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Lateralidad, hiperactividad e hiperkinesia con hipotonía. Aclaramos conceptos.
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Lateralidad, hiperactividad e hiperkinesia con hipotonía. Aclaramos conceptos.

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 11 enero, 2017 El trastorno de lateralidad, Hiperactividad y TDAH, Terapia psicomotriz 0

Un 40 % de las personas con trastorno de lateralidad presentan hiperkinesia con hipotonía, y un 80 % de estas personas que sufren hiperkinesia con hipotonía tiene, a su vez, dislexia (oral o escrita). En cambio, en la práctica clínica observamos que la hiperactividad (o el TDAH), a menudo, está asociado a la hipertonía. Asimismo, la hiperactividad, como conjunto de trastornos conductuales, es uno de los síntomas del trastorno de lateralidad. ¿Aclaramos conceptos? Empecemos por la hiperactividad.

 

Qué es la hiperactividad

Lateralidad, hiperactividad e hiperkinesia_Centro de lateralidad y psicomotricidad Joëlle Guitart

Tal como explica Robert E. Valett en su libro Niños hiperactivos. Guía para la familia y la escuela, el término “hiperactividad” describe a niños con dificultades de aprendizaje, y problemas emocionales asociados, que presentan una serie de conductas específicas:

  • Movimiento corporal excesivo: es muy excepcional que jueguen o estén sentados tranquilamente.
  • Impulsividad: no suelen actuar pensando en las consecuencias de sus actos.
  • Distracción: les cuesta terminar tareas, atender instrucciones y concentrarse.
  • Problemas de retención/memoria: se les olvida lo que se les ha pedido, lo que estudian, etc.
  • Son muy emotivos: suelen sobrerreaccionar emocionalmente a los estímulos porque detrás de la hiperactividad hay un factor emocional (ira contenida, una cierta agresividad, etc.).
  • Problemas con la lectura (aunque no todos los niños con problemas de lectura son hiperactivos).
  • Problemas con las matemáticas: a menudo, a causa de la dificultad para concentrarse y retener información.
  • Problemas de coordinación motora: entre ellos, el equilibrio; lo cual repercute en su habilidad para practicar algunos juegos y deportes.
  • Dificultad para integrar las nociones de espacio y tiempo.

En consecuencia, y como suelen ser conscientes de estas dificultades, normalmente, son niños con baja autoestima que se inhiben delante de nuevos aprendizajes.

Lateralidad, hiperactividad e hiperkinesia con hipotonía. Aclaramos conceptos.

Los niños hiperkinéticos, en cambio, y a pesar de que presentan rasgos comunes a los hiperactivos —como su rechazo a las normas o su dificultad para integrar la noción de espacio y de tiempo—, son hipotónicos (bajo tono muscular), y por esto es frecuente verlos estirados en el sofá o jugando durante horas a montar estructuras (legos). Es decir, los niños hiperkinéticos, al igual que los hiperactivos, no “paran”, pero no son hiperactivos todo el tiempo (los hiperactivos, sí): son muy inquietos, pero tienen momentos de pasividad. Y tal como decíamos al inicio, un alto porcentaje de ellos tiene dislexia (lectura) o disgrafía (escritura) y una gran “patosidad” (se tropiezan, caen, aprender a andar y a ir en bicicleta con retraso y dificultad, suben al patinete con la pierna errónea, les cuesta jugar al fútbol, etc.).

 

Tratamiento para la hiperactividad e hiperkinesia

Tratamiento de lateralidad para niños con hiperactividad e hiperkinesia con hipotonía_

Algunos especialistas son partidarios de medicar a los niños hiperactivos (o con TDAH) para mejorar su capacidad de concentración y “aplacarlos” (a los niños hiperkinéticos, en cambio, no suelen prescribirles medicación). Sin embargo, hay que tener presente que, cuando estos niños finalizan el tratamiento farmacológico, pueden hacer brotes. En nuestro centro, no somos partidarios de utilizar la medicación en estos casos: el tratamiento, tanto para los niños con hiperactividad como para los niños hiperkinéticos con hipotonía, es el tratamiento de lateralidad; una terapia en la que se trabaja su problema neurofisiológico o neuromuscular y con la que se va disminuyendo su inestabilidad psicomotriz, mitigando de esta manera la sintomatología (los pacientes se curan, al menos, en un 80 %, aunque, habitualmente, la curación es ceracana al 100 %,  y sin recaídas posteriores). Si tienes dudas o quieres hacernos una consulta, puedes ponerte en contacto con nosotros.

 

La discalculia: cuando no se pueden comprender las bases de las matemáticas
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La discalculia: cuando no se pueden comprender las bases de las matemáticas

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 23 noviembre, 2016 Discalculia 0

Uno de los síntomas del trastorno de lateralidad es la discalculia: la incapacidad, o baja capacidad, para comprender conceptos numéricos y matemáticos básicos (sin que haya una lesión cerebral, y cuando el cociente intelectual es normal e incluso superior a la media); una incapacidad que, habitualmente, y como veremos más adelante, va acompañada de otras dificultades, como el aprendizaje del lenguaje escrito, y que afecta, aproximadamente, a un 5 % de la población infantil (probablemente, la cifra es más alta, pero hay muchos niños y adultos sin diagnosticar).

 

La discalculia se cura

Es fundamental que los maestros y los padres estén atentos a los problemas de aprendizaje de los niños y sepan detectar cuándo un niño presenta síntomas de posible discalculia (ver la sintomatología más abajo) para que el especialista pueda realizar un diagnóstico y, si se confirma mediante las pruebas, empezar la terapia lo antes posible. El diagnóstico precoz es muy importante para evitar el retraso escolar, con todas las consecuencias emocionales que de él se derivan. En nuestro centro, el porcentaje de pacientes que han superado este problema supera el 98 % de los casos, y como la terapia es un tratamiento psicomotor y de lateralidad, una vez curada, la persona no experimenta regresiones.

 

El pensamiento abstracto y las matemáticas

Para entender las matemáticas es imprescindible entender los números, los patrones que se dan en las estructuras de entes abstractos, así como las relaciones entre estas estructuras; de igual manera que para entender el lenguaje natural (el hablado y escrito) es necesario entender que hay significantes (secuencias de fonemas) que, al asociarse a un significado, constituyen un signo lingüístico (el significante “casa” nos remite al concepto de casa: un edificio para habitar), y entender la gramática (los elementos de la lengua, su organización y combinación).
La comprensión de los números y símbolos, de las relaciones espaciales y de las existentes entre cantidades y magnitudes, así como la capacidad del razonamiento lógico es lo que nos posibilita el aprendizaje de la aritmética, la geometría, el álgebra y el cálculo. Esta comprensión requiere de nuestra capacidad para el pensamiento abstracto (simbólico, de entes, estructuras y espacios); una capacidad que las personas con discalculia tienen afectada; de ahí sus dificultades para las matemáticas.

Discalculia: causa, sintomatología, diagnóstico y terapia

 En la imagen de arriba, la traducción de la frase vendría a significar "Entender la pregunta es tener ganada la mitad de la batalla".

 

Sintomatología

Hasta los cinco años, aproximadamente, es normal que un niño gire algunos números al escribirlos y, hasta los siete, también lo es que tenga problemas con el concepto numérico, ya que este requiere abstracción, y esta facultad se adquiere a esta edad. No obstante, si más adelante, estas dificultades persisten, lo más probable es que estemos ante un caso de discalculia. Asimismo, cuando hay un retraso motor, lo habitual es que la persona tenga también esta dificultad de aprendizaje.

Los síntomas más habituales de la discalculia son:

• Dificultad para entender el concepto de “número” y “secuencia” (suelen saltarse algún número).
• Dificultad para, a partir de segundo de Primaria, contar sin utilizar los dedos.
• Dificultad para aprender el grafismo de los números (a veces, también los escriben “en espejo”, girándolos, o confunden números de grafía similar o que se pronuncian de forma similar).
• Dificultad para diferenciar cantidades (cuándo un número es mayor que otro o qué número va entre dos cantidades).
• Dificultad para diferenciar los signos de las diferentes operaciones matemáticas (suma, resta, etc.).
• Dificultad para clasificar objetos por su forma y tamaño.
• Dificultad para relacionar los números con el mundo real.
• Dificultad para memorizar las tablas de multiplicar.
• Dificultad para contar hacia atrás.
• Dificultad para la resta «llevando» (el concepto de resta es el que más les cuesta).
• Dificultad para deducir qué tipo de operación requiere un problema matemático (razonamiento).
• Dificultad para colocar correctamente una cifra en la columna adecuada cuando realizan una suma o resta.
• Dificultad para recordar cuánto “se llevan” al realizar una suma.
• Dificultad para entender las fracciones.
• Dificultad para las divisiones con decimales.
 

Sintomatología asociada a la discalculia

Asimismo, las personas con discalculia suelen presentar una serie de síntomas asociados que también se trabajan en terapia: la falta de concentración, la lentitud a la hora de realizar la mayoría de tareas cotidianas, la desorientación espacial, falta de coordinación corporal, problemas de lecto-escritura (sobre todo de redacción), dificultad en comprensión lectora, etc.

 

La discalculia causa problemas emocionales

Los niños con discalculia llegan a desarrollar fobia a las matemáticas porque su dificultad les provoca una gran frustración y ansiedad, y afecta su autoestima. Es habitual que oculten los deberes que tienen de esta asignatura y que se pongan enfermos, o simulen estarlo, antes de los exámenes. A partir de los 12 años, cuando su problema es sumamente evidente, el bloqueo ante el cálculo es absoluto y puede generar problemas de conducta.
En muchas ocasiones, estos problemas, añadidos a las dificultades de aprendizaje de las matemáticas, provocan que los padres que ignoran la causa real del problema se planteen cambiar a su hijo de colegio; una decisión que, a menudo, solo agrava el problema.

 
La discalculia: cuando no se pueden comprender las bases de las matemáticas
 

Cómo se diagnostica la discalculia

Para diagnosticar la discalculia, es necesario realizar un test de lateralidad completo que incluya pruebas de organización perceptiva, estructuración espacial, organización y estructura rítmica (la música y las matemáticas guardan una estrecha relación, motivo por el que también recomendamos a los padres apuntar a sus hijos a clases de música) y organización espaciotemporal.

 

Tratamiento de la discalculia

En función del diagnóstico de cada paciente y de su edad, la terapia (que, habitualmente, es personalizada y que los niños experimentan como si fuera un juego, ya que la se lleva a cabo mediante ejercicios diversos presentados como juegos) se focalizará más en unos aspectos que en otros: la organización perceptiva de las formas, la orientación derecha-izquierda, arriba-abajo, dentro -fuera; la estructuración espacial, el ritmo, la noción de temporalidad, la hipotonía (su sostén muscular acostumbra a ser demasiado débil), el bloqueo hacia las matemáticas y el razonamiento lógico, la evitación que suelen manifestar ante cualquier tema relacionado con ellos, ejercicios de simbolización para trabajar la abstracción y la atención sostenida, etc.; lateralizando al paciente, en todo caso, de manera homolateral (diestro o zurdo).
Asimismo, cabe señalar que los pacientes con discalculia suelen responder a la terapia, y evolucionar, más rápidamente que los pacientes con dislexia.

 

Si quieres hacernos cualquier consulta, ponte en contacto con nuestro centro.

Dislexia, a través de un caso real
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La dislexia y la lateralidad, a través de un caso real

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 22 octubre, 2016 Dislexia, El trastorno de lateralidad 0

En España, un 10 % de la población, aproximadamente, tiene problemas de dislexia.  Este síndrome (no es una enfermedad, sino un conjunto de síntomas) afecta tanto a mujeres como a hombres, aunque la prevalencia entre varones es más alta. A menudo, las personas con dislexia no son diagnosticadas o el diagnóstico que reciben no es correcto, lo que provoca que los afectados, y también sus familias, vean sus vidas trastocadas.

Un factor determinante en la falta de diagnóstico o en el diagnóstico erróneo es la discrepancia en la etiología (causa) de la dislexia. Hay profesionales que piensan que el síndrome se debe a que el hemisferio cerebral derecho de las personas afectadas es mayor que el hemisferio izquierdo. Otros terapeutas creen que la causa es completamente emocional. Y hay especialistas, como el neurólogo H. Wintrebert y el neuropsiquiatra J. de Ajuriaguerra, que afirman que la dislexia es producto de una lateralidad mal establecida; es decir, de una lateralidad heterogénea, cruzada o contrariada.

Voy a clase, pero no entiendo lo que me dicen ni lo que leo. Tengo que leer cinco o seis veces un enunciado para entender lo que he leído. Pienso que soy tonto, pero sé que no lo soy

Joëlle Guitart, fundadora del Centro de Lateralidad y Psicomotricidad de Barcelona, es de la misma opinión que Wintrebert y Ajuriaguerra: “Así lo hemos constatado al tratar durante cuatro décadas a cientos de pacientes con dislexia. Del mismo modo que, a diferencia de otros colegas, podemos decir que la dislexia en adultos sí se puede tratar. Sin duda, las personas disléxicas sufren muchos problemas emocionales, pero, en nuestra experiencia, los problemas emocionales son una consecuencia de la dislexia, de las situaciones que vive el paciente”, afirma.

Las personas con dislexia tienen dificultades de orientación espacial y de organización temporal; es decir, confunden las nociones de “arriba, “abajo”, “derecha” e “izquierda”, y de “ahora”, “antes” y “después”. Asimismo, presentan una gran dificultad lectora. ¿Qué consecuencias tiene para un niño o para un adolescente vivir con estos obstáculos cuando la lectura es la base de los estudios? Vamos a verlo a través de un caso real: el caso de un adolescente al que llamaremos César, que ha seguido la terapia de lateralidad con la especialista y directora de nuestro centro, Joëlle Guitart.

La dislexia y la lateralidad, a través de un caso práctico

César llegó a la consulta con 15 años. En la primera entrevista que tuvo con la terapeuta pronunció una frase que, sin saberlo, resume, en mayor o menor medida, la situación que experimenta todo niño disléxico: “Voy a clase, pero no entiendo lo que me dicen ni lo que leo. Tengo que leer cinco o seis veces un enunciado para entender lo que he leído. Pienso que soy tonto, pero sé que no lo soy”.

César no exageró. Los niños con dislexia invierten letras y números al escribirlos (suelen hacerlo “en espejo”), confunden números de grafía similar, como el 2 y el 5; se saltan sílabas cuando escriben y cuando leen, empiezan a leer una palabra y la terminan “inventándose” el resto; en los dictados, omiten palabras e, incluso, frases enteras. Por esto muestran un desinterés total por la lectura. A menudo, tienen también muchas dificultades en asignaturas como las matemáticas: no por problemas de comprensión, sino porque no entienden los enunciados de las preguntas. Y, generalmente, son inquietos, ansiosos, dispersos, lentos y les cuesta mucho concentrarse. En ocasiones, según la edad y el grado de dislexia, los padres se ven “obligados” a ayudarles excesivamente con los deberes, repitiéndoles una y otra vez los enunciados.

El tratamiento, no cura la dislexia por completo, pero la va resolviendo, como mínimo, en un 80 %. A los pacientes les cambia la vida, la recuperan

Nos estamos refiriendo a niños con un cociente intelectual normal e incluso alto o muy alto, a niños que, pese a ello, tienen un rendimiento escolar muy inferior a sus capacidades intelectuales. Por esta razón, repiten curso, se les aconseja el ACI (Adaptación Curricular Individualizada) o se les cambia de colegio, y, posteriormente, los orientan hacia estudios que, generalmente, no son los que ellos quisieran cursar. Y, finalmente, ven truncadas sus expectativas de ir a la universidad.

Todo lo expuesto provoca problemas de diferente índole. Al no seguir el ritmo que marcan los profesores y que sí siguen los otros niños, suelen tener problemas de integración escolar. Con frecuencia, les riñen en clase en lugar de comprender su situación y estimularles, y son rechazados por los compañeros. El niño disléxico es el niño que está solo en el patio. Por todos estos motivos, el problema llega a convertirse, también , en un problema emocional: el niño se infravalora y pierde su autoestima. César, como muchos otros niños, dejó de querer ir a la escuela.

La dislexia y la lateralidad, a través de un caso real

Los padres, como es lógico, experimentan, a su vez, mucho sufrimiento e impotencia. Las evaluaciones e informes escolares, las de los diferentes tipos de terapeutas por los que pasan los niños y las dificultades que perciben en sus hijos les hacen pensar que, quizá, tienen un cociente intelectual por debajo del normal. Es fundamental evitar todo este sufrimiento realizando un test de lateralidad, el cual indicará si el niño tiene o no dislexia. Y en el caso de que así sea, iniciar cuanto antes la terapia. “El tratamiento, no cura la dislexia por completo, pero la va resolviendo, como mínimo, en un 80 %. A los pacientes les cambia la vida, la recuperan”, afirma J.G. Baudot. “En general, no solo hay dislexia, estos niños suelen presentar un retraso motor y falta de integración social”, prosigue la especialista. “Mediante ejercicios que el niño percibe como juegos, le vamos lateralizando adecuadamente, homolateralmente, y tratando, simultáneamente estos otros aspectos”.

El bloqueo y la inhibición son síntomas comunes a todas las personas con dislexia: se bloquean debido a la inseguridad y a la presión a la que se sienten sometidos

Al iniciar la terapia, César presentaba todas las dificultades descritas. Tuvo que renunciar a su deseo de estudiar el Bachillerato e ir después a la universidad. Era incapaz de tomar apuntes a la velocidad requerida y no podía hacer esquemas. Como todos los niños con dislexia, mostraba una buena memoria visual y auditiva; es decir, podía repetir lo que el profesor había dicho en una clase, pero no podía leer un libro sobre la materia ni escribir sobre ella, y también era evidente su falta de concentración. Inició la Formación Profesional y empezó a trabajar algunas horas a la semana como camarero en un bar. Sin embargo, el trabajo requería tomar por escrito las comandas, así como cierta agilidad y rapidez. Se le caían las cosas y, aunque intentaba recordar lo que le habían pedido, el bloqueo se lo impedía. Tuvo que dejar el trabajo.

A menudo, cuando explicaba algo que había hecho o que tenía planificado hacer, confundía el pasado con el futuro. Decía, por ejemplo, “Ayer fui a casa de mi abuela” cuando, en realidad, lo que quería expresar es que iría a la semana siguiente (la noción de temporalidad es la última adquisición del desarrollo psicomotor, y requiere de mucha abstracción). También se bloqueaba con frecuencia. El bloqueo y la inhibición son síntomas comunes a todas las personas con dislexia: se bloquean debido a la inseguridad y a la presión a la que se sienten sometidos.

Dislexia y trastorno de lateralidad

César terminó la terapia el pasado mes de junio, habiéndose recuperado de la dislexia casi por completo (ninguna persona es homolateral al 100 %). Sus padres, desde entonces, se han puesto en contacto con Joëlle Guitart en varias ocasiones para informarla sobre su estado:  enseguida encontró un trabajo que le gusta como marmolista y lo desempeña bien (ahora puede seguir las consignas de un jefe).

Hace unos días, fue el propio César el que llamó a la terapeuta porque tenía un problema. Tras finalizar la terapia, decidió sacarse el carnet de conducir. Había aprobado el examen práctico, pero había suspendido el teórico: se quedó bloqueado durante la prueba. César relató el episodio sin mostrar angustia. Muy al contrario, manifestó que podía leer sin dificultad y que cada vez se sentía más optimista. “Ahora tengo una mirada con vida”, dijo. Simplemente, era consciente de que la situación le había podido. Quería hacer unas sesiones más de terapia para trabajar este punto. Sin duda, el hecho de que César tomara la iniciativa de llamar directamente a la terapeuta es una muestra más de su recuperación. Estaba afrontando la situación sin ansiedad, sin infravalorarse y pidiendo ayuda. Y es que una vez curado el trastorno de lateralidad, no se producen regresiones; pero la persona, como cualquier otra sin dislexia, sí puede experimentar que se inhibe su respuesta ante una situación que supone una presión psicológica.

El trastorno de lateralidad y las dificultades de discriminación perceptiva
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El trastorno de lateralidad y las dificultades de discriminación perceptiva

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 10 octubre, 2016 El trastorno de lateralidad 0

¿Cómo afecta a las personas con trastorno de lateralidad no tener establecido el esquema corporal y no discriminar entre izquierda y derecha?

Cuando una persona no ha establecido un buen esquema corporal y no discrimina bien entre izquierda y derecha, tiene serias dificultades para registrar adecuadamente los estímulos visuales externos; es decir, tiene dificultades de discriminación perceptiva. Esto es lo que les ocurre a las personas con trastorno de lateralidad. Vamos a ver, con ejemplos, qué significan estas dificultades de discriminación perceptiva, cómo se tratan, qué obstáculos encuentra el paciente durante la terapia y cómo le afecta emocionalmente el problema.

 

«Es preciso “instalar” al niño en un ambiente lúdico, en el que no tenga la sensación de que se está trabajando su problema de forma académica», señala el psicólogo del centro Pere Ferran.

 

Cuando miramos letras, imágenes o números estamos recibiendo estímulos visuales externos. Para que nuestro cerebro los registre e interprete adecuadamente es necesario que tengamos bien establecidos los puntos de referencia a partir de nuestra percepción interna del esquema corporal y que podamos diferenciar espacialmente entre izquierda y derecha. ¿Qué ocurre cuando esto no es así? Las consecuencias son múltiples: no se ven rectos los números, muchas veces cuesta apreciar que siguen un orden, que componen una operación matemática; se confunden, girándolos, números similares como el 6 y el 9, y también se confunden letras similares, como la p, la q, la d y la b (por citar solo algunas).

dificultades de discriminación perceptiva

Los niños con dificultades de discriminación perceptiva pueden, por ejemplo, ver bien un número, pero escribirlo al revés.


 

Estas dificultades de discriminación perceptiva influyen, obstaculizándolo, en el aprendizaje de la lectura, la escritura, las matemáticas y el razonamiento lógico de los niños, provocando su retraso escolar y causándoles muchos problemas emocionales: se dan cuenta de que experimentan estas confusiones, de que sus compañeros de clase no las tienen e, inevitablemente, en una edad en la que se es muy vulnerable, se comparan con sus compañeros “normales”.

dificultades de discriminación perceptiva

Confusiones propias de los niños con problemas de lateralidad.

 

La terapia de discriminación perceptiva: cómo superar la evitación

Los niños con dificultades de discriminación perceptiva terminan por “enfrentarse” a los estímulos visuales de forma rápida, sin fijar su atención: como saben que les cuesta discriminar, y que hacerlo les supone mucho esfuerzo, optan por una actitud de evitación.  Sin embargo, conseguir que el paciente se fije en los estímulos que recibe y que vea cuáles son sus errores de percepción es un trabajo fundamental dentro de la terapia. ¿Cómo superar entonces su resistencia a focalizar la atención? ¿Cómo romper este círculo vicioso?

 

“Es habitual que en el niño se den dos emociones aparentemente contradictorias: la alegría, por ver que sí son capaces de discriminar si prestan la suficiente atención, y la rabia por tener que esforzarse, ya que hacerlo les supone invertir más tiempo en procesar los estímulos. Por esto es muy importante integrar la terapia emocional en el tratamiento”, aclara Ferran.

 

Pere Ferran, terapeuta emocional y de lateralidad y psicomotricidad de nuestro centro, nos explica que “Cuando algo nos supone mucho esfuerzo, tendemos a rehuirlo. Por esto, en primer lugar, es preciso “instalar” al niño en un ambiente lúdico, en el que no tenga la sensación de que se está trabajando su problema de forma académica. A través de ejercicios que el niño percibe como juegos, le hacemos ver las diferencias. Cuando se da cuenta de que haciendo el esfuerzo discrimina mejor, los buenos resultados se convierten en sí mismos en una gran motivación”.

 

El trastorno de lateralidad y las dificultades de discriminación perceptiva

La rabia es una emoción habitual que aparece cuando el niño se da cuenta de que tiene que esforzarse para lograr discriminar.

 

No obstante, Pere Ferran también puntualiza que, en esta fase de la terapia, muchas veces los niños entran en conflicto consigo mismos: de la misma manera que comprenden que el esfuerzo les reporta resultados satisfactorios, también se dan cuenta de que, entonces, tienen que renunciar a la manera con la que siempre han afrontado los estímulos visuales. Ahí es donde suelen manifestar una resistencia al cambio. «Es habitual que en el niño se den dos emociones aparentemente contradictorias: la alegría, por ver que sí son capaces de discriminar si prestan la suficiente atención, y la rabia por tener que esforzarse, ya que hacerlo les supone invertir más tiempo en procesar los estímulos. Por esto es muy importante integrar la terapia emocional en el tratamiento”, aclara Ferran.

 

Trastorno de lateralidad y problemas al leer números, letras y ver imágenes.

La terapia emocional forma parte del tratamiento para trabajar la resistencia del niño y reforzar sus logros.

 

Hay que tener en cuenta que estos niños con dificultades de discriminación perceptiva son niños que han estado evaluados continua y negativamente en el pasado. Forma parte esencial de la terapia, por tanto, reforzar cada progreso que hacen durante el tratamiento y trabajar sus emociones, como la rabia, permitiéndoles que pongan palabras a lo que les está ocurriendo.

Si tienes cualquier consulta sobre este tema, no dudes en contactar con el equipo de terapeutas de nuestro centro.

 

Reeducación psicomotriz. El caso de Diego (Parte I)
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Reeducación psicomotriz. El caso de Diego (parte I)

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 8 septiembre, 2016 El trastorno de lateralidad, Terapia psicomotriz 0

Reeducación psicomotriz en un caso de trastorno de lateralidad. El caso de Diego*

Hoy publicamos la primera parte de un artículo en el que la directora de nuestro Centro de lateralidad y psicomotricidad, Joëlle Guitart, expone el caso de uno de sus pacientes, desde que sus padres acudieron a su consulta por primera vez hasta su recuperación. *Por motivos de confidencialidad, hemos cambiado el nombre del paciente, al que hemos llamado Diego.

Cuando los padres de Diego acuden a la consulta por primera vez, él tiene siete años. Ambos son comerciantes. El padre tiene 43 años; la madre, 39, y tienen otra hija, Alejandra, de dos años y medio. Llegan a la consulta por consejo del colegio de Diego, y explican que el niño tiene dificultades escolares y de expresión verbal.

Entrevista con los padres de Diego

Durante la entrevista preliminar, los padres de Diego explican que el embarazo y el parto se desarrollaron sin complicaciones, y que su desarrollo psicomotor también fue normal: aguantaba la cabeza erguida a los tres meses, comenzó a mantenerse sentado a los seis y a caminar cuando cumplió un año. El control esfinteriano se produjo, sin embargo, con retraso: «Hasta el año pasado, Diego mojaba la cama casi cada noche.»

A Diego no le gustan los deportes, es muy patoso jugando a la pelota y tiene miedo a montar en bicicleta. También le asusta la piscina, aunque sabe nadar. Es un niño muy afectuoso, pero muy reservado, incluso con sus padres. Le cuesta separarse de ellos, como se demostró cuando fue a un campamento de verano el año anterior: la experiencia fue muy negativa. Empezó a ir a la guardería a los tres años, aunque con una enorme dificultad: lloros, vómitos…Todavía se chupa el pulgar.

La relación con su hermana parece buena: juega mucho con ella. Está muy apegado a su madre y siente temor ante su padre. En preescolar, Diego empezó a mostrar dificultades para los ejercicios manuales. Parece que va a tener que repetir curso. El padre tiene mucho interés en que no sea así.

Los padres vienen con un informe del psicólogo de la escuela y una nota de la maestra.

Informe psicológico de la escuela de Diego

En el informe psicológico, se observan los siguientes resultados:

Su CI es de 103 (W.T.S.C.). En la realización de las pruebas se observó un bloqueo en la expresión verbal y en los dibujos.

Presenta un retraso en el vocabulario de más de un año, así como dificultades psicomotrices que aparecen en el Bender.

En las pruebas de personalidad manifestó un gran afecto por su madre y un rápido cansancio en las relaciones con los demás.

Se aconseja una reeducación psicomotriz con el fin de trabajar las dificultades en este campo y obtener una mejor adaptación escolar.

Nota de la maestra de Diego

«Diego no sigue el ritmo de la clase. Es muy distraído y muy pasivo. Presenta importantes dificultades en lectura y escritura. Busca el contacto con los adultos o con niños de clases inferiores. En clase está triste y replegado en sí mismo.

Entrevista con Diego

Diego entra con la cabeza hundida entre los hombros. Es un niño más bien delgado y pálido. Sonríe poco. Sabe por qué viene a verme: «Porque no leo muy bien y no tengo la letra bonita, y si sigo así no pasaré de curso.»

Le explico que al día siguiente haremos unas pruebas psicomotoras. Está de acuerdo y en el transcurso de la entrevista se nota que pide ayuda.

Informe psicomotor realizado en nuestro centro

Efectivamente, Diego presenta un retraso psicomotor y una pobreza de expresión verbal.

En las pruebas motrices de Guilmain tiene un nivel de 5-6 años.

No reconoce bien ni la izquierda ni la derecha.

El conocimiento de su esquema corporal es deficiente.

Su estructura espacio-temporal corresponde a la de un niño de 5 años.

Su lateralidad es heterogénea.

Es ambidiestro de manos, aunque en las pruebas de escritura utiliza la derecha.

Es zurdo de pie en pruebas estáticas y diestro en pruebas dinámicas.

Es diestro de un ojo.

Su capacidad de atención corresponde también a la de un niño de 5-6 años.

Se muestra muy inseguro en la realización de las pruebas.

Conclusión del centro de lateralidad

El cuadro descrito muestra que la terapia individual por mediación corporal es la más adecuada para Diego. Decidimos iniciarla con una frecuencia de dos veces por semana.

El alto grado de inhibición, inseguridad y desconfianza de Diego hacen que, antes de tratar los puntos de repercusión escolar, me centre en crear un clima de relajamiento y confianza. Me tendré que adaptar primero a su realidad para lograr que después él se adapte a la realidad de las sesiones y del mundo exterior. Con este criterio inicio las sesiones basándome en juegos: buscando los que más le interesan y le permitan desbloquear mínimamente su espontaneidad.

A los juegos que acepta les incorporo elementos de tratamiento psicomotor: equilibrio, coordinación, ritmo, etc.

Evolución de Diego

Explicaremos la evolución de Diego dividiéndola en tres periodos, la suma de los cuales constituyen los 11 meses siguientes de terapia.

Primer periodo de la reeducación psicomotriz

 

Reducación psicomotriz en un caso de trastorno de lateralidad. El caso de Diego

 

Primer mes

En la primera sesión, se le presenta el material con el que trabajaremos, pero Diego se queda inmovilizado en la sala de reeducación. Además, no toma ninguna iniciativa y se muerde las uñas. Esto lo hará durante mucho tiempo.

Le cuesta mucho reproducir el toque de tambor que previamente yo realizo. Advierto que sonríe si golpeo fuerte el instrumento, pero es incapaz de hacer lo mismo. Cuando le planteo un juego sencillo como es lanzar un aro de goma, se bloquea.

Durante todo el primer mes, Diego mantendrá esta actitud replegada.

No puede mover su cuerpo y, si alguna vez lo hace, es con muy poca amplitud. Es incapaz de coger una pelota. Parece como si su cuerpo le fuera extraño. Frente a cualquier petición, se bloquea y se queda inmóvil.

Al cabo de diversas propuestas de juego, finalmente, escoge un rompecabezas. Se queda de pie frente a las estanterías, mirando el rompecabezas y sin poder hacer ningún gesto para cogerlo. Realiza una figura con gran lentitud y dificultad.

Segundo mes

Se aprecia algo más de expresividad en su rostro. Parece menos angustiado y más contento de acudir a las sesiones, aunque mantiene su actitud inhibida y no habla. Con el objetivo de lograr una situación en la que Diego se sienta más seguro y obtener así el nivel de comunicación necesario, renuncio a hacerle preguntas, evito la solicitación verbal y le propongo juegos más sencillos.

Uno de los juegos es el de “jugar a pillar”. Diego no sabe decidir quién ha de coger a quién. Cuando él tiene que cogerme a mí, apenas me toca. Las sesiones de este mes muestran las importantes dificultades que Diego tiene para moverse, así como su bloqueo total para expresarse.

Parece que le gusta lanzarme pelotas de forma que yo no pueda cogerlas. Esto le hace reír mucho, pero con una risa ahogada. Estas risas y los gritos van adquiriendo mucha importancia en el «vivido» de la reeducación. Descubre el «túnel de la risa» ( un objeto de forma cilíndrica y de unos dos metros de longitud por el que los niños pasan a gatas) y pasa mucho tiempo dentro de él emitiendo unos sonidos cortos y agudos.

Cita con los padres: la madre acude sola a la visita. Comenta que Diego viene de buen grado al centro, pero que en el colegio continua con las mismas dificultades

Tercer mes

La tónica es parecida a la anterior. Diego se encierra, a menudo, en una sola actividad durante toda la sesión. Una de sus actividades consiste en golpear una pelota con una pala de ping-pong. Lo hace con gran intensidad y cada vez con más risas y más ruidosas. Otra actividad que le gusta es saltar con los pies juntos de un aro a otro (están distribuidos en círculo por el suelo). Cada vez salta con más rapidez, pero sin cuidar la corrección de la coordinación motriz.

Comunicación telefónica de la maestra: no se observa un gran cambio.

Cuarto mes

En general, a Diego le agradan las actividades dinámicas y no le atraen tanto los ejercicios de mesa: rompecabezas, dibujo, adhesivos, etc. Las actividades dinámicas le permiten esas risas que he comentado; risas que son verdaderas descargas de tensión.

Trabajamos siempre sobre las bases de la espontaneidad y el juego, la noción de espacio, ritmo y tiempo. En este tipo de trabajo se distrae bastante, le cuesta mucho esfuerzo y le crea cierta ansiedad. En los juegos dinámicos trabajamos el equilibrio dinámico y la coordinación general.

Es incapaz de realizar los ejercicios de relajación en posición acostada: solo los puede hacer sentado y después de haber realizado ejercicios dinámicos.

Quinto mes

Diego sonríe más y se le nota más alegre. Sus movimientos son más amplios. Durante este mes seguimos con los ejercicios dinámicos, como pasar por debajo de un banco de madera (bocabajo y de espaldas) y, después, por encima, o saltar por encima de una cuerda que se mueve como una serpiente. Este segundo ejercicio le gusta y le provoca risas muy explosivas. Empezamos a trabajar la orientación espacial: con un aro en el suelo, tiene que saltar con los dos pies juntos, con el derecho o el izquierdo, hacia delante y hacia atrás, y hacia la izquierda o hacia la derecha.

Sexto mes

Diego dibuja en el suelo un conejo y una zanahoria. A partir de ahí, le propongo un juego: a modo de escondite, uno va a hacer de conejo y el otro de zanahoria. Por primera vez, se ríe con mucha fuerza durante el juego.

Diego comenta que tiene más amigos en clase y que unos días antes le aceptaron para jugar a la pelota.

Diego acepta dibujar un señor en el suelo. A la figura le faltan las manos y hay una desproporción entre la cabeza y el cuerpo.

Iniciamos la relajación en el colchón acompañándola con una música lenta. Lo acepta, pero dura muy poco.

Entrevista con la maestra: la maestra me comunica que Diego participa más en clase y que está menos inhibido y pasivo. Tras un fracaso o dificultad, se sigue bloqueando. Necesita mucho ser estimulado y sigue teniendo dudas sobre si tendrá que repetir curso. La escritura ha mejorado y el profesor de natación ha observado una mejor coordinación en sus movimientos.

La semana que viene publicaremos la segunda parte del artículo (segundo y tercer periodo).
Qué es la disortografía
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¿Qué es la disortografía?

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 3 agosto, 2016 El trastorno de lateralidad 0

El trastorno de lateralidad puede causar disortografía: una dificultad para la escritura que se da independientemente de que haya o no alteraciones también en la lectura. La disortografía es una disfunción que afecta al contenido y composición de las palabras que se escriben: a la persona le resulta difícil asociar la escritura de las palabras con el código escrito y las normas ortográficas; es decir, tiene problemas para reconocer, comprender y reproducir los símbolos escritos, por lo que comete constantemente una serie de errores que después veremos.

Es importante aclarar que la disortografía no está relacionada con la forma y el trazado de la escritura: los errores afectan a la escritura, no a la grafía, y que es un trastorno que, generalmente, va asociado a la dislexia: se confunden letras similares y, por ejemplo, no se escriben en el lugar correcto dentro de una palabra. Asimismo, no hay que confundir la disortografía con simples errores de escritura.

Los errores propios de la disortografía

Las personas con disortografía cometen, de manera reiterada, una serie de errores al escribir que pueden hacer incluso ininteligible su escritura, la cual, además, es lenta. Los más comunes son:

  • Rotación de letras similares: como el niño con trastorno de lateralidad no puede organizar bien el espacio, confunde las nociones de “arriba”, “abajo”, “delante”, “detrás” y, sobre todo, de “izquierda” y “derecha”, por lo que, aunque percibe correctamente las letras de forma aislada (p, q, b, d, u n) las relaciones que establece entre ellas no son estables.
  • Confusiones: cambian una letra por otra debido a su similar pronunciación e incluso sin ninguna razón.
  • Omisiones: omiten letras debido a la dificultad que tienen en la organización de la percepción visual.
  • Inversiones o reversiones: cuando se modifica la secuencia correcta de sílabas en una palabra o de letras en una sílaba. Por ejemplo: “”sol” en lugar de “los”.
  • Agregados: añaden letras o combinaciones de letras, y repiten letras o sílabas.
  • Sustituyen fonemas vocálicos o consonánticos por otros parecidos: por ejemplo, la “t” por la “d” y la “p” por la “b”.

 

La disortografía, qué es

 

  • Confunden letras que visualmente se parecen, como la “m” y la “n”.
  • Deformación o distorsión: lo que el niño escribe o lee es ininteligible. Esto se puede deber a que no ha entendido correctamente algunos grafismos o, en la escritura, por sus problemas motrices.
  • Omiten la “h” porque no tiene correspondencia fonética.
  • No escriben la “m” antes de “p” y “b”.
  • Tienen dificultad para escribir correctamente palabras que incluyen fonemas que admiten dos grafías (por ejemplo, “g” y “j”).
  • Contaminación: unen palabras al escribirlas.
  • Escriben palabras separándolas por las sílabas que las componen.
  • Disociaciones de palabras: enlazan las sílabas de una palabra con las de la siguiente o fragmentan incorrectamente las palabras.

Diagnóstico y tratamiento de la disortografía

Hay una serie de tests específicos que nos permiten diagnosticar la disortografía y detectar su causa, ya que la disfunción puede ser un síntoma de trastorno de lateralidad, pero también puede deberse a factores emocionales. En ambos casos, se trata de un problema con solución que requiere, no obstante, ser diagnosticado cuanto antes para evitar el fracaso escolar y las repercusiones psicológicas que de él pudieran derivarse. En función de los resultados del test, en nuestro centro diseñamos un plan de reeducación personalizado y, si el caso lo requiere, el tratamiento psicológico adecuado.

Los síntomas del trastorno de lateralidad
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Síntomas del trastorno de lateralidad

Centro de lateralidad y psicomotricidad Joelle Guitart 21 julio, 2016 El trastorno de lateralidad, Motivación 2

En los dos artículos anteriores (Lo que necesitas saber para entender qué es el trastorno de lateralidad y Qué es el trastorno de lateralidad) vimos que la lateralidad es un proceso que organiza nuestro sistema nervioso de manera binaria (predominio del hemisferio derecho o predominio del hemisferio izquierdo). Y que este proceso finaliza alrededor de los 5 años de edad, quedando establecida una predominancia u otra (salvo cuando se produce el trastorno de lateralidad).

El hecho de tener una lateralidad bien definida (homogénea) es esencial para que el niño se desarrolle con una buena construcción de su esquema corporal e integre adecuadamente sus percepciones del mundo externo; es decir, para que pueda orientar su propio cuerpo en el espacio, su “yo” en el tiempo y los objetos externos respecto a su cuerpo.

Este proceso de lateralización es gradual: el recién nacido no tiene establecida la relación entre un lado del cuerpo y el otro y, hasta los cuatro años, suele utilizar indistintamente ambas manos. Sin embargo, a los 5-6 años la lateralidad debería estar bien definida: el niño debería ser capaz de localizar correctamente su derecha e izquierda, e identificar las diferentes partes de su cuerpo; a los 7-8 años, localizar derecha-izquierda también en el espacio; y a los 9, en los otros.

La lateralidad, como también vimos en los artículos anteriores, puede definirse con predominio derecho (diestros), predominio izquierdo (zurdos) o con el mismo predominio para la derecha  que para la izquierda (ambidiestros). En estos tres casos, la lateralidad se ha definido correctamente, de manera homogénea. Hablamos de trastorno de lateralidad o lateralidad heterogénea cuando las personas que son zurdas o diestras utilizan por presión social la mano o el pie contrario (lateralidad contrariada) o cuando la persona utiliza unas veces su lado derecho y otras su lado izquierdo (lateralidad indefinida o cruzada).

Hay una serie de síntomas que nos indican que la lateralización no se ha producido correctamente en la persona, ya que la patología provoca una disminución del rendimiento cognitivo al bloquearse parcialmente los influjos nerviosos en ciertas áreas cerebrales. Veamos cuáles son los más habituales.

Los síntomas más habituales del trastorno de lateralidad:

Dificultades en el lenguaje oral: fluidez, mecánica lectora, retención y comprensión lectora.

Dificultades en el lenguaje escrito: disgrafía, disortografía y sintaxis.

Deficiencias motoras y funcionales.

Dificultades para las matemáticas: aprendizaje mecánico y razonamiento.

Dificultades para la concentración.

Dificultades para la comprensión.

Problemas de comunicación y relación.

Hipotonía, apatía, lentitud.

Hipertonía e hipercinesia.

Inestabilidad

Inseguridad

Agresividad

Ansiedad y angustia

Desmotivación, predepresión y depresión.

 

El trastorno de lateralidad tiene cura

Como es de suponer, todos estos problemas de aprendidaje y emocionales, causan un gran sufrimiento a las personas con trastorno de lateralidad, y también a sus familiares. A menudo, los síntomas hacen pensar que el niño es perezoso o que, simplemente, no quiere estudiar; la integración en el colegio resulta complicada, produciendo fracaso escolar; muchos padres tratan de ayudar a sus hijos apuntándolos a clases de refuerzo que sobrecargan a los niños, o llevándoles al psicólogo. Del mismo modo, los adultos no tratados también sufren las consecuencias laborales y de inadaptación social propias del trastorno, lo cual les lleva a cuadros de predepresión o depresión. Sin embargo, todo este sufrimiento es evitable, ya que el trastorno de lateralidad se cura (generalmente, por completo y, al menos, en un 80 %,) mediante un buen diagnóstico pormenorizado y el tratamiento personalizado adecuado, y sin recaídas posteriores.

Leer el próximo artículo Diagnóstico y tratamiento del trastorno de lateralidad.

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