateralidad, con una retención neurofisiológica de un 38 %; lo que significa que su rendimiento cognitivo (y emocional) era tan solo de un 62 %. En cuanto a la tensión neuromuscular, presentaba hipotonía en miembros superiores e inferiores

Diagnóstico

El caso de Alex, un niño con 3 cruces de lateralidad_Centro de lateralidad y psicomotricidad Joëlle Guitart

El test de lateralidad dio como resultado que Alex presentaba 3 cruces de lateralidad, con una retención neurofisiológica de un 38 %; lo que significa que su rendimiento cognitivo (y emocional) era tan solo de un 62 %. En cuanto a la tensión neuromuscular, presentaba hipotonía en miembros superiores e inferiores. Asimismo, su edad ósea estaba dos años por debajo de lo que correspondía a su edad.

A continuación detallo su lateralización (recorridos sinápticos):

Brazo, mano: 65 derecho, 35 izquierdo.

Ojo: 60 derecho, 40 izquierdo.

Pierna estática: izquierdo (sin movimiento).

Pierna dinámica: 60 derecho y 40 izquierdo.

Oído: 55 derecho y 45 izquierdo.

Motricidad facial y cervicales: 45 derecho y 55 izquierdo.

La evolución era notable y el padre me preguntó si había disminuido la retención neurofisiológica en su hijo. Quería saber si Alex podría estudiar una carrera universitaria el día de mañana

Una terapia satisfactoria gracias a la implicación de todos los agentes

Álex finalizó la terapia el pasado mes de abril con unos resultados sumamente satisfactorios: la lateralización a la derecha se ha realizado en un 90 % (recordemos que ninguna persona está lateralizada homolateralmente al 100 %). En los próximos meses únicamente deberá realizar, como todos los pacientes a los que damos el alta, una serie de ejercicios en casa que, probablemente, aumenten algo más la lateralización, y le realizaremos, en intervalos de 5 meses, 3 controles más.

Quiero mencionar que si esta terapia se ha podido llevar a cabo de manera tan satisfactoria es porque ha habido una implicación significativa tanto del propio paciente, como de los padres, la tutora de Álex y el propio colegio, además de la de nuestro centro.

Desde el inicio, el paciente demostró una gran voluntad de resolver sus dificultades. Su autoexigencia positiva fue determinante. Del mismo modo, y paralelamente a la terapia, recibió clases de refuerzo en su colegio y trabajaba la autoestima tanto con una psicóloga de la escuela como en las sesiones del centro.

Al cabo de un mes y medio de empezar la terapia tuve un cambio de impresiones con los padres, como es habitual en el centro. Normalmente, con tan poco tiempo de sesiones los pacientes no han experimentado cambios mencionables: se trata de una reunión para comentar la adaptación del paciente al grupo y otras cuestiones de este tipo. Sin embargo, Alex ya había hecho algunos progresos: la grafía era algo mejor y se mostraba mucho más extrovertido. No obstante, la escuela comunicó que tendría que repetir curso.

El primer test de control lo realizamos en noviembre de 2017. Tras cinco meses de terapia, su evolución había sido más buena de lo normal y los resultados coincidían con los del informe de la escuela por esas fechas. Empezaba a entender mejor el contenido de las asignaturas e iba leyendo cada vez algo mejor, aunque todavía marcaba mucho las sílabas porque no entendía bien lo que leía, se cansaba al leer, la letra no se le entendía del todo bien y la falta de concentración y la dispersión seguían igual. Recomendé que siguiera con las clases de refuerzo.

Transcurridos cinco meses más, realizamos el segundo test de control. Alex había empezado a aprobar todas las asignaturas, aunque con cincos pelados. Los progresos eran buenos en la comprensión lectora, aunque tiene que trabajar la fluidez al leer (su comprensión oral y fluidez al hablar siempre había sido normal). Colaboraba más con la terapeuta del colegio, también se llevaba mejor con los otros pacientes del grupo de terapia del centro, la relación con sus compañeros del colegio había empezado a cambiar, entendía por qué había tenido que repetir curso, la tutora lo veía más integrado en clase, estaba menos ansioso, había adelgazado mucho y había empezado clases de judo.

La evolución era notable y el padre me preguntó si había disminuido la retención neurofisiológica en su hijo. Quería saber si Alex podría estudiar una carrera universitaria el día de mañana. Aunque yo había observado que, efectivamente, había disminuido, le explico que esta prueba no la vuelvo a realizar hasta el cuarto test de control, debido a que, normalmente, no se observan cambios significativos hasta entonces.

Los padres, por su parte, están tan sorprendidos con todo el proceso que temen que su hijo haga una regresión si no sigue haciendo la terapia en el centro; un temor que es natural y que suelen expresar muchos padres debido a todo el sufrimiento que han vivido. Sin embargo, como hemos explicado en repetidas ocasiones en los artículos que publicamos, hay que saber que una vez que el paciente se ha curado, ya no hay posibilidad de regresión
El caso de Alex, un niño con 3 cruces de lateralidad_Centro de lateralidad y psicomotricidad Joëlle Guitart

En el tercer test de control la buena evolución es general, en todos los aspectos, salvo en que persiste la ansiedad, los bloqueos asociados a ella y en que está mostrando un carácter dominante. No obstante, poco a poco el niño empieza a ser consciente de ello y se va mostrando más flexible.

De este periodo cabe destacar la mejora en la coordinación locomotora, la concentración, la lentitud, la estructuración rítmica, la memoria y la hipotonía, la cual ha disminuido en un 20 % tanto en los miembros superiores como en los inferiores. Los resultados más flojos están relacionados con el razonamiento abstracto.

La escuela y los padres corroboran esta buena evolución. Además, los padres me hacen saber que lo ven cada vez más independiente y maduro, y que duerme mucho mejor de lo que lo hacía anteriormente.

En marzo de 2018 realizamos el cuarto test de control. La ansiedad ya ha disminuido, hay un progreso notable en la memoria, mantiene la atención durante periodos de tiempo más largos, el sistema piramidal y extrapiramidal está cada vez más lateralizado homolateralmente a la derecha, la hipotonía sigue disminuyendo y físicamente está más ágil, aunque sigue con cierto sobrepeso.

Sin duda, Alex tiene más habilidades en el campo verbal que en el razonamiento matemático, pero es un niño inteligente y noble, dos factores que son determinantes para una buena evolución.
En este periodo, además de no haber ningún ítem de lateralidad estancado, el paciente ha llegado a una recuperación del 68 %; un resultado excelente en este punto de la terapia.

Seguimos trabajando hasta una recuperación del 80 % mientras sigue con las clases de refuerzo en la escuela y practica con sus padres la lectura cada día antes de acostarse. Esta última cuestión es muy importante: si el niño escucha a un adulto leer en voz alta y él hace los mismo, va cogiendo la entonación por imitación; lo cual le ayuda en la comprensión lectora.

Hay que mencionar que en esta fase Alex empieza a obtener mejores calificaciones en el colegio: sus notas son de 6, 7 y 8 en las principales asignaturas, salvo en las matemáticas, que es su principal caballo de batalla (sus puntuaciones en esta signatura son de 4,5).

El quinto test de control siguió mostrando una excelente evolución en todos los ítems de lateralidad y una recuperación del 90 %. El progreso vino acompañado de otros avances: el niño ya pesa lo que debería pesar y, como ha crecido en estatura, su figura es mucho más esbelta. Le han quitado las plantillas, su visión también ha mejorado y está construyendo buenas relaciones de amistad.

Como mencionaba al principio, aunque ya ha finalizado la terapia, queda un último test de control que llevaremos a cabo en febrero de 2020. Durante este intervalo, tan solo deberá realizar una serie de ejercicios en casa para afianzar los recorridos sinápticos. Todos los datos de su seguimiento me hacen presumir que su recuperación será superior al 90 %.

Los padres, por su parte, están tan sorprendidos con todo el proceso que temen que su hijo haga una regresión si no sigue haciendo la terapia en el centro; un temor que es natural y que suelen expresar muchos padres debido a todo el sufrimiento que han vivido. Sin embargo, como hemos explicado en repetidas ocasiones en los artículos que publicamos, hay que saber que una vez que el paciente se ha curado, ya no hay posibilidad de regresión.

Alex quiere estudiar veterinaria. Ya no le dan miedo los retos.

El pasado 11 de mayo reabrimos el centro para las terapias presenciales individuales. Por favor, si vas a pedir cita, lee las medidas sanitarias y protocolos de higiene y seguridad que hemos implementado en el centro para evitar la transmisión cruzada de Covid-19 entre nuestro personal y los pacientes. Para los pacientes que viven fuera de Barcelona, seguimos realizando las terapias online. Si quieres hacernos una consulta, puedes ponerte en contacto con el centro.

La lateralidad cruzada y el miedo a hablar en público_Centro de laetralidad y psicomotricidad Joëlle Guitart
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La lateralidad cruzada y el miedo a hablar en público

Susana Lladó - Lladó Comunicación 16 septiembre, 2019 Ansiedad, Concentración, El trastorno de lateralidad, Emociones, Gestión de emociones, Lateralidad cruzada o heterogénea, Memoria, Terapia de lateralidad

A la mayoría de las personas nos provoca ansiedad hablar en público. La perspectiva de tener que hacer una exposición delante de otros nos causa cierto temor y angustia, lo cual es normal si el malestar no es excesivo: la ansiedad es una respuesta de anticipación positiva que evolutivamente nos ha permitido sobrevivir como especie y que, si no sobrepasa ciertos umbrales, actúa a nuestro favor a la hora de superar las situaciones y retos que nos vamos encontrando en la vida. El problema surge cuando esta emoción nos supera y el miedo puede llegar a convertirse en una fobia. Asimismo, es relativamente frecuente que las personas con dificultades de lateralidad, además, vivan estas situaciones como una amenaza por el miedo a quedarse bloqueados.


La sintomatología fisiológica y la cognitiva se van retroalimentando mutuamente: cuantos más pensamientos negativos se tienen, más aumenta el malestar físico, y cuantos más síntomas físicos se presentan, más nerviosa se pone la persona.

Sintomatología previa asociada al miedo a hablar en público

«Cuando se tiene miedo a hablar en público, los síntomas más habituales son la sudoración, temblores, ansiedad, mareos o/y dolor de barriga, aunque también se presenta una sintomatología cognitiva: la persona empieza a tener pensamientos catastrofistas que, la mayoría de las veces, no son racionales, y también puede haber una disminución de la concentración y de la memoria. La sintomatología fisiológica y la cognitiva se van retroalimentando mutuamente: cuantos más pensamientos negativos se tienen, más aumenta el malestar físico, y cuantos más síntomas físicos se presentan, más nerviosa se pone la persona», nos explica el psicólogo de nuestro centro Luis Elías.

Por tanto, es necesario distinguir cuándo la ansiedad entra dentro de lo normal y cuándo no, cuándo hablamos de miedo, cuándo de preocupación y cuándo de fobia. «Hablamos de fobia cuando la reacción es excesiva, cuando la respuesta a la situación es desproporcionada. Por ejemplo, si un adolescente tiene que hacer una exposición de 15 minutos en clase y su sintomatología es tan aguda que intenta evitar hacer esa presentación, probablemente, estemos delante de una fobia. En cambio, si un adulto empieza a sentirse mal antes de dar una conferencia ante quinientas personas en un fórum mundial, esto entraría dentro de lo normal», señala Elías.

Otros marcadores de una posible fobia son la persistencia en el tiempo del malestar agudo, que este malestar fisiológico y emocional sea incontrolable y el hecho de que el miedo sea irracional: es decir, cuando la persona no puede explicar por qué siente miedo o cuando, a pesar de la sintomatología aguda y de la evitación, ni siquiera es consciente de que hablar en público le produce miedo.

El miedo a hablar en público se supera siempre a través de la aceptación, no del rechazo o de la evitación. Hay que aceptar que estas situaciones provocan una activación en nosotros y normalizar los nervios.

Los errores habituales a la hora de intentar controlar el miedo

La mayoría de las personas tratan de esquivar el miedo intentando controlar los síntomas y creen que dejarán de sentirlo si no piensan en él. Hacen ejercicios de respiración contraproducentes, se cogen la mano para que no tiemble, etc. «Esto solo aumenta la sintomatología, ya que la persona está poniendo su atención en los pensamientos que la provocan», prosigue el psicólogo.

Otro error muy común es la evitación: como no saben gestionar estas situaciones, hacen lo posible para no enfrentarse a ellas. Esta conducta evitativa es perjudicial a cualquier edad, no solo en la edad escolar. En el ámbito laboral, los adultos delegan en colegas responsabilidades que representan oportunidades profesionales para progresar en su empresa, por ejemplo, y se degradan dentro del organigrama al dejar que otros asuman sus funciones.

La lateralidad cruzada y el miedo a hablar en público_Centro de laetralidad y psicomotricidad Joëlle Guitart

Cuanto más se evita hablar en público, más se enquista el miedo a hacerlo, ya que cada vez cuesta más gestionarlo. «Si un directivo tiene una reunión con la junta cada 15 días, aunque vaya encontrando excusas para no asistir, llegará un momento en que tendrá que ir. En ese punto, ya será muy difícil que pueda gestionar la ansiedad. El miedo a hablar en público se supera siempre a través de la aceptación, no del rechazo o de la evitación. Hay que aceptar que estas situaciones provocan una activación en nosotros y normalizar los nervios», apunta Elías.

Cómo se trabaja en terapia el miedo a hablar en público

En terapia se trabajan los aspectos emocionales y cognitivos relacionados con el miedo a hablar en público. Y, una vez se ha avanzado en estos aspectos, se realizan técnicas de actuación para simular un entorno parecido al que se puedan encontrar los pacientes en situaciones reales.

Respecto al trabajo emocional, se trata de que el paciente identifique las emociones que siente en estas situaciones y que pueda darles significado.

Respecto al trabajo emocional, se trata de que el paciente identifique las emociones que siente en estas situaciones y que pueda darles significado. «Hay personas que dicen sentir miedo cuando, en realidad, lo que sienten es preocupación. O están muy preocupadas por sentir una emoción que es normal sentir cuando se tiene que hablar en público. Por ejemplo, hay pacientes que asocian el estrés exclusivamente a un estado negativo y no saben que es un mecanismo que tenemos las personas para poder afrontar situaciones con una mayor concentración, si sabemos cómo gestionarlo. Cuando se lo explicas y entienden por qué se activa este mecanismo, se tranquilizan», añade Elías.

También se trabaja la autoestima para disminuir el peso que suelen darle a la opinión que los demás puedan tener de ellos. Si uno se siente preparado y con sus fortalezas más sólidas, este temor a lo que puedan pensar los otros disminuye.

Las sesiones de role playing en grupo son muy eficaces para que los pacientes puedan experimentar en un entorno de seguridad, simular situaciones diversas que pueden encontrase en casos reales, comentar posteriormente las sensaciones y pensamientos que se presentan y trabajarlos con el especialista.

Otro punto muy importante que se trabaja en las sesiones es la relativización de las consecuencias: al paciente se le hace pensar en las consecuencias más graves que podría tener una presentación en público catastrófica. Este ejercicio les sirve para ser conscientes de que la intensidad del miedo que sienten es desproporcionada respecto a las consecuencias reales, incluso en el peor de los casos. Asimismo, también se trabaja en relativizar la importancia de la opinión que los otros se puedan formar sobre uno.

Aprender a cambiar los pensamientos desadaptativos por otros adaptativos también es fundamental: los pensamientos catastrofistas o desadaptativos suelen ser bastante irracionales, pero, a la vez, están relacionados con aspectos más profundos de la personalidad que hay que trabajar. Son pensamientos relacionados con cómo nos perciben los demás, el miedo a quedarse en blanco, a hacer el ridículo, etc.

Del mismo modo, se trabajan las habilidades cognitivas involucradas en hablar en público que constituyen ítems de la lateralidad ―como la concentración, la memoria, la atención, la retención y la expresión verbal― para fortalecer estas capacidades y disminuir el riesgo de los bloqueos. Cuanto más segura se siente una persona, más aumenta su autoestima y, por tanto, también su tranquilidad para gestionar el estrés que supone hablar en público.

Finalmente, las sesiones de role playing en grupo son muy eficaces para que los pacientes puedan experimentar en un entorno de seguridad, simular situaciones diversas que pueden encontrase en casos reales, comentar posteriormente las sensaciones y pensamientos que se presentan y trabajarlos con el especialista.

Si quieres hacernos una consulta sobre este tema, no dudes en ponerte en contacto con nuestro centro

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