Centro de lateralidad y psicomotricidad Joëlle Guitart
  • El trastorno de lateralidad
    • Qué es la lateralidad
    • Qué es el trastorno de lateralidad
    • Sintomatología
    • Cómo afecta a nuestra vidas
  • Diagnóstico y terapia
  • El equipo
  • El centro
  • Confinamiento Covid-19: psicoterapia emocional
  • Blog
  • Contacto
  • Español
  • El trastorno de lateralidad
    • Qué es la lateralidad
    • Qué es el trastorno de lateralidad
    • Sintomatología
    • Cómo afecta a nuestra vidas
  • Diagnóstico y terapia
  • El equipo
  • El centro
  • Confinamiento Covid-19: psicoterapia emocional
  • Blog
  • Contacto
  • Español
Entrevista: “Si hay un buen desarrollo motriz, mejora el emocional y el intelectual”
Link Enlarge

Entrevista: “Si hay un buen desarrollo motor, mejora el emocional e intelectual”

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 19 julio, 2017 Desarrollo motor, El trastorno de lateralidad, Terapia psicomotriz 0

El movimiento y el equilibrio son dos aspectos esenciales en la terapia de lateralidad. En esta entrevista, el psicólogo Luis Elías Llorens, terapeuta de nuestro centro, nos explica por qué, y también cómo la vida sedentaria de muchos niños sin el trastorno de lateralidad está afectando a su buen desarrollo general.

 

¿Qué papel juegan el movimiento y el equilibrio en la terapia de lateralidad?

El trabajo que hacemos en consulta parte de la premisa de que los niños y adolescentes, al igual que los adultos, son una unidad.

 

¿A qué se refiere?

El pensamiento, el movimiento (incluyendo el equilibrio) y la relación con el entorno son tres aspectos que están interrelacionados. Para que haya un buen desarrollo de esa unidad, los tres deben tener un buen desarrollo. Si uno de los aspectos falla, los otros dos quedan afectados.

 

Póngame un ejemplo

La motricidad, o el desarrollo motor, es un aspecto fundamental en el desarrollo de un niño. Cuando hay un retraso en este sentido, como es el caso de los niños con trastorno de lateralidad, el niño pierde autonomía y, por tanto, seguridad en sí mismo; lo cual repercute en su bienestar emocional y, casi con toda seguridad, en su rendimiento escolar. Estos niños necesitan desarrollar el movimiento.

 

Por eso lo trabajan en terapia

Sí, porque el proceso es reversible; es decir, si mejoramos la motricidad con ejercicios específicos, sus habilidades y la idea que tienen sobre sí mismos también se modifican, contribuyendo significativamente a su rendimiento escolar.

 

Antes, me comentaba algo más que afecta a muchos niños

Sí, en consulta, nos encontramos con niños que se pasan dos o tres horas al día conectados a dispositivos digitales y que hacen poco deporte. Están en un desarrollo estático que no contribuye a que desarrollen correctamente su motricidad. Son niños que tienen una infancia mucho más pasiva que la que tuvimos nosotros. Y van acumulando retraso motor.

 

Y, por tanto, también emocional

Así es, va relacionado, como decía antes. Si hay un buen desarrollo motriz, mejora el emocional y el intelectual: se crea una sinergia. De lo contrario, la comunicación sináptica queda comprometida.

 

El sedentarismo es algo común en los niños que han nacido con las nuevas tecnologías

En las generaciones anteriores, el desarrollo motriz se daba de una forma natural porque los juegos, jugar, formaba parte de la vida, de nuestra vida cotidiana y, en general, eran juegos en los que el movimiento estaba muy presente.

 

Cuando hablan de movimiento, ¿a qué re refieren exactamente?

A todos los tipos de movimiento que afectan a los diferentes estados motores y al desarrollo adecuado en cada etapa del niño y del adolescente.

 

En la terapia aprenden y realizan todos estos movimientos

Sí, en el centro pueden tener todas estas experiencias: los niños aprenden, por ejemplo, que pueden caerse, y también que pueden levantarse. Eso les ayuda a enfrentarse mejor al mundo. Actualmente, falta la experiencia del movimiento y del equilibrio. El entorno no posibilita dichas experiencias.

 

A mayor seguridad motriz, mayor seguridad emocional

Cuando vences el “no puedo” refuerzas la autoestima. Y vas adquiriendo seguridad. Además de mejorar los aspectos emocionales, el desarrollo motriz también contribuirá a mejorar el nivel de comprensión del niño, su capacidad de atención y concentración, etc.

 

¿Qué consecuencias tiene un déficit psicomotor?

Que se carece de las herramientas para desenvolverse bien en la vida, en el mundo. No disponer de estas herramientas puede generar frustración (al no poder cumplir las expectativas que uno tiene) o, según la personalidad del niño, una actitud conformista que también le impedirá conseguir las metas que pudiera tener.

La discalculia: cuando no se pueden comprender las bases de las matemáticas
Link Enlarge

La discalculia: cuando no se pueden comprender las bases de las matemáticas

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 23 noviembre, 2016 Discalculia 0

Uno de los síntomas del trastorno de lateralidad es la discalculia: la incapacidad, o baja capacidad, para comprender conceptos numéricos y matemáticos básicos (sin que haya una lesión cerebral, y cuando el cociente intelectual es normal e incluso superior a la media); una incapacidad que, habitualmente, y como veremos más adelante, va acompañada de otras dificultades, como el aprendizaje del lenguaje escrito, y que afecta, aproximadamente, a un 5 % de la población infantil (probablemente, la cifra es más alta, pero hay muchos niños y adultos sin diagnosticar).

 

La discalculia se cura

Es fundamental que los maestros y los padres estén atentos a los problemas de aprendizaje de los niños y sepan detectar cuándo un niño presenta síntomas de posible discalculia (ver la sintomatología más abajo) para que el especialista pueda realizar un diagnóstico y, si se confirma mediante las pruebas, empezar la terapia lo antes posible. El diagnóstico precoz es muy importante para evitar el retraso escolar, con todas las consecuencias emocionales que de él se derivan. En nuestro centro, el porcentaje de pacientes que han superado este problema supera el 98 % de los casos, y como la terapia es un tratamiento psicomotor y de lateralidad, una vez curada, la persona no experimenta regresiones.

 

El pensamiento abstracto y las matemáticas

Para entender las matemáticas es imprescindible entender los números, los patrones que se dan en las estructuras de entes abstractos, así como las relaciones entre estas estructuras; de igual manera que para entender el lenguaje natural (el hablado y escrito) es necesario entender que hay significantes (secuencias de fonemas) que, al asociarse a un significado, constituyen un signo lingüístico (el significante “casa” nos remite al concepto de casa: un edificio para habitar), y entender la gramática (los elementos de la lengua, su organización y combinación).
La comprensión de los números y símbolos, de las relaciones espaciales y de las existentes entre cantidades y magnitudes, así como la capacidad del razonamiento lógico es lo que nos posibilita el aprendizaje de la aritmética, la geometría, el álgebra y el cálculo. Esta comprensión requiere de nuestra capacidad para el pensamiento abstracto (simbólico, de entes, estructuras y espacios); una capacidad que las personas con discalculia tienen afectada; de ahí sus dificultades para las matemáticas.

Discalculia: causa, sintomatología, diagnóstico y terapia

 En la imagen de arriba, la traducción de la frase vendría a significar "Entender la pregunta es tener ganada la mitad de la batalla".

 

Sintomatología

Hasta los cinco años, aproximadamente, es normal que un niño gire algunos números al escribirlos y, hasta los siete, también lo es que tenga problemas con el concepto numérico, ya que este requiere abstracción, y esta facultad se adquiere a esta edad. No obstante, si más adelante, estas dificultades persisten, lo más probable es que estemos ante un caso de discalculia. Asimismo, cuando hay un retraso motor, lo habitual es que la persona tenga también esta dificultad de aprendizaje.

Los síntomas más habituales de la discalculia son:

• Dificultad para entender el concepto de “número” y “secuencia” (suelen saltarse algún número).
• Dificultad para, a partir de segundo de Primaria, contar sin utilizar los dedos.
• Dificultad para aprender el grafismo de los números (a veces, también los escriben “en espejo”, girándolos, o confunden números de grafía similar o que se pronuncian de forma similar).
• Dificultad para diferenciar cantidades (cuándo un número es mayor que otro o qué número va entre dos cantidades).
• Dificultad para diferenciar los signos de las diferentes operaciones matemáticas (suma, resta, etc.).
• Dificultad para clasificar objetos por su forma y tamaño.
• Dificultad para relacionar los números con el mundo real.
• Dificultad para memorizar las tablas de multiplicar.
• Dificultad para contar hacia atrás.
• Dificultad para la resta “llevando” (el concepto de resta es el que más les cuesta).
• Dificultad para deducir qué tipo de operación requiere un problema matemático (razonamiento).
• Dificultad para colocar correctamente una cifra en la columna adecuada cuando realizan una suma o resta.
• Dificultad para recordar cuánto “se llevan” al realizar una suma.
• Dificultad para entender las fracciones.
• Dificultad para las divisiones con decimales.
 

Sintomatología asociada a la discalculia

Asimismo, las personas con discalculia suelen presentar una serie de síntomas asociados que también se trabajan en terapia: la falta de concentración, la lentitud a la hora de realizar la mayoría de tareas cotidianas, la desorientación espacial, falta de coordinación corporal, problemas de lecto-escritura (sobre todo de redacción), dificultad en comprensión lectora, etc.

 

La discalculia causa problemas emocionales

Los niños con discalculia llegan a desarrollar fobia a las matemáticas porque su dificultad les provoca una gran frustración y ansiedad, y afecta su autoestima. Es habitual que oculten los deberes que tienen de esta asignatura y que se pongan enfermos, o simulen estarlo, antes de los exámenes. A partir de los 12 años, cuando su problema es sumamente evidente, el bloqueo ante el cálculo es absoluto y puede generar problemas de conducta.
En muchas ocasiones, estos problemas, añadidos a las dificultades de aprendizaje de las matemáticas, provocan que los padres que ignoran la causa real del problema se planteen cambiar a su hijo de colegio; una decisión que, a menudo, solo agrava el problema.

 
La discalculia: cuando no se pueden comprender las bases de las matemáticas
 

Cómo se diagnostica la discalculia

Para diagnosticar la discalculia, es necesario realizar un test de lateralidad completo que incluya pruebas de organización perceptiva, estructuración espacial, organización y estructura rítmica (la música y las matemáticas guardan una estrecha relación, motivo por el que también recomendamos a los padres apuntar a sus hijos a clases de música) y organización espaciotemporal.

 

Tratamiento de la discalculia

En función del diagnóstico de cada paciente y de su edad, la terapia (que, habitualmente, es personalizada y que los niños experimentan como si fuera un juego, ya que la se lleva a cabo mediante ejercicios diversos presentados como juegos) se focalizará más en unos aspectos que en otros: la organización perceptiva de las formas, la orientación derecha-izquierda, arriba-abajo, dentro -fuera; la estructuración espacial, el ritmo, la noción de temporalidad, la hipotonía (su sostén muscular acostumbra a ser demasiado débil), el bloqueo hacia las matemáticas y el razonamiento lógico, la evitación que suelen manifestar ante cualquier tema relacionado con ellos, ejercicios de simbolización para trabajar la abstracción y la atención sostenida, etc.; lateralizando al paciente, en todo caso, de manera homolateral (diestro o zurdo).
Asimismo, cabe señalar que los pacientes con discalculia suelen responder a la terapia, y evolucionar, más rápidamente que los pacientes con dislexia.

 

Si quieres hacernos cualquier consulta, ponte en contacto con nuestro centro.

Entrevista al psicólogo Luis Elías Llorens, especialista en la gestión de emociones y terapeuta de niños con problemas de motricidad
Link Enlarge

Entrevista al psicólogo Luis Elías Llorens sobre las emociones en los niños con problemas de motricidad

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 3 noviembre, 2016 El trastorno de lateralidad, Gestión de emociones, Motivación, Terapia psicomotriz 0
Por Susana Lladó

 

Todos los niños y adolescentes, al igual que los adultos, tienen, en mayor o menor medida, conflictos emocionales. Sin embargo, los niños y adolescentes con problemas de motricidad viven una serie de experiencias en su día a día de las que se derivan problemas emocionales muy específicos y comunes a todos ellos, dado que la motricidad no solo afecta a la condición física de la persona, sino que también repercute en el desarrollo psicológico y social.

Hoy entrevistamos al psicólogo infanto-juvenil Luis Elías Llorens, del Centro de Lateralidad y Psicomotricidad Joëlle Guitart, para que nos explique en qué consisten estos problemas motrices y emocionales, y cómo se tratan y superan en terapia.

 

“Validar las experiencias del niño le ayuda a construir adecuadamente su identidad”

 
¿Todos los niños con dificultades motrices son niños con trastorno de lateralidad?

Los niños o adoslescentes con trastorno de lateralidad suelen presentar dificultades de tipo motriz, pero en el centro también tratamos a pacientes con problemas motrices que tienen su etiología en otra causa, como por ejemplo el retraso en el desarrollo psicomotor (aprendizaje de la lecto-escritura después de los seis años, control de esfínteres después de los tres años, saltar con pies juntos después de los cuatro años, etc.). Sea cual sea la causa, el hecho de tener dificultades motrices provoca que se desencadenen conflictos emocionales en el niño.

 

¿De qué tipo de conflictos emocionales hablamos?

Estos niños y adolescentes suelen tener problemas de confianza, autoestima, inseguridad, comunicación, ansiedad, apatía e identidad. Todos estos conflictos, a su vez, se convierten en un obstáculo para superar los problemas motrices. Entran en una dinámica que hay que romper mediante la terapia adecuada.

 

Vayamos por partes. ¿Por qué tienen problemas de confianza?

Se ven como los “raros” porque suelen hacer las cosas “mal”. Como además de los problemas de movimiento tienen problemas de concentración y abstracción (hablar del sentido de las cosas de forma abstracta), e incluso dificultades para la expresión oral y escrita, se sienten por debajo de la normalidad. Cuanto más incrementan esta concepción de sí mismos, que es irreal, más desconfianza van desarrollando hacia los demás, ya que tienen miedo a ser juzgados.

 

“El niño debe poder ser niño, equivocarse y aprender. Un niño no nace adulto”

 

¿De ahí la inseguridad?

Sí, se va incrementando, y por eso desisten de aprender cosas nuevas. Dejan de esforzarse, de preguntar y comunicarse. Si yo sé que al decir o hacer algo se me va a juzgar, que me voy a sentir mal ante la respuesta del otro o incluso que se me va a insultar tildándome de tonto (en el ámbito escolar, por ejemplo), dejaré de expresarme. La comunicación se ve afectada.

 

Hemos llegado a la apatía

Exacto.  Están en una etapa en la que deberían tener intereses nuevos y, en cambio, no los tienen. Predomina un desinterés general que está directamente relacionado con esa capacidad mermada que, en realidad, no se corresponde con el potencial que tienen.

 

¿A qué punto les conduce esta situación?

A una crisis de identidad. El niño ve cómo se van empobreciendo sus relaciones interpersonales con otros niños de su edad, e incluso con los adultos, ya que la comunicación en el ámbito familiar, por ejemplo, también disminuye: no comunican sus experiencias y esto les impide tener un feedback de lo que están viviendo.

…

En muchos casos, nos encontramos con niños que sufren una gran ansiedad y problemas depresivos.

 

“La infancia y la adolescencia son las etapas en las que construimos nuestra identidad y la forma en la que nos vamos a relacionar en el futuro”

 
De acuerdo. Vayamos a las soluciones. ¿Cómo se rompe está dinámica a través de la terapia?

Hay tres puntos que son clave para crear un entorno positivo que nos permita trabajar estos aspectos con el niño (tanto los aspectos motrices como los emocionales) para que se sientan con la confianza suficiente como para empezar a expresarse y a aprender; siendo conscientes de que este ambiente de apoyo pasa por, al principio, no forzar al niño a que se exprese si no quiere. El vínculo de confianza se establece paulatinamente.

 

¿Cuál es el primer punto?

Trabajar su potencial, de forma progresiva, para que vayan viendo que sí son capaces de mejorar sus capacidades motrices. En cuanto ven un progreso en este sentido, también mejoran en su autoestima. Cuanta más seguridad adquieren en sí mismos, más crece su motivación e interés. Se establece una relación directa. Van perdiendo el miedo a equivocarse.

 

¿Y el segundo?

No juzgar negativamente, ni de forma autoritaria, lo que estos niños puedan hacer mal o estén entendiendo de manera equivocada. Hay que hacer justo lo contrario: hay que validar sus experiencias.

 

¿Qué significa “validar sus experiencias”?

Cuando un niño o adolescente explica algo sobre sus experiencias que juzgamos internamente como erróneo, no debemos decirle que está mal y empezar a explicarle lo que debería hacer o cómo debería sentirse. Hay que hacer una validación de su experiencia: dar importancia y sentido a lo que él está viviendo en ese momento. Esto es lo que el niño espera: que “recojamos” el esfuerzo que haya podido representar para él hacer lo que ha hecho; recoger ese sentimiento, esa emoción que pueda estar experimentando y, desde esa validación, hacer una reeducación, explicarle cómo debería haber hecho las cosas.

 

“Debemos dar sentido y contención emocional a lo que experimenta el niño”

 

¿Cómo deberíamos hacerlo?

Consiguiendo que el niño sienta que le estamos escuchando, que damos importancia a lo que nos explica, porque para él la tiene. Lo vive como algo importante. Quizá, nosotros, como adultos, sabemos que no lo es, y que el niño lo vive así por inmadurez emocional o desconocimiento, pero lo importante es que él lo está viviendo así. Tenemos que conseguir que sienta nuestra empatía.

 

Pero ante determinadas situaciones es difícil para los padres hacer ese ejercicio

Por muy mal que nos suene lo que nos expliquen, y a no ser que pueda tener una consecuencia directa que afecte a su salud, en cuyo caso habría que intervenir, hay que evitar el juicio.

Como adultos, debemos validar las experiencias de los niños: dar importancia a lo que están experimentando emocionalmente. Esta actitud contribuye a que construyan adecuadamente su identidad.

 

El niño debe poder ser niño

El niño debe poder ser niño, equivocarse y aprender. Un niño no nace adulto.

 

De otro modo, se rompe la comunicación

Sí, suele haber una presión por parte de la familia porque proyectamos estereotipos. Algunos padres proyectan el futuro que desean para sus hijos: el niño lo tiene que aprobar todo, va a estudiar tal carrera, etc. Lo han visualizado así, en lugar de entender que son niños que tienen dificultades, que, como todos, van a cometer errores, y que quizá van a recorrer el camino del aprendizaje con más lentitud, pero de una manera más eficiente y con mejores resultados.

 

La comunicación en casa es fundamental

Es una pieza clave. Me refiero a la comunicación de las emociones, no de las cosas banales. En terapia lo vemos: hay niños que explican lo que han hecho durante el día o sus planes con los amigos para el fin de semana, pero se bloquean cuando entramos en el “cómo me siento”. Ahí es donde aparecen las barreras: temen quedar expuestos. A veces, también puede suceder que, por sus propios miedos, ni siquiera se hayan planteado la pregunta.

Cuanto más puedan expresarse, más van a normalizar sus dificultades y más van a conseguir romper los prejuicios con los que, a menudo, se topan en el sistema escolar; los prejuicios relacionados con sus propias dificultades motrices o psicomotrices, o los derivados de un trastorno de lateralidad no tratado.

 

“Cuando el niño no puede canalizar sus emociones (expresarlas) y no tiene acompañamiento para analizar las negativas, se vuelve un niño problemático”

 
¿Qué le ocurre al niño cuando se rompe la comunicación?

La infancia y la adolescencia son las etapas en las que construimos nuestra identidad y la forma en la que nos vamos a relacionar en el futuro, en nuestro puesto de trabajo, con la familia, la pareja, los amigos, etc. El desamparo comunicativo del niño puede fomentar que acoja herramientas que son perjudiciales para él, pero que son las que le permitirán sobrevivir.

 

¿Con qué consecuencias?

Cada niño reacciona de una manera distinta: puede que se anule como persona, que se convierta en un niño agresivo, que desarrolle un trastorno alimentario, etc. Por esto es tan importante que se expresen: al expresarse alivian la angustia, y podemos “contener” sus emociones negativas. Cuando el niño no puede canalizar sus emociones (expresarlas) y no tiene acompañamiento para analizar las emociones negativas, se vuelve un niño problemático.

 

Mencionaba la agresividad hacia los otros como una posible reacción

Si el niño no tiene herramientas emocionales, desarrolla defensas para hacer frente a la vida. Una de estas herramientas puede ser la agresividad, lo vemos con frecuencia en el llamado bullying o acoso escolar: como yo no quiero ser lo que me están haciendo o lo que veo en otro niño intento destruirlo con agresividad.

 

Nos habíamos quedado en el tercer punto

Son los refuerzos positivos. Hay que dar espacio al niño para que experimente, y cuando esta experiencia es positiva para él, hacerle un refuerzo positivo. De esta manera, ganan confianza, autonomía, capacidad de tomar decisiones y conciencia de sus propias capacidades y habilidades, así como de que la terapia le está ayudando a mejorar sus capacidades psicomotrices.

 

“Al darle un sentido, el logro pasa a formar parte de su personalidad”

 

¿Cómo se hace el refuerzo?

Cuando el niño expresa sus emociones hay que decirle “Muy bien. ¿Ves cómo has podido expresar aquello que decías que no podías o no sabías expresar?”. Puede tratarse de la expresión de un miedo (yo no puedo hablar con chicas, esto no me va salir bien, no voy a jugar al futbol en el patio porque me dicen que no juego bien, etc.) o bien de la expresión de un logro (hoy he jugado al fútbol y me lo he pasado bien). En este último caso, hay que darle mucha importancia a esa vivencia y ayudarle a que sea consciente de ella para que no se siga instalando el pensamiento negativo.

 

Póngame otro ejemplo

A los niños con TDHA les cuesta mantener la atención. Cuando en terapia son capaces de sostenerla, les hacemos conscientes de su logro. Esto les ayuda a seguir progresando. Es una cadena: como tienen la experiencia de que pueden lograrlo, lo siguen intentando, se sienten mejor emocionalmente y, además, le hemos dado un sentido en terapia, no ha quedado en el aire. Al darle un sentido, el logro pasa a formar parte de su personalidad.

 

¿Cómo se trabaja en terapia la comunicación con los padres?

En terapia fomentamos la comunicación en ambos sentidos: para que los niños puedan ser comprendidos por los padres y para que, a su vez, los niños también comprendan a los padres.

En muchas ocasiones se da una situación paradójica: cuando los niños tienen un problema que les hace sentir mal, no acuden a la persona o personas que más quieren; en cambio, cuando les preguntamos qué harían si les ocurriera algo y tuvieran que llamar a alguien, contestan, que llamarían a su padre o a su madre.

 

Por último, ¿la terapia es grupal?

Normalmente, sí, a no ser que por algún motivo se considere que es mejor trabajar con el niño individualmente. Es muy positivo para ellos que la terapia sea en grupo. Los que hace poco que se han incorporado ven que los que llevan más tiempo cuentan sus experiencias y sentimientos con normalidad, a pesar de que tienen problemas parecidos a los suyos, y esto les ayuda a sentirse cómodos y a abrirse. En terapia expresan lo que no expresan en otros ámbitos.

 

Dislexia, a través de un caso real
Link Enlarge

La dislexia y la lateralidad, a través de un caso real

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 22 octubre, 2016 Dislexia, El trastorno de lateralidad 0

En España, un 10 % de la población, aproximadamente, tiene problemas de dislexia.  Este síndrome (no es una enfermedad, sino un conjunto de síntomas) afecta tanto a mujeres como a hombres, aunque la prevalencia entre varones es más alta. A menudo, las personas con dislexia no son diagnosticadas o el diagnóstico que reciben no es correcto, lo que provoca que los afectados, y también sus familias, vean sus vidas trastocadas.

Un factor determinante en la falta de diagnóstico o en el diagnóstico erróneo es la discrepancia en la etiología (causa) de la dislexia. Hay profesionales que piensan que el síndrome se debe a que el hemisferio cerebral derecho de las personas afectadas es mayor que el hemisferio izquierdo. Otros terapeutas creen que la causa es completamente emocional. Y hay especialistas, como el neurólogo H. Wintrebert y el neuropsiquiatra J. de Ajuriaguerra, que afirman que la dislexia es producto de una lateralidad mal establecida; es decir, de una lateralidad heterogénea, cruzada o contrariada.

Voy a clase, pero no entiendo lo que me dicen ni lo que leo. Tengo que leer cinco o seis veces un enunciado para entender lo que he leído. Pienso que soy tonto, pero sé que no lo soy

Joëlle Guitart, fundadora del Centro de Lateralidad y Psicomotricidad de Barcelona, es de la misma opinión que Wintrebert y Ajuriaguerra: “Así lo hemos constatado al tratar durante cuatro décadas a cientos de pacientes con dislexia. Del mismo modo que, a diferencia de otros colegas, podemos decir que la dislexia en adultos sí se puede tratar. Sin duda, las personas disléxicas sufren muchos problemas emocionales, pero, en nuestra experiencia, los problemas emocionales son una consecuencia de la dislexia, de las situaciones que vive el paciente”, afirma.

Las personas con dislexia tienen dificultades de orientación espacial y de organización temporal; es decir, confunden las nociones de “arriba, “abajo”, “derecha” e “izquierda”, y de “ahora”, “antes” y “después”. Asimismo, presentan una gran dificultad lectora. ¿Qué consecuencias tiene para un niño o para un adolescente vivir con estos obstáculos cuando la lectura es la base de los estudios? Vamos a verlo a través de un caso real: el caso de un adolescente al que llamaremos César, que ha seguido la terapia de lateralidad con la especialista y directora de nuestro centro, Joëlle Guitart.

La dislexia y la lateralidad, a través de un caso práctico

César llegó a la consulta con 15 años. En la primera entrevista que tuvo con la terapeuta pronunció una frase que, sin saberlo, resume, en mayor o menor medida, la situación que experimenta todo niño disléxico: “Voy a clase, pero no entiendo lo que me dicen ni lo que leo. Tengo que leer cinco o seis veces un enunciado para entender lo que he leído. Pienso que soy tonto, pero sé que no lo soy”.

César no exageró. Los niños con dislexia invierten letras y números al escribirlos (suelen hacerlo “en espejo”), confunden números de grafía similar, como el 2 y el 5; se saltan sílabas cuando escriben y cuando leen, empiezan a leer una palabra y la terminan “inventándose” el resto; en los dictados, omiten palabras e, incluso, frases enteras. Por esto muestran un desinterés total por la lectura. A menudo, tienen también muchas dificultades en asignaturas como las matemáticas: no por problemas de comprensión, sino porque no entienden los enunciados de las preguntas. Y, generalmente, son inquietos, ansiosos, dispersos, lentos y les cuesta mucho concentrarse. En ocasiones, según la edad y el grado de dislexia, los padres se ven “obligados” a ayudarles excesivamente con los deberes, repitiéndoles una y otra vez los enunciados.

El tratamiento, no cura la dislexia por completo, pero la va resolviendo, como mínimo, en un 80 %. A los pacientes les cambia la vida, la recuperan

Nos estamos refiriendo a niños con un cociente intelectual normal e incluso alto o muy alto, a niños que, pese a ello, tienen un rendimiento escolar muy inferior a sus capacidades intelectuales. Por esta razón, repiten curso, se les aconseja el ACI (Adaptación Curricular Individualizada) o se les cambia de colegio, y, posteriormente, los orientan hacia estudios que, generalmente, no son los que ellos quisieran cursar. Y, finalmente, ven truncadas sus expectativas de ir a la universidad.

Todo lo expuesto provoca problemas de diferente índole. Al no seguir el ritmo que marcan los profesores y que sí siguen los otros niños, suelen tener problemas de integración escolar. Con frecuencia, les riñen en clase en lugar de comprender su situación y estimularles, y son rechazados por los compañeros. El niño disléxico es el niño que está solo en el patio. Por todos estos motivos, el problema llega a convertirse, también , en un problema emocional: el niño se infravalora y pierde su autoestima. César, como muchos otros niños, dejó de querer ir a la escuela.

La dislexia y la lateralidad, a través de un caso real

Los padres, como es lógico, experimentan, a su vez, mucho sufrimiento e impotencia. Las evaluaciones e informes escolares, las de los diferentes tipos de terapeutas por los que pasan los niños y las dificultades que perciben en sus hijos les hacen pensar que, quizá, tienen un cociente intelectual por debajo del normal. Es fundamental evitar todo este sufrimiento realizando un test de lateralidad, el cual indicará si el niño tiene o no dislexia. Y en el caso de que así sea, iniciar cuanto antes la terapia. “El tratamiento, no cura la dislexia por completo, pero la va resolviendo, como mínimo, en un 80 %. A los pacientes les cambia la vida, la recuperan”, afirma J.G. Baudot. “En general, no solo hay dislexia, estos niños suelen presentar un retraso motor y falta de integración social”, prosigue la especialista. “Mediante ejercicios que el niño percibe como juegos, le vamos lateralizando adecuadamente, homolateralmente, y tratando, simultáneamente estos otros aspectos”.

El bloqueo y la inhibición son síntomas comunes a todas las personas con dislexia: se bloquean debido a la inseguridad y a la presión a la que se sienten sometidos

Al iniciar la terapia, César presentaba todas las dificultades descritas. Tuvo que renunciar a su deseo de estudiar el Bachillerato e ir después a la universidad. Era incapaz de tomar apuntes a la velocidad requerida y no podía hacer esquemas. Como todos los niños con dislexia, mostraba una buena memoria visual y auditiva; es decir, podía repetir lo que el profesor había dicho en una clase, pero no podía leer un libro sobre la materia ni escribir sobre ella, y también era evidente su falta de concentración. Inició la Formación Profesional y empezó a trabajar algunas horas a la semana como camarero en un bar. Sin embargo, el trabajo requería tomar por escrito las comandas, así como cierta agilidad y rapidez. Se le caían las cosas y, aunque intentaba recordar lo que le habían pedido, el bloqueo se lo impedía. Tuvo que dejar el trabajo.

A menudo, cuando explicaba algo que había hecho o que tenía planificado hacer, confundía el pasado con el futuro. Decía, por ejemplo, “Ayer fui a casa de mi abuela” cuando, en realidad, lo que quería expresar es que iría a la semana siguiente (la noción de temporalidad es la última adquisición del desarrollo psicomotor, y requiere de mucha abstracción). También se bloqueaba con frecuencia. El bloqueo y la inhibición son síntomas comunes a todas las personas con dislexia: se bloquean debido a la inseguridad y a la presión a la que se sienten sometidos.

Dislexia y trastorno de lateralidad

César terminó la terapia el pasado mes de junio, habiéndose recuperado de la dislexia casi por completo (ninguna persona es homolateral al 100 %). Sus padres, desde entonces, se han puesto en contacto con Joëlle Guitart en varias ocasiones para informarla sobre su estado:  enseguida encontró un trabajo que le gusta como marmolista y lo desempeña bien (ahora puede seguir las consignas de un jefe).

Hace unos días, fue el propio César el que llamó a la terapeuta porque tenía un problema. Tras finalizar la terapia, decidió sacarse el carnet de conducir. Había aprobado el examen práctico, pero había suspendido el teórico: se quedó bloqueado durante la prueba. César relató el episodio sin mostrar angustia. Muy al contrario, manifestó que podía leer sin dificultad y que cada vez se sentía más optimista. “Ahora tengo una mirada con vida”, dijo. Simplemente, era consciente de que la situación le había podido. Quería hacer unas sesiones más de terapia para trabajar este punto. Sin duda, el hecho de que César tomara la iniciativa de llamar directamente a la terapeuta es una muestra más de su recuperación. Estaba afrontando la situación sin ansiedad, sin infravalorarse y pidiendo ayuda. Y es que una vez curado el trastorno de lateralidad, no se producen regresiones; pero la persona, como cualquier otra sin dislexia, sí puede experimentar que se inhibe su respuesta ante una situación que supone una presión psicológica.

El trastorno de lateralidad y las dificultades de discriminación perceptiva
Link Enlarge

El trastorno de lateralidad y las dificultades de discriminación perceptiva

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 10 octubre, 2016 El trastorno de lateralidad 0

¿Cómo afecta a las personas con trastorno de lateralidad no tener establecido el esquema corporal y no discriminar entre izquierda y derecha?

Cuando una persona no ha establecido un buen esquema corporal y no discrimina bien entre izquierda y derecha, tiene serias dificultades para registrar adecuadamente los estímulos visuales externos; es decir, tiene dificultades de discriminación perceptiva. Esto es lo que les ocurre a las personas con trastorno de lateralidad. Vamos a ver, con ejemplos, qué significan estas dificultades de discriminación perceptiva, cómo se tratan, qué obstáculos encuentra el paciente durante la terapia y cómo le afecta emocionalmente el problema.

 

“Es preciso “instalar” al niño en un ambiente lúdico, en el que no tenga la sensación de que se está trabajando su problema de forma académica”, señala el psicólogo del centro Pere Ferran.

 

Cuando miramos letras, imágenes o números estamos recibiendo estímulos visuales externos. Para que nuestro cerebro los registre e interprete adecuadamente es necesario que tengamos bien establecidos los puntos de referencia a partir de nuestra percepción interna del esquema corporal y que podamos diferenciar espacialmente entre izquierda y derecha. ¿Qué ocurre cuando esto no es así? Las consecuencias son múltiples: no se ven rectos los números, muchas veces cuesta apreciar que siguen un orden, que componen una operación matemática; se confunden, girándolos, números similares como el 6 y el 9, y también se confunden letras similares, como la p, la q, la d y la b (por citar solo algunas).

dificultades de discriminación perceptiva

Los niños con dificultades de discriminación perceptiva pueden, por ejemplo, ver bien un número, pero escribirlo al revés.


 

Estas dificultades de discriminación perceptiva influyen, obstaculizándolo, en el aprendizaje de la lectura, la escritura, las matemáticas y el razonamiento lógico de los niños, provocando su retraso escolar y causándoles muchos problemas emocionales: se dan cuenta de que experimentan estas confusiones, de que sus compañeros de clase no las tienen e, inevitablemente, en una edad en la que se es muy vulnerable, se comparan con sus compañeros “normales”.

dificultades de discriminación perceptiva

Confusiones propias de los niños con problemas de lateralidad.

 

La terapia de discriminación perceptiva: cómo superar la evitación

Los niños con dificultades de discriminación perceptiva terminan por “enfrentarse” a los estímulos visuales de forma rápida, sin fijar su atención: como saben que les cuesta discriminar, y que hacerlo les supone mucho esfuerzo, optan por una actitud de evitación.  Sin embargo, conseguir que el paciente se fije en los estímulos que recibe y que vea cuáles son sus errores de percepción es un trabajo fundamental dentro de la terapia. ¿Cómo superar entonces su resistencia a focalizar la atención? ¿Cómo romper este círculo vicioso?

 

“Es habitual que en el niño se den dos emociones aparentemente contradictorias: la alegría, por ver que sí son capaces de discriminar si prestan la suficiente atención, y la rabia por tener que esforzarse, ya que hacerlo les supone invertir más tiempo en procesar los estímulos. Por esto es muy importante integrar la terapia emocional en el tratamiento”, aclara Ferran.

 

Pere Ferran, terapeuta emocional y de lateralidad y psicomotricidad de nuestro centro, nos explica que “Cuando algo nos supone mucho esfuerzo, tendemos a rehuirlo. Por esto, en primer lugar, es preciso “instalar” al niño en un ambiente lúdico, en el que no tenga la sensación de que se está trabajando su problema de forma académica. A través de ejercicios que el niño percibe como juegos, le hacemos ver las diferencias. Cuando se da cuenta de que haciendo el esfuerzo discrimina mejor, los buenos resultados se convierten en sí mismos en una gran motivación”.

 

El trastorno de lateralidad y las dificultades de discriminación perceptiva

La rabia es una emoción habitual que aparece cuando el niño se da cuenta de que tiene que esforzarse para lograr discriminar.

 

No obstante, Pere Ferran también puntualiza que, en esta fase de la terapia, muchas veces los niños entran en conflicto consigo mismos: de la misma manera que comprenden que el esfuerzo les reporta resultados satisfactorios, también se dan cuenta de que, entonces, tienen que renunciar a la manera con la que siempre han afrontado los estímulos visuales. Ahí es donde suelen manifestar una resistencia al cambio. “Es habitual que en el niño se den dos emociones aparentemente contradictorias: la alegría, por ver que sí son capaces de discriminar si prestan la suficiente atención, y la rabia por tener que esforzarse, ya que hacerlo les supone invertir más tiempo en procesar los estímulos. Por esto es muy importante integrar la terapia emocional en el tratamiento”, aclara Ferran.

 

Trastorno de lateralidad y problemas al leer números, letras y ver imágenes.

La terapia emocional forma parte del tratamiento para trabajar la resistencia del niño y reforzar sus logros.

 

Hay que tener en cuenta que estos niños con dificultades de discriminación perceptiva son niños que han estado evaluados continua y negativamente en el pasado. Forma parte esencial de la terapia, por tanto, reforzar cada progreso que hacen durante el tratamiento y trabajar sus emociones, como la rabia, permitiéndoles que pongan palabras a lo que les está ocurriendo.

Si tienes cualquier consulta sobre este tema, no dudes en contactar con el equipo de terapeutas de nuestro centro.

 

Entrevista a Joëlle Guitart Baudot, especialista en el trastorno de lateralidad y directora-fundadora del Centro de lateralidad y psicomotricidad de Barcelona
Link Enlarge

Entrevista a Joëlle Guitart Baudot, especialista en el trastorno de lateralidad

Susana Lladó - Lladó Comunicación 26 septiembre, 2016 El trastorno de lateralidad, Terapia psicomotriz 0
Por Susana Lladó

 

“Algunos niños que son diagnosticados de TDAH, en realidad, tienen problemas de lateralidad”

 

Joëlle Guitart Baudot es directora-fundadora del Centro de lateralidad y psicomotricidad de Barcelona

La lateralización es un proceso que hacemos todos los seres humanos desde que nacemos hasta, aproximadamente, los cinco años de edad: en nuestro cerebro se va conformando una configuración neuronal que, finalmente, si se realiza homogéneamente, nos determina neurofisiológicamente como diestros o zurdos. Sin embargo, en un 25 % de la población, y debido a causas genéticas, este proceso no se realiza homogéneamente: son las personas con trastorno de lateralidad o lateralidad heterogénea; un trastorno que, al bloquear ciertas áreas del cerebro, limita su capacidad intelectual real provocándoles muchos problemas de aprendizaje y también mucho sufrimiento emocional.

 

El trastorno de lateralidad todavía es bastante desconocido

Se descubrió hace tan solo 50 años, lo cual es muy poco tiempo en términos sociales, e incluso médicos. En España, todavía no se estudia en las universidades, a pesar de que en países como Francia, donde yo me formé, sí forma parte de los estudios de Medicina.

 

Un 25 % de la población está afectada por el trastorno. Es una incidencia muy alta

Al ser todavía poco conocido, a menudo sus síntomas se confunden con los de otras patologías. Los diagnósticos erróneos provocan que los niños con el trastorno, y sus familias, tengan que hacer todo un periplo por logopedas, clases de refuerzo, psicólogos, e incluso psiquiatras, antes de llegar a nuestro centro.

 

Se pierde un tiempo muy valioso

Sí, porque además de prolongar el tiempo de retraso escolar que se da en los niños afectados, se prolonga también su sufrimiento, que es enorme.

 

Cuanto más alto es el CI, más sufrimiento, ya que el niño es más consciente de que hay un problema.

 

¿Por qué sufren tanto?

Lo habitual es que sean niños con un cociente intelectual normal, e incluso alto o muy alto (hemos tratado casos de niños que son superdotados). Imagínese su frustración al ver que, pese a sus muchas horas de estudio y a su esfuerzo constante, no son capaces de aprobar las asignaturas, y que todo se les hace una montaña. Para ellos es desesperante porque no entienden los motivos. Se ven diferentes, y esto les causa ansiedad porque, por ejemplo, ven a compañeros que estudian menos y que, en cambio, sacan mejores notas. Muchos de ellos llegan a la consulta diciendo “soy tonto”. Cuanto más alto es el CI, más sufrimiento, ya que el niño es más consciente de que hay un problema.

 

¿Y los padres?

Muchos padres, antes de llegar al centro, creen que su hijo es vago, que, en realidad, pasa de todo o que sus capacidades intelectuales están por debajo de lo normal. Ellos también sufren. Hay mucha impotencia y preocupación en estas familias.

 

¿Qué es lo que limita su capacidad intelectual?

El bloqueo u obstrucción en los influjos nerviosos. Cuanta más lateralidad, más bloqueo se produce en el sistema nervioso. Del mismo modo que, cuantos más años transcurren sin tratar el trastorno, más retención neurofisiológica se produce. Por esto es fundamental la detección temprana.

 

El ritmo de vida actual de la mayoría de las familias no ayuda; ni tampoco hábitos que se están generalizando, como “enchufar” al niño al ordenador o a la tele, o saturarlo de actividades extraescolares.

 

Retrocedamos un poco. ¿En qué consiste el proceso de lateralización?

La lateralización de cada persona queda definida en función de cómo se establecen sus redes neuronales hasta, generalmente, los cinco años de edad. Si el proceso se realiza correctamente, el niño lateralizará a la derecha o a la izquierda. El problema se presenta cuando el niño hereda los genes de un progenitor que no tiene esta lateralidad homogénea. Es cuando hablamos de trastorno de lateralidad.

 

Es decir, la lateralidad, tanto si es homogénea como si es heterogénea, es hereditaria

Así es. La lateralización viene dada por el código genético heredado. Si ninguno de los dos progenitores sufre el trastorno, el niño no podrá “heredarlo”. Si uno de los dos progenitores tiene lateralidad heterogénea, entonces existe la posibilidad de que el hijo la herede.

 

¿Es un proceso en el que se puede intervenir?

La lateralización se hereda, pero hay factores sociales que pueden intervenir y condicionar el proceso. Por ejemplo, si un niño se está lateralizando como diestro, pero tiene un padre zurdo con el que siente una gran identificación, es probable que empiece a imitarlo, cambiando su lateralización natural. También es muy frecuente que los niños zurdos, cuando empiezan a ir a la escuela, imiten a los niños diestros para no sentirse diferentes.

 

Deberíamos estar atentos a la lateralización que muestra el niño

Sí, observarle. Si sé que es diestro o zurdo, cuando le doy un objeto, por ejemplo, no debería tendérselo en dirección a la otra mano.

 

El trastorno condiciona por completo la vida del afectado. Al verse limitada su capacidad intelectual real y presentar enormes problemas de aprendizaje, todo su desarrollo, incluido el emocional, se ralentiza.

 

Los aspectos psicológicos influyen en el proceso

Sí, con mucha frecuencia. En ocasiones, vemos que cuando un niño no tiene una buena relación con el padre o la madre, hace una crisis de oposición para diferenciarse, para no parecerse al progenitor con el que tiene el conflicto. Esto incluye lateralizar justo al revés que ese progenitor. En las personas con trastorno de lateralidad suele haber un componente emocional que también hay que tratar en la terapia.

 

El ambiente familiar cobra mucha importancia

Desde luego. El estrés agudiza los síntomas del trastorno, bloqueando al niño. El ritmo de vida actual de la mayoría de las familias no ayuda; ni tampoco hábitos que se están generalizando como “enchufar” al niño al ordenador o a la tele, o saturarlo de actividades extraescolares. Los niños necesitan que los padres les dediquen tiempo y que este sea de calidad: que los escuchen, jueguen con ellos, cenar todos juntos sin la televisión encendida, que les lean en voz alta…

 

Me temo que pocos padres tienen tiempo para leerles libros a sus hijos

Cuando el padre o la madre lee en voz alta, está haciendo mucho más que leer: le está transmitiendo mucha información a su hijo a través del tono de voz, de la emoción. Los niños con lateralidad tienen dificultades para la abstracción, por eso les cuesta tanto entender lo que leen, pero, en cambio, tienen mucha memoria visual y auditiva. Este tipo de comunicación es fundamental para ellos.

 

De qué manera concreta afecta el trastorno a la persona que lo padece

El trastorno condiciona por completo la vida del afectado. Al verse limitada su capacidad intelectual real y presentar enormes problemas de aprendizaje, todo su desarrollo, incluido el emocional, se ralentiza. Son niños (y también adultos no tratados) con dificultades para leer, escribir, concentrase, comunicarse, orientarse en el espacio y en tiempo; con problemas de equilibrio, apatía, desmotivación, lentitud, hipertonía o hipotonía…

 

Para hacer un diagnóstico correcto que permita, posteriormente, llevar a cabo la terapia adecuada en cada caso, es imprescindible realizar un test completo de lateralidad que incluya la lateralización de mano, ojo, pierna estática, pierna dinámica, motricidad facial, cervicales y oído.

 

Qué es la hipertonía y la hipotonía

Todos los niños con problemas de lateralidad tienen un problema de tensión neuromuscular. Algunos son hipotónicos; es decir, lentos al realizar las tareas, no se les pueden dar varias consignas a la vez, se bloquean con mucha facilidad y presentan una gran ansiedad e infravaloración; los hipertónicos también son muy inquietos, pero a diferencia de los hipotónicos, son muy ágiles y quieren hacerlo todo a la vez. Si se bloquean, es justo por la precipitación.

 

¿Cómo diagnostican el trastorno?

Este es un punto importante. Para hacer un diagnóstico correcto que permita, posteriormente, llevar a cabo la terapia adecuada en cada caso, es imprescindible realizar un test completo de lateralidad que incluya la lateralización de mano, ojo, pierna estática, pierna dinámica, motricidad facial, cervicales y oído.

 

Actualmente se habla mucho del TDAH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad), ¿tiene alguna relación con la lateralidad?

Se está utilizando esta palabra con mucha facilidad. Lo que constatamos en consulta es que algunos niños que han sido diagnosticados de TDAH, en realidad tienen problemas de lateralidad, son hipercinéticos. No es que sean hiperactivos, viven en un entorno “inquieto”. Si los padres viven con un gran estrés, no pueden esperar que su hijo sea tranquilo. Se les suele medicar para que se concentren más, pero luego, esta misma medicación les causa problemas para dormir y también pérdida de apetito.  La medicación no es la solución.

 

El trastorno de lateralidad se cura. Como la terapia es psicomotriz, no hay recaídas posteriores.

 

¿En qué consiste la terapia?

La terapia es psicomotriz, para revertir la lateralización heterogénea a través de la reeducación neuromuscular, y se lleva a cabo con un apoyo emocional. Se trabajan los aspectos relacionados con la lateralidad: relajación, respiración, esquema corporal, el lenguaje, las matemáticas, la capacidad lógica, el bloqueo mental, la coordinación locomotriz, la parte emocional, etc.

 

En su centro han tratado a más de 40.000 personas con trastorno de lateralidad

Sí, desde que fundé el centro en 1970. El 97 % de estos pacientes se ha curado, sin regresiones.

 

Es un porcentaje muy alto de curaciones

Cuando el trastorno se diagnostica bien (de ahí la importancia del test completo que mencionaba antes) y se realiza una terapia personalizada, el trastorno de lateralidad se cura. Como la terapia es psicomotriz, no hay recaídas posteriores. También es muy importante resaltar que, una vez curada, la persona ya no puede transmitir el trastorno a sus hijos.

 

Después de 40 años como terapeuta, ¿qué es lo que destacaría de su experiencia con los pacientes?

Que la terapia les cambia la vida radicalmente. Algunos adultos, cuando se curan, nos dicen “He vuelto a nacer”.

Reeducación psicomotriz. El caso de Diego Parte II_
Link Enlarge

Reeducación psicomotriz. El caso de Diego (parte II)

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 19 septiembre, 2016 El trastorno de lateralidad, Terapia psicomotriz 0

Reeducación psicomotriz en un caso de trastorno de lateralidad. El caso de Diego*

Publicamos la segunda parte del artículo en el que la directora de nuestro Centro de lateralidad y psicomotricidad, Joëlle Guitart, expone el caso de uno de sus pacientes, desde que sus padres acudieron a la consulta por primera vez hasta su recuperación. *Por motivos de confidencialidad, hemos cambiado el nombre del paciente, al que hemos llamado Diego.

Segundo periodo de la reeducación psicomotriz

Séptimo mes

Se ve a Diego menos inhibido. Presenta mayor movilidad corporal, se anima mucho en los juegos dinámicos y ahora se ríe constantemente. La expresión oral todavía le resulta muy difícil. En la primera sesión, hizo relajación sentado y, al final, acostado con los ojos abiertos. Cerrarlos le crea bastante inquietud.

Jugamos a lanzar unas pelotas de papel dentro de una cesta. Esto facilita pasar a ponérnoslas encima de la cabeza y hacer equilibrio sobre un pie. Ríe mucho cuando se cae la pelota. De este modo, le iniciamos en una toma de conciencia del cuerpo a través de la búsqueda del equilibrio.

Nos ponemos un aro de goma encima de la cabeza y andamos lentamente evitando que se caiga. Luego, subimos y bajamos del banco o de una silla, nos ponemos de rodillas, nos sentamos, nos balanceamos de derecha a izquierda y de delante hacia atrás, procurando siempre que no se caiga el aro. Siguiendo con el aro en la cabeza, ponemos una música. Uno se mueve según el ritmo de la música y el otro ha de imitarlo. En una última fase del juego, introducimos un elemento nuevo a nuestra comunicación: le propongo que nos balanceemos fijos en el mismo sitio, siguiendo la música y dándonos luego las manos y, después, cogiéndonos de los hombros. Diego acepta este contacto corporal y se deja llevar por el ritmo. Parece estar contento y le agrada mucho el ejercicio.

 

Octavo mes

Le pregunto, mientras jugamos, en qué trabaja su papá. Me contesta que es comerciante. Esto me sugiere que juguemos a que él sea el vendedor y yo la compradora. Esta sesión fue una sesión importante, ya que le permitió expresar sus afectos a través del lenguaje vendedor-comprador. Por primera vez, Diego habla un poco, expresa verbalmente frases muy cortas: «¿Qué desea, señora?», «No, no hay» o «si hay», «son 15 euros», etc.

Conversación con la maestra: la maestra es la misma del curso pasado, uno de los motivos por lo que Diego pasó de curso. Comenta que Diego está cambiando mucho de comportamiento: juega con los niños de su edad, se ríe con frecuencia, presta más atención en las clases y realiza las tareas con menos lentitud. Sin embargo, los resultados escolares aún son deficientes.

Entrevista con la madre:

Evidentemente, están muy satisfechos de que Diego haya pasado de curso. Señala que, ahora, el niño está menos pegado a ella, que no mira tanto la televisión, está más activo y se chupa menos el pulgar.

 

Noveno mes

A partir de este mes, se produce una evolución constante en Diego, sobre todo en su comportamiento. Los juegos siguen siendo un elemento importante en las sesiones. Tengo que seguir adaptándome mucho a cada momento sin poder llevar a cabo sesiones previamente preparadas.

Sus juegos preferidos son: arrojarnos con fuerza la pelota intentando que nos toque, el juego del colchón (él se pone encima y yo he de arrastrarlo) y, cogiéndonos de las manos, empujarnos con fuerza tratando de hacernos caer uno al otro.

 

Décimo mes

A veces, acepta los ejercicios que le propongo, aunque lo hace sin demasiado entusiasmo. De todos modos, no se bloquea como lo hacía antes. Aprovecho estos momentos para trabajar el esquema corporal, la organización perceptiva y la atención.

Utilizo el espejo para algunos ejercicios de esquema corporal. Diego se coloca frente al espejo y menciona las distintas partes del cuerpo que le señalo, incluyendo la noción derecha-izquierda. Una variante del ejercicio es que él mismo se toca las partes del cuerpo que le voy indicando. Después de los ejercicios con el espejo, se tiende sobre el colchón con los ojos abiertos (alguna vez lo hace con los ojos cerrados) y levanta la parte del cuerpo que le menciono. En la fase actual, Diego realiza mejor la relajación, la cual consiste en levantar y dejar caer una mano, luego la otra, y, del mismo modo, los antebrazos, brazos, piernas y pies. Se le nota más relajado, exceptuando los hombros y nuca, que siguen bastante tensos. Finalmente, trabajamos el esquema corporal por medio del dibujo, la pintura y la plastilina.

 

Undécimo mes

Aunque continuamos los juegos de pelota, arrastre de colchón, escondites, etc., Diego se adapta cada vez más a las sesiones que le propongo. Durante este mes, trabajamos los elementos anteriormente mencionados y también la noción de ritmo. A modo de ejemplo, voy a explicar cronológicamente la última sesión de este mes:

Diego anda por la sala siguiendo un cierto ritmo. Manteniéndolo, pasa de andar a saltar con los dos pies juntos, con un solo pie, con el otro y corriendo.

Hacemos la relajación con el colchón.

Diego da palmadas al ritmo del metrónomo. Cuando este se para, ha de continuar con las palmadas manteniendo el ritmo.

Con el metrónomo a un ritmo normal, cada uno debe dar una palmada alternativamente siguiendo los tiempos del metrónomo. Posteriormente, hemos de dar una palmada al primer tiempo, no hacerlo en el segundo y tercero, y volver a palmear en el cuarto, y así sucesivamente.

Después de este último ejercicio, que ha exigido una atención bastante sostenida, hacemos un ejercicio derivativo, como es saltar a la cuerda o bailar al ritmo de una música tipo jazz. Después, Diego tiene que expresar con pintura lo que ha sentido con esa música. A veces lo expresa con sonidos y gritos. Terminamos la sesión con una relajación acostado.

El desbloqueo verbal de Diego se va intensificando.

 

Balance psicomotor de Diego

A finales de este mes, realizamos otro balance. Se observa una gran mejoría en el área motriz, la cual ya se corresponde con el nivel de 7-7 años y medio. Diego, ahora, tiene 8 años. En las áreas de estructuración espacio-temporal y organización perceptiva hace progresos que le sitúan al nivel de 6 años y medio-7 años.

La integración del esquema corporal de Diego también está mucho mejor. La orientación derecha-izquierda sobre sí mismo está bien integrada y corresponde al nivel de 7 años. Cuando es sobre los demás, continua con bastantes dudas; lo cual es lógico, ya que es una noción que se adquiere a los ocho años.

Ahora, en sus dibujos, Diego representa la figura humana más proporcionada y sin que le falten las manos. Su lateralidad es actualmente homogénea: diestro de manos, ojos y pies. En su tensión neuromuscular se observa una ligera hipertonía.

La actuación sobre las áreas de estructuración espacio-temporal y organización perceptiva se refleja en sus mejoras escolares, sobre todo, en la lectura.

El nivel de seguridad y confianza que ha alcanzado han permitido ir introduciendo una mayor selección en los ejercicios y una mejor aplicación en la ejecución. Esta línea debe continuar progresando.

Entrevista con los padres de Diego:

Los padres encuentran a Diego muy cambiado, incluso “contestón”. A menudo, sus compañeros de clase lo invitan a sus casas. Los resultados escolares son mejores. Diego logra seguir el ritmo de la clase, aunque todavía con esfuerzo.

Entrevista con la maestra:

Encuentra a Diego mucho mejor. Su escritura ha mejorado, y lee más rápido. A veces, responde oralmente a las preguntas que ella hace en clase. Ya no está tan pegado a los adultos.

 

Tercer periodo de la reeducación psicomotriz

Duodécimo mes

Diego sigue bastante bien el ritmo de la sesión. En las actividades de juego, busca aquellos en los que se produce una proximidad física, o juegos en los que pueda emitir sonidos. Le gusta el tobogán (con el banco apoyado en la espaldera). A veces, le gusta que le empuje; otras, se deja deslizar solo. Le atrae el juego de la casa: construye una casa con colchones, se pone dentro y emite con mucha fuerza sonidos o frases ininteligibles. También le gusta el juego del eco de la montaña: se pone debajo de los colchones y, cuando yo emito un sonido, él lo repite.

 

Decimotercer mes

A partir de este mes, realizo un cambio importante en la dirección terapéutica: puedo conducir a Diego, progresivamente, hacia los ejercicios psicomotores manteniendo algunos momentos de juego.

La toma de conciencia corporal de Diego viene acompañada de un verdadero desbloqueo de su lenguaje verbal: habla de sí mismo, de sus actividades en casa, de las películas que ha visto en el cine, etc. Se observa, también, un desbloqueo de los procesos intelectuales: puede elaborar sus juegos y entrever, por ejemplo, el plano de su casa. Teme menos quedarse solo. En su casa, adquiere más autonomía y se atreve a replicar a sus padres.

 

Decimocuarto mes

A continuación, describo una sesión en la que Diego participó con mucho entusiasmo:

  1. Pongo el metrónomo a ritmos diferentes: normal, lento y rápido. Diego ha de seguir estas variaciones y pararse cuando deja de sonar para volver a andar cuando, nuevamente, se pone en marcha.
  2. Ahora, debe andar al ritmo normal del metrónomo, pero golpeando más fuerte con el pie cada tres tiempos. Le indico que cuando dé el golpe con un pie, la siguiente vez lo dará con el otro.
  3. Hay una cuerda de saltar tendida, con uno de los cabos fijado a la espaldera y el otro fijado en la mano del reeducador, quien hace girar la cuerda. Diego tiene que pasar por encima o por debajo sin tocar la cuerda.
  4. Coordinación brazos-piernas. Efectuando un primer salto, debe poner las manos en sus hombros; en un segundo salto, bajar los brazos, y en el tercero, ponerlos en la nuca.
  5. Ejercicio respiratorio. Con el objetivo de que Diego tome conciencia de su capacidad torácica, realiza algunas profundas inspiraciones y espiraciones estando de pie con las manos abiertas y adosadas a la parte inferior de cada lado del tórax.
  6. Relajación. Se acuesta en el colchón con los ojos cerrados y se queda inmóvil. Al controlarle, se observa que está bastante relajado, incluso de hombros y nuca.
  7. Ejercicio de control motor y de ritmo.
    1. Andar cuatro tiempos del metrónomo. Luego, pararse cuatro tiempos.
    2. El mismo ejercicio anterior añadiendo unos sencillos movimientos de brazos en los cuatro tiempos de posición de parada.
    3. Simultanear la marcha con los movimientos de brazos en los mismos cuatro tiempos, y pararse otros cuatro tiempos.
  8. Estructuración espacial.
    1. Con los ojos cerrados, dar la vuelta en torno a una silla situada a 3-4 metros tratando de no tocarla, y volver al punto de partida.
    2. Escogemos 4 objetos. Hacemos corresponder una cifra a cada uno de ellos: por ejemplo, a la pizarra, el número 1; al colchón, el número 2; a la espaldera, el número 3, y el 4 a la ventana. Se le pide a Diego que haga un recorrido de un objeto al otro siguiendo la serie 2324.
    3. Calcular, por medio de la observación, cuántos pasos hay de un punto a otro; por ejemplo, de la puerta a la ventana, de la ventana a la pizarra. Luego debe comprobarlo.
  9. Esta sesión terminó con un ejercicio de relajación.

Diego lleva a cabo esta sesión sin gran dificultad, exceptuando el ejercicio del recorrido 2324. Entre ejercicio y ejercicio, comentaba cosas que le habían sucedido en el comedor del colegio y la invitación que le había hecho un compañero de clase para ir a su fiesta de cumpleaños.

 

Decimoquinto mes

Se trabajó, sobre todo, la estructuración espacio-temporal, la atención y el lenguaje.

De los ejercicios de lenguaje, a Diego le gustaba especialmente uno en el que leía un párrafo y luego lo explicaba con un dibujo o escenificándolo conmigo. En este último caso, Diego hablaba sin dificultad, aunque las frases eran cortas y el vocabulario pobre.

En el mes de mayo, tengo un cambio de impresiones con los padres y la maestra: observan una gran evolución en su comportamiento y carácter. Diego sigue el ritmo de las clases y alcanza un nivel medio. Les comento a ellos y a Diego que, si los resultados del balance psicomotor que haré en julio no indican lo contrario, probablemente concluiremos la terapia.

 

Decimosexto mes

Resultados del balance psicomotor de Diego

En el momento de realizarlo, Diego tiene ocho años y seis meses. A nivel motor, está como corresponde a su edad. La estructuración espaciotemporal y la adquisición del esquema corporal con orientación D-I corresponde a un nivel de ocho años. La motricidad facial presenta también el nivel de ocho años. En organización perceptiva, los resultados de Bender ofrecen un nivel de ocho años y medio. La lateralidad de Diego es homogénea, y la tensión neuromuscular es de una ligera hipertonía. En la realización de las pruebas, Diego se mostró alegre y comunicativo.

Última entrevista con los padres de Diego:

Tanto los padres de Diego como él están contentos de finalizar la terapia. La madre expresa sentimientos de inseguridad («Ahora, sin la terapia, ¿no va a retroceder?»). Les explico que no hay motivo para que tengan estos temores, que Diego ya no presenta las dificultades que presentaba al inicio de la terapia y que pueden realizarme cualquier consulta que les surja en adelante.

 

Conclusión del caso de Diego

Al comienzo de la reeducación, Diego se presentó como un niño muy inhibido. Un estado de tensión psíquica y física le bloqueaba el lenguaje, el pensamiento y el cuerpo. Estaba hundido en su angustia. Como descarga de esta tensión emocional, Diego utilizaba las risas, los gritos y los sonidos fuertes. Se descargaba también por una necesidad de oposición (sobre todo, familiar). Hay que entender esta necesidad de oposición como su debate por obtener la diferenciación del Yo frente al mundo externo.

Después, Diego entró en una segunda etapa en la que se produjo el desbloqueo verbal y la aceptación a seguir el ritmo de clase que se le proponía.

Diego necesitó revivir los estadios más precoces del desarrollo psicomotor, ejercer sus posibilidades motoras, tomar conciencia de su unidad corporal, vivir muchas situaciones de juego que le permitían establecer una relación de seguridad con el terapeuta e integrar progresivamente las experiencias vividas en un clima gratificante y en el que se sentía valorado.

La terapia le ha proporcionado los medios para satisfacer su necesidad natural de movimiento y de acción, desarrollar su espontaneidad, ejercer su creatividad no solo a través del cuerpo, sino también mediante el lenguaje verbal, léxico y gráfico. En cuanto Diego se encontró más autónomo, pudo seguir correctamente su aprendizaje escolar.

Tres meses después de finalizar la terapia psicomotriz, tuve una entrevista con la psicóloga. Sus conclusiones fueron las siguientes:

En el plano relacional y de comportamiento, Diego tiene la conducta de un niño de su edad, bien integrado en el colegio y en su casa.

En el plano psicomotor, no presenta problemas.

En el lenguaje, se observa una neta mejoría.

Todo el trabajo de la terapia de reeducación psicomotriz ha permitido que Diego se readapte escolarmente y reencuentre la espontaneidad y la alegría de vivir que habían sido reprimidas.

Reeducación psicomotriz. El caso de Diego (Parte I)
Link Enlarge

Reeducación psicomotriz. El caso de Diego (parte I)

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 8 septiembre, 2016 El trastorno de lateralidad, Terapia psicomotriz 0

Reeducación psicomotriz en un caso de trastorno de lateralidad. El caso de Diego*

Hoy publicamos la primera parte de un artículo en el que la directora de nuestro Centro de lateralidad y psicomotricidad, Joëlle Guitart, expone el caso de uno de sus pacientes, desde que sus padres acudieron a su consulta por primera vez hasta su recuperación. *Por motivos de confidencialidad, hemos cambiado el nombre del paciente, al que hemos llamado Diego.

Cuando los padres de Diego acuden a la consulta por primera vez, él tiene siete años. Ambos son comerciantes. El padre tiene 43 años; la madre, 39, y tienen otra hija, Alejandra, de dos años y medio. Llegan a la consulta por consejo del colegio de Diego, y explican que el niño tiene dificultades escolares y de expresión verbal.

Entrevista con los padres de Diego

Durante la entrevista preliminar, los padres de Diego explican que el embarazo y el parto se desarrollaron sin complicaciones, y que su desarrollo psicomotor también fue normal: aguantaba la cabeza erguida a los tres meses, comenzó a mantenerse sentado a los seis y a caminar cuando cumplió un año. El control esfinteriano se produjo, sin embargo, con retraso: «Hasta el año pasado, Diego mojaba la cama casi cada noche.»

A Diego no le gustan los deportes, es muy patoso jugando a la pelota y tiene miedo a montar en bicicleta. También le asusta la piscina, aunque sabe nadar. Es un niño muy afectuoso, pero muy reservado, incluso con sus padres. Le cuesta separarse de ellos, como se demostró cuando fue a un campamento de verano el año anterior: la experiencia fue muy negativa. Empezó a ir a la guardería a los tres años, aunque con una enorme dificultad: lloros, vómitos…Todavía se chupa el pulgar.

La relación con su hermana parece buena: juega mucho con ella. Está muy apegado a su madre y siente temor ante su padre. En preescolar, Diego empezó a mostrar dificultades para los ejercicios manuales. Parece que va a tener que repetir curso. El padre tiene mucho interés en que no sea así.

Los padres vienen con un informe del psicólogo de la escuela y una nota de la maestra.

Informe psicológico de la escuela de Diego

En el informe psicológico, se observan los siguientes resultados:

Su CI es de 103 (W.T.S.C.). En la realización de las pruebas se observó un bloqueo en la expresión verbal y en los dibujos.

Presenta un retraso en el vocabulario de más de un año, así como dificultades psicomotrices que aparecen en el Bender.

En las pruebas de personalidad manifestó un gran afecto por su madre y un rápido cansancio en las relaciones con los demás.

Se aconseja una reeducación psicomotriz con el fin de trabajar las dificultades en este campo y obtener una mejor adaptación escolar.

Nota de la maestra de Diego

«Diego no sigue el ritmo de la clase. Es muy distraído y muy pasivo. Presenta importantes dificultades en lectura y escritura. Busca el contacto con los adultos o con niños de clases inferiores. En clase está triste y replegado en sí mismo.

Entrevista con Diego

Diego entra con la cabeza hundida entre los hombros. Es un niño más bien delgado y pálido. Sonríe poco. Sabe por qué viene a verme: «Porque no leo muy bien y no tengo la letra bonita, y si sigo así no pasaré de curso.»

Le explico que al día siguiente haremos unas pruebas psicomotoras. Está de acuerdo y en el transcurso de la entrevista se nota que pide ayuda.

Informe psicomotor realizado en nuestro centro

Efectivamente, Diego presenta un retraso psicomotor y una pobreza de expresión verbal.

En las pruebas motrices de Guilmain tiene un nivel de 5-6 años.

No reconoce bien ni la izquierda ni la derecha.

El conocimiento de su esquema corporal es deficiente.

Su estructura espacio-temporal corresponde a la de un niño de 5 años.

Su lateralidad es heterogénea.

Es ambidiestro de manos, aunque en las pruebas de escritura utiliza la derecha.

Es zurdo de pie en pruebas estáticas y diestro en pruebas dinámicas.

Es diestro de un ojo.

Su capacidad de atención corresponde también a la de un niño de 5-6 años.

Se muestra muy inseguro en la realización de las pruebas.

Conclusión del centro de lateralidad

El cuadro descrito muestra que la terapia individual por mediación corporal es la más adecuada para Diego. Decidimos iniciarla con una frecuencia de dos veces por semana.

El alto grado de inhibición, inseguridad y desconfianza de Diego hacen que, antes de tratar los puntos de repercusión escolar, me centre en crear un clima de relajamiento y confianza. Me tendré que adaptar primero a su realidad para lograr que después él se adapte a la realidad de las sesiones y del mundo exterior. Con este criterio inicio las sesiones basándome en juegos: buscando los que más le interesan y le permitan desbloquear mínimamente su espontaneidad.

A los juegos que acepta les incorporo elementos de tratamiento psicomotor: equilibrio, coordinación, ritmo, etc.

Evolución de Diego

Explicaremos la evolución de Diego dividiéndola en tres periodos, la suma de los cuales constituyen los 11 meses siguientes de terapia.

Primer periodo de la reeducación psicomotriz

 

Reducación psicomotriz en un caso de trastorno de lateralidad. El caso de Diego

 

Primer mes

En la primera sesión, se le presenta el material con el que trabajaremos, pero Diego se queda inmovilizado en la sala de reeducación. Además, no toma ninguna iniciativa y se muerde las uñas. Esto lo hará durante mucho tiempo.

Le cuesta mucho reproducir el toque de tambor que previamente yo realizo. Advierto que sonríe si golpeo fuerte el instrumento, pero es incapaz de hacer lo mismo. Cuando le planteo un juego sencillo como es lanzar un aro de goma, se bloquea.

Durante todo el primer mes, Diego mantendrá esta actitud replegada.

No puede mover su cuerpo y, si alguna vez lo hace, es con muy poca amplitud. Es incapaz de coger una pelota. Parece como si su cuerpo le fuera extraño. Frente a cualquier petición, se bloquea y se queda inmóvil.

Al cabo de diversas propuestas de juego, finalmente, escoge un rompecabezas. Se queda de pie frente a las estanterías, mirando el rompecabezas y sin poder hacer ningún gesto para cogerlo. Realiza una figura con gran lentitud y dificultad.

Segundo mes

Se aprecia algo más de expresividad en su rostro. Parece menos angustiado y más contento de acudir a las sesiones, aunque mantiene su actitud inhibida y no habla. Con el objetivo de lograr una situación en la que Diego se sienta más seguro y obtener así el nivel de comunicación necesario, renuncio a hacerle preguntas, evito la solicitación verbal y le propongo juegos más sencillos.

Uno de los juegos es el de “jugar a pillar”. Diego no sabe decidir quién ha de coger a quién. Cuando él tiene que cogerme a mí, apenas me toca. Las sesiones de este mes muestran las importantes dificultades que Diego tiene para moverse, así como su bloqueo total para expresarse.

Parece que le gusta lanzarme pelotas de forma que yo no pueda cogerlas. Esto le hace reír mucho, pero con una risa ahogada. Estas risas y los gritos van adquiriendo mucha importancia en el «vivido» de la reeducación. Descubre el «túnel de la risa» ( un objeto de forma cilíndrica y de unos dos metros de longitud por el que los niños pasan a gatas) y pasa mucho tiempo dentro de él emitiendo unos sonidos cortos y agudos.

Cita con los padres: la madre acude sola a la visita. Comenta que Diego viene de buen grado al centro, pero que en el colegio continua con las mismas dificultades

Tercer mes

La tónica es parecida a la anterior. Diego se encierra, a menudo, en una sola actividad durante toda la sesión. Una de sus actividades consiste en golpear una pelota con una pala de ping-pong. Lo hace con gran intensidad y cada vez con más risas y más ruidosas. Otra actividad que le gusta es saltar con los pies juntos de un aro a otro (están distribuidos en círculo por el suelo). Cada vez salta con más rapidez, pero sin cuidar la corrección de la coordinación motriz.

Comunicación telefónica de la maestra: no se observa un gran cambio.

Cuarto mes

En general, a Diego le agradan las actividades dinámicas y no le atraen tanto los ejercicios de mesa: rompecabezas, dibujo, adhesivos, etc. Las actividades dinámicas le permiten esas risas que he comentado; risas que son verdaderas descargas de tensión.

Trabajamos siempre sobre las bases de la espontaneidad y el juego, la noción de espacio, ritmo y tiempo. En este tipo de trabajo se distrae bastante, le cuesta mucho esfuerzo y le crea cierta ansiedad. En los juegos dinámicos trabajamos el equilibrio dinámico y la coordinación general.

Es incapaz de realizar los ejercicios de relajación en posición acostada: solo los puede hacer sentado y después de haber realizado ejercicios dinámicos.

Quinto mes

Diego sonríe más y se le nota más alegre. Sus movimientos son más amplios. Durante este mes seguimos con los ejercicios dinámicos, como pasar por debajo de un banco de madera (bocabajo y de espaldas) y, después, por encima, o saltar por encima de una cuerda que se mueve como una serpiente. Este segundo ejercicio le gusta y le provoca risas muy explosivas. Empezamos a trabajar la orientación espacial: con un aro en el suelo, tiene que saltar con los dos pies juntos, con el derecho o el izquierdo, hacia delante y hacia atrás, y hacia la izquierda o hacia la derecha.

Sexto mes

Diego dibuja en el suelo un conejo y una zanahoria. A partir de ahí, le propongo un juego: a modo de escondite, uno va a hacer de conejo y el otro de zanahoria. Por primera vez, se ríe con mucha fuerza durante el juego.

Diego comenta que tiene más amigos en clase y que unos días antes le aceptaron para jugar a la pelota.

Diego acepta dibujar un señor en el suelo. A la figura le faltan las manos y hay una desproporción entre la cabeza y el cuerpo.

Iniciamos la relajación en el colchón acompañándola con una música lenta. Lo acepta, pero dura muy poco.

Entrevista con la maestra: la maestra me comunica que Diego participa más en clase y que está menos inhibido y pasivo. Tras un fracaso o dificultad, se sigue bloqueando. Necesita mucho ser estimulado y sigue teniendo dudas sobre si tendrá que repetir curso. La escritura ha mejorado y el profesor de natación ha observado una mejor coordinación en sus movimientos.

La semana que viene publicaremos la segunda parte del artículo (segundo y tercer periodo).
Qué es el trastorno de lateralidad
Link Enlarge

Qué es el trastorno de lateralidad

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 12 julio, 2016 El trastorno de lateralidad 0

Tal como explicamos en el artículo anterior (Lo que necesitas saber para entender qué es el trastorno de lateralidad), cada hemisferio de nuestro cerebro rige una serie de funciones superiores y la mayor parte del lado inverso del cuerpo. Esta “configuración”, a la que llamamos lateralidad, queda definida alrededor de los cinco años de edad, y debe ser de prevalencia diestra o de prevalencia zurda, es decir, homogénea, para que el proceso de aprendizaje cognitivo y el desarrollo psicomotor de la persona sea óptimo, conforme a su cociente intelectual. Cuando esto no es así, cuando la prevalencia derecha o izquierda no está bien definida, es cuando hablamos de trastorno de lateralidad o lateralidad cruzada.

Cómo afecta al desarrollo intelectual  y emocional el trastorno de lateralidad

Dado que la definición de la lateralidad en nuestro sistema afecta a la organización de las funciones superiores, cuando no se ha definido bien y se utiliza la parte derecha para realizar algunas funciones y la parte izquierda para realizar otras (lateralidad cruzada o heterogénea), el trastorno afecta al aprendizaje del lenguaje y de las matemáticas, a la capacidad analítica, lógica, de comprensión y concentración, a la percepción espacio-temporal, al equilibrio, etc., impidiendo a la persona afectada desarrollar todo su potencial intelectual; una dificultad que en los niños y adolescentes repercute en su rendimiento e integración escolar, y en los adultos se traduce en problemas personales y laborales, provocando, en ambos casos, mucho sufrimiento: infravaloración, inseguridad, fracaso escolar, problemas de relación, angustia, preocupación en la familia, etc.

Un ejemplo de lateralidad cruzada fácilmente detectable es el de una persona que es zurda de mano y brazo, pero diestra de ojo, pierna u otros campos neuromusculares. En este punto es importante resaltar que solo un 3 % de la población es zurda (utilizan su lado izquierdo en todos los campos de funcionamiento).

Un 25 % de la población (niños, adolescentes y adultos) sufre problemas de lateralidad; un trastorno que, si se diagnostica con la precisión correcta y se trata con la terapia adecuada, tiene cura, sin recaídas posteriores (leer el artículo Diagnóstico y tratamiento del trastorno de lateralidad).

No es un trastorno psicológico

Para finalizar, es necesario aclarar que el trastorno de lateralidad no es un trastorno psicológico, de personalidad o psiquiátrico (aunque el hecho de padecerlo pueda ocasionar, como consecuencia, problemas de este tipo). La lateralidad es un trastorno neurofisiológico (del sistema nervioso):  los influjos nerviosos que proceden de cada lado del cuerpo y que deberían confluir en los lados opuestos del cerebro no circulan ordenadamente. Y es hereditario.

Qué es la lateralidad
Link Enlarge

Lo que necesitas saber para entender qué es el trastorno de lateralidad

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 3 julio, 2016 El trastorno de lateralidad 0

Nuestro cerebro está subdividido en dos hemisferios, el derecho y el izquierdo. Salvo casos excepcionales, cada hemisferio gobierna una serie de funciones y también la mayor parte del lado inverso del cuerpo. En la mayoría de las personas, se da una prevalencia de uno de los hemisferios, prevalencia que queda definida alrededor de los cinco años de edad. Esta especialización lateral es lo que llamamos “lateralidad” o “lateralización”. La lateralidad puede ser, por tanto, diestra o zurda en función del hemisferio cerebral dominante. Lo importante, para que tengamos un buen desarrollo neurofisiológico, es que, independientemente de si es diestra o zurda, la lateralidad esté bien definida; es decir, que sea homogénea.

Para comprender qué es el trastorno de lateralidad, primero hay que entender qué es la lateralidad; la cual está estrechamente relacionada con el funcionamiento de nuestro cerebro. Vamos a verlo.

Los hemisferios cerebrales y la lateralidad

Nuestro cerebro está subdividido en dos hemisferios, el derecho y el izquierdo. Ambos hemisferios están unidos por el cuerpo calloso, que es una banda de fibras que los conecta y a través de la cual se vehicula la transmisión de información procedente de la visión, el tacto, el oído, etc. La mayor parte de la información que llega a nuestro cerebro procedente de los sentidos tiene que “cruzar” desde el lado que recibe el estímulo sensorial al hemisferio opuesto. Asimismo, el hecho de que, por ejemplo, podamos ver objetos en tres dimensiones (lo cual supone realizar cálculos sobre la profundidad a la que se hallan y su distancia respecto a nosotros) es debido a que nuestro cerebro es capaz de fusionar la información que le llega de los dos hemisferios: la información que recibe un hemisferio a partir del ojo contrario se combina con la que recibe del otro hemisferio (la del otro ojo).

Salvo casos excepcionales, cada hemisferio gobierna una serie de funciones y también la mayor parte del lado inverso del cuerpo.  El hemisferio cerebral derecho gobierna la percepción visual y espacial (no verbal) que tenemos del mundo, así como las emociones y las habilidades creativas y artísticas (como, por ejemplo, la musical); el hemisferio izquierdo, rige el lenguaje (el habla y la escritura), la lógica y las habilidades matemáticas y analíticas. Es decir, y para sintetizar simplificando, el hemisferio derecho es el «cerebro artístico e intuitivo» y el izquierdo «el cerebro lógico, racional y analítico».

Lateralidad o lateralización homogénea

En la mayoría de las personas, se da una prevalencia de uno de los hemisferios. Esta prevalencia o especialización lateral, que queda definida alrededor de los cinco años de edad, es lo que llamamos “lateralidad” o “lateralización”. Por tanto, la lateralidad puede ser diestra o zurda en función del hemisferio cerebral dominante. Lo importante, para que tengamos un buen desarrollo neurofisiológico, es que, independientemente de si es diestra o zurda, la lateralidad esté bien definida; es decir, que sea homogénea. Esta homolateralidad nos permitirá desarrollarnos de acuerdo a nuestro cociente intelectual y emocional.

En el próximo artículo de nuestro blog, explicamos qué es el trastorno de lateralidad (leer artículo).

Últimos artículos

  • «A veces, es conveniente lateralizar al paciente a la izquierda»
  • PAS, Personas Altamente Sensibles: lo que deberíamos saber
  • Juegos recomendables para regalar a los niños
  • Guía de la lateralidad cruzada: preguntas y respuestas

Estamos en Facebook

Consúltenos

Dirección: C/ Josep Bertrand, 3. Ático 2º. 08021 Barcelona
Tel.: + 34 932 007 586
Móvil: +34 610 791 125
Fax: + 34 932 007 611
E-mail: info@lateralidad.com
  • Lateralidad
  • El centro
  • Diagnóstico y terapia

Diseño web: ©2020 Lladó Comunicación

Top
Utilizamos cookies para poder ofrecerle la mejor experiencia en nuestro sitio web. Si continúa utilizando este sitio asumiremos que está de acuerdo.Estoy de acuerdoNoPolítica de privacidad